21 de julio 2015
En Nicaragua el éxito empresarial también puede ocurrir sobre ruedas. Eso lo demuestra un grupo de jóvenes que compraron carritos ambulantes para vender comida “on the go”. Aunque esta modalidad no es nueva en la capital, sus propuestas culinarias introducen una nueva forma de hacer negocios para profesionales de clase media cuyo capital semilla es limitado. Le invitamos a disfrutar sus historias, bocado por bocado.
Un bocadito del Caribe en Managua
La imagen de una sofisticada mujer llamaba la atención de quienes veían circular un Volkswagen de los años setenta por las calles de Managua. Unos aretes gigantes colgaban de sus orejas, cubiertas por un cabello negro ensortijado que combinaba con su piel oscura y sus carnosos labios. Era Miss Gretta, la propietaria de una panadería que inició en una casa particular. Al caer en manos de su nieta, el negocio se transformó en un pintoresco food truck que ha ganado popularidad en la comunidad universitaria.
Samia Jackson aprendió a elaborar repostería de la mano de Gretta, quien recibía pedidos de nicaragüenses que vivían en los Estados Unidos. Al no poder hornear más pan por su avanzada edad, la señora les daba el número telefónico de su nieta a quienes la llamasen. La joven tenía que cubrirla a regañadientes. “Yo le reclamaba: ¡abuelita! Y ella me decía: ay, dale, (es) un fin de semana. No seas así, no me hagás quedar mal”, recuerda esta abogada de profesión, quien desde inicios de julio se estaciona en el parqueo de la Universidad Centroamericana (UCA).
Hace tres años, Samia abrió un cafetín en Bello Horizonte por sugerencia de su madre, pero una combinación de robos y el cáncer estomacal de su padre hicieron que cerrara el local. Tiempo después, se le ocurrió modificar una furgoneta que le permitiera salir del taller panadero, estacionarse en distintos sitios y regresar al punto de partida. Fue así como nació Miss Gretta’s Caribbean Bakery, un vehículo en donde vende tartaletas de coco y de piña, empanaditas de maduro, varios tipos de pan caribeño, patti, rondón y sándwiches de pavo. El rango de precios es asequible para todos los bolsillos, pues varía entre quince y sesenta córdobas.
Sin embargo, tener un negocio cuya presentación supera la de los puestos de comida convencionales tiene sus desventajas. Aunque inicialmente se parqueaba fuera de la UCA, conseguir un permiso para estacionarse dentro de la entidad le tomó cuatro meses. Y en la Universidad Americana (UAM), donde estudió una maestría en administración de empresas, le dieron un no rotundo. Samia supone que esto ocurrió porque ha roto con el esquema del negocio culinario tradicional y, a su vez, lamenta que en Nicaragua cueste abrir espacios para nuevas ideas.
Por medio de su empresa, Samia promueve un intercambio cultural gastronómico entre el Pacífico y el Atlántico. “Si te fijás, en el Pacífico no te enseñan mucho sobre la Costa, pero en la Costa te enseñan todo sobre el Pacífico. Quiero que la gente sepa que somos más que Rondón y Palo de Mayo ¿Quiénes más pueden darse el lujo de tener un país multiétnico y multicultural? ¿Entonces, por qué no aprovecharlo?”, cuestiona la empresaria.
Dele una mordida a los “chili dogs”
“¡Oe chinó!”, le gritan los clientes a Roy Fletes cuando pasan frente a su negocio, localizado en la carretera a Veracruz, en las afueras de Managua. Este ingeniero industrial de 31 años es el cofundador de DoggyStyle, un camioncito de comida rápida cuyos hot dogs se venden en seis diferentes presentaciones. La salchicha que usualmente comemos acompañada de mayonesa, salsa de tomate, pepinillos y mostaza, aquí se sirve con salsa chili, cebolla carameliazada, chile jalapeño, queso cheddar o bacon.
Aunque los “chili dogs” son el producto insignia de esta microempresa, su menú también incluye papas fritas con chorizo, hamburguesas, tacos y alitas. Para Roy, es importante tener alternativas para el paladar de quienes circulan en sus vehículos, bicicletas o a pie. Se hayan enterado del food truck por publicidad boca a boca, o por la cuenta de Facebook de DoggyStyle que ya suma casi cinco mil seguidores, todos pueden disfrutar de un buen perro caliente en un carrito móvil que ilumina su interior por medio de paneles solares.
