31 de octubre 2019
El exembajador de Nicaragua en Washington, Arturo Cruz, considera que al perder su legitimidad y depender exclusivamente de la coerción para gobernar, “el régimen de Daniel Ortega está agotado”, lo que abre la posibilidad de un “nuevo rumbo” democrático en Nicaragua.
Sin embargo, no vislumbra que Ortega esté dispuesto a facilitar una reforma electoral o una elección como la de 1990, cuando el FSLN perdió el poder ante la Unión Nacional Opositora y la presidenta Violeta Barrios de Chamorro, sino más bien una elección como la de 1984, con una dudosa legitimidad electoral.
Cruz aboga por una unidad nacional que logre integrar las aspiraciones de la sociedad civil Azul y Blanco con partidos políticos democráticos, insiste en que Ciudadanos por la Libertad “es el vehículo electoral más seguro”, pero admite que el camino está plagado de la desconfianza del pasado.
En esta entrevista que brindó al programa televisivo Esta Noche, el catedrático del Incae habla del método político para tomar decisiones en una eventual coalición y propone que esta se base en una amplia representación parlamentaria, y en las instancias del Estado. Cruz visualiza el dilema de una salida política que no puede surgir como resultado de la inercia política. “Sin presión, no llegás; sin correlación de fuerzas, no llegás, objetivamente hablando”, insiste. “Y mi gran temor es ¿Cómo presionás sin destruir?”
Estamos en la cuenta regresiva del informe que presentará la comisión de cinco países la OEA –Canadá, Estados Unidos, Argentina, Paraguay y Jamaica--, que nació de la Asamblea General. ¿Se puede anticipar una nueva dinámica política en la diplomacia internacional o regional hacia Nicaragua?
A mí me parece sorprendente de que el Gobierno de Nicaragua no haya aprovechado esta comisión, era una forma de poder encontrar una salida política desde el punto de vista de elecciones anticipadas en un marco legal mucho más favorable para elecciones transparentes. Sin embargo, lo rechazó, sin ninguna cortesía, prohibiendo la entrada, con nombre y apellido, de los que supuestamente iban a llegar.
No hay duda de que esta comisión va a tener un informe que va a ser muy desagradable para las autoridades de Nicaragua, lo cual, sin embargo, no significa de que van a tener la capacidad, tomando en cuenta la correlación de fuerzas en el seno de la OEA, de poder suspender a Nicaragua de dicha organización. Lo que tengo entendido es que van a venir con una recomendación de resolución, donde si no se toman las medidas necesarias, para tener un marco normativo que le dé credibilidad a un resultado electoral, que bajo ningún punto de vista esas elecciones van a ser aceptadas por instituciones como la OEA y sus países miembros.
Desde la perspectiva de Ortega, que quiere permanecer en el poder, esto significaría exponerse a un desconocimiento diplomático del Gobierno de Estados Unidos, y de otros Gobiernos, sería un riesgo que, por lo menos hasta hoy, nunca ha estado dispuesto a tomar.
Sí, sería un riesgo notable. La economía nicaragüense es parte del ecosistema de los Estados Unidos, nuestra capacidad de crecer, de prosperar, está en función a ser parte de ese ecosistema; dependemos muchísimo del mercado norteamericano para nuestras exportaciones, en términos de remesas, de inversión extranjera, en condiciones de normalidad. Entonces, es indiscutible de que este es un país que no puede vivir en aislamiento, que no tiene la capacidad, independientemente de la naturaleza del régimen, de poderse aislar. Entonces, supongo yo que en algún momento van a tener que tomar una serie de medidas más sensatas, desde el punto de vista no solo del país, sino que de sus propios intereses, es muy difícil ver una Nicaragua en cuyo régimen se puede aislar.
Trump, la OEA, y las elecciones en EE. UU.
¿La política de Estados Unidos hacia Nicaragua, está alineada estrictamente en el carril de la OEA, o se mueve por otra dinámica relacionada, por ejemplo, con el ciclo electoral y el interés del presidente Trump de lograr la reelección?
Sí. La Administración Trump ha sido algo errática en cuanto a la permanencia de los cargos (clave). Un día amaneces con un funcionario de categoría, al otro día ese funcionario de categoría ya no está en la posición. El hecho, por ejemplo, de que Bolton desapareció de la posición no deja de ser relevante. Pero, también, el embajador McKinley, el que llegó a Nicaragua en enero de este año, también ya no está en el cargo. ¿Qué significa todo eso? Pareciera que no hay constancia en esos cargos y, la política en gran medida, de los Estados Unidos, depende de quién ocupe el cargo, ese es un primer punto.
