23 de marzo 2018
Más de 200 millones de córdobas se han invertido durante los últimos años en proyectos y programas de salud en Nicaragua. La última gran obra fue la construcción del hospital occidental Fernando Vélez Paiz, en Managua, cuyo costo sumó los 90 millones de dólares, según aseguró el comandante Daniel Ortega, durante su inauguración en enero de este año.
El nuevo hospital sustituyó el viejo centro hospitalario del mismo nombre, inhabilitado tras el terremoto de abril de 2014, y según los datos oficiales tiene capacidad para 373 camas hospitalarias, en un país donde se calcula que hay 12 camas por cada diez mil habitantes. Esa es una capacidad insuficiente, de acuerdo con pacientes y familiares que hacen uso de las infraestructuras públicas del sistema nicaragüense de salud.
“No hay camas para la cantidad de pacientes que ingresan. Por los pasillos se puede ver a personas en el piso o en sillas plásticas mientras les pasan un suero. Es tan triste como la competencia por una cama se convierte en una especie de sobrevivencia. Los que no alcanzan a tener cama, se arriman a las paredes”, afirma la socióloga Socorro Mendoza, quien relató a Reporte Ciudadano, de Confidencial, las humillaciones que sufrió cuando acompañó a su madre y esposo en el hospital Manolo Morales, de la capital.
“Los rostros de dolor y tristeza son el pan de cada día. Las miradas te hablan, piden a gritos un mejor trato”, agrega Mendoza.
Infraestructura escasa, a pesar de inversiones
En julio del año pasado, el Gobierno también inauguró el Hospital Primario Ethel Kandler, en la meca turística de Corn Island, Región Autónoma de la Costa Caribe Sur (RACCS). El centro cuenta con quirófano, sala de recuperación, emergencia, área de shock, laboratorio, sala de ultrasonidos, área de mamografía, rayos X, hospitalización, consulta externa y sala de rehabilitación. El costo del centro fue de 164 millones de córdobas, según informó la titular del Ministerio de Salud (Minsa), Sonia Castro.
Carmen García, habitante de la zona, aseguró que la construcción del hospital era una demanda que los pobladores habían tenido durante décadas.
“Estoy muy contenta con este hospital, está muy bonito y sobre todo la atención es excelente. Tengo a mi niño ingresado con neumonía, pero está estable, lo han atendido muy bien”, declaró García a medios oficialistas que cubrieron la inauguración.
“Ahora no tenemos que viajar a ningún lado para operar a nuestros bebés”, celebró también la pobladora costeña Nancy Álvarez, pues para viajar de Corn Island a su ciudad cabecera de Bluefields debían hacerlo en panga o lancha rápida, o bien en un vuelo comercial. Y según la gravedad, a veces tenían que trasladarse hasta Managua.
Sin embargo, la red hospitalaria de Nicaragua aún es insuficiente. A junio de 2017 se contaban 31 hospitales públicos, y un promedio de nueve médicos, ocho enfermeras y siete auxiliares de enfermería por cada 10 mil habitantes.
La atención de calidad sigue pendiente
La falta de atención hospitalaria de calidad también es un problema constante. En las salas de diversos hospitales es visible el deterioro de las instalaciones y el desaseo. Además, son regulares las quejas por las malas condiciones de los equipos médicos, o la falta de estos.
Igualmente, los ciudadanos se quejan por la mala atención y el maltrato del personal.
Las redes sociales se han convertido en un canal de denuncias sobre estas condiciones. En abril de 2016, se viralizó el caso de Héctor Torres, quien falleció en el hospital Antonio Lenín Fonseca.
A Torres lo expulsaron del área de emergencia del hospital, a pesar de que minutos antes fue trasladado por el Cuerpo de Bomberos, tras sufrir un accidente de tránsito. Según la versión de algunos testigos, el ciudadano fue “confundido” por el cuerpo médico con una persona en estado de ebriedad.
El hecho fue cuestionado como una “deshumanización” del sistema de salud. Y a pesar de que la familia denunció el caso en la Policía Nacional, no hubo un proceso de investigación ni sanciones al personal médico involucrado.
Falta cobertura y también buena atención
Marta Patricia González, estudiante de Administración, sabe qué se siente esperar por atención médica, cuando uno literalmente se retuerce del dolor en un hospital. Ella llegó con un fuerte dolor abdominal al hospital Alemán Nicaragüense. Sus síntomas indicaban que era una apendicitis, pero asegura que “casi” se muere esperando, después de cinco horas en que únicamente le tomaron su nombre y otros datos.
Cuando no pudo más con el dolor, González se tiró al piso retorciéndose. Entonces una enfermera reaccionó y la remitió a una sala para revisarla. El doctor que la atendió le dijo que si hubiera esperado más tiempo, su condición habría empeorado.
“Yo le dije que si estaba así, era porque no me hacían caso. Muchas veces yo sé que no es culpa de los doctores, porque no dan abasto con lo que tienen, pero en esta ocasión fue pura negligencia de las enfermeras, que no querían atenderme”, reclama González.
Confidencial realizó un sondeo en las principales avenidas de la capital para conocer cuál es la opinión de la ciudadanía sobre la atención que reciben en los centros de salud, hospitales e Instituciones Proveedoras de Servicios de Salud (IPSS).
Omar Chavarría narró que una noche unos pandilleros lo atacaron para robarle su celular. Y aunque no opuso resistencia, los delincuentes lo apuñalaron en el hombro.
