Logo de Confidencial Digital

PUBLICIDAD 1M

PUBLICIDAD 4D

PUBLICIDAD 5D

El crecimiento económico "se va a agotar”

La delgada línea roja entre lo público y lo privado: “Transparencia, descentralizar, no pedir favores ni exoneraciones”

Andrés Velasco durante su conferencia en el Tercer Encuentro Empresarial, de Funides. Confidencial | Carlos Herrera

Carlos F. Chamorro

31 de julio 2017

AA
Share

El esquema de crecimiento económico actual de Nicaragua que ha mantenido tasas de crecimiento del 4.5% del PIB, no solamente “es insuficiente” para converger con los niveles de desarrollo de otros países, sino que además “se va a agotar en niveles que por razones sociales y políticas son potencialmente peligrosos”.

La advertencia la hizo el exministro de Hacienda de Chile Andrés Velasco, académico, consultor y político, considerado como uno de los más influyentes economistas de América Latina.

Profesor de la Universidad de Columbia en Nueva York, y actualmente candidato al Senado de su país por el partido Ciudadanos, Velasco fue invitado por la Fundación Nicaragüense para el Desarrollo Económico y Social (Funides) como conferencista en el Tercer Encuentro Empresarial.

Durante casi dos horas exponiendo y respondiendo preguntas de la audiencia, Velasco evitó ofrecer recetas fáciles para Nicaragua, pero ahondó en las lecciones de éxitos y fracasos, que han seguido otras naciones que se propusieron diversificar la economía, y promover competencia y productividad, con instituciones políticas abiertas.


En la entrevista que brindó para Esta Semana y Confidencial, Velasco habla además de las lecciones que el sector privado debe aprender del régimen autoritario de Pinochet, en Chile, y de la oportunidad que representa para América Latina el “populismo” de Donald Trump.

Nicaragua necesita transición económica y democrática

A pesar de los niveles de crecimiento económico que nuestro país ha mantenido en los últimos años, seguimos teniendo un PIB per cápita incluso más bajo que en 1977,  y bajísimos niveles de productividad. ¿Qué puede aprender Nicaragua de las naciones que han logrado diversificar sus economías y aumentar su productividad?

Nicaragua claramente tiene un tremendo desafío. Es cierto que la economía viene creciendo entre el cuatro y el cinco por ciento ya por algunos años, pero hay que tener muy claro que esto no es suficiente. Primero, porque Nicaragua parte de muy abajo de las naciones de América Latina. Tiene, junto con Haití,  uno de los PIB per cápita más bajos, y por lo tanto  a esta tasa de crecimiento a Nicaragua le va a costar mucho converger, no con Estados Unidos, sino que con los otros países de la región.

Y segundo, porque cuando uno parte de muy abajo y se estabiliza la macroeconomía, como ocurrió en Nicaragua, suele ocurrir que hay algunos años de crecimiento, especialmente si esto coincide con un auge de los precios de las materias primas, como ocurrió  en la última década, pero ese período, y la experiencia histórica es clara al respecto, suele agotarse y ahí viene entonces la necesidad de diversificar. Los países y las empresas se hacen más productivos si hacen mejor lo mismo que siempre han hecho, pero eso también eventualmente se agota.

Si uno mira la  experiencia asiática de países que han crecido sostenidamente al siete, al ocho por ciento, por décadas, han ido desplazando su productividad a nuevos sectores, y esa experiencia en América Latina la ha tenido México, pero prácticamente nadie más. Si no seguimos en esa senda, me atrevo a predecir que el crecimiento, no solo de Nicaragua, sino que el crecimiento de buena parte de América Central y de América del Sur, se va a estancar en niveles que por razones sociales y políticas son insuficientes, e incluso potencialmente peligrosos.

En los últimos diez años, en Nicaragua se ha producido un deterioro notorio de la institucionalidad democrática, con un proceso de concentración de poder y autoritarismo político, sin embargo, se vive una especie de estabilidad autoritaria por ese clima de crecimiento. Los factores institucionales, ¿qué peso  tienen en el desarrollo, mirando al mediano y largo plazo?

