18 de febrero 2016
Ensayé la palabra, su medida,
el espacio que ocupa. La tomé
de los labios, la puse con cuidado
en tu mano. Que no se escape. ¡Empuña!
Cuenta hasta dos [lo más difícil].
Ábrela ahora: una
estrella en tu mano.
EMS. 'Ensalmos y Conjuros'
El juego de palabras era la debilidad y a la vez la fortaleza del escritor Ernesto Mejía Sánchez, explicó su discípulo más cercano, Julio Valle-Castillo. El rigor académico de Mejía y la precisión en el lenguaje lo han posicionado como uno de los poetas más valiosos de nuestra literatura, aunque su obra y legado son inmensamente desconocidos. Este año el autor es homenajeado en el Festival Internacional de Poesía de Granada.
Mejía nació en Masaya en 1923, en el seno de una familia de clase media. Sus aptitudes para las letras fueron celebradas desde temprana edad por sus padres, Norberto Mejía y Juana Sánchez. “Él creció en un ambiente adecuado a sus inclinaciones en Masaya y sobre todo reforzado con las vinculaciones que tuvo en Granada con los hombres que fueron los prominentes de la vanguardia en materia literaria, (José) Coronel Urtecho y Pablo Antonio Cuadra, etc.”, señaló Noel Sánchez, primo del escritor.
Mejía estudió sus primeros años en Masaya, aunque después se trasladó a estudiar la secundaria en el Instituto Nacional de Oriente, en Granada. Ahí se vincula al movimiento vanguardista y publica en los Cuadernos del Taller San Lucas, la revista de esa agrupación. “Coronel Urtecho creía que podía hacer de Mejía Sánchez el narrador de la generación del 40, y Mejía Sánchez fue un poco insumiso, él no era un hombre fácil, sin embargo era la persona mas llevadera, que yo he tratado en mi vida”, expresó el poeta Valle.
Después de dos años de estudios de Derecho en Nicaragua, Mejía Sánchez viaja a México en 1944 para estudiar Filosofía y Letras en la Universidad Nacional Autónoma (UNAM). Posteriormente, estudió en España un doctorado en Filología Hispanoamericana. “Él vuelve a México a trabajar a la universidad donde se había graduado, a dar clase de letras y daba clases de estilística y era dedicado a la historia de la literatura americana”, relató el abogado Sánchez.
Su vida en México
Desde la universidad como base de operaciones, Mejía Sánchez se convirtió en un gran investigador literario y en un apoyo cercano para los escritores nicaragüenses que residían en México.
“Fue más que mi padre, fue mi universidad, era divertidísimo y muy serio. Con un sentido del humor arrollador, no dejaba títere con cabeza y la primer cabeza que rodaba era la de él. El hombre capaz de hacerse los chistes de él, él mismo. Por ejemplo, a veces decía “La Carne contigua”, que era un título de un libro de él, entonces decía la carne con nigua”, dijo Valle.
En México publicó sus libros Ensalmos y conjuros (1947); La carne contigua (1948); El retorno (1950); La impureza (1951); Contemplaciones europeas (1957); Vela de espada (1951-1960); Estelas/Homenajes (1947-1979); Poemas familiares (1955-1973); y Poemas dialectales (1977-1980).
Su afabilidad y personalidad alegre lo conectaron también con los personajes culturales y políticos mexicanos, y con la oleada de artistas centroamericanos exiliados por las dictaduras de turno. El poeta y pintor nicaragüense, Álvaro Gutiérrez, fue un estudiante de letras en la UNAM durante es época. Llegó a México recomendado a Mejía Sánchez por su padre y de ahí surgió una amistad que duró por años.
“Fue mi maestro en la facultad, Ernesto era un anfitrión extraordinario, un hombre de una eterna sonrisa y de un sentido muy fino de humor. Dominaba todo el panorama cultural, se movía como pez en el agua, era amigo de todos los poetas, de todos los pintores, incluso tenía obras importantes dentro de su casa. Era amigo de Carlos Mérida, el pintor guatemalteco exiliado, nos reunimos con los grandes mexicanos para citar a (Juan) Rulfo, al guatemalteco Tito Monterroso, etc.”, relató Gutiérrez.
Mejía Sánchez se convirtió en un catedrático reconocido en la universidad y además colaboraba con el Colegio de México, una institución académica dirigida por Alfonso Reyes, un distinguido escritor mexicano. Sin embargo, siempre tuvo tiempo para el esparcimiento y los amigos.
