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Ortega habló para los grandes empresarios

Hay que evitar “suicidio” con EE.UU. y Trump. Apostar a una “oposición creíble” que ejerza contrapeso. OEA no tiene “varita mágica”

Pacificación con empresarios. Evitar “suicidio” con EE.UU. y Trump. Apostar a una “oposición creíble” que ejerza contrapeso. OEA no tiene “varita mágica”

Carlos F. Chamorro

16 de enero 2017

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Cuando el comandante Daniel Ortega en un acto de fuerza ilegalizó a la oposición en julio del año pasado, el escritor Sergio Ramírez advirtió que en Nicaragua se iniciaba “una nueva fase política en la que se terminó el poco pluralismo que existía” para establecer un régimen de partido único con cada vez menos libertades y sin posibilidad de alternancia en el poder, en el que “no se contempla posibilidad de retroceso”.

Seis meses después, tras la toma de posesión de Ortega y su esposa Rosario Murillo como vicepresidenta, luego de una elección carente de legitimidad y dominada por la abstensión masiva, Ramírez confirma su diagnóstico. Ortega habló en su discurso, dice, de la “pacificación” que ha logrado con el sector privado y los grandes empresarios, pero no le presentó al país un “mensaje de futuro”, más allá de este esquema de alianza económica instalado a costa de transparencia y libertades democráticas.

El exvicepredente destaca en la ausencia concertada de los obispos de la Conferencia Episcopal en el acto oficial, una voz “crítica, ética, una esperanza”, y ante el retiro de la embajadora norteamericana Laura Dogu, povocado por la retórica de Ortega contra su gobierno, alerta que Nicaragua debería evitar un “suicidio” en las relaciones con el imprededible gobierno de Donald Trump.

En una amplia entrevista con el programa televisivo Esta Semana, Ramírez adelantó su escepticismo sobre el resultado del diálogo entre la OEA y el gobierno, que se conocerá el próximo viernes. “Almagro no tiene una varita mágica”, ironizó, y en vez de fijar expectativas políticas en soluciones  externas, abogó por el surgimento de “una oposición creíble” con “resistencia civil, para demandar cambios en las reglas electorales”.  “Mientras no se cree esa fuerza política de contrapeso la situación va a seguir como está”, sentenció.


El mensaje de los obispos

Uno de los aspectos más llamativos de la toma de posesión de Ortega fue la ausencia de todos los obispos de la Conferencia Episcopal de la Iglesia Católica. ¿Deberíamos ver en esta ausencia un asunto casual o tiene un mensaje particular? 

A mí me parece que es un acuerdo previo de los obispos, como cuerpo colegiado de ausentarse de esta ceremonia, y está muy claro en los mensajes, los tuits del obispo auxiliar de Managua, monseñor Báez, cuando dice que “ninguno de los obispos está en la plaza”. En un país de tantos desbalances tiene que (crearse) equilibrios críticos, y los obispos representan una voz ética muy importante, y a la vez es importante que se preserve. Esta es una decisión, para mí, clara, correcta y que crea una nueva esperanza en el papel que la Iglesia Católica puede jugar en el futuro.

¿Se puede eso leer como voto de censura de la iglesia con el gobierno?

Yo creo que es un voto ético, crítico, frente a un proceso que estuvo tan cuestionado, donde la ausencia de los votantes fue obvia, lo que no se puede calcular ahora,  porque nadie va a saber nunca cuántas personas fueron realmente a votar, lo único que tenemos es la gráfica de la situación, las urnas sin colas, las mesas de votación de los recintos de votación vacíos. Entonces esta señal que el pueblo nicaragüense envió de abstención, pues tiene que tener una expresión crítica de algún modo, y  me parece que los obispos la están dando.

El retiro de la embajadora de EE.UU.

El otro hecho que sí pasó desapercibido para la mayoría de la opinión pública es el retiro de la embajadora de  Estados Unidos, Laura Dogu, mientras el comandante Ortega se explayaba en su retórica contra Estados Unidos. Nadie lo vio porque la transmisión en cadena nacional no mostró ese hecho. ¿Cómo se lee este incidente diplomático a pocos días de que el presidente Trump asuma su mandato?

