28 de noviembre 2019
La escalada de violencia contra la Iglesia católica en Nicaragua, mantiene en vilo a sacerdotes y feligreses, que se identifican como el blanco de los ataques de partidarios del Gobierno, pero que no están dispuestos a responder con la misma moneda. En entrevista con el programa Esta Noche y CONFIDENCIAL, el cardenal Leopoldo Brenes, descartó una persecución del Gobierno contra la Iglesia, sin embargo, feligreses y sacerdotes sí sienten una persecución, producto del “discurso de odio”, que emana desde las altas esferas de poder, y de la “incomprensión de su labor social”.
La semana pasada, los partidarios de Daniel Ortega profanaron la Catedral Metropolitana de Managua y golpearon al sacerdote Rodolfo López; en Masaya, atacaron la parroquia San Juan Bautista e impusieron un cerco policial en el templo San Miguel Arcángel, para impedir que el pueblo nicaragüense mostrara solidaridad con el sacerdote Edwin Román y un grupo de madres de presos políticos que, durante nueve días, permanecieron en huelga de hambre. Antes, también habían atacado a balazos el templo de la Divina Misericordia, en julio de 2018, en Managua, y agredieron a obispos y sacerdotes en la Basílica San Sebastián, en Diriamba.
“En los templos no se viene a delinquir”
Estas acciones son vistas por el rector de la Catedral de Managua, padre Luis Herrera, como una “manera de querer intimidar” a los sacerdotes y laicos.
Para el sacerdote, la presencia permanente de la Policía en el perímetro de la Catedral no tiene explicación lógica, porque “a las parroquias no asisten delincuentes, sino personas que buscan a Dios… y en los templos la gente no viene a delinquir”.
El régimen de Ortega se autodenomina cristiano y solidario, e invoca a Dios en su propaganda partidaria, pero trata a la Iglesia como un enemigo político. El vicario de Pastoral de la Arquidiócesis, monseñor Boanerges Carballo, estima que este contrasentido se debe a que “la Policía, el Gobierno o el partido político (Frente Sandinista) nos están viendo como un adversario político, pero esa es una cuestión equivocada en la mente y en el corazón de ellos”.
Para monseñor Carballo, la persecución hacia la Iglesia en Nicaragua se debe a la “incomprensión de la labor humanitaria” que ellos desempeñan y uno de los “efectos colaterales de la crisis política que se ha estado viviendo en Nicaragua”. El sacerdote explica que “cuando políticamente se nos ve —a nosotros como Iglesia— siempre hay esas acciones exageradas (ataques) porque las parroquias no son centros de planificación política, son centros de atención pastoral”.
La “disculpa” de Ortega
La persecución contra la Iglesia generó las mayores tensiones durante la Revolución Sandinista, en los años 80. El propio Daniel Ortega lo reconoció como un grave error y pidió perdón a la Iglesia, cuando intentaba regresar al poder. “Nos equivocamos, cometimos muchos errores y atropellamos a figuras tan respetadas como monseñor (Bismark) Carballo, a quien ahora le ofrecemos un perdón en público, para que no quede duda de nuestra sincera aceptación de esos desaciertos”, dijo Ortega en un discurso pronunciado en 2004, cuando buscaba regresar al poder tras casi 16 años de la derrota electoral de 1990, frente a la Unión Nacional Opositora (UNO) y Violeta Barrios de Chamorro.
El régimen que lideró Ortega, en los ochenta, expulsó a 18 sacerdotes, incluido un obispo. El momento más álgido se vivió durante la primera visita de Juan Pablo II a Managua, en 1983, cuando militantes sandinistas trataron de boicotear la misa, recordó en un artículo la una agencia de información internacional de afiliación católica, ZENIT, en un artículo de 2003.
Para aquel año, la Santa Sede fue informada de la petición de perdón que solicitó Ortega, por “los errores” que cometió su Gobierno.