“Nosotros trabajamos de lunes a sábado a mediodía, de sábado a mediodía a domingo, con su noche, nos dedicábamos a la pachanga, a la bohemia (…) Decía ya al filo del atardecer del domingo, bueno hemos bebido, hemos pecado, hemos comido, lástima tener que morir, pero nuestro señor dijo que estará con nosotros hasta la resurrección. Y lo decía con seriedad, por que realmente en la semana era un monje benedictino, trabajando, ‘mineando' las fichas, tomando las fichas”, recordó Valle.
Nicaragua, el exilio y su posición política
A pesar que realizó su vida laboral en México, Mejía Sánchez nunca se distanció de lo que pasaba en Nicaragua y eso lo llevó a enfrentarse al exilio.
En 1956, con el ajusticiamiento de Anastasio Somoza García, fue señalado de celebrar el evento. “Novedades decía: Mientras leía Mejía Sánchez un poema comunista, decían en México, tan pronto con hora y todo. Ya no podía venir a Nicaragua. Prácticamente fue exiliado en esa forma por que nunca pudo volver, pero continúo con los nicaragüenses que hicieron de su casa la suya”, dijo su primo Noel Sánchez.
Sin embargo el poeta Valle va más allá y expresó que el autor se reunió en dos ocasiones con Rigoberto López Pérez, el estudiante que mató a Somoza García. “Mejía fue acusado de actor intelectual del ajusticiamiento de Somoza. Él escribió en contra de ellos y fue intransigente. Él nunca me afirmó, pero tampoco me negó, que estaba involucrado en eso”, expresó Valle.
Durante sus primero años, Mejía Sánchez se vinculó a publicaciones de derecha, como la revista de Masaya, Anhelos, aunque según Valle, él fue migrando hacia “una izquierda nihilista”, con un apego cercano al pensamiento político de Sandino.
“El era sandinista, sin partido, porque Ernesto Mejía Sánchez era incapaz de ser militante de un partido. Su libertad de pensamiento, su libertad de expresión, su capacidad de burla, su desacralización de todo, no le permitían”, agregó Valle.
La obra de Mejía Sánchez
La distancia con Nicaragua no fue impedimento para que Mejía Sánchez fuera reconocido como poeta y catedrático. De sus años de juventud surgió la vinculación con otras dos grandes figuras de la literatura nicaragüense: Ernesto Cardenal y Carlos Martínez Rivas.
Juntos componen la llamada “Generación del 40”, también conocida como la de los tres Ernestos. “Son poetas que retoman todos los descubrimientos de la vanguardia, pero no tienen una actitud de rechazo hacia la tradición”, explicó el profesor de literatura de la UNAN-Managua, Víctor Ruiz.
Para Ruiz, estos escritores, unidos por nacer en el mismo país y en la misma época, tienen muchas diferencias pero también similitudes. “Desde el punto estético, del trabajo con la palabra, los tres tenían visiones distintas. Martínez Rivas es un poeta barroco, Cardenal es un poeta conversacional coloquial, como él lo llama ‘exteriorista’. Pero la preocupación en los tres es la desmitificación bíblica, los tres están impregnados de la tradición y los tres abordan mitos bíblicos, los transforman, los desleen y construyen su propia visión poética”, expresó el profesor universitario.
Para el poeta Valle, también crítico literario, los une además la vinculación con José Coronel Urtecho, el padre de la vanguardia. Valle caracteriza la poesía de Mejía Sánchez como profundamente innovadora. “Una obra antidogmática, abierta, dispuesta a ir del poema en prosa al soneto, dispuesta a ir del epitafio al epigrama, dispuesta a voltear el poema al revés, tenía anverso y reverso de un poema y además lleno de juegos de palabras, pero profundamente filosóficos”, dijo.
Una de los grandes revoluciones de Mejía Sánchez en la poesía fue el perfeccionamiento de los ‘prosemas', una mezcla entre verso y prosa. Según Valle, Mejía manifestaba que debían ser breves, intensos y con una fuerza interior anárquica, a la que él llamaba gratuidad.
Y Thamar, la mariposa que quemó sus alas en el fuego cercano, la que lo quiso todo, la que tenía el mundo en los labios y hubiera podido levantar la tierra con sus manos, Thamar está llorando en su cuarto. Su niña está jugando, su niña dice solamente: mamá.
