Varias cosas intervienen en esta entrevista. Primero, la estatura política del interlocutor: Fernando Mires, quien en 1991 recibió la más alta distinción que confieren las universidades alemanas. Además, es doctor en Ciencias Económicas y Sociales. Mires es oriundo de Chile, donde padeció la feroz persecución política desatada por la dictadura de Augusto Pinochet.
Durante años, Mires ha seguido con atención el devenir de la República Bolivariana de Venezuela por dos razones. “Una política y otra politológica”, dice en el prólogo de su libro El cambio, recientemente editado en el país.
A lo largo de esta semana, Mires aprovechó su estadía en el país, como invitado internacional del Festival de Lectura de Chacao, para auscultar la realidad política de Venezuela. Incluso hizo un tour de primera mano para conocer la opinión de los ciudadanos venezolanos condenados a hacer colas. “Veo que hay una clara conciencia popular de dónde vienen los problemas”. Que nadie se llame a engaño. A estas alturas, la guerra económica es un cuento de vaqueros.
El interés político de Mires obedece a la “emergencia de gobiernos autoritarios en América Latina —cuyo centro nuclear es la Venezuela chavista— como una reacción frente al proceso de democratización iniciado en las dos últimas décadas del siglo XX”. Una anomalía de signo negativo que tuvo eco en países como Nicaragua, Bolivia y Ecuador.
Venezuela ha navegado en un mar de agua y aceite. La confrontación parece inevitable. El gobierno va a continuar con la represión que siguió a 2014. “No le queda otra”, dice Mires. Mientras que la oposición tiene que hacer su apuesta, “aunque sea mala”, porque hay momentos en que “hay que jugársela”.
A estas alturas, ¿qué podríamos prever del significado de la frase “sin diálogo no hay política”?
Pero el diálogo también puede ser el resultado de la lucha política. No hay diálogo porque, si bien no hay guerra, hay enfrentamientos sin correspondencias. Dos idiomas. Es como si estuviera discutiendo un chino con un sueco, y cada uno habla en su propio idioma y realmente no van a entender nunca. El idioma del gobierno es militar y la oposición trata de establecer un diálogo político. ¿Qué puede resultar de ahí? ¡Ah, eso es para mí la gran incógnita!
El militarismo es otro de los temas que usted trata. Tiene, en el gobierno de Nicolás Maduro, un grado superlativo, pero parece que este tema se subestima en la agenda del vecindario latinoamericano y en la de los partidos políticos venezolanos.
No sabría decirle exactamente, pero yo creo que está, yo creo que todos reconocen la imposibilidad del diálogo frente a un gobierno militarista y militarizado. Esa diferencia hay que hacerla. Militarista corresponde a un tipo de pensamiento militar y militarizado a la incorporación fáctica de los militares al poder. En el gobierno de Maduro están las dos cosas. El de Cuba y el de Venezuela son los dos últimos, y no digo que no vayan a ocurrir nunca más, pero son los dos últimos en la escala de los gobiernos que ha habido en la América Latina.
¿Sería un resabio del siglo XX?
Exactamente, el socialismo del siglo XXI es el socialismo del siglo XX, si es que no del siglo XIX.
Lo dijo Fidel Castro, ¿no?
Sí, porque es un socialismo no clasista. Es una construcción ideológica que apela a la masa, que habla, digamos, “en nombre del pueblo” y eso da, en cierto modo, una difuminación de lo que fue el socialismo en su desarrollo originario, en el que la democracia era un tema central, incluso Marx, en la lucha democrática del pueblo alemán. Parece que la palabra democracia es un insulto para los socialistas del siglo XXI.
Desde el gobierno se traza un paralelismo entre la Venezuela actual y el Chile de 1973: la guerra económica, la injerencia del Imperio, todos contra Maduro, la escasez, las colas. ¿Hay un parangón entre una realidad y otra? ¿A usted qué le recuerda de su juventud en Chile?
Muy poco. Son dos experiencias totalmente distintas. El principal factor son los militares. El de Allende era un gobierno civil 100% y este es un gobierno militar en 90%. Allí hay una diferencia cualitativa. El gobierno de Allende era una confederación de partidos políticos, costaba tomar decisiones porque era justamente eso, una confederación donde existían antagonismos fuertes dentro de la Unidad Popular, el PSUV, en cambio, es un partido político formado desde el Estado. Todos los partidos chilenos precedían el acceso de la Unidad Popular al gobierno. El PSUV nació de la voluntad de Chávez. Son cosas totalmente distintas. No entiendo cómo algunos periodistas, algunos columnistas, se empeñan en hacer analogías. No veo por dónde ni cómo.
