Han transcurrido cinco meses de intensa lucha cívica por la democracia y la justicia en Nicaragua. En este camino, una valiente ciudadanía sufre el terror impuesto por el Estado: despidos, amenazas, secuestro, cárcel, tortura y asesinatos. Sin embargo, a pesar de la represión criminal, todos los días y en todas partes del país el pueblo demuestra con claridad la profundidad de su convicción, ya sea en una marcha, en un plantón o adornando su barrio de chimbombas azul y blanco. Para los ciudadanos la lucha sigue, no hay vuelta atrás, una mejor Nicaragua está por venir. Pero no son pocos los que se preguntan cuál será el siguiente paso en esta lucha y qué más se puede hacer para vencer la tiranía a través de medios no violentos. La respuesta no deja lugar a dudas: necesitamos la unidad de todas las fuerzas democráticas en resistencia.
Hay que reconocer que alcanzar la unidad no es sencillo. Por un lado, Ortega –como la mayor parte de sus colegas dictadores- es experto en tácticas cuyo fin es dividir para conquistar. La última década en Nicaragua, se ha caracterizado entre otras cosas por una gran división y enfrentamiento entre los diversos sectores de la sociedad. Por tanto, no es fácil conseguir que grupos que recientemente eran antagónicos –gremios empresariales, movimientos sociales y políticos, defensoras/es de Derechos Humanos, etc.- se pongan de acuerdo en medio de la represión en que vivimos. Obviamente, a esta dificultad se le añade una cultura política marcada por las ansias de protagonismo, la desconfianza y el recelo.
Para nuestra suerte, en el camino de unificación para poder combatir la tiranía de Ortega-Murillo, no tenemos que superar barreras difíciles como aquellas de índole racial o religiosas. Y aún a pesar de éstas barreras, la unidad siempre es posible; tal como se demostró en el movimiento popular que derrocó al todopoderoso Mubarak en Egipto (2011), en el que se unieron cristianos y musulmanes; o por ejemplo la unión entre blancos y negros que ocurrió en el contexto de las luchas por los derechos civiles y la reconciliación en Sudáfrica y Estados Unidos, entre otros. En nuestro caso, y aunque debemos reconocer que Nicaragua tiene aún muchas tareas pendientes respecto de nuestra rica herencia étnica, frente a esta dictadura el principal obstáculo hoy es la unidad política.
En cualquier caso, un obstáculo previsible no debe prevalecer sobre la necesidad. La unidad es determinante en este proceso. De hecho, la expresión popular “la unión hace la fuerza” no alcanza a capturar el total de su importancia. Según Srdja Popovic (2015), activista y asesor de movimientos cívicos alrededor del mundo, la unidad es uno de los tres pilares de una lucha cívica exitosa (junto con la planificación y la disciplina no violenta), y es especialmente relevante cuanto se enfrenta a un régimen autoritario y criminal, como el de Ortega-Murillo. Dicho claramente: en este contexto, sin unidad contra la dictadura no habrá justicia ni democracia para los nicaragüenses.
¿Qué tipo de unidad se requiere?
Desde el punto de vista táctico, la unidad puede componerse de tres elementos: mensaje, identidad y organización (Popovic, 2015). De nuestra parte y en nuestro contexto, creemos que hay un cuarto elemento; la visibilización de un sujeto político opositor.
El mensaje político es probablemente el elemento táctico de unidad más importante. La insurrección cívica que inició en abril, ha tenido como característica una naturaleza auto convocada, horizontal y heterogénea. Sin embargo, en esta fase de la lucha los esfuerzos y protestas de la ciudadanía, así como el de los diversos grupos anti-régimen, deben encauzarse en un solo mensaje político claro y coherente, que abarque sus demandas, anhelos y una noción de la visión del mañana que queremos forjar para Nicaragua.
La identidad es otro elemento clave de la unidad. Al ver unas imágenes de nuestras marchas, un observador externo debería de dejar de identificarnos como ‘gente protestando’ para empezar a percibirnos como ‘un movimiento’. El que esta lucha construya una identidad propia no se traduce en homogenización o en la pérdida de la personalidad de los diferentes grupos y actores. Se trata de construir un nuevo y adicional sentido de pertenencia grupal, basados en unos principios explícitos que nos unen y que nos hacen identificables sin importar el lugar donde estemos. La no violencia, la inclusión y el respeto hacia nuestra bandera azul y blanca constituye un sólido inicio. Esta comunidad se vive y se siente, cuando no dejamos a nadie detrás, y cada preso político se convierte en una parte nuestra.
Por otro lado, la unidad debe significar al menos algunas instancias organizativas conjuntas. “Los movimientos son como aviones… sin un piloto, se estrellarán”, nos dice Popovic. Esto quiere decir que las diversas manifestaciones organizacionales que nacieron al calor de esta lucha, deben confluir en algún punto, de forma que haya una coherencia y dirección en las acciones, estrategias y el rumbo a seguir. Nuevamente, no significa que las actuales organizaciones deban diluirse, o que deba fiarse nuestro futuro a que una vanguardia decida u organice todo. Se trata de crear mecanismos de organización y concertación colegiados, que permitan que las acciones, las estrategias y mensajes sean más eficientes y contundentes. El Comité Cívico, que desde hace semanas reúne a la Alianza Cívica, la Articulación de Movimientos Sociales y media docena de grupos de auto-convocados para coordinar acciones de movilización, es un buen punto de partida en la búsqueda de la unión, pero aún resulta insuficiente para poder constituirse como una auténtica unidad estratégica.
Finalmente, desde nuestra perspectiva existe un cuarto elemento de la unidad que debemos tomar en cuenta: la visibilización de un sujeto político legítimo y reconocible. A través del proceso de unión descrito antes, no sólo se ganaría más músculo a nivel de movilización, sino que también se le daría vida a un sujeto político del que Nicaragua carece: una fuerte oposición organizada con capacidad de interlocución interna y externa. Nuevamente, esto es mucho más que respaldar o elevar a un/a líder. Se trata de crear una entidad colectiva que, sin dependencias personalistas, pueda llegar a personificar de manera legítima al movimiento, cuando se requiera en la arena política nacional e internacional.
En definitiva, la unidad conlleva claridad al transmitir un único mensaje político que define las demandas y anhelos de la ciudadanía, así como la visión de una Nicaragua mejor; significa crear una nueva identidad colectiva reconocible y una noción de comunidad sentida y vivida; supone tener elementos organizativos coherentes y construir un sujeto político legítimo y visible; y sobretodo significa apegarse a unos valores y principios compartidos.
Lo anterior describe la unidad necesaria en Nicaragua para que nuestra lucha cívica pueda dar un gran paso adelante y engendrar la democracia y la justicia a la que tenemos derecho. Construir la unidad requiere responsabilidad política y compromiso con la lucha presente y con las generaciones futuras. Y esta unidad la necesitamos para ayer. Manos a la obra.
PATRIA LIBRE Y VIVIR
Somos un movimiento cívico apartidario, independiente, autónomo y multidisciplinario de profesionales jóvenes, agrupados exclusivamente por su compromiso con una Nicaragua segura, democrática y pacífica. Nuestros valores principales son: No Violencia, Inclusión y Acción.