21 de enero 2023
“Siento que estoy en un limbo”, expresa Christian con preocupación. “Confío en que algo va a suceder”, afirma “Santiago”, que se resiste a perder la esperanza.
Ambos jóvenes nicaragüenses buscan llegar a Estados Unidos para huir de la represión y la dura situación económica en el país, pero que desde el cinco de enero están varados en México, al igual que otros cientos de nicaragüenses, tras el anuncio del cierre de la frontera sur de EE. UU. a migrantes de Cuba, Haití y Nicaragua, tal como ocurrió en octubre de 2022 con los de Venezuela.
El Gobierno estadounidense cambió su política migratoria ante un número inédito de migrantes que desbordaron su frontera con México durante 2022.
En paralelo al cierre de su frontera, Estados Unidos anunció que aceptará a migrantes de esos cuatro países (Nicaragua, Cuba, Venezuela y Haití) bajo el programa “parole humanitario”, pero expulsará de manera expedita a México a quienes que intenten cruzar de manera irregular o soliciten asilo sin una cita.
La nueva disposición migratoria fue presentada por la Administración de Joseph Biden como una “solución” ante lo que consideran una crisis en la frontera. Sin embargo, se ha convertido en un “calvario” para los migrantes nicaragüenses que se encontraban rumbo al país norteamericano.
Christian y su anhelo frustrado de llegar a Estados Unidos
Christian Meléndez es excarcelado político e inició su viaje hacia Estados Unidos el 22 de diciembre de 2022 en busca de seguridad. Para él, exiliarse no era una opción, pero en noviembre pasado el asedio en su contra aumentó.
A diferencia de otros migrantes que deciden contratar “guías” para la arriesgada travesía, Meléndez decidió hacerlo por su cuenta. “Me fui con un amigo transportista en su camión hasta Guatemala y finalmente logré cruzar a México el 28 de diciembre”, relata.
Con poco dinero y solamente una mochila, Christian llegó a la ciudad de Tapachula, en Chiapas, México, frontera con Guatemala, donde pretendía tramitar una identificación provisional que le permitiría circular en ese Estado sin ser detenido por las autoridades. Luego se trasladaría a San Pedro Tapanatepec, en Oaxaca, para obtener ahí una Forma Migratoria Múltiple (FMM), y finalmente continuar su viaje hasta la frontera norte de México.
“Cuando llegué a las oficinas en Tapachula estaban cerradas y no pude tramitar el permiso, así que el 5 de enero decidí ir a hasta Tabasco, donde está un amigo, para juntos arriesgarnos a ir hasta la frontera norte”, narra.
Se encontraba viajando hacia Tabasco cuando se enteró de las nuevas disposiciones migratorias de Estados Unidos. “Me quedé en shock y como en un limbo. No sabía qué hacer, intentaba preguntar y todos me decían lo que yo ya sabía”, recuerda con tristeza.
Christian no puede ingresar a EE. UU. Tampoco puede regresar a Nicaragua por la persecución política en su contra. Su única opción es permanecer en México mientras tramita el “parole humanitario”, un proceso que le permitirá migrar de forma regular para vivir y trabajar en EE. UU. durante dos años.
“Santiago” y sus dos hermanos empeñaron su casa
De Nicaragua también salió “Santiago”, de 27 años. Empezó el viaje el 31 de octubre del año pasado junto a sus dos hermanos menores, de 19 y 22 años.
“Somos de escasos recursos. Mi mamá tiene 30 años de vender tortillas y somos ocho hijos. Es una situación muy difícil”, explica con nostalgia al recordar la familia que dejó atrás. “Tuvimos que empeñar la casita de mi mamá para hacer el viaje”, continúa. “Santiago” nos solicitó resguardar su identidad por temor a sufrir represalias del actual régimen en Nicaragua, dado el clima de represión estatal contra ciudadanos críticos que hablan con los medios independientes.
Durante el trayecto, “Santiago” y sus hermanos han sufrido hambre, frío, extorsión y secuestro. “Cuando llegamos a San Pedro Tapanatepec no teníamos suficiente dinero para pagar un hospedaje, así que nos quedamos durmiendo en la cancha de un campamento. El frío era terrible”, relata.
