26 de diciembre 2021
Durante el 2021 los nicaragüenses transitaron un camino muy difícil comunicando sus opiniones por medio de las redes sociales, en las que se mantiene la resistencia a la dictadura, la autocensura que provoca el régimen por medio de sus amenazantes leyes que persiguen imponer un discurso único –el orteguista– en toda la sociedad.
En el espacio de la comunicación digital la batalla por hacer prevalecer los relatos políticos ha sido ardua entre simpatizantes azul y blanco y militantes del partido rojinegro, pero también entre las propias comunidades azul y blanco. Twitter, Facebook, Instagram, YouTube, WhatsApp, Telegram… Todas las redes sociales han acogido candentes debates donde no hay cuenta, canal o perfil que haya salido ileso durante este año.
En sus usos, los nicaragüenses en las redes sociales han experimentado comportamientos que van desde la alegría de publicar un tuit o post saludando el nuevo día democrático que vendrá acompañando una foto con su taza de café, hasta que en cosa de minutos aquello se convertía en un malentendido, discrepancia ideológica, auténtica trifulca, linchamiento organizado hasta llegar al extremo de las amenazas a la integridad humana.
Si en enero las redes sociales estaban cargadas de pensamiento político –maleducado y gritón, sí- que hacía palpitar el debate público, pasamos por julio asombrados por las acciones violentas de los dictadores aplicando sus leyes mordaza (la de Ciberdelitos y la de Agentes Extranjeros) y llegamos a diciembre con una disminución del tono que no proviene de la madurez serena sino del terror que extendió el régimen de Ortega y Murillo, primero en las calles físicas y después en las digitales al decretar que tampoco en las redes sociales puede un ciudadano decir lo que piensa libremente so pena de cárcel.
Aquellos quejosos de lo que calificaban como “gritadera” de los nicas en las redes sociales ahora recuerdan con nostalgia cómo vibraban los canales digitales trasegando ideas desde todos los ángulos ideológicos existentes. Todos no echan de menos aquellos debates a veces inútiles, pero debates al fin, en las redes que se convirtieron en el año 2021 en el único espacio para la libertad de expresión. A Ortega y Murillo, por ejemplo, les parece que este modo silencio de los nicas en las redes es un escenario ideal. Lo provocaron con su terror, les gusta.
La astucia de los nicas ante la censura digital
Con la extensión de las tinieblas en los espacios cívicos nicaragüenses el régimen se siente cómodo. Se engaña creyendo que todo está normal. Pero no puede controlar a las empresas de las redes sociales que por naturaleza ofrecen varias alternativas para que la conversación digital no decaiga, que además es su negocio: mantener al usuario el mayor tiempo posible en su red social y por ello facilita las maneras.
Y tampoco el régimen contó con la astucia de los nicas al usar sus redes sociales: la mayoría se fue a crear cuentas anónimas en Twitter (que no falsas) para seguir conversando, en Facebook estrecharon sus perfiles para compartir contenido político en pequeñas redes, WhatsApp sigue siendo el canal para la organización política, abundan las reuniones de política estratégica por Zoom, los medios de comunicación independientes resisten informando contenido con una estrategia comunicacional transplataforma de gran impacto, en Instagram los nicas crearon sus listas de “amistades cercanas” (close friends) y siguen compartiendo historias denunciando al régimen ¡a diario! Y casi todos y todas, hasta las influencers que distribuyen contenido comercial, crearon su red privada virtual (VPN) para no ser detectadas por las cuentas espías del orteguismo que se infiltran como seguidores en todas las redes para después denunciar si algún usuario no se arrodilló ante los dictadores.
Y además esto no parece tener remedio para el 2022. Al menos, mientras no se restablezcan los derechos ciudadanos constitucionales en la realidad física (libertad de expresión y pensamiento, libertad de asociación, de reunión, entre otros) porque ¿quién va a regresar a su auténtica identidad digital si el hecho mismo de participar en las redes sociales está siendo visto como un comportamiento desestabilizador para quienes duermen en El Carmen?
Con tanta censura no se salvó ni El Hombre Araña este diciembre pues debido a que, por seguridad y cautela los nicas ya no utilizan los hashtags (etiquetas) para evitar ser detectados por el régimen en las redes sociales el estreno de la más reciente película de superhéroes de Marvel Cómics no tuvo repercusión en los registros de tendencias. Si en todos los países donde se estrenó la película los usuarios utilizaron #SpiderManNoWayHome para compartir su experiencia, en Nicaragua la aplicación Trendsmap (que observa las tendencias en Twitter) registró cero –sí, CERO- actividad de la etiqueta. Por supuesto que los nicas fueron a ver al superhéroe enfrentarse a los cinco villanos, pero no pudieron integrarse con libertad a la conversación global porque el régimen les vigila hasta en eso y además no quiere que los nicas se comuniquen con el exterior.
