13 de octubre 2024
Transportar a los asistentes a su Nicaragua natal y desbordar idiosincrasia nicaragüense es lo que intenta, en cada espectáculo de bailes y cantos, el Ballet Folclórico Nicaragüense Azul. El grupo está integrado por bailarines nicas radicados en Miami, Florida, que se unieron para promover el folclore y recaudar fondos para obras sociales en Nicaragua.
El Ballet Azul es una organización sin fines de lucro fundada en 2011 por Yezzenia Watler, una nicaragüense que emigró a los Estados Unidos hace más de 20 años. Desde niña bailó en varios ballets folclóricos de Nicaragua.
La idea del ballet surgió entre unas amigas —todas exintegrantes de grupos folclóricos nicaragüenses—, que cada fin de semana se reunían para “platicar, cantar y bailar”.
“En nuestra zona no habían espacios culturales para nicaragüenses, no veíamos nada de folclore, nada de nuestra cultura. Uno de nuestros esposos nos dijo: ‘ustedes deben de montar un grupo, porque bailan bonito y no hay nada de eso aquí’”, recuerda Yezzenia Watler, directora del Ballet Azul.
“Les dije: ‘¿qué tal si montamos un grupo folclórico, somos embajadoras y promotoras de nuestra cultura y al mismo tiempo promovemos causas benéficas?, todas estuvimos de acuerdo”, relata.
Yezzenia Watler junto a sus amigas María Cordero, Ana Moraga, Lidia Solórzano, Fabiola Luna y Mercedes Gonzales comenzaron en diciembre de 2011 los ensayos esporádicos. En 2013 tuvieron su primera presentación benéfica en el teatro “Manuel Artime”, en Miami.
La directora detalla que han participado en ferias nicaragüenses, eventos universitarios, programas televisivos hispanos y “en cualquier espacio donde se necesite la representación del folclore nicaragüense”.
“Nuestra primera causa benéfica (en Nicaragua) fue para ‘FestínNiños’, una iglesia que necesitaba alimentar y darle zapatos a casi mil niños, en un pueblo en el interior del país”, menciona.
“Para nosotros es importante promover causas que no tengan ningún tipo de ayuda”, resalta Watler.
Objetivo del Ballet Azul: una obra benéfica por año
Al grupo de seis amigas se sumaron más nicaragüenses. En la actualidad el grupo lo integran más de 20 bailarines entre amateurs y profesionales, dirigidos por cuatro coreógrafos.
Desde su fundación han realizado ocho espectáculos benéficos en el teatro “Manuel Artime”, que tiene una capacidad para 865 asistentes. Todas sus presentaciones han sido “un lleno total”, según la directora del Ballet Azul.
“El 90% de nuestras obras benéficas han sido en Nicaragua, el otro 10% ha sido aquí (en los Estados Unidos). Generalmente nos inclinamos más a las causas a favor de niños o ancianos, pero hemos tenido un par de causas independientes para tratamientos de cáncer”, destaca.
“Apoyamos a un asilo de ancianos en Granada, donde donamos todo el equipo de cocina para una capacidad de 500 personas. También a un albergue de niños, que le mejoramos su sala de computación. Se construyó el sistema de aguas negras de un colegio, y le cambiamos el techo a otro colegio en Estelí”, enumera Watler.
Para este 2024, la meta es recaudar 28 240 dólares para crear un fondo y ayudar a diez niños de escasos recursos con tratamientos de quimioterapia y el pago de un seguro médico durante un año.
La nicaragüense explica que las causas sociales que apoyan son seleccionadas por un comité del Ballet Azul. “Las personas nos contactan a través de nuestras redes sociales solicitando apoyo, nos mandan un email, explicando su causa, lo valoramos y así determinamos qué causa social apoyar”, sostiene.
“Siempre investigamos y miramos qué tipo de causa es. Calculamos cuánto dinero necesitan, para así organizar un show y apoyarlos”, apunta.
Bailarines “donan su tiempo”
La directora de Ballet Azul comenta que los bailarines usan sus horas libres para montar las coreografías de los espectáculos. “Es un gran reto, todos tenemos trabajos independientes y a nadie se le paga un salario (por bailar). Todos donan su tiempo”.
Los ensayos se realizan generalmente los lunes, miércoles y viernes. “Dividimos las coreografías en dos grupos, un grupo practica una pieza y el otro otras piezas, y un mes antes de las presentaciones nos unimos los dos grupos para juntar todo el show”, resalta la directora.
Los trajes del ballet fueron llevados desde Masaya. “Nosotros mismos hacemos nuestras utilería, somos bien bendecidos porque tenemos un grupo bien diverso. Hay gente que pinta, otros que hacen manualidades o saben de costura, otras que en su momento fueron modistas”, detalla Yezzenia Watler.
Los espectáculos del Ballet Azul duran unas dos horas y en ocasiones han invitado a artistas nicaragüenses como Carlos Mejia Godoy, Juan Solórzano y Luis Pastor Gonzalez.
Cada pieza que el ballet interpreta es investigada, desde los colores de la escenografía y utilería, los vestuarios, tocados, y el tipo de tela. “Nosotros no bailamos por bailar, queremos educar a la gente”, asegura la nicaragüense.
“Cuando vas a una presentación, todas las canciones te transportan a tu niñez, a todos esos lugares de Nicaragua”, enfatiza.