La primera lectura que yo haría  es que no se trata de un asunto casual, de que en determinado momento la embajadora, escuchando el discurso  se sintió molesta y se fue por su propia iniciativa. Estos asuntos son decididos en esferas institucionales, en el Departamento de Estado, por ejemplo, tiene que haber intervenido en esta decisión y prevenido a la embajadora de que si se da una situación de este tipo ella tenía que levantarse.

A pesar de que Estados Unidos no envió ninguna delegación especial a esta toma de posesión, la embajadora está representando ahí al presidente Obama. No es la primera vez que el presidente Ortega comienza su discurso con un relato histórico que comienza con  la invasión de William Walker a Nicaragua, sigue con las agresiones de Estados Unidos a Nicaragua, etcétera,  y hace una lectura de la historia. Lo hizo delante del presidente Obama las veces que se vieron en las distintas cumbres,  y esto provocó una vez un comentario jocoso del presidente Obama donde le dijo: “menos mal que no me echa a mí la culpa porque cuando esas cosas  que usted está relatando yo no había nacido”.

Entonces me parece que esta es una decisión política que envía una señal en tiempos de mucha incertidumbre. Porque la embajadora Dogu es una embajadora de carrera, al llegar el presidente Trump no va a cambiar, sino cuando le toque el cambio de acuerdo con las reglas diplomáticas del Departamento de Estado, entonces ella va a representar al nuevo gobierno.

Mucho se  discute si la retórica del presidente Ortega tiene o no  efectos, y si los Estados Unidos están ya acostumbrados a descontar esa retórica. Ahora viene un nuevo gobernante, impredecible. Hace unos días Trump se reunió con algunos  asesores para hablar precisamente del tema de la migración de los centroamericanos del triángulo del norte hacia Estados Unidos, y también hizo preguntas particulares sobre Venezuela. 

Yo creo que el gobierno de Nicaragua se tendría que preparar para un presidente que ya sabemos que es muy impredecible, tiene una piel muy urticable, y cualquier alusión que llegue a sus oídos en contra de Estados Unidos él la resuelve con un tuit, y un tuit de Trump en estas circunstancias, que él es muy emocional, puede echar por la borda las relaciones económicas entre Nicaragua y Estados Unidos.

No hay que olvidar que mucho dependemos del tratado de libre comercio con Estados Unidos, y el nuevo gobierno (de EE.UU.) está poniendo en cuestión los tratados de libre comercio, no ha dicho específicamente el tratado de libre comercio con los países centroamericanos, que no creo que esté entre sus prioridades, pero sí el tratado entre México, Canadá y Estados Unidos, el tratado de libre comercio entre la Unión Europea y Estados Unidos, que es la operación económica comercial más grande que se ha pensado nunca, la ha puesto en cuestión.  De manera que no resguardar los intereses de Nicaragua desde el punto de vista de la perspectiva del intercambio comercial con Estados Unidos me parece que es ser suicida porque las exportaciones de Nicaragua, en su mayoría están dependiendo de la validez que tenga el Tratado de Libre Comercio. Exportar productos nicaragüenses con aranceles a los Estados Unidos eso sería una verdadera locura.

La alianza con el gran capital

¿Qué le deja a Nicaragua el discurso del presidente Ortega, en el que además de enfocarse en los agravios de la relación con Estados Unidos, hizo una apología de lo que él llamó unidad nacional, la estabilidad, y el rol del presidente del Consejo Supremo Electoral Roberto Rivas, pero no se refirió a la crisis institucional, a la abstención en las últimas elecciones, a los indicadores masivos de pobreza que prevalecen en el país, y a la restricción de libertades? 

