El pasado agosto, un líder político del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) me presionó para participar en el tendido electoral de noviembre de 2016. Como algunos miembros de mi familia trabajan para el Estado, tuve que acceder. En la segunda semana de septiembre, me invitaron a una reunión obligatoria. En ella, los líderes sandinistas hablaron de la “renovación de votos de compromiso” con el presidente Ortega y con su gobierno durante las elecciones presidenciales y asambleístas; de los héroes y mártires de la revolución a propósito de la muerte de René Nuñez; y, de manera secundaria, sobre su trabajo de campaña.
Quince días antes de las elecciones, se capacitó a los miembros del FSLN sobre su trabajo en el tendido electoral. Se nombraron a los integrantes de las juntas: presidente, primer miembro, segundo miembro y al fiscal del partido, todos con sus respectivos suplentes. Como no me encargaron ninguno de esos puestos, pensé que quizá no requerían de mi participación. Sin embargo, nos aclararon que a quienes no habíamos sido nombrados, se nos iba a notificar qué papel desempeñaríamos.
En efecto, entre el 31 de octubre y el 4 de noviembre, me avisaron que sería fiscal “aliado” propietario. No entendí a qué se referían. Lo supe hasta el domingo electoral, cuando muy de mañana me proporcionaron mi credencial de fiscal de una de las cinco agrupaciones políticas que participaron contra el FSLN. Esto deslegitima el argumento del presidente del Consejo Supremo Electoral (CSE), Roberto Rivas, quien asegura que estas elecciones son democráticas pues participan 17 partidos políticos con 6 casillas en todo el país (https://vostv.com.ni/roberto-rivas-farsa-electoral/); lo deslegitima, sencillamente porque el Frente tiene poder sobre esos otros partidos, un secreto a voces entre los nicaragüenses.
Cuando llegué a la Junta Receptora de Votos (JRV) que me correspondía, los demás miembros se disponían a firmar el acta de apertura. Desde el primer instante identifiqué que otras personas militantes del FSLN también portaban credenciales como fiscales de otros partidos. Estábamos “en familia” dominando la junta. Los procedimientos de apertura fueron ordenados y las urnas estaban colocadas de manera que garantizaban el voto secreto. Antes de abrir el proceso, tuvimos que votar los miembros y los fiscales de la junta. Ya que no podía abstenerme, voté blanco. Iniciamos a recibir a la ciudadanía varios minutos después de las 7, por lo que las once personas que hacían fila –de las pocas que votaron por la mañana– estaban reclamando.
Además de los integrantes que según la Ley Electoral deben constituir las JRV, dos líderes sandinistas nos acompañaron todo el tiempo, a nosotros y a otras juntas ubicadas en el mismo Centro de Votación (CV). Trataban de asegurar que se siguieran los procesos ordenados por el CSE correctamente, y pedían cada quince o veinte minutos información sobre cuántas personas habían votado y cuántas eran “no mías”. Fácilmente me di cuenta de que esas “no mías” eran las que el presidente y el primer miembro identificaban como votantes de oposición.
Nos proveyeron desayunos y almuerzos. Algunos de los fiscales recibimos doble ración, pues nos abastecían de parte del partido al que representábamos, y del partido al que realmente nos habíamos afiliado para pertenecer a la JRV, el FSLN. Pero no solo nosotros comíamos. Desde que iniciaron las votaciones, frente al CV se plantaron varios miembros de la Juventud Sandinista (JS), quienes debían “movilizar a la población” para que votara; su recompensa: desayuno y almuerzo gratis.
Entre los líderes sandinistas se escuchaban murmuraciones sobre la poca cantidad de personas que estaban asistiendo por la mañana a las JRV. Del 100 % de personas que debían votar en mi junta, a las 12 m., solo había asistido un 22 %. Sin embargo, luego de expresar su inquietud (en la intimidad de la junta constituida por miembros del mismo partido), los sandinistas profetizaban grandes filas y mucho trabajo luego de las tres de la tarde.
Pasado el mediodía, uno de los líderes sandinistas entró alarmado a la JRV avisando que habían llegado personas acreditadas para dar cobertura al proceso electoral, que no diéramos declaraciones; y se carcajeó vulgarmente, ufanándose de que se había logrado escapar de ser entrevistado. A los minutos, apareció una periodista, quien tomó algunas fotos y preguntó cómo había sido la participación ciudadana hasta entonces. Inmediatamente, el presidente de la junta le preguntó de qué medio provenía. Pertenecía a un medio comunitario independiente. El presidente, entonces, declaró que ni él ni los que le acompañábamos estábamos autorizados para dar declaraciones.
A las tres de la tarde, para cuando los militantes sandinistas vaticinaban un tedioso trabajo con largas filas de votantes, desde adentro criticábamos a los adolescentes de la JS porque luego del almorzar no habían movilizado mucho a la población. Entre la 1 y las 3 de la tarde se recibió solo un 8 % del total de personas que debía votar. Yo contaba los minutos y me preguntaba si realmente llegarían los tan esperados votantes. Ciertamente entre las 3:30 y las 5:00 de la tarde, asistieron más personas; pero a las 6 en punto, solo había votado el 46.1 % de la ciudadanía esperada. En ese momento, la nuestra era la junta con mayor asistencia en el CV. Los líderes sandinistas nos previnieron, media hora antes de las 6, que no podíamos iniciar el conteo de votos a la hora estipulada, porque tan rala asistencia sería negativo para el proceso electoral. Sin embargo, media hora después, ningún otro ciudadano había ejercido su derecho al voto. Entonces, se dio la orden de cerrar puertas para iniciar el escrutinio.