El segundo punto, la lógica electoral es fundamental. Por ejemplo, todos sabemos que los 29 votos electorales de la Florida son indispensables, es cierto que (Trump) ganó cuatro estados que no estaba supuesto a ganar, pero independientemente de la Florida, aunque él no puede ganar independientemente de la Florida, además de tener que ganar uno de esos cuatro estados. Entonces, su política exterior hacia Nicaragua, Cuba y Venezuela, tiene verdaderamente un imperativo doméstico.
Pero antes de llegar a ese punto, ¿sería previsible ver otro tipo de acciones de parte de Estados Unidos, sanciones como las que ya se impusieron u otras, como las que mencionaste en la conferencia realizada ante AmCham?
Sin duda, sin duda.
¿Como una posible suspensión de Nicaragua en el Cafta? ¿Eso es un peligro real?
No, yo lo veo de esta forma. En el 2020, cuando ya estemos en el calor de las elecciones, no hay duda alguna que la lógica electoral prevalece sobre cualquier medida, independientemente de sus éxitos. O sea, para Trump y su equipo en función a eso pueden escalar con medidas que van a golpear muchísimo al país, independientemente del régimen, van a golpear a nuestra sociedad, con daños que pueden ser irreparables, pero para ellos ya no va a ser un tema de la efectividad de esa política, va a ser algo que tienen que hacer por razones electorales.
Y esa es mi preocupación, porque yo siempre he dicho de que hay algo que se llama –el interés nacional-, independientemente del autócrata que nos gobierne, y hay cosas que nos competen como país, y Cafta es un logro de la sociedad nicaragüense que hay que preservar, sobre todo en este momento, donde tan grande es el desempleo, y Cafta genera dos o tres familias que dependen de ese empleo. Ahora bien, si uno me dijese que sacando a Nicaragua de Cafta o suspendiéndola, que es mejor el término, en cuestiones de meses superamos la autocracia prevaleciente, está bien. Pero, ¿qué ocurre si esa transición es más compleja, es más difícil?
Y La otra preocupación que yo tengo, es que los Estados Unidos tiene una capacidad para olvidarse de los temas, tremenda. Y eso significa que, una vez que nos sacan y, la situación digamos que medio se resuelve, volvernos a reintegrar va a ser muy difícil.
Arturo, pero quien estaría, en todo caso, propiciando y provocando esa suspensión no es el pueblo ni la oposición nicaragüense, es el presidente Ortega
Sin duda alguna.
La conclusión sería entonces, ejercer un mayor nivel de presión política y cívica contra Ortega para que no lleve al país en ese rumbo.
Precisamente, pero independientemente de todo, los nicaragüenses, más allá del régimen autocrático, tenemos una obligación de defender ese interés para nosotros. Lo que te quiero decir es que hay otras formas de hacerlo sin destruir la economía. Una cosa es destrucción, otra cosa es presión.
Además, más allá de las sanciones a los individuos asociados al régimen, hay otro tipo de presiones que podés ejercer efectiva…
¿Por ejemplo?
En los organismos multilaterales. Independientemente de que haya una cartera aprobada, los procesos de desembolso no dejan de ser engorrosos cuando el directorio de Estados Unidos, con algunos países miembros, aliados de esta iniciativa, lo pueden hacer. Esos desembolsos son fundamentales para la inversión pública, y sin duda alguna, me parece a mí, que ese es un tipo de presión, dolorosa, pero que es aceptable.
El régimen de Daniel Ortega está agotado
En la conferencia que brindaste en AmCham hace tres semanas, hablaste de un nuevo rumbo para Nicaragua. ¿Cuál es ese nuevo rumbo? El régimen de Ortega está agotado, pero en su agotamiento está también socavando las bases de toda la sociedad.
Sin duda
¿Vamos hacia la inercia? ¿O hay nuevas fuerzas que pueden imponer presión para buscar una salida?
Yo creo que sí podemos hablar de un nuevo rumbo, al mediano plazo precisamente porque este es un régimen totalmente agotado. Cuando vos perdés toda tu legitimidad y lo único que tenés es coerción y tu base organizativa, no tenés futuro, eso es indiscutible, por eso es que veo la posibilidad de un nuevo rumbo. Este es un régimen que ya, objetivamente, está agotado.
No ves a Ortega prevaleciendo como Maduro, que también está agotado, pero se mantiene en el poder.
Por eso estoy hablando en el mediano plazo. Ahora, es cuestión de tiempo, ¿Cuánto va a durar esa transición? Y por eso es que la cordura en esas transiciones es tan importante, porque no es cuestión de un último empujón, de un último golpe de knockout, obviamente todavía tiene recursos para jugar en el corto plazo.