Yo creo que el discurso del presidente Ortega se centró muchísimo, y esto es el eje del discurso, en la pacificación que él ha logrado en las relaciones del sector privado, y un gobierno como el suyo frente al cual, en el año 2006 cuando él llegó por segunda vez al poder, había mucho nerviosismo, mucha desconfianza de cuál iba a ser la política económica del gobierno, y como el presidente Ortega ha hablado tanto de los gobiernos neoliberales que lo antecedieron, el de doña Violeta, el de don Enrique, el de Alemán, pues el dio continuidad a las políticas neoliberales y las consolidó, porque hay una gran satisfacción del sector privado frente a la relación con el gobierno y esta es la gran conquista que puso sobre la mesa.

¿O sea, él hablo para los grandes empresarios? 

Que no estaban presentes.

Pero estaban representados por los presidentes y directivos de las cámaras del Cosep y Amcham. 

Sí, pero  me parece que tiene que haber sido invitados don Carlos Pellas, Ramiro Ortiz, (Roberto) Zamora, Tono Baltodano, los grandes empresarios, me imagino que protocolariamente tienen que haberlos invitado, pero no estaban ahí, igual que los obispos tampoco estaban ahí. Yo no voy a hacer una lectura de eso porque tendríamos que especular, pero bueno, ahí estaban algunos de los presidentes de las cámaras empresariales, otros no fueron invitados. El  presidente de Upanic ha declarado que él no fue invitado, y es un sector clave de la economía nacional la producción agropecuaria.

El mensaje fue dirigido a ellos, pero no fue un mensaje de futuro. Generalmente cuando uno escucha un mensaje de toma de posesión presidencial, pues oye lo que la nueva administración, o la administración que continúa se propone hacer en el futuro: cuántas casas se van a construir, cuántos kilómetros de carretera, el gran canal interoceánico que parece haber sido olvidado, los puertos en el Pacífico, los puertos en el Atlántico, la carretera a Puerto Cabezas.

Del futuro no se habló nada, más bien era un discurso reafirmando que este gobierno va a seguir con una política de entendimiento con la empresa privada,  y que siempre va a haber seguridad ciudadana en el país. Me parece que esos fueron los ejes del discurso.

El rol de la vicepresidenta Murillo 

Lo nuevo de este inicio de gobierno es la presencia, ahora en un rol institucional de la esposa del presidente, como vicepresidente, independientemente que antes ejercía ya una enorme cuota de poder. Ahora tiene más visibilidad aún y se empieza a apreciar eso, incluso, en nombramientos como el del presidente de la Asamblea Nacional, Gustavo Porras, quien ha sido un superministro de facto, una especie de interventor de la pareja presidencial en distintos ministerios, y se siente desde el primer momento la impronta de la vicepresidenta. 

Me parece que aquí se ha dado en el país un paso trascendental, es decir doña Rosario Murillo, que ocupaba un cargo de facto como primer ministro,  porque el presidente Ortega le delegó esas facultades, hoy en día ella ha obtenido una legitimidad, es decir, ella es vicepresidenta de la República, tiene un cargo institucional que proviene de la elección popular;  no vamos a hablar de qué clase de elecciones, eso es aparte, estamos hablando de las reglas del juego institucional tal como están concebidas por las leyes de Nicaragua.

Ella es vicepresidente de la República, no depende de la voluntad del presidente, es su sucesora legal, y por lo tanto aquí hay un cambio radical en el poder que ella asume como vicepresidenta. Claro, el presidente podría no delegarle ningún poder al vicepresidente, tal como lo hizo con el general Halleslevens, o como con los vicepresidentes anteriores, pero a ella sí, además de delegarle los poderes de la administración pública, poderes políticos por aparte en el partido de gobierno, pues ella va a cumplir las funciones de primer ministro desde esta institucionalidad electoral, y me parece que ahí hay una transferencia mayor de poder a ella, como se demuestra con la elección del presidente de la Asamblea Nacional, que es un poder que también pasa a su esfera de control.