Tienen tremendo peso. Así como los auges de recursos naturales permiten episodios de crecimiento, que eventualmente se agotan, los gobiernos autoritarios también a veces permiten pequeños auges de crecimiento  que también se agotan. En mi exposición daba el ejemplo de la Unión Soviética que, bajo el gobierno autoritario de Stalin y otros, tuvo veinticinco años de crecimiento para colapsar, y cuando vino el colapso político se reveló que la Unión Soviética tenía la capacidad de mandar un hombre al espacio, pero no tenía la capacidad de tener salud o teléfonos que funcionaran, y por lo tanto es clara la experiencia histórica.

En el largo plazo, el crecimiento económico tiene que ver más que nada con las ideas, con  la creatividad, con los nuevos actores y los nuevos productos, y esa creatividad no florece,  lo subrayo, en ambientes cerrados o autoritarios, y por lo tanto, si uno piensa en el crecimiento futuro de Nicaragua tiene que pensar en una transición económica, pero también tiene que pensar en un fortalecimiento de las instituciones democráticas y políticas.

¿Cómo se construyen las instituciones democráticas? En Nicaragua el sector político está completamente debilitado y subordinado a un partido hegemónico. Mientras el sector privado, que es el único interlocutor reconocido por el Gobierno, dice que esa tarea no le corresponde, y el poder autoritario se impone sin ninguna clase de límites.

Yo creo muy importante que el sector privado entienda que más allá de las negociaciones coyunturales que se puedan hacer en torno a una política o algún arancel, o alguna rebaja impositiva, en el largo plazo es en el interés del sector privado y de Nicaragua entera, es tener un sistema político abierto, transparente y competitivo. Cuando los sectores privados se alinean muy estrechamente con  gobiernos autoritarios, al final no solamente es malo para el país, también es malo para el mismo sector privado.

Chile tuvo dieciocho años de dictadura de Pinochet, creo que es bastante certero decir que el sector privado se alineó con el gobierno, aplaudió sus medidas económicas, ¿pero a largo plazo qué pasó? El sector privado se deslegitimó,  porque  ya llevamos veintisiete años de democracia pos-Pinochet, y hasta el día de hoy ciertas políticas económicas promercado, o ciertos incentivos a la empresa carecen de legitimidad política. Porque se le asocia, se les asocia con la dictadura, se les asocia con Pinochet. Entonces para que las instituciones y las políticas promercado, procrecimiento, proinnovación, echen raíz en  la población, es absolutamente clave que vengan de gobiernos que tienen legitimidad política. Y en un mundo cada día más globalizado, los electorados y la ciudadanía toleran cada día menos estos regímenes cerrados y autoritarios; y por lo tanto, me parece importante que el sector privado en Nicaragua mire hacia delante y entienda que los intereses del país, los intereses del propio sector privado, deben estar alineados con el fortalecimiento de las instituciones.

Lecciones de Chile bajo autoritarismo y democracia

Bajo Pinochet hubo una época en que Chile tuvo crecimiento económico, durante la transición democrática hubo un crecimiento económico, incluso más dinámico y vigoroso, y mejores indicadores sociales, ¿cuál es la diferencia entre los dos modelos?

Primero,  una diferencia política, bajo Pinochet murieron asesinados miles de chilenos, a muchos se les sometió a la tortura, a muchos se nos sometió, le ocurrió a mi familia, al exilio y a la represión, y por lo tanto desde el punto de vista de la dignidad de las personas y de la calidad de vida de los ciudadanos, es la diferencia del cielo a la tierra.

Hoy día tú en Chile puedes subirte a un bus y hablar libremente sin temor de que tus vecinos de delaten, hace 25 años eso era totalmente imposible, pero además es importante poner el desempeño económico de Chile en la época de Pinochet en su debido contexto. Es cierto que Pinochet hizo algunas reformas que hasta el día de hoy se mantienen, Chile sigue siendo una economía bastante abierta, que usa las exportaciones y el comercio como el motor de su desarrollo,  eso me parece bien, y hay un consenso político en todo el espectro ideológico a favor de esa apertura y a favor de las exportaciones y la integración comercial.