Durante la conmemoración del entonces 24 aniversario del triunfo de la Revolución Popular Sandinista, Ortega dijo que en una reunión con el ahora ya fallecido cardenal Miguel Obando, le pidió perdón.
Ortega admitió que en los años ochenta existió una fuerte tensión contra la Iglesia, que aseguró no se repetiría si el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) retornaba al poder en las elecciones de 2006. Pero su dictadura, tras más de doce años en el poder y una masacre que ha dejado al menos 328 muertos, nuevamente persigue a la Iglesia.
Belli: Ataques de hoy son más violentos
El laico comprometido y exministro de educación, Humberto Belli, considera que los actuales partidarios de Ortega son “más violentos y sistemáticos” que en los años 80. Es por ello que observa con preocupación “ese lenguaje de odio que usa Rosario Murillo (vicepresidenta de la república) que alienta a la violencia y que pudiera llegar incluso a acciones homicidas de algunos de sus seguidores, es una irresponsabilidad azuzar el odio contra los sacerdotes”.
Para Belli, los mensajes de odio que usa el Gobierno en contra de la Iglesia católica “son una estupidez política”, debido a que más de la mitad de la población nicaragüense profesa el catolicismo, y este tipo de acciones “resienten a los creyentes” y los “exhiben ante la crítica mundial como un Gobierno represor”, subrayó.
Una de esas acciones del orteguismo que carece de lógica fue el cerco policial en la parroquia San Miguel, en Masaya. El padre Edwin Román y otras 13 personas estuvieron encerradas durante nueve días sin agua ni luz eléctrica- También, un grupo de jóvenes que llegaron a dejar víveres al templo fueron arrestados y actualmente enfrentan un proceso judicial.
Los recluidos en el templo fueron rescatados el viernes y trasladados a un hospital. Todos presentaban gastritis y deshidratación, producto de la falta de alimentación. Mientras, el padre Román, la defensora de Derechos Humanos y abogada de presos políticos, Yonarqui Martínez, y la señora Diana Lacayo tenían un cuadro de salud un poco más delicado debido a las enfermedades crónicas que sufrían desde antes del encierro.
Por otro lado, la Catedral de Managua fue tomada, el lunes, por una turba sandinista que llegó a desalojar a un segundo grupo de madres en huelga de hambre. Los orteguistas rompieron los candados del templo y golpearon al sacerdote Rodolfo López.
“Yo los frené, les dije aquí no pueden pasar y ahí fue donde el primer paramilitar que venía con ellos me dio un golpe, un puñetazo en la mandíbula… luego decidimos cerrar aquellas puertas, pero ellos no quisieron, estaban que no, que no, que no y se pusieron más agresivos. Fue ahí, en ese momento, que ellos comenzaron a grabar y ahí en esa área fue donde me comenzaron a empujar”, relató el sacerdote un día después de la agresión.
Otro ataque de las turbas del Gobierno se registró en el templo San Juan Bautista, en Masaya. Los partidarios de Ortega llegaron a ese lugar y atacaron a los feligreses mientras se celebraba una misa en apoyo del padre Edwin Román y a las madres en huelga de hambre. Pese al ataque, el párroco Harving Padilla, continuó con la eucaristía. “Escuché a la (Rosario) Murillo que pedía respeto, el respeto se gana. Nunca pensé que ella y Daniel Ortega volvieran a mandar a las hienas, como lo hicieron estas personas que vinieron con tubos y machetes”, denunció el religioso.
Para el rector de la Catedral de Managua, padre Luis Herrera, la persecución hacia los sacerdotes y laicos “es una cuestión de ellos”. La Iglesia —como institución— únicamente ora por quienes la persiguen. Para “que el Señor les ilumine y se den cuenta que en las parroquias no hay delincuentes, que los sacerdotes no somos como les han dicho a ellos, que somos terroristas, que somos asesinos. Nosotros no somos eso, les lavan el cerebro y bueno pues, pobrecitos, pareciera que no pensaran y tienen que repetirlo y pensarlo así”, lamentó.