Y esta tendencia podría continuar en 2022, porque lo que está provocando el régimen con su censura es no saber qué hacen los nicas, aunque lo hagan. No saber qué piensan los nicas, aunque lo piensen. No saber cómo se comportan los nicas, aunque se comporten. No conocer los malestares de los nicas, aunque sientan malestares. Y así fue como estalló abril en el 2018: Ortega no vio venir el descontento social porque despreció la conversación social y política que ocurría en las redes sociales donde se decía y gritaba #YaNoMás. El régimen provoca con su represión y censura el próximo estallido social.
La batalla por la opinión pública
El Carmen. El sitio desde donde emanan las estrategias comunicacionales que pusieron en vergüenza mundial a Ortega y su partido, el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN). No querían dejar en ridículo al comandante pero eso fue lo que consiguieron por intentar manipular descaradamente el algoritmo de las redes sociales.
Lo que sucedió es que el orteguismo concluyó que este 2021 había que darle “al imperialismo” “con todo” también en las redes sociales para demostrar su verdad: se consideran incomprendidos por el mundo que ha condenado la matanza perpetrada en 2018. El fallo estratégico fue que como no tenían suficientes apoyos de la sociedad nicaragüense decidieron inventarse una amplia red de cuentas falsas apoyados en una táctica de replicación de contenidos propagandísticos que vulneraron las reglas de todas las redes sociales. Y creyeron que así engañaban bastante fácil a la sociedad nicaragüense. Pero vino Meta, propietaria de Facebook, y sus socios y les desmantelaron la red engañosa.
Ya lo advertimos antes a todas las comunidades digitales nicas: “El debate político en Nicaragua debe ser saneado por sus propios usuarios y usuarias. Si no, tendremos que aceptar que sea saneado por los algoritmos de las redes sociales. Si no somos capaces de moderar nuestra cultura política del diálogo de ideas en las redes sociales, serán las mismas redes sociales quienes modificarán este comportamiento cultural. Y así ya no seremos nicaragüenses a secas, sino nicaragüenses moldeados por los algoritmos de internet”.
Porque la intervención de las empresas de redes sociales –Meta y Twitter- llegó tarde cuando los daños en la conversación digital eran cuantiosos y el debate cívico y público en Nicaragua estaba muy malherido, pero llegó de manera contundente, tal y como informamos aquí. Esta acción tiene lecciones para todas las comunidades digitales en Nicaragua en el próximo año, pues también desde los azul y blanco algunos se sintieron tentados a crear sus propias redes de cuentas falsas para aupar contenidos y crear tendencias de pensamiento ficticias.
Cierto es que muchos usuarios son más proclives que otros a creerse la cantidad de “Me Gusta” y contagiarse por esos números y la gente que quiere manipular el debate cívico aprovecha ese desconocimiento de los nicas. También esta es una lección que los usuarios aprendieron este año y les servirá para no repetir para el 2022: no caer en la tentación de engañar a los seguidores creando cuentas falsas. Ya sabemos que de ese camino no hay retorno, basta observar a la red orteguista hoy totalmente desmantelada, sin ningún impacto, decenas de cuentas suspendidas y también vueltas a suspender las recién creadas. En Twitter, Facebook y Tik Tok la manipulación orteguista quedó en nada.
Si ya la sociedad nicaragüense que crea contenido en las redes sociales sabía que el régimen perdió la batalla por la opinión pública aquel día que envió a reprimir a quienes protestaban por el incendio de Indio Maíz dando inicio a la rebelión ciudadana que tiene al régimen contra las cuerdas, al finalizar este 2021 ya hay suficientes pruebas de que en justa ley, el orteguismo ha perdido la batalla por la opinión pública y que la sociedad nicaragüense le sigue rechazando.
También la sociedad nicaragüense reunida en sus comunidades digitales aprendió que las noticias falsas (fake news) y el discurso de odio, y más recientemente, el relato político indecente y maleducado (ver aquí) tiene a Daniel Ortega y Rosario Murillo como sus máximos exponentes. Por eso para sanear el debate público basta con no repetir el comportamiento de la cultura política del régimen que para crear a un ficticio enemigo entre los nicaragüenses recurre a los adjetivos calificativos degradantes y a las acusaciones ad hominem.
El 2022 se proyecta como un año que desafía el ingenio de los nicaragüenses al usar las redes sociales y sacarles el mejor provecho posible. No solo para sostener el relato político prodemocracia entre los nicaragüenses y hacia el mundo entero sino también para defender un reducto de dignidad ciudadana como es el poder expresar las ideas políticas con libertad, al menos en la sociedad digital. Para el orteguismo el desafío consiste en practicar la comunicación política en las redes sociales en justa ley y sin engaños, aprender a nadar en las aguas del debate público nicaragüense –aguas turbulentas sí, que exigen entrenamiento cívico y técnico- para demostrarle a sus militantes y simpatizantes que su propuesta ideológica tiene fuerza suficiente y que no son un espantajo que, en la borrachera del poder, simula tener pueblo, votos, seguidores y “Me gustas”.