Ahora bien, hay nuevas fuerzas en Nicaragua que han surgido que son espectacularmente notables, independientemente de si estamos o no de acuerdo con ellos. Son fuerzas muy interesantes, porque además que se están cohesionando, tienden hacia la moderación.
¿De qué fuerzas estás hablando?
Estoy hablando de la sociedad civil organizada que hasta hace unos meses o años, no tenían la relevancia que tienen hoy. Cuando hay cambios sociales dramáticos, como los nuestros, las fuerzas tienden a radicalizarse, y tienden a polarizarse. Aquí está ocurriendo un fenómeno interesantísimo, que están convergiendo y están coincidiendo en muchos aspectos.
Somos heterogéneos: estas fuerzas. Estas hablando de la sociedad política, en algunos casos tradicional, pero creíble, y estás hablando de esa nueva sociedad civil, que pretende organizarse como sociedad política.
¿Le podés poner nombre y apellido a esa sociedad civil?
Estoy hablando de los que son parte del Azul y Blanco, los que son parte de la Alianza. Obviamente ahí hay gente interesantísima. Pretenden ser sociedad política, y es legítimo que pretendan ser sociedad política. La gran pregunta es cuándo, cómo, y en qué circunstancias.
Las bases políticas de una coalición nacional
Pero en medio de ese proceso, en que describís una tendencia hacia la moderación y el pragmatismo, también hay planteamientos excluyentes. Hay gente que dice –en esta alianza o en este movimiento no pueden estar tales o cuales, o solamente pueden estar estos-.
Eso es resultado, muchas veces, de las discrepancias del pasado, y por eso es que he dicho yo de que lo que tenemos que empezar a conversar, y he utilizado una expresión, -nos tenemos que bajar de nuestros respectivos pedestales-, tanto los de la sociedad política legítima, como los de la sociedad civil organizada; y encontrar maneras de cohabitar y de cooperar. Y mi preocupación, para los de la sociedad civil organizada, de cara al futuro, es que yo veo muy difícil que, en estos próximos meses, les den la legitimidad electoral que requieren, su franquicia electoral, para usar esa expresión, porque definitivamente eso no lo veo en el horizonte.
¿Cómo hacer que esas fuerzas participen como una sociedad política aceptable para esa fuerza, y que la sociedad política también reconozca que tienen que ser parte de esa gran unidad? No es fácil, pero por dicha, como vamos hacia la moderación y nos estamos bajando de nuestros pedestales, uno puede aspirar a esa expectativa.
Si Ortega mantiene el curso de acción que tiene hoy, no habrá reforma electoral, ni con la OEA, ni como resultado de una negociación con la Alianza Cívica; el único curso posible sería Ortega llamando, a algunos partidos politicos, excluyendo a la sociedad civil. ¿Tendría, ese tipo de entendimiento al estilo de los que se han hecho en el pasado, la legitimidad política para esa elección?
No creo. Nosotros no tenemos un escenario donde podemos anticipar riesgos sobre la base de probabilidades, lo que hay es incertidumbre.
En ese contexto yo creo que Ortega no deja de pensar en las elecciones que dio en 1984. Yo no veo el 1979; tampoco veo necesariamente 1990; para mí la mejor salida es el 90, pero no quiere decir que él no esté contemplando una salida intermedia, la del 84; una elección con partidos que están dispuestos a colaborar en función a un proyecto muy deficiente, pero él partiendo del supuesto de que para entonces va a tener un mínimo de legitimidad, cosa que no coincido con esa apreciación, pero que para entonces, probablemente, con un Trump reelecto, el afán por crear una situación democrática en la troika de la tiranía, de parte de los Estados Unidos, se empiece a evaporar y, supongo yo, con una Sudamérica convulsionada, verdad, ese afán por nosotros se puede perder. Por eso es que es indispensable que antes de noviembre de 2020 estemos creando una situación donde la posibilidad real de una elección creíble esté establecida. Si no la tenemos establecida, objetivamente, y llegamos al 2021 veo que la situación nuestra se complica extraordinariamente.
¿Cómo se construye una coalición nacional? Esa integración de la sociedad política y de los partidos políticos existentes, democráticos, no colaboracionistas del régimen; y por el otro lado, de la gran mayoría política, del movimiento nacional Azul y Blanco. ¿Depende de los líderes? ¿Depende del método político para seleccionar candidatos?
