4 de diciembre 2019
El desplome general del crédito que acompaña —y profundiza— la crisis socioeconómica que vive Nicaragua desde abril 2018, afecta especialmente a las empresas de microfinanzas que, entre diciembre de 2017 y septiembre 2019, han visto perder el 39% de su cartera (unos 219 millones de dólares), y el 35% de sus clientes.
“La industria se ha visto reducida debido a la afectación que tienen los negocios en general por la crisis que continúa después de 19 meses, teniendo como consecuencia un retroceso de por lo menos cuatro a cinco años”, aseveró Víctor Tellería, gerente general de Financiera FAMA.
“Es una contracción brutal, una cifra fuertísima, pero el dato es perfectamente compatible con lo que he podido ver en otras estadísticas macro”, aseguró Julio Ricardo Hernández, consultor independiente en microfinanzas.
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A diciembre de 2017, las empresas asociadas a lo que ahora se llama Cámara de Microfinanzas de Nicaragua, conocida por sus antiguas siglas de Asomif, atendía a 549 465 clientes, y exhibía una cartera de crédito de 518.6 millones de córdobas, lo que mostraba el músculo de un sector que vivió sus horas más bajas en 2009, cuando se vio perjudicado por el Movimiento No Pago.
Una década después, la violenta represión gubernamental en contra de los ciudadanos que hicieron la Rebelión de Abril, disminuyó la actividad económica, en particular el consumo y con ello las ventas, lo que está en el origen del cierre de decenas de miles de pequeños negocios en el país.
En los últimos meses se ha desacelerado la disminución del saldo de cartera. “Los bancos en general están soltando un poco de crédito (porque hay un ligero aumento de los depósitos), el de las empresas de microfinanzas sigue disminuyendo, aunque algunas han logrado aumentarlo”, explicó Julio Flores, gerente general de la Financiera Fondo de Desarrollo Local (FDL).
Prueba de esa disminución en general es que, si a diciembre de 2018 se reportaba una caída de 22% de cartera y 21% de clientes, ese deterioro se ha profundizado hasta llegar a 39% y 35% respectivamente.
En medio de tanta desolación, el estado de crisis en que han caído las empresas de microfinanzas, las obliga a trabajar en función de alcanzar mayores niveles de eficiencia, lo que les permitirá no solo sobrevivir más tiempo, sino que, aquellas que pasen la turbulencia, saldrán más fuertes, y con más capacidades para realzar el vuelo.
Recorte sacrifica el crecimiento
Desde el inicio de la crisis, los administradores de las empresas de microfinanzas tuvieron que mostrar que dominaban el oficio, para no caer en el ‘facilismo’ de disminuir gastos por la vía del despido, pero después de haber tenido que renunciar a importantes porcentajes de su personal, y al cierre de las sucursales menos productivas, hace meses que llegó el momento de demostrar sus habilidades para operar en entornos desafiantes.
“Las crisis siempre traen oportunidad para fortalecerte. Si lograste ajustar tus indicadores para ser más eficiente, eso va en línea con la rentabilidad, y prepara las bases para volver a crecer cuando vengan los buenos tiempos”, señala Sharon Riguero, directora ejecutiva de Asomif.
En este caso, “ajustar los indicadores”, implicó despedir personal, pero también reasignarlo, así como salir de zonas donde estaban establecidos; revisar las estructuras internas de las empresas, para readecuarlas al nivel real del negocio, y modificar sus políticas para rescatar la eficiencia en una situación de disminución de cartera y retiro de clientes.
“La estabilización es un logro; ya vendrán momentos para crecer”, pronosticó Riguero.
Hernández, el consultor, explica que las empresas de microfinanzas tratan de enfocarse “en aquellos rubros y actividades que, aunque golpeadas, están menos golpeadas que otras. Es evidente que las carteras de mediano y de largo plazo deben haberse contraído muchísimo más que las de corto plazo, y es obvio que todas se irán al corto plazo, porque es una locura comprometer plata más allá de dos, tres o cuatro años, en estas condiciones de incertidumbre”.
El experto asume que las empresas del sector deben estar reduciendo el crédito, especialmente en los rubros más riesgosos, como algunos del área agrícola, aunque “hay rubros muy rentables, y otros que son la base de la existencia de muchas financieras”.
Hernández supone que el crédito debe haberse restringido para quedarse trabajando con una cartera de clientes conocidos y seleccionados, así como actividades bien respaldadas —como la ganadería— pero a plazos relativamente cortos.
“Todo eso es necesario para la sobrevivencia de las empresas de microfinanzas, pero en términos de desarrollo económico no es bueno para el país, porque donde más se necesita el crédito es en las áreas rurales, y en los más largos plazos, o sea, en las áreas más riesgosas, que es donde los bancos no se meten”, recordó.
Julio Flores, gerente de FDL, dijo que ellos se han vuelto más rigurosos al seleccionar clientes, identificando las actividades más riesgosas en esta época de crisis.
