13 de agosto 2023
Probablemente haya oído que los guionistas y actores de Hollywood están en huelga.
Uno de los descubrimientos más sorprendentes para los observadores externos es el duro trato que dispensan las productoras (aliadas con los gigantes del streaming) a los artistas. Incluso guionistas o actores de mucho éxito y fama pueden tener dificultades para ganar un salario digno, ya que los llamados residuals –el dinero que estos artistas ganan cada vez que su trabajo vuelve a emitirse– caen en picado en la era de las plataformas.
Una de las principales razones por las que la industria del entretenimiento nos insta a apoyar los derechos de autor y evitar la piratería es precisamente para apoyar a los artistas.
Entonces, ¿qué ocurre con nuestras valoraciones morales cuando resulta que las industrias destinan tan pocos ingresos a los trabajadores creativos? ¿Deberíamos sentirnos moralmente obligados a pagar a servicios de streaming que explotan a los artistas?
La huelga nos ofrece una oportunidad para pensar por qué tenemos derechos de autor, y si es una ley digna de respeto.
¿Qué es la piratería?
La piratería se refiere a la copia, acceso, descarga, visualización en línea o distribución ilegal de la obra de entretenimiento creada por otro, sin transformar dicha obra. (Por ejemplo, la fan fiction –es decir, las historias ficticias que los aficionados crean a partir de personajes de productos ya ideados– a menudo viola los derechos de autor, pero como transforma la obra, no es piratería).
Las industrias del entretenimiento tienden a estereotipar a los piratas como ladrones rapaces y sin remordimientos. Pero muchos piratas respetan el espíritu de la ley de derechos de autor, si no sus obligaciones.
Consideremos cuatro tipos diferentes de piratas:
- Los tomadores cogen lo que quieren sin reparos.
- Los samplers piratean sólo para “catar” las obras. Cuando encuentran algo que les gusta, lo compran.
- Los buscadores sólo piratean obras que no están disponibles de otro modo.
- Los que no pagan sólo piratean obras que de otro modo nunca habrían comprado (por ejemplo, porque no tienen dinero para pagarlas).
Estos cuatro tipos de piratas plantean diferentes problemas morales, y puede ser difícil desentrañar la ética de cada uno. Limitemos nuestra atención a los “tomadores”, que realizan el tipo de piratería más preocupante.
¿Es ética la apropiación pirata de obras protegidas por derechos de autor?
¿Es la ley de derechos de autor moralmente correcta?
Quizá la cuestión más obvia a considerar sea si estamos de acuerdo con los derechos de autor. La ley de derechos de autor tiene dos justificaciones morales principales.
En primer lugar, los derechos de autor pueden justificarse porque incentivan a los artistas a desarrollar su trabajo. La producción de arte nuevo suele requerir mucho trabajo. Si no hubiese forma de apoyar a quien lo crea por lo que hace, habría menos arte y entretenimiento para el disfrute de todos nosotros. Este argumento “utilitarista” justifica los derechos de autor por sus buenas consecuencias.
En segundo lugar, podríamos pensar que los artistas merecen ser compensados. Si mediante el trabajo duro y el talento alguien crea algo que proporciona disfrute y satisfacción a millones de personas, entonces parece injusto que no se le recompense. Se trata de una justificación moral basada en el derecho y en el mérito.
Cuando los organismos de la industria apelan a la necesidad de que la legislación sobre derechos de autor proteja y apoye a los artistas, están aprovechando la fuerza moral de estos argumentos.
Sin embargo, ambas justificaciones son controvertidas. Gente razonable e informada se ha mostrado en desacuerdo con ellas.
Entender la legitimidad
Supongamos que no estamos de acuerdo con una ley. ¿Tenemos derecho a ignorarla? Hay dos buenas razones para pensar que no tenemos ese derecho.
En primer lugar, si las personas sólo respetaran las leyes con las que ya están de acuerdo, la propia ley dejaría de funcionar. La principal razón por la que tenemos el Estado de Derecho es para evitar que todo el mundo haga simplemente lo que le venga en gana.
Como sostenían teóricos políticos como John Locke, estas situaciones desembocan rápidamente en violencia, ya que cada uno impone su propia interpretación de los derechos y las obligaciones. Las sociedades sin ley no son lugares agradables para vivir.
En segundo lugar, las leyes creadas democráticamente tienen un derecho especial a la legitimidad. Como instituciones humanas, las democracias son inevitablemente defectuosas. Sin embargo, constituyen un medio importante para que todos los miembros de una comunidad puedan reunirse como iguales y participar en la decisión de las leyes que les vincularán.
Estos dos argumentos demuestran que podemos estar en desacuerdo con una ley, pero seguir pensando que debe respetarse.
Entonces, ¿debemos recurrir a la piratería?
Entonces, ¿qué hacemos cuando comprobamos que muchas industrias del entretenimiento explotan a los artistas y que poco del dinero de nuestras compras llega a quienes han creado el contenido?
Para empezar, tenemos motivos para pensar que esos organismos de la industria no sólo explotan. También son hipócritas y manipuladores cuando apelan a los artistas para convencernos de que apoyemos los derechos de autor. Si realmente estuvieran moralmente comprometidos con el apoyo a los artistas, su propio comportamiento lo reflejaría.
La falta de apoyo a los artistas también puede llevarnos a replantearnos hasta qué punto la ley de derechos de autor sirve realmente a las justificaciones que se presentan para ella.
¿Podemos ir un paso más allá y decir que, si las industrias del entretenimiento son tan hipócritas y explotadoras, tenemos derecho a dejar de entregar nuestro dinero duramente ganado para acceder a sus espectáculos?
Si los argumentos anteriores van por buen camino, la respuesta es “no”.
Por un lado, la ley de derechos de autor sigue siendo una norma creada democráticamente. No querríamos que otras personas prescindieran de leyes y derechos que apreciamos y en los que confiamos. Así que tenemos motivos para no infringir leyes que son importantes para otras personas.
Más concretamente, muchos artistas al menos ganan algo de dinero con el sistema actual. Si estamos moralmente indignados por lo poco que nuestras compras contribuyen a sus salarios, sería una respuesta totalmente inapropiada dejar de pagar del todo, y reducir así nuestra contribución a los artistas a cero.
Aunque deberíamos resistirnos a recurrir a la piratería, las huelgas de Hollywood nos invitan a reflexionar críticamente sobre hasta qué punto nuestras leyes actuales están a la altura de sus justificaciones, y si hay otras formas de apoyar a los artistas.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original titulado: ¿Está bien piratear programas de televisión y películas de servicios de ‘streaming’ que explotan a los artistas? Hugh Breakey, Griffith University.