2 de octubre 2022
Hay dos maneras de ver la nueva película de Olivia Wilde. Una de ellas está teñida por el conocimiento de los escándalos alrededor de su producción. La otra, le pertenece al espectador que llega bendecido por la ignorancia. No importa a qué grupo pertenezcan, se verán igualmente frustrados por “Don’t Worry Darling”. Y no crean que se me olvidó poner la coma en el título, tanto en inglés como en español. Su ausencia es solo uno de muchos enervantes caprichos.
La urbanización modelo del Proyecto Victoria es un paraíso para los amantes del diseño modernista de mediados del siglo XX. El enclave se erige en medio del desierto, habitado por parejas jóvenes. Cada mañana, los hombres salen a trabajar a un misterioso edificio en las afueras, mientras las mujeres se dedican mantener la perfección de sus hogares: limpian, cocinan y, cuando quieren descansar, van de tiendas o chismean al lado de la piscina, coctel en mano. La revolución feminista está muy lejos de aquí. Alice (Florence Pugh) se ve satisfecha cocinando elaboradas cenas para su esposo Jack (Harry Styles), que bien pueden terminar en el piso, para hacerle lugar a uno de los vigorosos encuentros sexuales de la pareja.
La domesticidad empieza a traicionar a Alice. Se sorprende al descubrir que todos los huevos de una cajilla están vacíos. Limpiando un ventanal, este la empuja contra pared. Extraños sueños donde figuras fantasmales emulan números musicales de películas de Busby Berkeley la despiertan. Las coristas se parecen a los esqueletos de los dibujos animados antiguos que vemos en su televisión, incongruentemente editados con el sonido de una voz masculina que enuncia edictos vagamente inspirativos. ¿ Está Alice al borde de un ataque de nervios, como su vecina Margaret (Kiki Layne)? ¿Exactamente qué hacen los hombres todo el día, bajo las órdenes del carismático y siniestro Frank (Chris Pine)?
“Nada es lo que parece ser” es un cliché del que confieso abusar. La frase bien pudo haber sido inventada para “Don’t Worry Darling”. El guion original fue escrito por Carey y Shane Van Dyke, reescrito por Katie Silberman, está a medio camino entre dos capítulos de “The Twilight Zone” y “Black Mirror”. Es una pieza de crítica social cubierta con los ropajes de un ‘thriller’, pero a medida que revela gradualmente su verdadera naturaleza, pone a prueba la fidelidad de la audiencia. Wilde confunde ambigüedad con vaguedad. El subtexto se vuelve texto, con una multitud de cabos sueltos y giros incongruentes. Está bien completar los espacios entre líneas, pero aquí son abismos.
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Pugh es el tipo de actriz que captura la atención y la imaginación sin esfuerzo aparente. Proyecta una inteligencia feroz, que la separa de las demás esposas. No es de extrañar que se erige en una especie de rival para Frank. Pine hace gala de una sorpresiva veta siniestra, en un rol villanesco. Son tan buenos juntos, que ponen en vergüenza a Harry Styles. El exvocalista del grupo One Direction tuvo un sólido debut en un papel pequeño en “Dunkirk” (Christopher Nolan, 2017), pero aquí se ve torpe y fuera de su elemento. Podría alegarse que estas cualidades —o defectos— empalman con la verdadera naturaleza de su personaje, pero eso sería demasiado generoso. Wilde ejecuta el interesante truco de dirigirse bien a sí misma. Ella interpreta a Bunny, la mejor amiga de Alice, un agente de represión armado con guantes de seda y lengua viperina.
El mayor acierto reside en la superficie. El diseño de producción de Katie Byron, con la complicidad de la fotografía de Matthew Libatique, hacen que este espejismo sea letalmente seductor. Las hermosas superficies ponen en evidencia cómo el conformismo puede ser hipnotizarte hacia la complacencia. “Don’t Worry Darling” funciona mejor cuando abraza una realidad concreta. Al extenderse al simbolismo, cae en picada, como el inexplicable avión cuya caída, literalmente, conduce a Alice a perderse en la senda del conocimiento.
Al final, el escándalo detrás de cámara se vuelve distracción y sustancia. Mientras Wilde promueve las credenciales feministas de su filme, la prensa filtra testimonios acusadores sobre su romance en el set con Styles, y las diferencias creativas con Pugh, que desencadenaron en su participación limitada en las actividades promocionales en el Festival de Cine de Venecia. Triste ironía, que un filme de vocación feminista le dé municiones al patriarcado.
“No te preocupes cariño”
(Don’t Worry Darling)
Dirección: Olivia Wilde
Duración: 2 horas, 3 minutos
Clasificación: * * (Regular)