Los votos se contaron limpiamente. No se agregaron ni se quitaron boletas. Antes de mostrar los números resultantes en porcentaje, vale aclarar que se recibieron 60 boletas más que las necesarias, esto es, más que el número de ciudadanos destinados a votar en esa junta. Del 100 % de las boletas recibidas, se usó un 39 %. Del 100 % de los votantes esperados, solo votó un 46 %. De ese 46 %, el 36 % votó a favor del FSLN para presidencia y vicepresidencia, el 7 % votó nulo, y el 3 % restante votó a favor de otros partidos (PLC, ALN, etc.)
Como el CSE no considera importante la abstención ciudadana, además de configurar sus datos según le conviene y divulgarlos tergiversados cual si fueran una verdad bíblica –como ya lo está haciendo mediante el arsenal mediático con que cuenta el partido de gobierno–, oculta su significado y nos muestra los resultados de la siguiente manera. Si a Roberto Rivas le correspondiera expresar los resultados de la junta donde trabajé, lo haría así: en lugar de decir que solo el 36 % de la población votó por el FSLN en determinado lugar, afirma que del 100 % de los votantes (es decir, en este caso, el 46 % de la ciudadanía esperada), el 78 % votó por el FSLN, el 15 % votó nulo (en realidad, está adjudicando un cierto de este porcentaje al PLC porque los votos nulos tampoco les resultan convenientes), y el 7 % restante lo divide entre los demás partidos.
Retomando los resultados ratificados en mi junta, del 100 % de la población esperada, el 32 % votó por el FSLN para la diputación nacional, el 4 % votó por el PLC, el 2 % votó por otros partidos, y el 8 % votó nulo. Para la diputación departamental, del 100 % de la ciudadanía inscrita en los padrones, el 33 % votó por el FSLN, el 7 % votó nulo, el 4% votó por el PLC y el 2 % por otros partidos. Finalmente, por la diputación para el Parlamento Centroamericano (PARLACEN), del 100 % de la ciudadanía esperada, el 35 % votó por el FSLN, el 7 % votó nulo, y el 4 % restante votó por los demás partidos políticos. Estos porcentajes suman el 36 % de la población empadronada.
Definitivamente, estos resultados no se pueden generalizar a las demás juntas, centros de votación, municipios y departamentos. No obstante, estos datos pueden ser cotejados con la encuesta más reciente de Cid Gallup que muestra a un 50 % de la población que no simpatiza con el FSLN. Además, este testimonio ha sido escrito para que forme parte de la documentación producida por un posible 50 %, o más, de la ciudadanía que está cansada de la nefasta dictadura de Ortega, y que busca respaldar el reclamo de la mayoría de nicaragüenses de la restitución de la democracia en Nicaragua.
Antes de esta experiencia, yo pensaba que Ortega había logrado rebasar con creces su techo de popularidad del 38 % (https://www.laprensa.com.ni/2006/11/08/politica/1286193-ortega-triunfa-con-el-38), a partir de su populismo y de su despliegue de recursos desmedido para la propaganda de su partido, de su familia y de su gobierno; pero ahora estoy seguro de que los Ortega Murillo no cuentan con poco más del 40 % de la ciudadanía nicaragüense.
Luego del escrutinio, firmadas las actas finales por todos los miembros de la junta, salimos hacia el centro de cómputo municipal, en vehículos de transporte oficial, para realizar la trasmisión de las actas de escrutinio y la entrega del expediente electoral, del paquete electoral, de la urna y los recintos. Sin embargo, a última hora, y pese a que la Cartilla de Capacitación del CSE (2016) dice que los fiscales pueden participar de la trasmisión si así lo desean, los fiscales fuimos privados de entrar al centro de cómputo. Solo ingresaron el presidente, los miembros de la junta y los policías electorales correspondientes. ¿Qué pasará en esos centros de cómputo que carecen de observación nacional e internacional? Seguramente ahí se comienzan a ajustar los datos de acuerdo a los resultados que Roberto Rivas ya tenía escritos desde quién sabe cuándo.
Mientras estuve fuera del centro de cómputo con los otros fiscales, escuché reiteradas veces cómo se expresaban de la poca afluencia de ciudadanos a sus centros de votación. Escuché que en una junta solo recibieron a cuarenta personas, y se notaba la repetición de estadísticas como “un 50 % no votó donde nosotros”, un “60 % se quedaron en sus casas”, etc.
Sé que este no será el único testimonio. También sé que quienes lo lean desconfiarán de él por no saber mi nombre, mi sexo, mi edad ni el municipio donde viví esta experiencia. No expreso estas especificidades, porque corro demasiados riesgos y pongo en peligro el trabajo de mis familiares. Sin embargo, esta solo es una pieza del rompecabezas que todo nicaragüense debe armar: el resultado final es que la abstención ganó en estas elecciones. Esto ha sido continuamente negado por Rivas desde antes de las elecciones, cuando auguraba un 85 % de participación ciudadana histórica en las elecciones (https://www.radiolaprimerisima.com/noticias/205399/alta-participacion-electoral-predice-roberto-rivas), y ahora lo continúa haciendo con los datos tergiversados de su corrupto CSE. Si revisan la página de Facebook de Canal 2 (https://www.facebook.com/Canal2Nicaragua/videos/10154712609165799/), notarán el descontento de muchísimos nicaragüenses frente a la farsa electoral; pero mejor continúen revisando y aportando a la documentación de la farsa electoral y de la abstención de la mayoría de nicaragüenses.