Pero también hay que recordar que durante el periodo de Pinochet hubo dos tremendas crisis económicas, la primera en el año 76, la segunda el año 82 en  que se vino abajo la banca, colapsó el sector financiero y la cesantía llegó a más del 25%. Por lo tanto, si uno toma el desempeño de los años de Pinochet en su conjunto y lo compara con el desempeño económico de la democracia en su conjunto, del 90 a la fecha, en crecimiento, en equidad, en educación, en agua potable, en salud, en expectativa de vida, en todos los indicadores  imaginables,  el desempeño de la democracia es muchísimo mejor que el desempeño de la dictadura.

La delgada línea roja entre lo público y lo privado

Uno de los nuevos paradigmas que se ha establecido en estos años después de que se miró hacia el Estado con exclusividad  y luego al mercado, es la necesidad de establecer una relación público-privada, abierta, transparente, y al mismo tiempo que fomente la innovación y el desarrollo. ¿Cómo se consigue esto sin derivar en corrupción o en corporativismo?

Hay maneras de hacerlo y otras de no hacerlo. Es bueno que el sector privado pueda dialogar con el Gobierno,  porque los gobiernos existen, y una de las razones para la existencia del Estado es precisamente la provisión de ciertos bienes públicos que los ciudadanos después utilizan. Los gobiernos hacen carreteras, mantienen la seguridad pública, mantienen  los derechos de propiedad privada, y también entregan bienes más sutiles. Por ejemplo, tú no puedes exportar carnes sino en mataderos certificados a los estándares de la Unión Europea o de los Estados Unidos, y por lo tanto es esencial que el sector privado se pueda sentar en una mesa con el sector público y decir: "Mira, si yo voy a exportar tal fruta, me tienes que pavimentar ese camino", "si yo voy a llegar con mis productos a China, me tiene que mejorar este puerto".  Eso  es esencial.

Los intereses del sector privado no son sinónimos con los intereses de la nación, y por lo tanto hay una delgada línea roja que separa la coordinación para la provisión de bienes públicos, que es indispensable, del lobby, la intención de ventaja, y el utilizamiento o la captura del Estado para fines privados, lo que es absolutamente reprochable. ¿Cómo se distingue entre una y otra cosa? No hay una regla pura y simple, pero me atrevería a decir que hay dos o tres principios. Número uno, transparencia, que lo que se dice en esa reunión, no queda en esa reunión, que haya actas, que haya información de Internet, y que por lo tanto cualquier ciudadano desde su casa pueda teclear un par de palabras y enterarse qué se dijo, qué se pidió, qué se concedió. Eso es lo primero.

Lo segundo, y esto lo dijo (Dani) Rodrik cuando estuvo aquí, las grandes coordinaciones de la cúpula empresarial con la cúpula estatal suelen salir del mundo estrechamente productivo y desplazarse hacia el mundo más bien político. Mucho más productivas son las conversaciones descentralizadas, porque el sector de la carne va a saber muy bien qué necesita, o el sector del turismo, y por lo tanto las conversaciones descentralizadas suelen ser más productivas que las centralizadas.

Y un tercer principio: importa también qué va a pedir el sector privado,  si va a  pedir exenciones o rebajas tributarias, naturalmente el ciudadano puede pensar: "Bueno, si se la dan a él ¿por qué no me la dan mí?". Mucho más útil es que el sector privado vaya a pedir provisión de bienes públicos: certificaciones, estándares sanitarios, infraestructura, carreteras, puertos, aeropuertos. Eso es más transparente, no se presta para abusos, y además que la carretera, la podemos usar todos no solamente ese sector, y por lo tanto, si el foco en las conversaciones está en la provisión de bienes públicos,  hay menos espacio para aprovechamiento o para el uso del Estado para fines privados, lo que es totalmente reprochable.

En Nicaragua, por ejemplo, las exoneraciones fiscales al sector privado, representan entre el siete y el diez por ciento del Producto Interno Bruto, sin embargo, aunque la ley obliga al Estado a presentar un informe sobre su rendimiento y resultados, eso no ocurre. Fuiste Ministro de Hacienda en Chile ¿cómo se maneja eso en otras sociedades?

