26 de marzo 2023
Jamás pensé que llegaríamos a estos tiempos en Nicaragua. En realidad siempre he soñado con algo grande y diferente para nuestro país.
Llegué a Costa Rica por una misión religiosa. Fui trasladado para cumplir una nueva tarea de la orden católica a la cual pertenezco. Viví como sacerdote en Nicaragua, cuando teníamos una misión allá. Mis siguientes destinos han sido fuera del país, pero cada año voy a Nicaragua, para visitar a mis padres y a mis hermanos.
Hace algunos años, viajar a Nicaragua era tan fácil, y hasta con orgullo decía en Migración: “Soy sacerdote”. Ahora todo ha cambiado. También he tenido que ir a Nicaragua para solicitar documentos como mi partida de nacimiento y antecedentes de la Policía, para llevarlos a la Cancillería porque necesitaba comenzar trámites de residencia en Costa Rica.
Las últimas veces que he ingresado a Nicaragua ha sido difícil. A los sacerdotes nos tienen bien investigados. Oficiales de Migración y Extranjería suben al autobús y directamente preguntan por mi nombre. Me quitan el pasaporte y me hacen bajar del autobús, a la vista de todos los demás pasajeros.
Me hacen esperar en algún lado, mientras se llevan el pasaporte. A cada momento llegan donde me han dejado, y me hacen las preguntas: ¿A dónde voy? ¿A qué voy? ¿Cuánto tiempo voy a estar en el país? ¿Cuándo regreso? ¿Cómo se llama la parroquia en la cual trabajo? Y si digo que voy donde mi familia o donde alguna amistad, me piden el nombre del contacto, su número de cédula, y su número de teléfono.
Luego los agentes se van nuevamente a la oficina. Todos los demás pasajeros van haciendo su ingreso a Nicaragua, y me quedan viendo. ¿Pensarán que hicimos algo malo los sacerdotes?
Después de una larga espera, hasta que investigan todos mis datos, le dan el pasaporte a un agente de Migración y me pasan en una ventanilla para que me den el ingreso y entre ellos se hacen “señales”.
En una ocasión, un oficial de Migración le preguntó a otro: “¿Cómo ingreso a este?”. El otro le respondió solo con un gesto como diciendo: “ya dejalo ir”.
Después de otra espera prolongada, me regresan el pasaporte, me llaman, y me hacen las mismas preguntas que ya había contestado.
Ser sacerdote e ingresar a Nicaragua, se ha vuelto bastante temeroso. He ingresado para visitar a mis padres que ya son mayores, y por trámites de documento que hice en la última ocasión, hace algunos meses.
Sé de amigos sacerdotes a quienes la Policía los mantiene bien vigilados. De igual manera me ocurre a mí cuando estoy en el pueblo.
Hay personas del barrio que se prestan para dar información de nuestros movimientos y también las veces que he celebrado alguna eucaristía, siempre han grabado las homilías que realizo.
Hasta ahora siempre tengo la posibilidad de celebrar la eucaristía cuando viajo a Nicaragua, aunque mis padres sienten miedo y me piden que mejor no lo haga. Pero no puedo dejar de hacerlo, es parte de mi vocación.
*Sacerdote católico nicaragüense, viviendo en San José Costa Rica, que pidió ser identificado con un seudónimo para proteger su seguridad.
Invitación: El sacerdote compartió su testimonio a través de info@confidencial.digital. Usted también puede escribirnos si desea ponerse en contacto con nuestro equipo o realizar una denuncia.