“Llegué a mi casa sangrando. Mi esposa llamó a un taxista y nos fuimos de emergencia al Lenin Fonseca. Iba sangrando, casi a chorros, la hemorragia no paraba y cuando llegué al hospital, no me querían atender porque no andaba mi cédula”, recuerda.
Desesperado, su esposa fue a reclamar a la oficina del director del hospital, pero no tuvo suerte. Tampoco otra doctora quiso atender a su esposo. Al final, una enfermera lo remitió a la sala de operación.
“Uno cuenta estas cosas y la gente no te cree. Es que en las películas salen otras cosas, pero la realidad en Nicaragua es bien triste. Si no es negligencia, es el desaseo o la falta de medicamentos. Imagine que yo salí ese mismo día y solo me hicieron unos puntos y me dijeron que yo tenía que buscar el medicamento, que no podían darme, porque no llevaba mi cédula. A veces hasta se pasan de inhumanos”, lamenta Chavarría.
La socióloga Socorro Mendoza también critica que en el hospital Manolo Morales, las paredes están rajadas, algunos cuartos no tienen luces, hay poca ventilación e incluso opina que no se puede diferenciar si un lampazo sirve para limpiar, o es mejor ni siquiera usarlo.
“Durante ocho de los diez días que estuvimos en el hospital, no llegó ningún médico. Solo llegaron enfermeras a tomar muestras para el laboratorio, pero nadie informa si el paciente tiene alguna mejoría. Una trabajadora nos dijo que los doctores solo miraban los expedientes, pero no decían nada más. El personal de enfermería llegaba y solo nos gritaba”, critica Mendoza.
“La impotencia dentro de un hospital de Nicaragua es brutal. El abandono es humillante. Sé que el personal hace lo que puede con lo que hay y desde sus capacidades, pero no quiero agradecer por esa poquedad. No es lo que nos merecemos”, valora Mendoza.
Quejas son comunes, según informe del Cenidh
En 2016, un informe del Centro Nicaragüense de Derechos Humanos registró diversas violaciones al derecho a la salud. En el norte del país, según el documento, los ciudadanos resienten la sectorización de estos servicios. En los territorios específicos en los que se habilitaron consultorios médicos, muchos no contaban con las garantías básicas para una adecuada atención, especialmente en el equipamiento para las consultas y entrega de medicamentos.
En Jalapa, Nueva Segovia, otros pobladores reclamaron que el Gobierno optó por construir un parque, en lugar de un nuevo centro hospitalario solicitado por la comunidad.
Usuarios consultados por Confidencial estiman que la inversión de los últimos años en el sector, no se nota tanto en los hospitales públicos ni en los centros de salud, pues no hay medicinas y la infraestructura de muchos edificios está obsoleta.
El director del Centro de Estudios y Promoción Social (CEPS), Leonel Argüello, asegura que la última compra de medicamentos en el exterior se elevó en un 20%, pero esto no se refleja en los estantes de las farmacias de los hospitales y centros de salud.
“Yo las veces que he ido al hospital me dan mis recetas, me voy a la farmacia del hospital y me han dicho que no tienen, y lo que me dan son otras pastillas que no me sirven de nada. ¿Qué hago yo? Me voy a otra farmacia a comprar mis medicamentos”, afirma Marcela Rosales, docente en una escuela primaria en Managua.
El informe del Cenidh explica que las clínicas previsionales son empresas que perciben importantes ingresos del Estado y de las personas afiliadas al Seguro Social. El 70% de estas son propiedad del Instituto Nicaragüense de Seguridad Social (INSS), por lo tanto están obligadas a brindar una buena atención y garantizar el medicamento prescrito por los médicos, conforme las necesidades del paciente.
Pero los ciudadanos se quejan de que existe una atención deficiente debido a la falta de personal médico que brinde calidad y calidez humana.
Ciudadanos se sienten desprotegidos ante impunidad
Durante 2016 y en los primeros meses de 2017, las clínicas médicas previsionales fueron denunciadas por reducir las listas de medicamentos, sin brindar mayores explicaciones a los pensionados. Los usuarios también se quejan de una impunidad generalizada o consideran que es frecuente que la Comisión Médica no encuentre responsabilidades, violando los derechos de las víctimas.
Para el asesor jurídico del Cenidh, Salvador Marenco, existe una gran desprotección de parte de las autoridades y cree que falta beligerancia para ayudar a las personas afectadas por algún tipo de negligencia.
“Las personas merecemos protección por igual de parte del Gobierno y sus autoridades. Además es necesario que las instituciones cumplan con sus funciones. Esta protección debe comenzar desde la atención que recibimos en los centros, así como la recepción de las denuncias y las respectivas investigaciones. Cuando hablamos de derecho a la salud, hablamos de un tema que debe tratarse con mucha beligerancia, porque si afectás este tipo de derecho, también dañás el goce y disfrute de los demás”, advierte Marenco.
¿A quién acudir si tiene una denuncia?
En 2015, el Cenidh registró unas doce denuncias por negligencias o maltratos médicos. En 2016 la cifra fue similar y en 2017 se contabilizaron al menos 15 casos. En lo que va de este año ya se registran siete denuncias.
Marenco asegura que en la mayoría de casos, las autoridades hospitalarias se “ciegan”, no atienden las denuncias de los ciudadanos y tampoco realizan sus obligaciones en los debidos procesos de investigación.
El asesor jurídico explica que al empezar un proceso de investigación los afectados deben dirigir sus quejas a cuatro entidades específicas: la Policía Nacional, el Ministerio Público, el Instituto de Medicina Legal y el Silais de la localidad en la que padecieron la negligencia. Estas instituciones son las encargadas de abrir un expediente investigativo para atender las quejas.