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La Chica Danesa, una historia a medias

Gerda Wegener, la artista y esposa de Lili Elbe en La Chica Danesa, era abiertamente lesbiana. Nos han contado una historia a medias

Gerda Wegener

Colaboración Confidencial

Mar Gallego

1 de marzo 2016

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Cuando preguntan a la actriz sueca Alicia Vikander en una entrevista qué sabe de la vida del personaje que encarna en La chica danesa, ella asegura que poco. Que le ha extrañado no encontrar más información sobre la pintora Gerda Wegener. Destaca que la artista fue, ante todo, una figura pionera por haber desempeñado un trabajo de gran calado sexual y haber sido apoyada en su carrera por su “esposo” (Lili Elbe), primera persona en someterse a una cirugía de cambio de sexo.

Lo cierto es que, indagando en la vida de Wegener, algunos datos parece que se los haya tragado la tierra, como el porqué de su muerte a los 54 años de edad. Sin embargo, ante este batiburrillo de “afirmaciones a medias”, hay una “verdad” que se impone sobre todas las otras: Gerda Wegener era lesbiana (bisexual según otras voces), y no parece que esto fuera un secreto ni para ella ni para su entorno. Este hecho, sin embargo, no se recoge ni por asomo en la película y demás informaciones que de ella se han difundido en medios de alcance masivo. La pregunta es obligada: ¿por qué?

Francia a sus pies. La ilustradora erótica de moda

Gerda Wegener


Dicho soterramiento de sus otras facetas como artista y como persona no parece deberse a la ausencia de reconocimiento en vida, ya que Wegener fue –junto a la polaca Tamara de Lempicka- una de las máximas exponentes del art decó de su tiempo. Dedicó años a pintar a mujeres, pasando por los diferentes idearios de la época y generando numerosos estereotipos femeninos para las revistas de moda. Trabajó ilustrando las mejores: la Vie Parisienne, Fantasio, Rire, o La Baïonnette. También ilustró libros como Le Livre des Vikings de Charles Guyot o Une Aventure d’Amour à Venise de Giacomo Casanova. Asimismo, trabajó desde el humor y la sátira. Eso sí, su éxito tuvo lugar en Francia ya que su estilo de vida no gustaba en su país de origen: Dinamarca.

De hecho fue en París donde ambas mujeres (Lili Elbe y ella) decidieron desarrollarse libremente como personas en 1912, debido a una actitud de laissez-faire en la ciudad que fue imán para mucha gente que se dedicaba al arte y que buscaba vidas más abiertas. Fue el caso, por ejemplo, de Violet Trefusis y Vita Sackville que pasearon por sus calles su “amor travestido”, mientras llegaban chismorreos sobre sus escándalos a los medios británicos.
De 1910 a 1920, la ciudad desafió los órdenes sociales. En París, Lili Elbe podía ser la mujer que quería y Gerda Wegener podía vivir más libremente su atracción por otras mujeres. La capital, además, era el centro de una moda donde el género femenino fue, en muchos sentidos, protagonista.

Gerda Wegener triunfó en ese mundo de luces y glamour generando el referente desde la moda aunque, sin duda, uno de los trabajos más espectaculares realizados por la artista vino del encargo que le realizó en 1925 el poeta francés Louis Perceau: doce acuarelas de alto contenido erótico y lésbico para ilustrar los 350 ejemplares que se editaron de su libro: Doce sonetos lascivos. Este trabajo la convirtió en una de las ilustradoras eróticas más reconocidas de todos los tiempos.

Tanto en éstas como en sus pinturas de moda, su esposa –Lili Elbe- hacía de modelo predilecta. La joven alocada y transgresora que impuso otro estereotipo de mujer junto a su “creadora” era una persona que vivía, al menos públicamente y durante sus primeros años, como hombre.

Un día de verano

Gerda Wegener

Tras conocer más sobre su historia, la obra de Wegener sugiere múltiples interpretaciones. En su pieza Un día de verano, se puede ver a su marido Einar en su presencia masculina como artífice de la representación femenina que observa. Un grupo de mujeres son pintadas por él en el cuadro. Entre ellas, el propio Einar que –en un primerísimo plano- ya es Lili. Ambas personalidades aparecen con diferente género en el mismo espacio. Einar hace de la figura masculina que mira. Lili es la figura femenina observada. Ambas son la misma persona sostenidas, a su vez, por el pincel real de Wegener. Su fuerte, tal y como indican catálogos de su obra, fue precisamente reflejar el mundo de la máscara y las mascaradas.

La pareja artística trabajó así en conjunto durante años mientras toda la sociedad francesa se preguntaba quién era aquella misteriosa mujer que posaba para la pintora y que encarnaba todos los ideales femeninos imperantes. Su doble vida se desarrollaba además en fiestas en las que Lili se hacía pasar por la hermana de Einar. Fueron sus primeras apariciones públicas como mujer. Y todas se ll¬evaron a cabo bajo la complicidad mutua y el empuje de Wegener.

Excepto en estas ocasiones, se mostraron en público durante un tiempo como una pareja de hombre y mujer. Sin embargo, todo apunta a que –de paredes hacia dentro- ambas vivían como mujeres. También que mantenían relaciones abiertas.

