20 de febrero 2019
El ahora suspendido Diálogo Nacional entre la dictadura de Daniel Ortega y la Alianza Cívica por la Justicia y la Democracia, en mayo de 2018, aclaró y definió las posturas de cada grupo, y aunque no alcanzó las grandes demandas populares, que pasaban por la renuncia de Ortega y las elecciones anticipadas, sienta ahora las bases para una posible reanudación de ese esfuerzo por una salida pacífica a la crisis sociopolítica provocada por la represión oficial contra la protesta cívica, estiman analistas consultados por CONFIDENCIAL.
La reunión de Ortega con el “gran capital” y representantes de la Iglesia católica, el sábado 16 de febrero, ha sido la primera señal de un acercamiento político del régimen para reanudar el Diálogo Nacional. La principal condición de la oposición para sentarse en la mesa, es la liberación de los presos políticos, no obstante, Ortega continúa en silencio y contrario a la solicitud que es apoyada por organismos internacionales, sigue en su afán de capturar a más jóvenes de las principales ciudades del país.
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Roberto Courtney, director ejecutivo de Ética y Transparencia (EyT) –que ha mediado en diálogos nacionales y consensos de leyes en tres continentes, incluyendo Nicaragua en 1997– estima que durante el primer diálogo no solo se aclaró lo que cada parte quería de la otra y hasta dónde cada una estaba dispuesta a llegar para obtener tal acuerdo; también –dice– se desarrolló confianza entre los integrantes de cada grupo de manera que para esta segunda ronda “la mesa está servida para una negociación”.
¿No televisar el diálogo?
Courtney opinó que el diálogo realizado el año pasado no debía ser televisado, pues las cámaras “modifican y alteran el comportamiento de las personas”, sin embargo, reconoce que para generar confianza entre los nicaragüenses, era necesario que se diera cancha a esta solicitud.
“Dada la desconfianza que existía desde el lado opositor, para que ese lado pudiera mantenerse cohesionado, había que encontrar una manera en la que todos los nicaragüenses estuvieran sentados en esa mesa. Se televisó para que hubiera confianza, aunque eso significara que se iban a alejar de alcanzar acuerdos, pero lo tenías que hacer”, consideró el director de EyT, quien agregó que de no haber ocurrido esto, en una futura segunda ronda de negociación, los ciudadanos continuarían con ese mismo temor.
Para José Pallais, exdiputado y abogado constitucionalista, la primera ronda marcó la unidad del pueblo, pues se integró la Alianza Cívica, que representó a casi todos los sectores, principalmente, a los que salieron a las calles a luchar cívicamente con sus banderas azul y blanco.
“Eso sí, el formato del diálogo en el que las reuniones subsiguientes continuaron siendo televisadas, limitó la posibilidad de alcanzar acuerdos porque ambas partes se dedicaron a utilizarlo como un escenario propagandístico, se dedicaron a hablar para su propio círculo de apoyo y tampoco ayudó una agenda tan amplia como la que se presentó. Era una agenda que era interminable y por eso se dejaron de lado los temas electorales que eran de mayor urgencia, así como el tema de las elecciones anticipadas”, opinó Pallais.
El abogado constitucionalista indicó que se debe señalar el éxito que tuvieron los acuerdos que permitieron la presencia de organismos internacionales de derechos humanos, sin cuya presencia hubiera sido impensable que la comunidad internacional se conmocionara y le prestara tanto interés a la barbarie cometida por el régimen en Nicaragua.
“Dada la credibilidad de estos organismos y el trabajo profesional que hicieron, eso elevó el compromiso de la comunidad internacional en apoyar una solución a la crisis y poner en ejecución diferentes medidas en base a la obligación de proteger que ha venido desarrollando las Naciones Unidas”, continuó Pallais.
Llenar el vacío televisivo
El director ejecutivo de EyT manifestó que después de la exposición pública del primer diálogo, en la que todos nos percatamos que ninguna de las dos partes iba a llegar a un acuerdo, para esta segunda oportunidad es válido sacrificar una cuota de transparencia pues existe confianza no solo en los interlocutores, sino en los mediadores, que son los obispos de la Conferencia Episcopal.
“No podías sacrificarla (la transparencia) en abril, porque en abril todo el mundo tenía que estar ahí. Llegaban de 20 en 20, era un mercado, que no estaba mal para el propósito de generar confianza, pero que no conducía a acuerdos”, afirmó.
Courtney considera que el vacío de la transparencia generada al no televisar el diálogo nacional, puede llenarse con reportes de ambas partes al final de cada sesión, entrevistas a medios de comunicación, análisis en programas de opinión, tal y como se hizo en las últimas fechas el año pasado, antes de que el régimen suspendiera la negociación.
