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Florence Pugh ofrece un milagro eminentemente humano en “The Wonder”

Lo mejor de la película son las escenas que confinan a Elizabeth y Anna juntas, en un diálogo amorfo, cuyos matices cambian de una frase a otra

Juan Carlos Ampié

11 de diciembre 2022

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El ejercicio de la fe, y como esta puede torcerse y enderezarse, está en el centro de “The Wonder”. El drama de época del director chileno Sebastián Lelio sirve un jugoso papel a Florence Pugh, una de las mejores actrices del momento.

La acción se desarrolla en Irlanda, en 1862. Pugh interpreta a Elizabeth Wright, enfermera contratada por un grupo de notables de un pequeño pueblo, para examinar a una niña que asegura ser un milagro viviente. Se trata de Anna O’Donnell (Kíla Lord Cassidy), quien asegura que lleva meses viviendo sin probar bocado. Alternándose con una monja en turnos de 8 horas, Elizabeth tendrá que observar a Anna para confirmar que sus alegatos son ciertos. La niña vive confinada bajo el cuido de su familia. Cuando no está recibiendo a peregrinos, reza sin cesar. Otro foco de escepticismo viene de Will Byrne (Tom Burke), un periodista enviado a cubrir la historia.

En el cortometraje “The Human Voice” (2020), Pedro Almodóvar posiciona frontalmente el artificio cinematográfico, mostrándonos a la actriz Tilda Swinton paseándose en el estudio de filmación, antes de entrar al set que emula el apartamento que habita su personaje, una mujer sufriendo por el abandono de un amante. El espectador, voluntariamente, acepta lo que viene como algo real, de la misma manera en que la ilusión romántica demanda nuestra complicidad.

Lelio usa el mismo recurso, enmarcando su drama de época en dos breves escenas que pasean la cámara por el estudio, mientras los actores se encuentran dentro de los sets cuidadosamente construidos, dramatizando con movimientos y palabras una historia ficticia. La voz de un narrador acentúa la artificialidad, y provee contexto histórico. Las heridas de la colonización británica están frescas, así como los traumas de la Gran Hambruna. Elizabeth es vista como una invasora por partida doble. Primero, por su origen. Segundo, por representar el escepticismo ante la fe cristiana. La devoción de la familia de Anna está abonada por la trágica pérdida de un hijo mayor.


Lo mejor de la película son las escenas que confinan a Elizabeth y Anna juntas, en un diálogo amorfo, cuyos matices cambian de una frase a otra. “La Maravilla” alterna entre ejercicio de evangelización y misterio por resolver. Si no estamos ante un milagro, ¿cómo es posible que la niña viva sin probar bocado por meses? Y más difícil de dilucidar aún, ¿para qué? Los O’Donnell no aceptan dinero de los peregrinos, y más bien, les piden que cualquier dinero del que quieran desprenderse, lo depositen en una alcancía de la iglesia, convenientemente instalada en su humilde casa.

“La Maravilla” es un excelente vehículo para Pugh. Desde sus duelos dialécticos con Anna y los pobladores, hasta las escenas en solitario donde sugiere con simples acciones sus propios traumas, Pugh es magnética. Incluso, hace que funcionen las escenas con el personaje del periodista. Menos que un personaje, es un dispositivo dramático utilitario, para que Elizabeth pueda entablar una conversación que permita transmitirle al público sus ideas. Eventualmente, se convierte en pieza clave de la trama, pero Burke no tiene oportunidad de llevarlo más allá del carácter de accesorio. Entré en alerta al ver a Ciaran Hinds (Belfast) como el cura del pueblo, sentado entre los notables que contratan a Elizabeth, pero el actor es trágicamente subutilizado en las escasas escenas que le asignan. La vocería de la vieja guardia es asumida por el médico interpretado por Toby Jones (“Empire of Light”).

El guion acreditado a Lelio y Alice Birch, basado en la novela de Emma Donoghue hilvana un subtexto concentrado sobre el precario balance de poder entre hombres y mujeres. Véase la escena en que termina desplazando el conflicto de fe en la recta final de la película. Esto no es un error, es una característica. Ciencia y religión terminan en un segundo plano, con la conexión emocional humana identificada como fuerza mayor. Lo que creemos, es como el andamiaje del set. Lo que verdaderamente vale, es lo que hacemos por los otros.

La ambientación de época es tan austera como las condiciones de sus personajes. Renunciando a un estilo maximalista, Lelio mantiene el foco de su cámara en un espacio personal e íntimo. “La Maravilla” es emocional sin ser cursi. Si tienen paciencia para someterse a sus juegos narrativos, recompensará su complicidad.

La Maravilla
(“The Wonder”)
Dirección: Sebastián Lelio
Duración: 1 hora, 48 minutos
Clasificación: * * * (Buena)
*Disponible en Netflix

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Juan Carlos Ampié

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