Más allá de estas consideraciones políticas, ¿en su estado de ánimo, en sus recuerdos, en su memoria, tampoco ve ninguna semejanza?
No, veo una que otra, como la semejanza que pudiera haber entre una hormiga y un elefante, como los dos tienen ojos pertenecen al reino animal. Pero de ahí a establecer analogías… ¡No! De ahí a establecer comparaciones, tampoco. Pero sí se pueden hacer algunos paralelos. Por ejemplo, el tema de las colas y la evolución ineficiente de la economía. Pero aún así, hay diferencias. En Chile existió, objetivamente, guerra económica. De verdad. Ahí existían las corporaciones, la Corporación de Fomento Fabril, la Sociedad Nacional de Agricultura, la Sociedad de Comerciantes e Industriales, la organización de los transportistas, que fueron culminantes en el proceso que llevó al golpe de Estado. Eran, políticamente, más operativos que los partidos de derecha. Eran los verdaderos partidos de la oposición. Aquí no existe nada de eso. Aquí hay un legado de destrucción de todo lo que se podría llamar la columna vertebral de la sociedad venezolana. No hay corporaciones empresariales, hay partidos que están colgando del aíre.
El chavismo ha colonizado los sindicatos, la organización de los sectores populares. Pero detrás de las protestas y del malestar social, cuyas manifestaciones ocurren a diario, no hay conducción política.
Por eso. Porque no existen micro organizaciones que puedan aunarse entre sí y sustentar un movimiento de protestas de largo alcance, de periodicidad larga (al menos un año), como lo hicieron en Chile. Ellos hicieron su revolución. Fue la revolución de las corporaciones. Y el Ejército era la corporación militar. La burguesía en uniforme, como nosotros decíamos.
¿Ya esto se puede caracterizar como una dictadura por todo el cañón?
Sí y no. Yo soy enemigo de las definiciones drásticas. Hay momentos dictatoriales, hay espacios dictatorializados, pero el mismo hecho de que existan diversos espacios (El Festival de Lectura de Chacao, entre otros), no es un regalo del gobierno. Aquí se han conquistado espacios, espacios importantes. Existen gobernaciones. Existe autonomía en las regiones, que si bien dependen económicamente del gobierno, no todas las decisiones se toman con la venia del gobierno. Hay policías regionales que están bajo la hegemonía de las gobernaciones de oposición. Es una mezcla, donde existen espacios democráticos conquistados y espacios dictatorializados dominados por el gobierno.
En esa dicotomía, en esa mezcla de agua y aceite nos hemos desenvuelto.
Sí, pero se han ido ampliando los espacios. Y son bastante más amplios que durante Chávez. Por eso Maduro está acorralado. Ese es el otro punto que no se ha tomado en cuenta. Está tan brutalmente ofensivo porque está en una posición defensiva. Ellos están rodilla en tierra defendiéndose en un bunker, atrincherados, en contra del avance de la oposición. Ellos están en una ofensiva defensiva.
El gobierno reeditó el expediente del golpe. El ministro de la Defensa denunció un golpe. Es raro, ¿no?
Es algo totalmente absurdo, porque rompe con toda lógica. Un golpe es siempre un golpe militar, porque hasta ahora no he conocido, en toda mi vida, un golpe civil. Si tomamos como buena la palabra del ministro, se están refiriendo a un sector del Ejército. Si la oposición no controla ni a los boys scouts, ni siquiera al cuerpo de bomberos. No están en condiciones de dar un golpe, ni tiene influencias dentro del Ejército.
La crisis económica de Venezuela es descomunal. No hay síntomas de mejoría.
No las hay, al contrario.
¿Esa crisis no podía horadar la posibilidad de un diálogo, de una solución al conflicto en Venezuela?