Hay otras áreas de la administración de gobierno, particularmente en el ámbito económico, que ahora se coordinan en torno al Banco Central, donde empiezan a articularse con mayor intensidad las relaciones gobierno-sector privado, que antes dependían mucho de una comisión de seguimiento con los empresarios que coordinaba, por parte del gobierno, Bayardo Arce. O sea esta es un área  de gobierno que ahora empieza a ser monitoreada de manera directa por la vicepresidenta Murillo. ¿Este vínculo con los empresarios, ahora administrado por la señora Murillo, tendrá el mismo sentido de continuidad?

Este es un estilo de gobierno muy extraño, porque generalmente cuando un presidente toma posesión, cuando termina el acto público de la transferencia, la imposición de la banda, el discurso, el presidente se traslada ahí enfrente a la Casa de Gobierno, y le da  posesión a los nuevos ministros,  anuncia su nuevo gabinete de gobierno.

Eso faltó aquí. Es extrañísimo que una nueva administración, un presidente que va a comenzar un nuevo mandato no presente a su gabinete de gobierno, entonces esto sigue confirmándonos la idea que este es un gobierno clandestino porque quienes aparecen como ministros, muchos de ellos no tienen ningún poder real. Este es el único gobierno en el mundo donde hay dos ministros del exterior, Samuel Santos es canciller oficial, pero no aparece en ninguna de las ceremonias  de transmisión de mando, y el que aparece es Denis Moncada, que tiene el cargo de asesor presidencial para asuntos internacionales con rango de ministro.

Y así sucede en muchas áreas de la administración pública, quienes verdaderamente mandan son los viceministros, los ministros son figuras decorativas, y en otros casos los que mandan son operadores sin título, que van a los ministerios, llevan órdenes. Esto es una confusión que solo los verdaderos expertos pueden ir penetrando en esta maraña y decir con quién entenderse, con quien debemos entendernos para obtener que la administración pública se relacione conmigo, o que yo tengo un asunto pendiente y se pueda mover. Bueno, pero ese es el estilo de gobierno, me parece que no está cambiando.

Partido hegemónico y Nica Act

Hace seis meses, cuando Ortega ilegalizó a la oposición antes de las elecciones dijiste que ese esquema de poder no tiene retroceso,  y que Nicaragua se dirigía hacia un esquema de partido hegemónico o de partido único. ¿Cómo lo ves ahora, después de estas  elecciones en las cuales al menos hubo un contrapeso masivo de parte de la ciudadanía a través de la abstención?

Yo veo una confirmación de lo mismo que pensaba entonces. Tenemos una Asamblea Nacional de resellar iniciativas del Ejecutivo, no veo una Asamblea Nacional donde un partido sea capaz de presentar una ley trascendental para el país, que sea discutida, reformada y luego aprobada por la Asamblea Nacional. La Asamblea Nacional tiene el papel instrumental de recibir los proyectos de ley del Ejecutivo y aprobarlos de acuerdo con la urgencia que el Ejecutivo tenga, es decir es un asunto nada más de trámite. Entonces mi previsión es de que la Asamblea Nacional irá perdiendo muchísima  relevancia y atención pública. De un cambio de gobierno uno siempre espera algo nuevo, tiene la expectativa de que el país puede cambiar, de que habrá novedades políticas, novedades económicas y sociales, y en este caso no veo la perspectiva de que haya ninguna.

Y sin embargo hay elementos del entorno internacional que preocupan a los principales actores económicos del país, desde los grandes empresarios hasta los pequeños y a los ciudadanos, por ejemplo la  reducción de la cooperación venezolana, que fue fundamental en los primeros ocho años de este gobierno, o las amenazas de la ley Nica Act en Estados Unidos 

Lo primero que yo veo es que el gobierno el presidente Ortega de urgencia tendría que buscar como recomponer hacia el futuro las relaciones con Estados Unidos. Nombraron una empresa que hace lobby para buscar como influenciar al Congreso. Yo desconfío mucho de que esta empresa pueda tener mucha influencia entre un Congreso y un Senado en  inmensa mayoría republicana, cuando es  una empresa fundada por personas del partido demócrata.