“No es el mismo nivel de riesgo el de un negocio turístico en las playas de Tola, que el de un microempresario que vende comida, granos básicos o perecederos”, añadió para explicar que la empresa decidió dar prioridad a sus clientes más antiguos que siguen activos.
“Muchos de ellos lograron estabilizar su negocio en estos 18 meses. El que no lo hizo en este tiempo, difícilmente lo hará en los próximos meses”, sentenció.
Enseñando a sobrevivir
Las empresas dedicadas a la provisión de créditos (tanto aquellas reguladas por la Comisión Nacional de Microfinanzas (Conami) como las que supervisa la Superintendencia de Bancos, Siboif), entienden que la sobrevivencia de las empresas que ellos financian, está directamente ligada a su propia supervivencia.
Es por ello que, además de mostrarse dispuestos a ser flexibles con sus clientes en dificultad, estos prestamistas también redoblan esfuerzos para enseñarles cómo administrar mejor sus negocios y hacerlos más rentables… o al menos, cómo no quebrar en el proceso.
Tellería, el gerente general de FAMA, explica que los analistas de crédito de esa empresa están entrenados para aconsejar a los clientes, por ejemplo, en cómo diversificar el negocio para incrementar sus ventas.
“Por otro lado, en alianza con Fundación FAMA, tenemos una serie de cursos de capacitación y educación financiera que ofrecemos a nuestros clientes y al público en general”, añadió.
FDL también apunta en similar dirección. Su gerente, Julio Flores, destaca que “en cada sucursal hacemos educación financiera”, enseñando a manejar el crédito, a ser capaces de generar ahorros, a calcular su verdadera capacidad de pago, y a cómo hacer para que el negocio se inserte en el mercado, crezca y se diversifique.
Con todo, eso no siempre bastó, pues “aunque hubo muchos que se diversificaron, eso fue insuficiente para seguir en pie”, y buscaron cómo alquilar (o vender) los tramos en que antes vendían, o bien, pasaron de vender por docena, a hacerlo al detalle.
El consultor Hernández explica que “algunas de las empresas de microfinanzas que mejor han sorteado la crisis, parecen tener programas de recuperación y técnicas inteligentes para resolver caso a caso los problemas de sus clientes”.
“Yo he visto en Fundenuse, Fundeser y FDL, algunos programas para el tratamiento individual de las deudas de sus clientes. Eso puede mejorar la calidad de algunos de sus mejores clientes, pero esa no es una solución masiva para la contracción que ha habido, o para la mora, que ha crecido”, aseguró.
Con el miedo en el bolsillo
Antes de abril de 2018, los proveedores extranjeros de fondos, se hallaban tan a gusto trabajando con el sector nicaragüense de microfinanzas, que no era raro ver que reinyectaban al mercado, hasta más del 100% de los abonos que les hacían las empresas locales que ellos financiaban.
Esos días quedaron atrás.
Según Sharon Riguero, directora ejecutiva de Asomif, “solo el 44% de lo que se ha pagado, ha regresado entre abril de 18 y septiembre de 2019”.
“Antes, ver que les pagaban a tiempo, y que las empresas estaban creciendo, producía buenos indicadores de retorno, y hasta de crecimiento”, pero ahora el flujo es negativo, porque “es más la cantidad de dinero que se paga, que la que regresa al país”, debido a que los fondeadores “sienten recelo e inseguridad para sus inversiones en el país, producto de la crisis”, explica.
“Ellos muestran una actitud de extremo cuidado. Están observando. Esperan señales de cambio y que la crisis se vaya resolviendo”, añade para ilustrar la actitud general de estos prestamistas internacionales.
Después de tantos meses sin visos de que se resuelva la crisis, el resultado es que “algunos han informado que no regresan al país, o simplemente, no retornan los montos que les han sido cancelados. Otros se mantienen, pero muy cuidadosos y selectivos, apoyando a las instituciones con mejores indicadores, y también están los que están analizando si siguen o se van”, detalló.
Desde la administración de las empresas afectadas, Víctor Tellería, gerente general de FAMA, asegura que “los fondeadores están claros que como institución hemos tomado las decisiones correctas y oportunas; que hemos mantenido un perfecto cumplimiento de pago a nuestros acreedores, y que nuestra relación con ellos ha sido siempre excelente”.
“No obstante, existe una preocupación generalizada por el riesgo país, que genera incertidumbre, pues de no encontrarse una solución a esta crisis, algunos fondeadores podrían retirarse”, acotó.
Por su parte, el gerente Flores reconoció que el incremento del riesgo país provoca que los fondeadores tengan temor de seguir poniendo dinero en Nicaragua. “Eso disminuye el monto que recibimos las empresas de microfinanzas y, de todos modos, aunque los recibiéramos, está difícil colocarlo”, reconoció.
Hernández contrasta que, si bien hay menos fondeadores, persiste la posibilidad de contratar créditos a tasas comerciales, aunque eso “mantiene caro el crédito, porque ya no son las tasas subsidiadas que alguna vez conocimos, cuando había muchos donantes y mucha cooperación internacional”, recuerda con añoranza.