No. Esa teoría la llamábamos en nuestro tiempo, la teoría del catastrofismo, cuyo significado podríamos resumir así: “mientras peor, tanto mejor”. No, no. Yo creo que puede ocurrir lo contrario. La gente está tan sumida en la sobrevivencia que realmente no tiene tiempo para dedicarse a la lucha política. Hice una excursión por las colas y veo que hay una clara conciencia popular de dónde vienen los problemas. Hay, prácticamente, un acuerdo total de que los problemas no vienen de la nada, sino de que son inducidos por el gobierno. Por una parte. Pero por otra… estar cuatro o cinco horas haciendo cola bajo el sol para comprar un paquete de arroz, con el que tiene que alimentarse a toda una familia, me lleva a una pregunta. ¿Cómo pueden organizarse políticamente? Si tiene que hacer eso para alimentar a los niños y donde hay hombres, mujeres, viejos y niños, haciendo cola. La gente está organizada en la sobrevivencia. Las colas mismas son disciplinadas y se respeta el orden. Esa es una forma de la organización popular.
La oposición presentó varias alternativas para salir del gobierno, que viene siendo una forma de no presentar ninguna. Ha corrido agua bajo el puente y no tenemos nada claro.
La oposición está conformada por varios partidos. Cuando Maduro toma una decisión probablemente la consulta con Cilia Flores y se aplica inmediatamente. Pero la oposición tiene que llegar a acuerdos y eso demora, a veces, meses, porque la oposición es diametralmente opuesta con relación a distintos puntos. Yo no quisiera estar bajo la piel de Chuo Torrealba, que a veces tiene que adoptar posiciones eclécticas. Lancemos las cuatro vías y eso no se puede en política. Nadie entiende cómo se va a transitar por cuatro vías. La del referéndum revocatorio, la de la enmienda (bloqueada por el TSJ), la renuncia y la asamblea constituyente y para dejarlos contentos; y en política, cuando se quiere dejar contento a todos, no se deja contento a nadie. Creo que lo mejor que le puede pasar a la oposición es que zanje sus diferencias en forma independiente. Yo creo que Venezuela es un país tripartidista, con dos partidos de oposición, me refiero a Primero Justicia y Voluntad Popular, que tienen que buscar un acuerdo mínimo, frente al enemigo común, en la concertación de acciones conjuntas. Pero con plena autonomía en amplios aspectos, sin llegar a la recriminación mutua, porque eso no tiene sentido. La idea es que formen un solo bloque de oposición, bajo la hegemonía de una sola política, ya no se corresponde a la realidad, salvo en el plano electoral.
Usted ha insistido en que la oposición tiene que pasar de la política electoral a la política social. Ahí se advierten ciertos baches, ciertas incapacidades. No veo a los partidos políticos acompañando a los enfermos que no consiguen los medicamentos. No los veo más activos con el tema de la escasez, por ejemplo.
Yo pregunto: ¿qué pueden hacer? Los partidos políticos son cúpulas con bases precarias, que movilizan lo poco que tienen. La oposición es, en mucho, una organización para electoral y nada más.
Justamente porque no ha resuelto sus diferencias.
Y porque no quiere aceptar que hay diferencias.
¿Y no es hora de que cada organización salga con sus cartas en la mano?
Dentro de esa disimilitud, dentro de esas diferencias, se puede encontrar con mucha más frescura y libertad pactos políticos. Por eso digo que ha llegado la hora de pactos bilaterales entre Primero Justicia y Voluntad Popular y que hagan unas concesiones por último. Si ellos quieren reclamar #La Salida como una victoria del pasado, que la reclamen. Lo que importa no es el pasado, sino el futuro.
Pero #La Salida sigue consistente. No hay un paso atrás en #La Salida.
Bueno, que la apliquen en el momento preciso. No después de unas elecciones para gobernadores y alcaldes y además, llamar a una insurrección después de unas elecciones perdidas, es una locura. Pero si ellos creen que fue una cordura, déjenlos, total es una cosa de ellos. Y no traten de convencer a los demás de que es lo mejor que pudo haber pasado. Yo creo que sobre eso ya se ha discutido bastante y nadie va a cambiar de opinión. El problema es apuntar hacia objetivos comunes y yo creo que los hay. Son ejércitos distintos. Digamos, Austria y Suiza se unen contra Alemania y son autónomos y nacionales.
¿Qué posibilidades ve de que el chavismo sobreviva a esta crisis?