Pero la recomposición de relaciones con Estados Unidos a mí me parece que es clave para la política exterior de Nicaragua y para el futuro de las relaciones económicas que dependen del tratado de libre comercio, entre Nicaragua y Estados Unidos, que yo no sé si Trump va a llegar a poner en cuestión.  Lo  mismo que el asunto de la Nica Act, que en algún momento volverá a ser revivido y será puesto en la tubería. Yo no lo veo de inmediato porque al cambiar el Congreso vuelve al punto cero, tiene que volver a ser introducida, y ahora el Congreso tiene muchísimos  asuntos que resolver: derogar el Obamacare, la ley de salud de Obama, la recomposición de las relaciones internacionales, terminar de nombrar a decenas de funcionarios, ratificar a decenas de funcionarios  nuevos. Pero esto en algún momento se volverá a levantar y por lo tanto tiene que ser objeto de preocupación de la comunidad  empresarial de Nicaragua saber qué es lo que va a pasar, desde luego que la inmensa mayoría del comercio en Nicaragua depende del tratado de libre comercio con Estados Unidos.

¿Salida con OEA, o la oposición?

Este domingo se venció el plazo de los tres meses del diálogo político que se estableció entre la OEA y el gobierno de Nicaragua, sin embargo una fuente de la OEA nos dijo que será hasta el próximo viernes veinte cuando se van a pronunciar. ¿Qué se puede esperar de este diálogo después de que Almagro vino a Nicaragua, tocó base, se reunió con todo el espectro político, incluso en un momento en que se produjo una represión desproporcionada del gobierno contra los campesinos que querían marchar hacia Managua?

La verdad es que a este asunto de Almagro nunca le he visto la importancia que mucha gente le da, que mucha gente alzó pie para ir allá a hablar con él y luego su venida aquí. Almagro vino aquí como uno de estos viejos oidores de la corona española, que eran llamados y llegaban a las provincias y oían a todo el mundo, y como él no tenía mucho tiempo, pues oyó  a todo el mundo en la misma sala, una ensalada bastante difícil de entender. Me parece que esto es muy inútil, y fijar atención o darle importancia a lo que va a decir o no la OEA me parece que no ayuda ni resuelve nada, y yo creo que esto también fortalece una tendencia, para mí, triste, o nefasta que ha habido en la historia de Nicaragua, que es que alguna gente piensa que los asuntos se van a resolver en Washington

¿Este sería un round ganado para Ortega, ganó tiempo? Logró hacer las elecciones sin oposición, sin observación electoral, con la expectativa de que después de las elecciones había alguna oferta de cambio.

Almagro tiene un litigio muy grave con el presidente Maduro de Venezuela, se ha enfrentado con él, ha presentado informes muy negativos sobre la situación política de Venezuela, Maduro le ha respondido con insultos. Entonces aquí se anunció que habría un informe de la OEA sobre la situación política de Nicaragua, que era un informe muy crítico, que se iba a publicar de un momento a otro y de repente no hubo nada, como dice Cervantes “fuese y no hubo nada”, no pasó nada y ahora es muy tarde para que ocurra. Realmente yo no tengo ninguna expectativa de que cualquier declaración de la OEA o acuerdo con el gobierno vaya a influir en la situación nacional.

Aquí lo que verdaderamente influiría en la situación nacional es la creación de un liderazgo único, creíble de la oposición, porque todo país que quiera fortalecer su funcionamiento democrático tiene que tener un contrapeso creíble en la oposición, que aquí verdaderamente no existe. Lo que existe es una oposición fragmentada, desacreditada, con pequeños grupos, algunos se pelean por obtener personería jurídica, bueno, eso está dentro de los intereses de cada grupo, o estar en el parlamento que no sirve para nada, en cuanto a representatividad política, pero ese liderazgo único, creíble que cree este contrapeso democrático y que la sociedad pueda funcionar verdaderamente como una sociedad donde la crítica permanente hace que el gobierno no haga lo que quiere hacer, y que se elimine esta tendencia del partido hegemónico, partido único, con un contrapeso verdadero. Eso es lo que el país necesita y le debería de interesar, no que Almagro se pronuncie.

