1 de junio 2023
La escritora Gioconda Belli, ganadora del XXXII Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, afirmó que este galardón —el más importante en español y portugués— demuestra que “lo que tenemos ahorita en Nicaragua no nos representa, que el Gobierno de Ortega y Murillo no nos representa, que somos un pueblo mucho mejor que el que ellos quieren crear”.
Las entidades públicas Patrimonio Nacional de España y la Universidad de Salamanca conceden anualmente este galardón y reconocen así el conjunto de la obra de un autor vivo que, por su valor literario, constituye una aportación relevante al patrimonio cultural común de Iberoamérica. Belli es la tercera nicaragüense que gana este premio, antes lo hicieron los poetas Ernesto Cardenal (2012) y Claribel Alegría (2017).
“Este es un premio para Nicaragua también. Creo que una de las cosas que me demuestra este premio es que Nicaragua tiene una tradición poética extraordinaria, y eso es porque somos un pueblo que amamos el arte, la literatura, la vida”, dijo la poeta en una entrevista con el programa Esta Noche.
Belli (Managua, 1948), que se encuentra exiliada en España, es una de las más de 300 personas a las que las autoridades nicaragüenses retiraron la nacionalidad “por traición a la patria”, entre opositores y críticos a la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo.
El jurado te extendió este premio por tu expresividad, creatividad, tu libertad, tu valentía poética y también por tu aporte a la cultura contemporánea. ¿Qué significa para vos este reconocimiento?
Es un escalón muy alto en la carrera de un poeta. Es un premio que no creí que me iba a ganar. No sabía que estaban discutiendo ese premio, en este momento, y fue una sorpresa bien agradable y linda. Creo que he trabajado duro toda mi vida, realmente. Uno no se imagina que me van a poner a la par de Juan Gelman y José Emilio Pacheco. En Nicaragua este premio lo ganaron Ernesto Cardenal y Claribel Alegría.
¿Y cómo celebra este premio exiliada y lejos de Nicaragua?
Lo celebro igualmente contenta, porque creo que este es un premio para Nicaragua también. Creo que una de las cosas que me demuestra este premio es que Nicaragua tiene una tradición poética extraordinaria, y eso es porque somos un pueblo que amamos el arte, la literatura, la vida. Y me hace pensar que lo que tenemos ahorita en Nicaragua no nos representa, que el Gobierno de Ortega y Murillo no nos representa, que nosotros somos un pueblo mucho mejor que el que ellos quieren crear y que el que ellos quieren mantener dominado y que por eso tenemos esa gran capacidad de hacer poesía, de amar la belleza. Y eso no es lo que estamos viviendo en este tiempo, es todo lo contrario.
Usted empezó a escribir bajo la dinastía Somoza y continúa escribiendo bajo otra dictadura familiar. ¿Cómo ha marcado eso sus versos, su visión de la poesía y la relación de amor con Nicaragua?
La ha marcado definitivamente, no porque mi poesía haya tenido un giro político. Siempre ha respondido, de alguna manera, a mi compromiso vital, no solamente con la belleza y con la palabra, sino también con la vida, en el sentido de con mi ciudad, mi país, mi gente. El hecho de haber escrito poesía durante el somocismo, después durante la revolución, y ahora bajo esta segunda dictadura, creo que responde a mi vinculación con Nicaragua, el amor que le tengo y cuánto me importa Nicaragua.
¿Y cómo describirías la evolución de tu obra poética y narrativa?¿Cuáles han sido esos momentos clave de ella?
Fue clave cuando empecé a escribir novela. Yo había escrito poesía que fue bastante elogiada. Empecé a escribir poesía con mucha afirmación de quién era yo como mujer. Y eso se consideró bastante escandaloso. Escribí como sujeto de mi propia sexualidad, no como objeto sexual, con una noción de mi propio poder como mujer. Eso hizo que mi poesía fuera muy destacada y se hablara de ella.