Si no se hace nada sobrevive. El problema es si la oposición está dispuesta a no hacer nada, porque ahí puede que la oposición sufra un desgaste enorme también. La oposición tiene que defender las posiciones que alcance. De lo contrario, va a caer sobre ella el peso de no haberse sabido defender. Y eso juega un papel emocional muy grande en países donde la política es concebida como actividad beligerante como Venezuela. No saberse defender es falta de hombría. No, yo creo que la oposición va a tener que hacer lo posible, dentro de la medida de lo posible, el presidente (Patricio) Aylwin de Chile hablaba siempre de “en la medida de lo posible”, dentro de las posibilidades, no son muchas, pero hay.
Si lo que se hace no es suficiente, no es eficaz, por decirlo de alguna manera y no calificar las iniciativas…
Eso es política, la política está hecha con base a apuestas y en la apuesta se puede perder. ¿Para qué correr el riesgo? Lo peor es no hacer la apuesta. Entre no hacer nada y hacer algo, yo creo que en este momento solamente queda la alternativa de hacer algo, aunque sea una mala apuesta. Pero además de lo que se está perdiendo no se puede perder.
Si se pierde la apuesta, si no se hace nada, o lo que se hace es ineficaz, que a la postre viene siendo lo mismo. ¿No cree que la sociedad venezolana entraría en un proceso de anomia total?
De descomposición total. De metástasis, en una enfermedad terminal. Para hacer una analogía, aunque las analogías nunca son felices, porque la sociedad no es cuerpo biológico, pero yo creo que es pertinente decir que la oposición entiende que debe hacer algo. No puede quedarse de brazos cruzados.
También podría ser que nos acostumbremos a esto.
El hombre es un animal de costumbre y está dispuesto a acostumbrarse a cualquier cosa, incluso hasta el infierno, si no hay otra alternativa, hasta en un campo de concentración, la gente está dispuesta a establecer normas de acostumbramiento.
¿Usted no ve posibilidades de que la comunidad internacional juegue un papel más activo en la crisis venezolana?
Ese es un factor entre varios. En este momento Maduro está aislado, tanto nacional como internacionalmente. Las condiciones objetivas son pésimas para el gobierno. Y no son tremendamente buenas para la oposición. Pero son mejores que para el gobierno. Los únicos aliados consistentes serían Nicaragua y Ecuador, que no tienen ningún peso político en el contexto latinoamericano. En Chile, Venezuela no existe. Argentina tiene una posición abiertamente radical en contra de Venezuela. No nos olvidemos que Almagro pertenece a la izquierda uruguaya y todo lo que está haciendo lo está haciendo en conjunto con la izquierda uruguaya. En Perú va haber un recambio. O sube doña Keiko o el señor neoliberal a quien la izquierda va a apoyar. Todo es malo para Maduro.
En los años 80 la oposición chilena se reunió en la Colonia Tovar para limar asperezas y enfrentar a Pinochet. Uno ve eso con nostalgia. ¿Qué país va hacer las veces de anfitrión para los venezolanos?
Yo no lo veo tan problemático. Es decir, es cierto que Maduro no es Allende, pero tampoco es Pinochet. Vuelvo a repetir. Esas analogías son falsas.
¿Cuál sería el pronóstico suyo?
Yo creo la oposición tiene como única alternativa defender las posiciones alcanzadas y eso significa enfrentamiento. Dios quiera que este enfrentamiento sea lo menos luctuoso posible. Y Dios quiera también que la oposición tenga las luces suficientes para seguir manteniendo una vía pacífica, institucional, democrática y electoral y que nadie la mueva de ahí, pero al mismo tiempo en la calle, pero no calle por calle, porque eso es absurdo, sino en la calle para defender nuestra Constitución y pongo el acento en la palabra nuestra, porque eso abarca al chavismo también y el referéndum revocatorio en términos electorales. Yo no lo llamaría referéndum revocatorio, sino elección revocatoria.
¿Cree que el gobierno, que ya eligió la represión en 2014, va a continuar en esa línea?
No tiene otra. No tiene ninguna otra. Por eso creo que el momento es peligroso. Pero hay momentos en que hay que jugársela. Y que lo diga yo que soy acusado de radical moderado, creo que estoy interpretando a una gran parte de la oposición.
Publicado originalmente en ProDavinci.