Creo que ese es un peligro grande, que no es fácil de evitar, pero hay que  evitar, porque una exoneración es un tratamiento desigual en que si todos pagan diez, a un sector se le dice tú pagas siete. Para que esa exoneración se justifique, la pérdida social que es la pérdida de recaudación, tiene que ser menor que el beneficio social, en términos de empleo, de crecimiento y otras cosas; y por lo tanto, toda exoneración debe ser, primero que nada, temporal.

El principio que nosotros tratamos de aplicar en Chile era, si hay una exoneración, por ejemplo en Chile hay regímenes tributarios especiales para las zonas extremas, más apartadas, en el norte que es desértico, y en el sur que es muy frío. Bueno, el principio que yo traté de sugerir fue, una exoneración se legisla por cinco años, y al cabo de cinco años tiene que haber una comisión de expertos, autónoma del gobierno, autónoma del sector privado, y esa comisión tiene que sacar un informe que diga: esta exoneración se justifica desde el punto de vista social, y por lo tanto,  se recomienda mantener; o no se justifica, y por lo tanto se recomienda abolir. Y ahí es donde se muestra el  liderazgo político porque evidentemente es fácil mantener, es difícil abolir.

Pero los gobiernos que efectivamente usan los privilegios fiscales como un arma de crecimiento, y esto es muy claro en la experiencia asiática, tienen la capacidad de dar, pero también la capacidad de quitar cuando las  exoneraciones se convierten en algo permanente, que no se analiza ni se discuta, es bastante más posible que se le está haciendo un daño al país, que un beneficio.

Productividad y competencia

En la conferencia que brindaste ante los empresarios convocados por FUNIDES, hiciste mucho énfasis en el tema de la productividad, pero en algún momento dijiste ¿quién es el dueño de la productividad? ¿Quién lidera en la sociedad y en el sector público la productividad? ¿Debería de haber acaso una especie de ministerio de productividad?

Creo que hay dos  desafíos. Primero que el sector privado se lo tome en serio, porque lo que ha pasado muchas veces en América Latina, e intuyo sin conocer el detalle que también algo así ha ocurrido en Nicaragua, es que durante períodos de relativo auge o bonanza económica, especialmente con precios altos de las materias primas en el extranjero, el sector privado tiende a quedarse dormido en los laureles, tiende a decir: bueno, tengo estos sectores, me siento cómodo en ellos, la rentabilidad es alta y ahí no me muevo, y, como decíamos al comienzo, eso está bien por tres años, por cinco años, por siete años, pero llega un punto en que esta estrategia deja de rendir frutos.

La productividad es la productividad de las empresas y por lo tanto los empresarios son los primeros llamados a ponerle  el ojo al problema.  Ahora, los empresarios necesitan una contraparte. Mi experiencia en el sector público, es que las políticas públicas funcionan cuando en el interior del Estado tiene un abanderado, un champion como dicen los gringos, alguien cuyo desempeño en la opinión pública va a depender de si a ese campo,  a esa actividad,  le va bien o le va mal.

El ministerio de agricultura se dedica a la agricultura y el ministerio de hacienda se dedica a la recaudación, suele no haber un encargado del Estado que esté a cargo de la productividad, yo tiendo a estar de acuerdo que no debe ser un ministro, porque un ministro es par con otros ministros, entonces con qué autoridad el ministro de la productividad le va a imponer normas al ministro de la agricultura, o de la ganadería, o del forestal, o de la pesca.

Más productivo, y creo que la experiencia  internacional así lo sugiere, es tener algo así como un delegado presidencial, un coordinador, que pueda no darle instrucciones, pero al menos coordinar los esfuerzos de los ministerios, y que este coordinador no esté solo sino que trabaje y le responda a un consejo autónomo encargado de la productividad. ¿Y por qué digo un consejo, ¿y por qué digo autónomo? Porque el ciclo político es corto, a los políticos los evalúan, nos evalúan por el rendimiento de este año, lo que pasa en 20 años más nos importa poco o nada, y las políticas de desarrollo productivo tienen una estructura temporal muy difícil,  porque los costos se pagan hoy y los beneficios vienen en 10 años más, y por lo tanto tiene que haber una institución que esté  mirando hacia el futuro.

