9 de marzo 2023
Los 606 días que la activista política Tamara Dávila permaneció en la cárcel, luego de ser secuestrada por el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo, significa “una curva de aprendiza dura”, pero “clave” en su vida, en la que salieron fortalecidas sus convicciones para buscar una salida democrática a la crisis sociopolítica y el estado policial impuestos por la dictadura.
En una entrevista para el programa Esta Noche, que se transmite por Facebook y YouTube por la censura del régimen, la expresa política relató la violenta captura por parte de agentes de la Policía Nacional, y el sufrimiento por la tortura psicológica que vivió en El Chipote, principalmente por la prohibición del régimen de permitir visitas de su familia, principalmente su hija menor de edad.
Sin embargo, Dávila, quien luego de ser excarcelada, fue desterrada a Estados Unidos por el orteguismo, junto a otros 221 reos de conciencia, expresó su confianza en la hermandad política gestada en las celdas de la dictadura del verdadero liderazgo opositor. “El objetivo del régimen doblegar nuestros cuerpos, nuestro espíritu y nuestra mente. No lo logró”, dijo durante la entrevista.
Permaneciste 606 días en la celdas de confinamiento solitario en El Chipote, ¿cómo estás? ¿cómo han sido estas primeras cuatro semanas en libertad?
Mi condición de aislamiento en El Chipote, la vivimos tres mujeres más conmigo. Estuvimos en celdas solitarias durante todo ese tiempo y resistimos. Logramos salir vivas, gracias en primer lugar a las energías y al trabajo que sabíamos que todas y todos estaban haciendo afuera por nosotros. También resistimos y salimos, no solamente nosotras, sino también todos los presos que estuvimos en las distintas cárceles del país, convencidos de la urgencia de seguir trabajando para salir de esta dictadura.
Sobre el día de tu arresto, el 12 de junio del 2021, ¿qué pasó en ese momento y cómo transcurrieron las siguientes horas?
Fue violento, como lo fueron todos los allanamientos y secuestros en ese periodo. En mi casa estábamos mi hija y dos amigas que habían llegado solidariamente a acompañarme, porque sabíamos que ese allanamiento y ese secuestro podía suceder en cualquier momento. En mi caso, yo fui la que abrió la puerta de mi casa a los policías y, sin embargo, me golpearon en el rostro. No con el puño cerrado, pero sí con la mano abierta. Sangré de mi nariz y a pesar de eso, yo les dije: ‘yo estoy aquí, ustedes me buscan a mí, no entren, hay una niña menor de edad adentro’. Sin embargo, entraron, me golpearon y me subieron a la patrulla, arrastrándome de los dos brazos. En ese momento, yo estoy angustiada por mi niña y porque veo que hay un despliegue policial enorme que está entrando a mi casa.
Yo subo el rostro para intentar ver hacia atrás y el conductor de la patrulla le dice a las dos oficiales mujeres, que están una a cada lado mío: ‘bajale la cabeza a esa golpista hija de la gran p…que no la quiero ver’. Entonces me vuelven a bajar la cabeza con violencia y yo comienzo a sangrar de la nariz. Ahí me doy cuenta que estoy sangrando y ahí también, las dos oficiales que van al lado mío, se dan cuenta. Una de ellas era la que me había golpeado. Me dio mucho miedo. No sabía dónde me llevaban. Tuve mucho miedo porque este es un régimen que ha asesinado y yo temía por mi vida en ese trayecto. El alma me volvió al cuerpo cuando escuché en el intercomunicador del policía que conducía la patrulla, que estábamos llegando a la Dirección de Auxilio Judicial y ahí supe que iba a estar presa, que iba a sufrir, pero que iba a estar viva y decidí salir de ahí con vida.
En Auxilio Judicial te ponen en una celda de confinamiento, totalmente sellada. ¿Cómo eran esas celdas en las que estuviste?