La oposición que Ortega ilegalizó hace seis meses, estaba agrupada en torno a la coalición que giraba alrededor del PLI, ahora se ha divido en dos vertientes: una que busca obtener una personería jurídica para ir a las elecciones municipales de este año, y otra que propone articularse con las luchas sociales de la población. ¿Qué futuro le ves?

Yo creo que es la articulación entre resistencia civil, lucha civil, política civil y fuerza política creíble que pueda demandar los cambios de reglas del juego electoral para unas elecciones municipales, porque participar en las elecciones municipales para un partido de oposición, no resuelve nada. Lo que debe haber es unas elecciones municipales con unas reglas del juego creíbles, con observación internacional, con los votos verdaderamente contados por otro tribunal electoral que tenga credibilidad, y eso es lo único que para mí haría que valga la pena participar en unas elecciones municipales, si no veríamos una abstención como la que vimos en las elecciones pasadas y unos resultados previsibles como los que ocurrieron. 

¿Cómo se proyecta Nicaragua en dos años o en cinco años?. ¿La estabilidad autoritaria de este gobierno, es sostenible económicamente, es sostenible socialmente?

Yo vuelvo a insistir, mientras no exista un contrapeso de una oposición unida, democrática, creíble, que tenga credibilidad frente a la población, respaldo en bases sociales de la población, pues la situación va a cambiar poco, esto no depende de voluntades individuales o de buenos deseos, o de esperar que el señor Almagro venga con la varita mágica y resuelva las cosas, eso son ilusiones. Me parece que mientras no se cree esa fuerza política de contrapeso la situación va a seguir como está. En política me parece que no se puede hacer cálculos en base a las especulaciones, a los deseos de cada quien, sino a las realidades que están sobre la mesa.

La derogación de la ley canalera

El canal interoceánico,  que decías ha desaparecido del discurso oficial, sigue presente en el reclamo y en las luchas del movimiento campesino que demanda que se derogue esta ley. 

Sí, porque eso es muy importante. La posición del movimiento que preside doña Francisca Ramírez es claro, racional y muy digno de respeto y de ser apoyado. Es decir, se construya o no se construya este canal, que yo desde el principio expresé hace varios años que eso nunca se iba a  construir, que era un sueño bastante disparatado, que un señor salido de la nada como Wang Jing iba a venir aquí, con otra varita mágica, a construir un canal de cincuenta mil millones de dólares en tres años, y que la economía  iba a crecer, como dijo algún representante del gobierno, veinte por ciento anual.

Ya deberíamos estar creciendo al catorce por ciento según dijo el secretario Paul Oquist. 

Ya deberían estar los barcos atravesando Nicaragua del Atlántico al Pacífico, y viceversa. Pero bueno, el asunto no es que el canal se construye o no, aquí hay una ley aprobada por la Asamblea Nacional que violenta de manera profunda la soberanía nacional, es decir, la concesión a un señor desconocido que le entregó una gran tajada de la soberanía nacional por cien años.

Que además la puede revender con los subproyectos 

Es una barbarie jurídica que tiene que ser revertida. La Asamblea Nacional tiene que revertir esa ley y volver a como estábamos antes sin esta violencia contra la soberanía nacional. Esa lucha de doña Francisca Ramírez es justa y hay que apoyarla, se construya o no se construya el canal, es la voz patriótica de ella la que hay que respetar y apoyar.


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Carlos F. Chamorro

Carlos F. Chamorro

Periodista nicaragüense, exiliado en Costa Rica. Fundador y director de Confidencial y Esta Semana. Miembro del Consejo Rector de la Fundación Gabo. Ha sido Knight Fellow en la Universidad de Stanford (1997-1998) y profesor visitante en la Maestría de Periodismo de la Universidad de Berkeley, California (1998-1999). En mayo 2009, obtuvo el Premio a la Libertad de Expresión en Iberoamérica, de Casa América Cataluña (España). En octubre de 2010 recibió el Premio Maria Moors Cabot de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Columbia en Nueva York. En 2021 obtuvo el Premio Ortega y Gasset por su trayectoria periodística.

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