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Dos jóvenes hermanos reabren dulcería que cumplirá cien años en Masaya

Fernando y María Alonso Sánchez, de 19 y 18 años, reabren la dulcería “La Esperanza”, bajo la supervisión de su abuela Teresa García

Los encargados de la dulcería La Esperanza de Masaya

Teresa del Carmen García, propietaria de la dulcería "La Esperanza", junto a sus nietos María y Fernando Alonso Sánchez. // Foto: Cortesía

Redacción Niú

23 de junio 2024

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Los calderos de la dulcería “La Esperanza” en Monimbó, Masaya, se apagaron entre abril y mayo de 2024. La deteriorada salud de Teresa del Carmen García López no le permitía seguir con el negocio fundado, en 1925, por su bisabuela María Luisa Mairena. El legado familiar estaba en riesgo de desaparecer, pero dos nietos de Teresa del Carmen —de 18 y 19 años — asumieron las riendas de la confitería casi centenaria.

“Me enfermé y no quise trabajar. Tenía las puertas cerradas, pero mis nietos me dijeron: ‘abuela denos lugar’”, comenta Teresa del Carmen, de 62 años y matriarca de la familia.

“Les dije: ‘si ustedes quieren continuar, haganlo, pero ya saben que este trabajo es duro; se gana, pero no cantidades’. Ellos están luchando y ganando su dinero, yo los acompaño y superviso”, menciona.

Fernando José Alonso Sánchez, de 19 años, y María Esperanza Alonso Sánchez, de 18, le propusieron a su abuela seguir con la dulcería en Masaya, bajo su supervisión y con las recetas originales de la dulcería.

“Mantener la dulcería y la tradición familiar”


Teresa del Carmen representa a la cuarta generación de la familia a cargo de la dulcería. Sus hijos —la quinta generación— se dedicaron a profesiones y oficios diferentes a la dulcería. Fernando José y María Esperanza pertenecen a la sexta generación de esta familia de productores de dulces tradicionales.

“Hemos decidido seguir con el negocio porque en Masaya los productores de dulces son escasos, cada día son menos y poca gente se arriesga a trabajar estos productos”, subraya Fernando José.

“Queremos seguir con la tradición familiar y que el legado no muera, para que nuestra generación también viva de los dulces”, añade.

La dulcería "La Esperanza", de Masaya, da trabajo a ocho personas, entre primos, sobrinos y tíos. Los nuevos encargados desean aumentar la oferta de productos. “Estamos probando nuevos productos y presentaciones, ya no solamente vamos a ofrecer paletas, dulces de coco, leche de burra. Vamos a ir aumentando la variedad”, adelanta Fernando.

Teresa del Carmen García prepara un pedido de la dulcería “La Esperanza”, ubicada de la iglesia San Miguel una cuadra al este y dos y media al sur. // Foto: Cortesía

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Cuatro generaciones de mujeres dulceras

“La Esperanza” ha sido dirigida por cuatro generaciones de mujeres. La primera dulcera de la familia fue María Luisa Mairena, quien en 1925 comenzó preparando caramelos, crocantes y coyolitos. 

En 1957, continuó el negocio su hija Pastora Navarro Mairena, quien a su vez se lo heredó, en 1970, a su hija María Esperanza López Navarro, que lo dirigió hasta su fallecimiento en 1990. Entonces, la dulcería quedó en manos de su hija Teresa del Carmen García López. 

“Desde los diez años aprendí a trabajar con mi mamá. Yo le ayudaba en todo, pero me hice cargo del negocio, junto a mi esposo, cuando ella (su mamá) falleció en un accidente”, relata Teresa del Carmen.

Recuerda que de su mamá aprendió a elaborar caramelos de coco, leche de burra, enchiclados, maní con chile, crocantes, coyolito y caramelo sólido.

“Yo comencé con la variedad de la paleta del Chavo del Ocho, que me la enseñó un compadre”, agrega.

“Para la leche de burra, nosotros trabajamos con unas 70 libras de atado de dulce (panela) en el caldero, además lleva maní, mantequilla, vainilla y un poquito de ácido cítrico para que la miel no se friegue y pedazos de caramelos que sobran y queda muy rico”, explica la dulcera.

Detalla que para los caramelos de coco solo se usa coco, azúcar, frambuesa y mantequilla. Para los enchiclados, solo es azúcar, colorantes, ácido cítrico y mantequilla. En el caso de los churros, son a base de maíz.

Una artesana de la dulcería "La Esperanza" estira y mezcla la melcocha para elaborar los dulces tradicionales. // Foto: Cortesía

“La Esperanza”, una referencia en Masaya

“La Esperanza” es una de las dulcerías más antiguas de Monimbó y ha sido escuela para muchos dulceros de Masaya, según los propietarios. “Muchos de los trabajadores de mis abuelitas, han salido de aquí y han puesto sus propias dulcerías tradicionales”, afirma Fernando José.

La dulcería abastece a más de diez puestos de dulces de Masaya, y a los vendedores ambulantes que recorren las calles de la ciudad. Los fines de semana también entregan pedidos en Managua. 

“Me siento contenta y alegre porque la gente no pierde la tradición de comer nuestros propios dulces. Queremos seguir siendo un referente”, comenta Teresa del Carmen.

Señala que algunos talleres de dulces de Masaya han comenzado a exportar, pero que ellos prefieren producir “cantidades exactas para no almacenar los productos”. 

Las bolsas de paletas del Chavo del Ocho cuestan entre 50 y 150 córdobas, mientras las bolsas de 50 unidades de caramelo rallado, leche de burra o caramelo coco, se venden a 40 córdobas.

“En dos días trabajamos paletas, al día siguiente se hace leche de burra, que se sacan unas 100 bolsas; otro día se trabajan caramelos de coco, se sacan unas 65 bolsas”, enumera Teresa del Carmen. 

“A mí me gusta trabajar poquito, pero que a diario se vaya”, destaca.

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Redacción Niú

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Revista Niú es un proyecto periodístico de CONFIDENCIAL que nació en agosto de 2016 para compartir contenidos sobre cultura, estilo de vida tendencias mundiales e historias que inspiren.

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