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“Athena”: Una película original de Netflix que merece la pantalla grande

“Athena” será el teatro de operaciones de un violento disturbio racial, azuzado por un trágico episodio de violencia policial.

Juan Carlos Ampié

16 de octubre 2022

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París arde en “Athena”, la película de Romain Gavras, un filme original de Netflix que cosechó merecidos aplausos tras su estreno en el Festival de Venecia. Trate de relajarse un poco antes de presionar el botón de reproducir. Esta película le va a quitar el aliento.

“Athena” es el nombre de un complejo de viviendas sociales en los suburbios de la capital. Será el teatro de operaciones de un violento disturbio racial, azuzado por un trágico episodio de violencia policial: tres policías han asesinado a Idir, un niño de ascendencia argelina, cuya familia habita en el edificio titular. La película arranca después del evento. A Idir le sobreviven tres hermanos mayores: Abdel (Dali Benssalah), un soldado reclutado por el Estado para hacer un llamado a la tranquilidad en una conferencia de prensa. Entre la multitud se encuentra Karim (Sami Slimane), quien literalmente lanza un cóctel mólotov, encendiendo la llama de los disturbios. El caos complica los planes del hermano mayor, Moktar (Oussani Embarek), el narcotraficante del barrio.

Gavras arranca sobre la marcha y no se detiene. La película abre con una vertiginosa secuencia de unos diez minutos. Sin cortes aparentes, seguimos a los jóvenes rebeldes saqueando una estación de Policía y escapando por una autopista hasta llegar a “Athena”. Ahí se atrincheran como si fueran una fuerza de ocupación. En realidad, la secuencia está conformada por tres tomas largas, unidas por imperceptibles costuras digitales. Será un truco que el director activará a lo largo de toda la película, en una cadena de pequeños triunfos de visualización. A cada momento, se sorprenderá a usted mismo preguntándose cómo diablos consiguieron hacer eso. Es una lástima que al ser un “original de Netflix”, nos privemos de verla en un cine de verdad.

Si el apellido Gavras le suena familiar, es porque es herencia de su padre, el legendario director griego Costa-Gavras, que alcanzó notoriedad con ‘thrillers’ políticos como “Z” (1969), “État de Siège” (1972) y “Missing” (1982). Con inagotables reservas de indignación, sus mejores películas consideran los peores efectos de la intervención de Estados Unidos en otros países. Irónicamente, a medida que su ‘bête noire’ abandonó el papel de policía del mundo, su trabajo perdió el sentido de urgencia. Cuarenta años más tarde, su hijo, una persona distinta, trabaja en un mundo distinto, aquejado por problemas de otra naturaleza. Es ingrato comparar, pero igual inevitable, si uno ha visto la obra del progenitor. Y en la comparación, las limitaciones de “Athena” se hacen evidentes.


Trabajando en el guion con Elias Belkeddar y Ladj Ly, el joven Gavras diseña una trama melodramática, que contrasta con el artificioso realismo de su puesta en escena. La pirotecnia distrae lo suficiente como para que uno no se distraiga reconociendo que esta es la familia más desafortunada del mundo. Cuatro hermanos, cada uno con un sino trágico: el mayor es un criminal, el segundo es un soldado, el tercero se vuelve una especie de guerrillero vengativo, y el menor es una víctima inocente. El mismo Gavras ha comparado su narrativa con una especie de tragedia griega contemporánea, y no deja de tener razón. Sin embargo, este ejercicio narrativo se siente como una simplificación de problemas mayores. El racismo, la alienación de los migrantes, ellos mismos descendientes del colonialismo… añada la brutalidad policial, y tenemos una mezcla tanto o más volátil que la injerencia imperialista.

“Athena” favorece la sensación sobre la reflexión, el sentimiento sobre la crítica social. Esto no es necesariamente malo, pero sí se siente como una abdicación. Un inesperado acto de violencia desvirtúa a un personaje clave. Podrán tener el buen sentido de mantenerlo fuera de cámara, pero sus efectos descarrilan al filme entero. No se presenta para revelar las complejidades de un sujeto, sino para chocarnos un poco más. En un filme comprometido con el exceso, se siente como demasiado.

Un anticlimático epílogo simplifica aún más el discurso de la “Athena”. La ironía suplanta a la reflexión, y abre una salida fácil a los terribles dilemas que retrata durante la mayor parte de su metraje. Quizás sea por diseño. No se puede incomodar demasiado a la audiencia amplia, apaciguada por algoritmos que saben lo que te gusta, antes de que vos lo decidas. Aun así, la película es un memorable ejercicio cinematográfico, que debe ser visto para ser creído.

“Athena” 
Dirección: Romain Gavras
Duración: 1 hora, 32 minutos
Clasificación: * * * (Buena)                                                                                                            *Disponible en Netflix

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Juan Carlos Ampié

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