Quince días después, les entregaron la FMM que les permitió avanzar de forma regular por el país y se trasladaron a Ciudad de México donde tomaron un bus para continuar hacia el norte del país. “Antes de llegar a Durango se subieron dos sujetos al bus y nos exigieron pagar 5000 pesos mexicanos a todos (el equivalente a 280 dólares) si queríamos pasar. Como casi nadie los andaba, nos bajaron, nos subieron a otro bus y nos llevaron secuestrados a una finca”, recuerda. Fueron rescatados por el Ejército Mexicano tres días después. “Luego nos regresaron hasta Villahermosa, Tabasco”, agrega.
“Santiago” y sus hermanos decidieron quedarse en Tabasco mientras encontraban la manera de continuar su viaje. El 5 de enero se esfumaron sus esperanzas de llegar pronto a EE. UU. Sus dos hermanos regresaron a Nicaragua. Él todavía permanece en suelo mexicano sin el dinero suficiente para retornar a su país.
Hay cientos de nicaragüenses varados en México
“No hay un número exacto, pero sí sabemos que por lo menos hay más de 300 personas (nicaragüenses) varadas en Tapachula y que más de 300 personas se encontraban viajando hacia los puestos fronterizos de Monterrey y Piedras Negras el día del anuncio de la nueva medida”, explica Ivannia Álvarez, activista política exiliada en México que forma parte de las redes de solidaridad que apoyan a migrantes nicas en ese país.
“He tenido contacto con varios nicaragüenses. Desde la frontera fueron recibidos y luego retornados a México, donde se les dio la oportunidad de tomar un bus hacia Ciudad de México y de ahí ellos decidían si regresar a Nicaragua o quedarse acá”, continúa.
La mayoría de nicaragüenses han optado por regresar a su patria, cuenta Álvarez, pero muchos otros, como Christian y “Santiago”, se encuentran “atrapados” en México, un país desconocido para ellos, donde se encuentran expuestos a la inseguridad, el hambre y la incertidumbre.
“En este momento sobrevivo gracias al apoyo en alojamiento y comida que nos brindan los albergues cercanos, pero a veces no tienen capacidad para todos”, explica Christian.
“Santiago” fue acogido por una iglesia en Villahermosa. Recientemente consiguió un trabajo temporal en el mercado central de la ciudad. “Gano muy poco, pero es algo”, dice el joven.
Para Álvarez, si bien las nuevas medidas migratorias estadounidenses buscan garantizar una migración segura y ordenada, también agudizan la crisis humanitaria de los migrantes en México. “Los migrantes que quedan varados se enfrentan ahora a conseguir (dinero para) una renta, conseguir un trabajo… Es una situación muy difícil porque estas personas no venían a México, solo estaban de tránsito, por lo que no tienen ningún familiar, ni hay aquí una comunidad tan grande de nicaragüenses que puedan hacer frente a la situación”, lamenta.
Algunos migrantes enfrentan una serie de dificultades para aplicar al programa de parole humanitario. Una de ellas es contar con un patrocinador con estatus legal en EE. UU. que tenga la capacidad de brindarles apoyo financiero y cualquier otro tipo de apoyo. “El único problema que yo estoy teniendo es con el patrocinador. Pasan y pasan los días, pero nada”, comenta con frustración Christian. “Santiago” se encuentra en la misma situación. “He pensado en optar al parole humanitario, pero no tengo a nadie que quiera patrocinarme”, expresa con preocupación.
La otra alternativa que ha proporcionado la Administración Biden para quienes deseen solicitar asilo político en EE. UU. es programar una cita por medio de la aplicación móvil CBP One para obtener una cita previa y que su caso sea atendido en un puerto de control fronterizo.
Christian y “Santiago” consideran que, bajo sus condiciones actuales, esta no es una opción viable para intentar ingresar de manera regular a territorio estadounidense.
“Tendría que cruzar todo México para llegar hasta uno de los puertos de entrada y correr el riesgo de ser detenido por las autoridades mexicanas o secuestrado (en el camino)”, alega Christian.
“Leí que este proceso puede tardar y no es seguro que te den el asilo. Creo que aplicar al parole es más seguro y menos costoso”, expresa “Santiago”.
Mientras tanto, ambos permanecen a la deriva.