Luego pasé a escribir novela. Mi primera novela, “La mujer Habitada”, ha tenido una carrera que ni yo la entiendo, porque esa novela se publicó en 1988 y todavía es de lo que más firmo cuando hago firma del libro. Es una de las novelas que más se venden y que la gente me habla tanto de esa novela, me dicen que les conmovió mucho, que les cambió la visión de muchas cosas. Uno como escritor, que está en un cuarto solito, no se imagina el eco que puede tener algo que uno hace, y eso siempre me sorprende y maravilla. Porque creo que eso es lo que hace la literatura.
En tu prosa, en la poesía, ya lo decías, hay mucha sensibilidad por los temas sociales, políticos, los derechos a la mujer también, y elementos característicos como el erotismo, la pasión, el amor. ¿Cómo se conjuga todo eso en tu obra?
(Las mujeres) somos un paquete integral. Los hombres tienen una mayor facilidad para compartimentarse. O sea, porque separan lo emotivo de lo más profesional. Tienen como una personalidad pública y una personalidad privada. Las mujeres funcionamos en una personalidad mucho más integrada. Lo público, lo privado; la emoción está mucho más presente en quienes somos todo el tiempo. Creo que eso es lo que refleja mi poesía, y lo quise así. He querido que mi poesía tenga todas esas dimensiones y niveles, porque creo que esa es la realidad de la vida.
¿Cómo ves hoy el papel de la mujer en la sociedad y cómo ha cambiado a hace tres o cuatro décadas?
Ha cambiado, pero no tanto como debía. Por ejemplo, si vos lees mi poesía, es una poesía bien erótica, pero al mismo tiempo respetuosa. No tiene palabras soeces. Toco el sexo con el respeto y la visión de que es algo sagrado, que es algo que nos ha dado la vida. Sin embargo, se ha vulgarizado.
Peligros para las nuevas generaciones
¿Cómo ves el futuro de la poesía y la literatura en Nicaragua, bajo una dictadura que censura, que persigue y que desnacionaliza a los escritores?
Me preocupa muchísimo la educación que están recibiendo los muchachos y las muchachas en Nicaragua, porque si tomamos como medida esa actitud tan negativa y tan restrictiva de querer enseñarle a la gente una fe, una manera de ver el mundo, que no es la realidad, sino que está esta construcción mágica que quieren hacer de sí mismos y del mundo en que vivimos. Y además con valores totalmente controversiales y controvertidos y que se separan de todo lo que ha sido la idiosincrasia y el espíritu de Nicaragua. Vamos a tener una juventud que no va a tener la inspiración, una juventud muy dócil, domesticada, llevada a creer cosas que no son ciertas, y eso es muy peligroso. Confío, todavía, en el trabajo que hacen los medios independientes, el trabajo que se hace a nivel digital, va a ser muy difícil que aíslen a todos esos muchachos de lo que está pasando en el mundo.
¿Cuál consideras que es tu principal aporte a la cultura y a la literatura en Nicaragua e Iberoamérica?
Valentía, como mujer, a decir lo que pensaba, porque realmente nunca pensé que iba a ser recibido como escandaloso, pensaba que era algo tan natural. Y por otro lado, he tratado también en mis novelas de tomar ciertos mitos (y deconstruirlos). Por ejemplo, (en la novela) “El infinito en la palma de la mano” trato de deconstruir ese mito de que la mujer es la culpable de que hayamos perdido el paraíso terrenal. Escribí una novela (“El pergamino de la seducción”) sobre la reina Juana de Castilla, que se le decía “Juana la Loca”, para probar que no estaba loca, que ese fue una construcción de su tiempo y de su padre y su marido, que querían el poder.
Creo que voy a dejar un testimonio de mi tiempo también. Por ejemplo, en mi libro de memoria “El país bajo mi piel”, que quisiera que lo leyera más gente para que vean cómo fue todo lo que pasó en Nicaragua, que no es una cosa como lo ponen ahora. Como se distorsiona toda la historia de lo que fue la revolución, de lo que fue el somocismo. Lo que quiero es dejar una huella de alguien que ha vivido como debe ser.