3 de agosto 2022
El inconformismo es una actitud intrínseca del ser humano que nos permite avanzar y evolucionar como sociedad. A pesar de que a las personas inconformistas se les suele atribuir atributos negativos, lo cierto es que su comportamiento rebelde contribuye a que las civilizaciones puedan crecer y avanzar.
En el escenario digital, este inconformismo se canaliza de diferentes formas. Todo depende, como bien explicaba Marshall McLuhan en Understanding Media: The Extensions of Man, del canal que se utilice.
Twitter puede ser, para muchos, una plataforma de usuarios enfadados y sarcásticos que expresan su inconformismo a través de contenidos mordaces, directos e irónicos. Instagram representa todo lo contrario: es una red social donde los usuarios idealizan estilos de vida y, en definitiva, la realidad que les rodea.
Mientras, otros ciudadanos utilizan plataformas de activismo online, como Change.org, para compartir su protesta de un modo más formal, buscar apoyos entre sus aliados y dar relevancia a sus iniciativas.
Audiencias comprometidas en Change.org
Las plataformas de activismo digital albergan multitud de iniciativas de protesta. Las intenciones y propósitos de cada uno de estos mensajes son muy diversos, ya que revelan las inquietudes de una sociedad heterogénea.
En este complejo mosaico, Change.org se ha posicionado como una de las webs participativas más relevantes. El activismo de las audiencias comprometidas que se desarrolla en Change.org es una de las prácticas participativas que mejor definen la cultura de la convergencia de Jenkins.
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Las iniciativas de cultura popular en Change.org son una expresión más de participación ciudadana e identidad social que surgen como consecuencia de la diversidad de perfiles que confluyen en el actual escenario digital.
Aunque popularmente el activismo tiende a desafiar hegemonías existentes y provocar cambios políticos y sociales, las actividades fan también pueden comprenderse como un ejercicio participativo y transformador.
Lucy Bennet defiende, en este sentido, que “el activismo siempre ha sido una característica esencial de las culturas fans”. Así lo hemos podido comprobar con la polémica petición para rehacer la última temporada de Juego de Tronos. En otros casos, los seguidores de diferentes series se agrupan para evitar la cancelación de sus productos favoritos a través de Save Our Show Campaigns.
Existen múltiples ejemplos de la capacidad de influencia de los fans y los consumidores. El rol de los fans como agentes de la participación ciberactivista cada vez se asemeja más al de activistas cívicos y políticos, ya que demuestran tener una conexión personal muy profunda y emocional con un elemento determinado de la cultura popular.
A pesar de que, por lo general, se piensa en los fans como creadores o editores de contenido, no hay que olvidar que el término fan implica una realidad mucho más compleja, con diferentes identidades y motivaciones. Así lo aventuraba Laramie Taylor cuando esgrimió que “es muy difícil que la identidad fan sea experimentada de la misma forma por todos los individuos que se consideran fans”.
¿De qué depende el éxito o fracaso de las peticiones de cultura popular?
Seamos sinceros: no hay una respuesta fácil, ni una receta milagrosa para ello. El éxito de las iniciativas de cultura popular en Change.org depende de multitud de factores. Los elementos que influyen de la petición son tan variados como las identidades y motivaciones de la propia comunidad.
En primero lugar, hay que tener en cuenta que, tras un estudio realizado sobre las peticiones de cultura popular, se observa que las exitosas son escasas en la plataforma Change.org España –apenas un 10,6 % acaban en victoria–.
Además, se ha advertido –no sin cierta preocupación– que las iniciativas fan o antifán y las iniciativas troll –mensajes jocosos que envían los usuarios con la intención de crear un ambiente de diversión entre amigos– son igualmente populares. El hecho de que una petición troll pueda tener casi el mismo éxito que una iniciativa fan o antifán revela algunas carencias comunicativas que padece Change.org y que impiden que esta plataforma se perfile, al menos todavía, como canal de referencia para el activismo digital.
Esto coincide con los resultados ofrecidos en trabajos anteriores sobre esta plataforma de ciberactivismo: Change.org no resulta un canal idóneo para el activismo digital porque no existen mecanismos para filtrar y depurar la información.
Esta situación propicia que las expectativas de participación del usuario puedan verse frustradas y que las iniciativas no logren el éxito esperado. Aunque la plataforma se presenta como un escenario visualmente atractivo y con un diseño simple e intuitivo, no existen enclaves informativos con los que instruir al ciudadano, ni tampoco se motiva la interacción entre los agentes implicados en la web y, aunque resulte contradictorio, apenas se utilizan estrategias de movilización que motiven a participar.
En relación con la responsabilidad de la plataforma para filtrar los mensajes, se observa que las peticiones de cultura popular que tienen éxito contienen significativamente menos errores lingüísticos. También influye la longitud del mensaje: las peticiones de cultura popular más exitosas –y las que más firmas consiguen– son aquellas que tienen un título y texto más largo.
También se ha observado que existe un volumen mayoritario de iniciativas creadas por emisores individuales –80,4 %–. Pero resulta significativo enfatizar que las peticiones publicadas por colectivos tienen mayor probabilidad de éxito.
Por último, se ha percibido un predominio especialmente llamativo de peticiones antifán relacionadas con las redes sociales e Internet –58,3 %– que proponen el cierre de ciertos canales de Youtube, páginas de Facebook o perfiles de Twitter que consideran ofensivos. En cambio, las iniciativas fan están relacionadas con la música –solicitan conciertos y sesiones de firmas a sus artistas favoritos– y la televisión –suelen pedir que las series amplíen episodios o que se vuelvan a emitir ciertos programas–.
¿Qué hacer?
Si, como se ha comprobado, Change.org no resulta un canal de activismo digital totalmente efectivo, el usuario puede recurrir a otras plataformas digitales de movilización ciudadana más prometedoras. Éstas ofrecen instrumentos para publicar y dar difusión a los mensajes como, por ejemplo, 38Degrees, Care2, SumOfUs, Avaaz.org, GetUp!, GoPetition o MoveOn.org, entre otros.
En cualquier caso, y a pesar del canal o medio utilizado, las audiencias comprometidas con las culturas populares actúan y participan como activistas, ya que recurren, cada vez con más asiduidad, a diferentes plataformas para moldear su entorno cultural.
No obstante, si bien algunas peticiones de cultura fan pueden ser entendidas también como participación política, no representan la misma acción que las puramente de cultura popular. Las acciones de participación política ciudadana buscan dirigirse a actores o instituciones políticas para realizar cambios en el escenario público –como ocurre en el fandom político –. En cambio, los mensajes propios de las culturas populares se dirigen a agentes culturales y, por ello, deben entenderse también como una forma de activismo cultural.
*Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original con el título: ¿Puede tener éxito pedir en Change.org que repongan su serie favorita?. Marta Pérez-Escolar, Profesora e investigadora en el área de Comunicación, Universidad Loyola Andalucía and Alejandro Tapia Frade, Profesor de Comunicación, Universidad de Cádiz