EMS. 'La Carne Contigua'
Las temáticas de sus escritos favorecían más pensamientos existenciales y vinculados a la forma de concebir el mundo a través de la poesía, aunque también ahondó en temas políticos. Su erudición y refinamiento en el lenguaje hicieron que la crítica lo llamara hermético, pero sus seguidores defienden el legado del escritor. “Su visión de la literatura, de la poesía, era mas estética estaba más involucrado, más preocupado por la capacidad que tenía la palabra para crear cosas, de ahí que una de sus grandes temáticas sea el conjuro poético, como acto mágico y ritual”, declaró el profesor la UNAN-Managua.
El gran investigador dariano
Con su trabajo como académico e investigador, Mejía fue catalogado como el mayor conocedor de Rubén Darío en su tiempo. En 1967, para la celebración del centenario del nacimiento del escritor modernista, participó en la comisión organizadora y fue ponente durante el simposio.
“Si nosotros vemos a Darío, tal y como es actualmente, se lo debemos a Mejía Sánchez, porque fue el primero en organizar estas grandes discusiones. Estamos hablando de los años 40, 50, 60, todavía se tenía cierto recelo hacia la estética modernista, y en medio de esa desconfianza por este poeta, Ernesto se mete a estudiarlo”, manifestó Ruiz.
“Darío fue su pasión, el inventó para la nueva literatura al narrador, al cuentista, compilando todos los cuentos”, añadió Valle.
Su relación con la revolución y sus últimos años
A raíz del triunfo de la revolución sandinista, Mejía Sánchez volvió a Nicaragua, aunque su relación con las figuras prominentes del gobierno de reconciliación eran de antaño. Fue amigo cercano del fallecido comandante Tomás Borge, una relación heredada del padre de Borge, que era librero y Mejía Sánchez era su cliente. Vidaluz Meneses, escritora y ex viceministra de Cultura lo recuerda durante esa época. Para ella y su generación, Mejía Sánchez era una referencia muy importante como escritor y seguía de cerca sus poemas, que en ese entonces sólo podía ser leídos en La Prensa Literaria, que editaba Pablo Antonio Cuadra.
“Yo lo llegué a conocer en persona ya en los 80, y aunque lo admiraba como poeta, nos acercamos porque en momento yo tengo la responsabilidad de las bibliotecas y archivos del Ministerio de Cultura, en ese sentido me interesaba toda su dimensión de bibliógrafo y de erudito dariano”, recuerda Meneses.
Mejía Sánchez fue nombrado entre 1980 y 1984 Embajador en España y posteriormente en Argentina. Sin embargo, según Meneses, esa no fue su vocación. “Él fundamentalmente era un erudito, un investigador, un ‘pueta', y yo creo que la vida política-diplomática no fue su vocación especialmente”, expresó.
¿Por qué no se conoce su obra?
Para su discípulo más cercano, Julio Valle Castillo, Mejía estaba interesado más en los demás y no en promocionarse. “No andaba en el figureo, era un hombre serio como académico, aunque tenía un sentido del humor cáustico y agudo”, relató Valle.
En sus últimos años publicó en México, y posteriormente en Nicaragua, la antología Recolección a Mediodía. “Había planeado que también iba a haber un tomo que se llamaba Recolección al atardecer, que iban a ser sus poemas de anciano o de ‘ancciano’, como decía él, riéndose, pero ya no hubo tiempo”, dijo Valle.
Mejía Sánchez murió de un enfisema pulmonar en 1985 en México. La causa de la enfermedad fue el polvillo de los archivos y las bibliotecas que él visitaba. “No se ponía la mascarilla”, dijo Valle. Fue enterrado en Granada, Nicaragua, en un acto en el que participaron personalidades del mundo político y cultural.
Para los escritores e investigadores de la nuevas generaciones, Mejía Sánchez es una figura prominente, que aunque no ha tenido difusión, debe ser retomada por su validez y profundidad. “Él tuvo que competir con dos personalidades muy fuertes, muy impositivas, en la tradición literaria, dos monstruos como es el caso de Carlos Martínez Rivas, con su conducta irracional, y Ernesto Cardenal, con su compromiso político social. Mientras los otros era poetas que iban hacia fuera, el era un poeta que iba hacia adentro”, expresó el profesor de UNAN, Víctor Ruiz.
“Un gran trabajo poético y ensayística que en Nicaragua no ha sido, injustamente, reconocido, pero sí en el resto de Centroamérica, es de hecho un poeta bien respetado”, añadió el catedrático.
Escribir
un poema es como recordar
el futuro. Es engendrar un hijo
en la tumba.
Ernesto Mejía Sánchez