Para que la ciudadanía tenga tranquilidad sobre los actores que estarán en la mesa de diálogo, aconsejó que, si bien debe existir un número razonable de personas en la negociación, esa cantidad debe representar a todos los sectores involucrados.
“Hay que estructurarlo y conducirlo para lograr acuerdos. ¿Qué significa eso? Que los que estén en ambos lados de la mesa cuenten con la representatividad de todos los sectores y que esa gente que representa mucha gente esté ya bien clara de qué es lo que su gente pide. Es mucho más fácil cuando se está absolutamente claro qué es lo que cada cual tiene para dar y qué es lo que cada cual tiene para recibir, eso no estaba claro la primera vez”, afirmó.
¿Cómo se negocia en estos casos?
Si el diálogo nacional se restablece, la negociación no será sencilla, sin embargo, tanto el Gobierno como la Alianza conocerán de antemano las posiciones maximalistas y minimalistas que pretenden alcanzar cada una de las partes.
De acuerdo a lo dicho por Courtney, Ortega va a pedir tiempo, que no necesariamente va a estar relacionado con horas, semanas o meses, sino con llegar hasta el 2021, con una economía en crecimiento y encima de eso, con las mínimas reformas electorales para que, llegado el fin de su mandato, él decida a quién poner en los poderes del Estado. Esa es su posición maximalista.
“A partir de esa posición maximalista es que va a empezar a negociar, a entregar algunas cosas a cambio de retener lo que verdaderamente es fundamental en esa posición maximalista, que es el poder”, afirmó el director de EyT.
Desde el lado de la Alianza Cívica la posición maximalista está más clara, pues han dicho que quieren elecciones rápidas, pero primero solicitan que se reforme el Consejo Supremo Electoral (CSE), porque si este poder del Estado no sirve, entonces las elecciones serían muy cuestionadas.
“Ya conociendo esas posiciones, cualquiera que quiera analizar esto que estamos hablando, ya puede empezar a ver qué te doy y qué quito y esa va a ser la negociación. A parte de que cada uno sabe lo que el otro quiere como mínimo y como máximo, sabe las fortalezas de sus armas y las de su enemigo al momento de negociar o no, y eso facilita todo”, explicó.
Para Courtney la incertidumbre es lo que más daño le hace a una negociación, es decir, la gente que no está definida respecto a lo que quiere, puede dificultar la negociación.
Pallais expresó que es necesario que las partes se pongan de acuerdo en los temas a tratar y que se avance con las propuestas, asimismo subdividir los tópicos, para que se dé una negociación y un proyecto de redacción integral y comprensivo.
“Si quieren llegar a acuerdos que beneficien al país y a todos - incluyendo a ellos mismos- tienen que mostrar voluntad. Mantener todos los poderes bajo el control de la pareja gobernante es inadmisible, no funciona y es esa la razón de la crisis. El Gobierno tiene que estar claro que debe solucionar los problemas de fondo que generaron la crisis”, perfiló Pallais.
La crisis, la presión internacional y Venezuela
Los efectos de las sanciones de Estados Unidos y la posible aplicación de la Carta Democrática de la OEA, así como la posible caída de Nicolás Maduro en Venezuela, están ocasionando un cambio en la política de Gobierno de Daniel Ortega, quien estaría buscando abrir la ventana a un diálogo que le sitúe en posición ventajosa, en esta etapa terminal de su dictadura.
Courtney considera que la situación de Maduro en Venezuela está induciendo a Ortega a considerar que una salida negociada es lo mejor para él y los suyos, además porque en política o “negociás o te negocian”.
“Básicamente por lo menos pre negociar. En la medida Venezuela siga siendo una cosa no finiquitada, negocia él. En la medida que Venezuela sea una cosa negociada, países más chiquitos como los del Caribe y nosotros, van a estar negociados ya”, explicó.
Para José Pallais, exdiputado y abogado constitucionalista, además de la posible caída de Maduro, existen tres factores que a su parecer incidieron en el acercamiento de Ortega para la reanudación del diálogo.
El primero es la crisis económica que apunta a agudizarse; la segunda es la presión internacional sostenida y concertada, no solo de Estados Unidos, sino de Europa y de la OEA, que apoyan todas las iniciativas diplomáticas para impulsar el diálogo.
“Y en tercer lugar la persistencia de la capacidad de lucha del pueblo de Nicaragua, que, a pesar de la represión, ya se dio cuenta que puede, aunque él (Ortega) impida que la gente se movilice, no puede impedir que la gente se mantenga en contra de su Gobierno”, manifestó Pallais.