Todo lo que vos decís va a ser parte esencial. Va a tener que establecerse una metodología de cómo se va a organizar en esas situaciones, y también va a depender de las personalidades. No hay duda alguna de que nosotros seguimos siendo un país de personalidades y de emociones muy fuertes, que venimos arrastrando discrepancias que tuvimos años atrás, que de alguna manera hay que subordinarlas. Nuestra sociedad está llena de reclamos, esa es la realidad. Si queremos ver hacia el futuro, no nos quedemos estancados en esas diferencias.
Ahora, lo del método, lo de cómo verdaderamente tomar decisiones es indispensable, sin embargo, yo creo de que va a hacer que todas esas fuerzas, de alguna manera, bajo una metodología inteligente, de consenso, puedan ser representadas en el Parlamento, independientemente que el Parlamento del futuro vaya a ser una expresión de pluralismo débil y donde no haya coincidencias, pero es el ejercicio de ir construyendo democracia.
En tu conferencia en Amcham vos dijiste –hay un partido político inscrito que podría funcionar como un vehículo electoral-. ¿Hay condiciones políticas para ello en el partido que mencionaste, Ciudadanos por la Libertad?
Yo insisto que tal vez en este momento esas condiciones no son óptimas, pero, con el pasar del tiempo, con las conversaciones, con los diálogos, con juntarse, eso puede ir evolucionado hacia una dirección más positiva.
Ahora, tenés que reconocer que este es un partido que fue muy vilipendiado por los que ahora, ante una ausencia de otras alternativas, ven que no es el vehículo óptimo, desde el punto de vista de ellos, pero puede ser el único vehículo. Y ese es mi punto, o sea, que si definitivamente el Azul y Blanco pudiera tener su vehículo, ¡fantastico! Pero, qué tal si no lo tienen. Los otros vehículos no son confiables.
¿Cuáles son los otros vehículos?
Bueno, vos muy bien sabés. Los partidos tradicionales
El Partido Liberal Constitucionalista, el partido del líder evangélico Saturnino Serrato, el Partido Conservador…
Yo no me sentiría muy a gusto en montarme en ese vehículo, independientemente que uno puede tener simpatía por sus conductores, lo que vos querrás, pero no son vehículos con los que yo me siento a gusto…
Con el vehículo que yo me siento a gusto, lo digo aquí y lo repito de nuevo, es Ciudadanos por la Libertad, porque dentro de lo que tengo… te pregunto a vos ¿en cuál de todos te montarías? Aunque te gustaría montarte en otro, pero, si el otro no llega. Ese es mi punto.
Yo creo que la pregunta que todo mundo se hace es en relación a la amplitud, de ese, o cualquier otro vehículo, que realmente pueda representar ese espíritu nacional de la rebelión de abril, de esa mayoría política.
Por eso, por eso lo que vos decís es tan importante. Cómo se organiza esa unidad sobre la base de métodos en ese vehículo. Y aquí viene el punto, representación parlamentaria. Así como está sacrificando público, como lo dijo Kitty Monterrey, la casilla presidencial. La pregunta es ¿Cuál va a ser el espacio para la representación parlamentaria, número de diputados que están dispuesto a ofrecerse? Porque yo sí creo que todos estos grupos de la sociedad civil organizada, al jugar ser parte de la sociedad política, quieren tener su espacio, precisamente en las instancias del Estado, entiéndase por eso Congreso, Parlamento, Ejecutivo.
Y en los Gobiernos locales y en los Gobiernos regionales. Es decir, hay una demanda nacional de participación…
Total, total.
Hay una crisis en la política latinoamericana por la exclusión…
Sí, por supuesto. Y yo soy de los que creo que, una vez que logremos tener esa democracia representativa, que tanto se desea, entonces que florezcan como dijo Mao (Tse Tung), cien flores, cien partidos. Es decir, ahí es donde, en un ambiente que no hay marrulla, te podés organizar espectacularmente bien.
¿Cómo llegamos a ese punto? ¿Por la inercia? ¿Por una concesión unilateral de Ortega? ¿Por la presión nacional e internacional?
Sin presión, no llegás; sin correlación de fuerzas, no llegás, objetivamente hablando. Y mi gran temor es ¿Cómo presionás sin destruir? Para empezar, pensando en el país del futuro; y en segundo lugar, de que eso no quiere decir de que la atención que hay en el mundo, en función a Nicaragua ahora, es permanente; por eso es que él no descarta, y ese es el gran temor, que sería la debacle para nosotros como sociedad, y por lo cual la historia lo condenaría de una manera mucho mayor de lo que lo está condenando ahora, de optar por elecciones tipo 1984.