25 de junio 2022
¿Qué pensás cuando le decís a un amigo «estoy comiendo mi€rd4»? ¿Qué emociones acompañan la frase?
Si…pensás en fracaso, en dolor, en emociones negativas, oscuras, incómodas. Pero en esta receta, te voy a contar una aparente paradoja, que no pudimos enunciar mejor en las sesiones de ajedrez del Club de Ajedrez Atenea, reflexionando después de una ronda de partidos. «A veces podés ganar sin tener éxito y perder sin fracasar»
La frase surgió de la reflexión, de cómo a veces perder una pieza, una posición o saber que tuviste el jaque mate y no lo aprovechaste, es más fácil de recordar, que un éxito rotundo y lo que te tomó llegar a él; lo recordás por el dolor, por el hubiera, por las ganas de triunfar, a veces provenientes del ego o simplemente de la sana competitividad. Ese vívido y doloroso recuerdo te permite no volver a cometer ese error y poder ganar otros partidos.
Comer mi€rd4, en nuestro lenguaje coloquial, está relacionado a fracasar, pero ¿qué significa fracasar? En su definición etimológica fracasar viene de fallar, de intentarlo y no lograrlo. Nos duele por una absurda concepción de que fallar es malo, que nos convierte en perdedores, que nos vuelve poco valiosos para el mercado de relaciones al que damos importancia.
Pero ¿quién que ha sido bueno en algo, lo ha sido al primer intento? Es verdad, hay predisposiciones, que facilitan que seamos buenos en algo. Pero tanto Malcom Gladwell en su libro «Los Fuera de Serie» como Robert Greene en su libro «Maestria», nos hablan de diez mil horas para ser un maestro o verdaderamente bueno en alguna disciplina.
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Dedicarse diez mil horas a algo, seguro involucra muchos fallos, mucho ensayo y error y mucha frustración, por esos son pocos los que son verdaderamente buenos en algo.
¿Qué es entonces el éxito? Mi concepto favorito lo comparte John Wooden en su TED TALK y lo cito textual: «el éxito es la paz mental que nace como resultado natural de la íntima satisfacción lograda al saber que uno hizo lo mejor que pudo para convertirse en lo mejor que uno es capaz de ser».
Francamente me impresionó que no dice que lograste algo, dice que hiciste todo lo mejor de lo que eres capaz. Si me has leído en los artículos anteriores, sabrás que para mí es bien importante, tener un sentido de vida, un propósito.
Este propósito, tiene como utilidad principal, ser una suerte de estrella polar del norte, una guía en la toma de decisiones, que te van a permitir enfocar mejor tu tiempo y tus recursos, pero que probablemente no vas a alcanzar en la vida, o al menos, no con facilidad.
Aquí, te quiero regalar otra idea, esta vez del autor del libro «La Vaca» Camilo Cruz, en sus conferencias les pide a los asistentes que levanten la mano quienes piensan que lo contrario al éxito es el fracaso, claro la mayoría levanta la mano, por si bien son palabras antónimas, el llegar a tener éxito en algo, implica muchos fallos en el camino, por lo que él define como contrario al éxito, la mediocridad. Idea fuerte, pero me parece bien acertado.
Te vas a dar cuenta que tanto éxito como fracaso pueden ser bien íntimos, puede ser que estés sufriendo un proceso de transformación muy fuerte y que ante los ojos de quienes te ven, la estés pasando mal, pero que por dentro hayás tenido el mayor éxito de tu vida, o por el contrario, que estés alcanzando el mayor éxito posible, pero que por dentro, tengás un vacio existencial profundo.
En este sentido, te invito a que te sentés con lo mejor que hay en ti y definás tu propio concepto de éxito y le sacudás un poco el peso a la palabra fracaso. Porque en el ir y venir de tu viaje, van a haber muchos días de éxito y muchos fallos. Pero cada fallo te va a dejar una lección, y cada momento de éxito será sólo eso, un momento, que vas a atesorar, pero ninguno de los dos te define.
No sos ni tu éxito, ni tu fracaso, sos el-la aprendiz, que está jugando el juego de ser humano y que va a aprender cada vez mejor la forma de jugarlo.
Cierro mi artículo con esta frase del filósofo Giordano Bruno: «El entusiasmo heroico es un estado muy especial de soledad en la muchedumbre, pues los hombres comunes no son capaces de entender plenamente las altas aspiraciones, ideales, amor y sacrificio del entusiasta…»
*Este artículo fue publicado originalmente en: Plata con Plática