Pero DoggyStyle no es el primer local culinario de este joven, pues en el pasado poseía un restaurante de comida asiática. Al cerrar su primera empresa, hizo un cambio radical y optó por un modelo que requiriera de menor capital, le permitiera tener contacto más directo con los clientes y le brindara la facilidad de moverse a cualquier punto de Managua, sobre todo para eventos masivos como conciertos. Con un presupuesto de seis mil dólares, puso en marcha un nuevo concepto que compite con los puestos de comida rápida de gama baja.
En este carrito móvil el joven cumple múltiples funciones, desde lavar trastos hasta ser ayudante de cocina, cajero y barrendero. “Al final del día uno se siente bien por eso. No me avergüenza que me vean limpiando mesas, es mi negocio y esto es lo que hago. Además, alguien lo tiene que hacer y al cliente le encanta cuando lo atiende el dueño”, afirma orgulloso.
El emprendedor relata que nunca tuvo como meta de vida trabajar para otros. Aunque se desempeñó como ingeniero para una zona franca y en el área de producción de un diario nacional, le terminó gustando más la cocina. El joven cuenta que aprendió este oficio por necesidad. “Uno no debe depender de los empleados. Quien se inicia en un negocio como este debe conocer su menú por si le llega a faltar un ayudante. Uno entra a la cocina y lo sustituye. No hay razones para cerrar”, advierte.
Roy sabe que convertirse en jefe implica un alto compromiso consigo mismo y con el pago de sus colaboradores. Con esta microempresa que inauguró en Marzo, por ejemplo, asegura no tener días libres y trabajar el doble en feriados. El esfuerzo ha rendido sus frutos, ya que logra vender la producción diaria a precios accesibles, cuyo rango varía entre los C$40 y C$110. Si bien las hamburguesas son las más vendidas, los hot dogs con ingredientes inusuales han tenido una aceptación entre sus comensales.
De rumba con el estómago contento
Carlos Román quería ser la última parada de todo el que anduviera de fiesta por Managua, pero su clientela fue más sabia que él. Cuando abrió The Last Stop, un pequeño puesto de comida rápida con conexión wifi gratuita, planificó una rutina poco convencional: abriría a las diez de la noche y cerraría a las tres de la mañana. Un mes después de haber inaugurado, se dio cuenta que el horario era demasiado desgastante y que no vendía tanto por la madrugada.
Curiosamente, sus comensales fueron quienes cambiaron el concepto del negocio. Después de todo, ¿quién quiere festejar con el estómago vacío? Fue así como este cocinero formado en la Escuela Nacional de Hotelería decidió iniciar operaciones desde las seis de la tarde y finalizar a la una de la mañana. Además, todo el que lo visita sale con la barriga llena y la billetera contenta. En primer lugar, porque las tarifas del menú varían entre los C$70 y C$110. Y en segunda instancia, porque los veinte platillos que ofrece incluyen creativas recetas. Entre ellas:
- Quesadillas Stroganoff (una salsa rusa a base de crema con pimienta)
- Chivito uruguayo (filete de res, jamón prensado, bacon, queso mozarella y huevo entero)
- Chimichanga de res o vegetariana
- Hamburguesa con salsa barbacoa o maracuyá
“Yo siempre pensé que uno puede comer bien, saludable y barato, sin que sean las mismas opciones que encontrás en toda Managua”, afirma Carlos. En un principio, este chef quería montar un restaurante de carnes, pero la falta de capital hizo que optara por la alternativa más económica. Con seis mil dólares, encargó un carrito móvil a la medida con espacio para dos quemadores, dos freidoras, dos planchas y tres mesas de trabajo para él y dos personas más. Para montar el local soñado, necesitaba al menos US$35 mil dólares.
Para este emprendedor gastronómico lo más difícil ha sido cultivar su clientela. Pero las redes sociales ayudaron a promover la calidad de sus platillos. Los seis mil seguidores que tiene en Facebook le dan una puntación de casi cinco estrellas a este sencillo local. Alex Cuadra, uno de sus clientes, comenta que se topó con un menú de bar deportivo bien hecho. “Excelente carne de res, verduras frescas, nada grasoso. Muy buenos precios y atención, ¡Dan ganas de volver”, afirma.
Los sábados de pago, The Last Stop ofrece un menú mucho más elaborado cuyos precios varían entre los C$160 y US$200. La idea es promover platillos de distintas cocinas del mundo, entre ellas la peruana, asiática, italiana o mexicana, y cuyas recetas aprendió en su escuela. Para diversificar su negocio, Carlos también provee servicio de catering. Así, cumple con el anhelo que tenía desde estudiante, una época en la que soñaba con abrir su empresa, hacer sus propias recetas y trabajar a gusto, con su propio horario.