Cuando se habla del clima de negocios, se insiste en derechos de propiedad, en sistemas judiciales independientes, reglas del juego claras, pero hay  otra dimensión que tiene que ver con los niveles de concentración de los mercados. ¿Cómo se pueden fomentar mercados más competitivos, más abiertos, con menos barreras de ingreso que puedan fomentar también la innovación y la competencia?

Hay  una mirada conservadora que se centra en derechos de propiedad e impuestos bajos y, por supuesto, no hay economía que funcione si los derechos de propiedad no se respetan, si  el sistema judicial es corrupto, o si los impuestos son excesivamente altos, eso es cierto,  pero hay otras dimensiones que son tanto o más importantes.

La competencia no cae del cielo, hay que fomentarla, y para fomentarla se requieren gobiernos que no le pongan a la creación de empresas, o a la entrada en un mercado, demasiadas barreras. Hay una labor delos gobiernos para bajar la barrera burocrática sea la entrada de una empresa a un cierto mercado;  y además, esto es lo más importante, necesitamos instituciones antimonopolios, procompetencia, que tengan colmillos, que sean realmente una amenaza.

En Chile a mí me tocó modificar la ley procompetencia, fue un proceso legislativo muy duro y muy largo porque muchos legisladores del mundo más conservador me decían: no, el mercado se regula solo, no necesitamos un burócrata que venga a imponer la competencia.  ¿Y qué pasó? Que empezaron a revelarse tantos escándalos  de fijación de precios, de corrupción, en fin, que incluso los legisladores más antiautoridad procompetencia al final tiraron la toalla y dijeron: "Muy bien, legislemos". Y hemos pasado de tener una autoridad procompetencia muy débil a tener una bastante musculosa, y además, hemos incorporado recientemente la figura de la sanción penal y no solamente civil. A partir del año pasado una persona que se colude con otro empresario para fijar precios puede ir a la cárcel, y no me cabe ninguna duda que en el futuro eso va a tener un impacto, porque cuando los incentivos eran puramente una pequeña multa, bueno, el tipo decía, me coludo, si me pillan  pago la  multa  y ya está, cuando la posibilidad es de ir a la cárcel, esos empresarios inescrupulosos van a pensarlo antes de fijar precios y meterle la mano en el bolsillo a la ciudadanía.

Las políticas de empleo contra la pobreza

Volviendo al punto de partida de esta conversación, la pobreza en Nicaragua afecta aproximadamente al 40% de la población y la falta de empleo, y empleos de calidad, es la mayor preocupación nacional. ¿Qué puede aprender Nicaragua de los países que han logrado reducir la pobreza?

Yo soy un convencido que la lucha contra la pobreza y la desigualdad es inseparable de lo que ocurre en el mercado laboral, al final, puede haber paliativos, transferencias fiscales, subsidios, bonos a los más pobres, pero en el mediano y largo plazo la manera de salir de la pobreza es garantizarle a ese padre, a esa madre, un trabajo estable y de calidad, y ahí la estructura de nuestros mercados laborales deja muchísimo que desear.

El porcentaje de personas en edad de trabajar, que efectivamente están trabajando, es muchísimo más baja en América Latina, que en América del Norte, o en Europa, o en Asia, y esto tiene que ver en algunos casos con barreras culturales. México, Chile, Turquía tienden a tener menos mujeres trabajando que Escandinavia, pero también tiene que ver con cosas mucho más prácticas. Necesitamos políticas públicas que mejoren el transporte público, la planificación urbana, que provean cuidado infantil, salas cuna, jardines infantiles, capacitación para las mujeres, jornadas de trabajo que sean compatibles con la crianza. Para los jóvenes, en Estados Unidos no hay universitario que no trabaje, yo cuando era estudiante en Estados Unidos lavé platos, paseé perros, ponía libros en los estantes en la biblioteca. El hábito de trabajar y estudiar en América Latina está mucho menos instalado ¿por qué? Porque práctica y legalmente es muy difícil, porque es difícil que un joven tenga un trabajo (part-time), que estudie en la mañana y trabaje en la tarde, por ejemplo.

