18 de junio 2018
Digo esto desde mi esquina de ciudadano X: ni milmillonario, ni poderoso, ni dueño de medios de comunicación, ni empleador de muchos, ni cómplice de nadie, ni "actor político"; sin capacidad económica para llevar y traer, cabildear, enamorar con promesas de apoyo, censurar o bloquear acceso a círculos de influencia; desde esta esquina que habitamos casi todos, la esquina X, la que los poderosos toman en cuenta solo cuando en ella se construye un tranque:
1. Los derechos humanos no son negociables.
2. Los derechos humanos de los nicaragüenses no son negociables.
3. Queremos justicia y paz. No queremos que nos digan que para tener paz tenemos que pagar con justicia.
4. No puede haber ni justicia ni paz con Ortega-Murillo en el poder. Tienen que irse ANTES de cualquier proceso electoral o constitucional.
5. Por tanto, no aceptamos estrategias de "aterrizaje suave" que ciertos poderosos (desde Pellas-Ortiz-Zamora hasta Humberto Ortega y el propio gobierno de Estados Unidos) prefieren para evitar el colapso del Estado. Es evidente que temen al pueblo democrático de Nicaragua (Y uno se pregunta: ¿Por qué?).
6. La democracia tiene que iniciarse ya: quienes dicen representarnos pueden también ser impugnados por el pueblo, si no defienden la postura del pueblo, es decir, si no exigen que Ortega-Murillo se marche del poder de inmediato.
7. No queremos reformas cosméticas disfrazadas de "orden constitucional". No somos tontos: Todas las instituciones constitucionales de Nicaragua, sin excepción, están absolutamente podridas. El edificio constitucional es una carcasa. Hace falta otra constitución, construida democráticamente, es decir, con la voz y el voto de todos. Construida no como copia de frases y palabras importadas, sino que como reflejo de nuestra realidad nacional, y con la meta de DISPERSAR EL PODER, para que la dictadura de Ortega-Murillo sea la última de nuestra historia.
8. Nuestra lucha no es por defender la carcasa de constitución que algunos defienden-- una consigna tan vacía como el "queremos la paz" del orteguismo. Lo que nosotros queremos es un nuevo orden constitucional, sostenible y legítimo, y ante todo, que NUNCA MÁS sea posible para los poderosos (sean estos políticos profesionales, hombres de negocios, o del gremio que sea) IMPONER su voluntad y sus intereses particulares a la nación.