Por otra parte, no parece que en sus vidas existiera ningún silencio impuesto sobre su situación. De hecho, el caso de Lili Elbe se conoce por la inmensa repercusión que tuvo y por haber sido un acontecimiento muy expuesto a la luz pública. La pintora Wegener en todo momento la apoyó en su proceso. Trabajaban juntas y conocían a la perfección sus decisiones y elecciones vitales.

Ilustradora famosa, artista incómoda

La presencia de ilustraciones de la artista en revistas de referencia como Vogue, para la que empezó a trabajar en 1912 (año en que llega a París), o la aparición en publicaciones como la Rare Book Collection datadas en abril de 1916, cuatro años después de su llegada a la ciudad, confirman que la carrera de Wegener fue más que apoteósica y que la autora no se trasladó a la ciudad sin saber previamente el éxito que obtendría y la carrera que le esperaba.
La moda francesa se convirtió en una fuerte herramienta simbólica de afirmación de poder de la cultura gala durante la guerra debido a la fuerza de su industria. La pintora fue elegida, en ilustraciones como La Guerre et la Rue de la Paix, para fomentar ese poder con representación bélica realizada desde la moda.

Esta fusión con el entorno donde desarrolló su carrera y la buena acogida como creadora inmigrante y representante incluso del poderío francés, señalan hasta qué punto gozó de fama en vida gracias a su talento. Además, la autora –que trabajaba desde las influencias del cubismo, el romanticismo y el art decó– expuso sus obras en la galería Ole Haslunds de Copenhague varias veces; algo muy difícil de conseguir para artistas de la época.

En la actualidad, la obra de Wegener está tan dispersa como su propia vida. Muchas pertenecen a colecciones privadas. Sus pinturas eróticas, o bien se perdieron o bien fueron compradas por coleccionistas. El museo de Arken en Dinamarca recoge, hasta el 16 de mayo, la primera gran retrospectiva de su obra a través de 178 piezas, la mayoría cedidas desde el coleccionismo privado, ya que ningún museo danés de importancia adquirió sus obras en vida. Lo contrario a lo sucedido en Francia. Puedes consultar el catálogo aquí.

Aparte de esto, poco sabemos de “la otra chica danesa”. Sobre los últimos años, la información conocida es insuficiente. En 1930, después de que Elbe lograse tener sus papeles en regla como mujer, el Rey de Dinamarca invalidó el matrimonio entre Gerda Wegener y Lili Elbe por tratarse de un enlace entre dos mujeres. Un año después, Wegener contrajo matrimonio –según algunas fuentes, pactado- con un diplomático italiano: el Mayor Fernando (Nando) Porta, amigo en común de la anterior pareja. Se trasladaron a Marruecos y, tras vivir varios años en Marrakech y Casablanca, se divorciaron. Tras esto, Wegener se mantuvo entre Italia y Francia volviendo a Dinamarca finalmente, donde murió en 1940 en condiciones precarias y sin fama alguna.

La pregunta sigue siendo por qué este tabú sobre algunos datos de su biografía, incluso cuando se hace una película inspirada en ella. Quizás haya algo en el tránsito de Wegener más escandaloso para la norma que la propia transexualidad. Algo que hace temblar los cimientos de una estructura de géneros incompletos y dualistas: una mujer a quien no le erotizaba la diferencia y que vivió “a enteras” sin necesidad de representaciones masculinas en su expresión creativa, artística y vital.

Así, si la ficción nunca supera a la realidad, en La chica danesa mucho menos. Al igual que el clasista mundo de la historia del arte bloqueó su reconocimiento en el tiempo debido a su fama como caricaturista, la personalidad compleja de Gerda Wegner tampoco parece encajar en ningún cuento heterosexual. Sin duda, una historia incómoda para quien pretende encerrar el mundo en categorías predecibles.

La moda en entreguerras, liderada por mujeres

En la moda francesa, entre 1920 y 1940, las mujeres adquirieron gran protagonismo. Las casas de costura de mayor influencia estaban dirigidas por ellas. Jean Lanvin era una de las creadoras favoritas con sus trajes de bordados. Destacan además Madeleine Vionnet, pionera del corte al bies y Grabrielle Chanel, más conocida como Coco Chanel; primera gran estilista e icono de un estilo de vida propio. El auge de las revistas de moda fue el reflejo del crecimiento de esta industria.

¿Transexualidad o intersexualidad?

En este afán por recuperar la verdadera historia de ambas artistas, otras voces se han alzado además para asegurar que Lili Elbe no era transexual como se cuenta en el film, sino intersexual. Sin embargo, antes de la Segunda Guerra Mundial, la intersexualidad como categoría ni siquiera existía.

Lo que sí se rescata de la documentación de numerosos artículos es que su apariencia física respondía más a la de una figura normativamente femenina que a la de un hombre. Los análisis previos a su intervención encontraron en su cuerpo unos “ovarios rudimentarios” (así lo llaman). Además de todas las operaciones recibidas, a Elbe también le realizaron un trasplante de ovarios y de úteros ya que su mayor deseo era el de ser madre.

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Sobre la autora:

El género y el feminismo son las estaciones que he escogido para descuartizar el mundo y descubrirme a mí misma. Mi periodismo no es más que mi herramienta. La Asociación Equiláteras es el patio donde juego a cambiar el mundo. Filosofeo en este blog.

Nota: 

Este artículo fue originalmente publicado en Pikara Magazine y ha sido reproducido en este espacio bajo licencia Creative Commons.

 

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