Tenemos que cambiar nuestras estructuras laborales para hacer del trabajo formal, del trabajo con contrato, con beneficios y con derechos, una realidad, eso permite combatir la informalidad, pero también más importante, permite combatir la pobreza y la desigualdad,  porque no hay hogar más pobre que ese encabezado por una mujer, madre soltera, donde esa mujer, por falta de oportunidades no puede salir a trabajar. Esos son los hogares más pobres en Nicaragua, en Brasil, en Chile, en cualquier país de la región, y tenemos que acabar con ese síndrome.

Los populismos de derecha e izquierda

¿Cómo se lee la presidencia de Trump desde el punto  de vista económico en la región de América Latina? ¿Es buena o mala noticia para América Latina?

Históricamente, el mundo se dividió entre la pelea de la izquierda con la derecha, Me atrevo a predecir que en la primera mitad del siglo XX la gran pelea va a ser entre liberalismo moderado y el populismo, que puede ser un populismo de izquierda, como Podemos en España, o como Dilma Russeuff en Brasil, o puede ser un populismo de derecha, como hemos visto en Berlusconi en Italia, y ahora vemos en Trump, y por lo tanto lo de Trump es ejemplo de un fenómeno más generalizado.

Los populismos son tóxicos, son antidemocráticos, los populismos, además, en mediano y largo plazo, garantizan un desempeño económico lamentable, y eso cierto para el populismo de izquierda, pensemos en Chávez y Maduro en Venezuela que han destruido la economía y la sociedad venezolana, o en Berlusconi en Italia.

La buena noticia es que Trump ha resultado ser tan inepto y su gobierno tan caótico, y el presidente  tan incapaz de mantener el rumbo por más de una semana, que muchas de estas cosas con las cuales amenazó al mundo, probablemente no van a ocurrir. Ya vimos esta semana como la propuesta para acabar con el sistema de  salud desarrollado  por Obama fue rechazada por los mismos republicanos, porque era mal pensada, era injusta, dejaba a 24 millones de personas sin acceso a los seguros de salud.

¿Es una oportunidad para América Latina ese tipo de gobierno?

Yo creo que es una oportunidad en dos dimensiones. Primero, nos enseña que no hacer, nos enseña a ser doblemente escépticos frente a los populistas, ya sea de izquierda o de derecha; pero, además, por muchos años en América Latina hemos hablado de integración comercial, y siempre esa integración comercial llevaba la integración con Estados Unidos, y eso para algunos países, Brasil por ejemplo, era políticamente difícil de digerir, quizás en  este proteccionismo oscurantista y torpe de Trump hay una oportunidad de que hagamos finalmente un acuerdo de integración económica entre los países de América Latina.


Archivado como:

PUBLICIDAD 3M


Tu aporte es anónimo y seguro.

Apóyanos para que podamos seguir haciendo periodismo independiente en el exilio. Tu contribución económica garantiza que todas las personas tengan acceso gratuito a nuestras publicaciones.



Carlos F. Chamorro

Carlos F. Chamorro

Periodista nicaragüense, exiliado en Costa Rica. Fundador y director de Confidencial y Esta Semana. Miembro del Consejo Rector de la Fundación Gabo. Ha sido Knight Fellow en la Universidad de Stanford (1997-1998) y profesor visitante en la Maestría de Periodismo de la Universidad de Berkeley, California (1998-1999). En mayo 2009, obtuvo el Premio a la Libertad de Expresión en Iberoamérica, de Casa América Cataluña (España). En octubre de 2010 recibió el Premio Maria Moors Cabot de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Columbia en Nueva York. En 2021 obtuvo el Premio Ortega y Gasset por su trayectoria periodística.

PUBLICIDAD 3D