Las celdas en la Dirección de Auxilio Judicial son distintas según los pasillos. Estuve en un pasillo donde había cuatro celdas. Las dos primeras celdas eran distintas a las dos celdas de atrás. Mi celda era con una puerta empernada, no tenía barrotes. En esa celda había un tragaluz, donde podía ver el cielo y dos pequeñas ventanas, una en el inodoro y otra en la celda. Entonces me entraba mucha luz, podía ver el cielo, podía ver el horizonte, entraban los pajaritos. Estaba sola en esa celda, pero tenía ese pedacito de luz. Los demás presos estaban en celdas de barrotes, podían verse unos a otros, pero no tenían tanta luminosidad como la que yo tuve. Tuve esa gran ventaja, en relación al resto. Estuve aislada y no tenía contacto humano, más que con los carceleros que abrían y cerraban la escotilla de mí portón para entregarme mis alimentos o mis medicamentos, a distintas horas del día.
Sobreviviendo al aislamiento
¿Por qué permaneciste sola todo ese tiempo, te dieron alguna razón?
Ninguna. Esa fue la orden que recibió la Dirección de Auxilio Judicial de parte de Daniel Ortega y Rosario Murillo. La orden de tenernos a las cuatro mujeres solas en las celdas, en aislamiento, incomunicación e inactividad absoluta, como nos mantuvieron a las más de 80 personas que estuvimos ahí durante casi dos años. Si te sacaban de tu celda, independientemente de cuál sea la celda en donde estés, no podés levantar la cabeza, no podes ver a los lados, no podés decir nada. No podés mover las manos, hacer ningún gesto, no tenés acceso a libros, no tenés acceso a nada, solo a tus alimentos. Incluso, tener acceso a los productos de higiene personal dependía de la voluntad de quién estaba a cargo ese día. Pero eso era en realidad la decisión de Rosario Murillo y Daniel Ortega. Ellos son los únicos responsables de todo lo que ha pasado en el país desde 2018, y ellos eran los que daban las órdenes de cómo nos iban a tratar a cada uno de nosotros, con nombre y apellido.
¿Cómo te impactó ese aislamiento?
Fue muy duro porque, a pesar de que muchos de nosotros ya sabíamos que eso podía pasar en cualquier momento, uno nunca se espera la crueldad con la que el régimen actúa. No me esperaba, por ejemplo, que no me iban a permitir mis visitas familiares, como establece la Ley del Sistema Penitenciario nicaragüense. Nosotros tuvimos nuestra primera visita familiar tres meses después de estar presos y con una angustia terrible, porque tu familia no sabía nada de vos, y nosotros mucho menos. No sabía si los habían echado presos, si habían golpeado a nuestros hijos e hijas, que estaban en nuestras casas durante los allanamientos. Eso es una enorme tortura psicológica. Fue muy duro, fue completamente ilegal e injusto, pero hemos salido más fortalecidos. Hemos salido mejor de lo que está el régimen y de lo que están Daniel Ortega y Rosario Murillo, en este momento.
Mencionabas a Ana Margarita Vijil, Suyen Barahona y Dora María Téllez, que eran las otras tres mujeres que permanecían bajo condiciones similares a la tuya, ¿por qué tanta saña contra ustedes?
Creo que tiene que ver con que las cuatro somos parte de Unamos y que estábamos en posiciones de liderazgos en el partido, y que somos mujeres. Daniel Ortega y Rosario Murillo tienen una saña particular contra las mujeres en general. Por ejemplo, María Oviedo y Violeta Granera, que estuvieron en una celda juntas, también tuvieron una situación de aislamiento y torturas psicológicas. Creo que son algunos de los elementos, pero sinceramente no termino de entender a cabalidad, cuál puede ser la totalidad de los elementos que los llevó a esa decisión.
¿Qué hacías para lidiar con el aislamiento, no podías platicar con nadie, qué hacías?
Comencé a hacer mucho ejercicio, caminaba mucho. Usaba mi metro cuadrado. Yo tengo la dicha de haber tenido dos madres, una de ellas es pedagoga, y desde que estaba chiquita siempre escuchaba sus disertaciones sobre Pablo Freire, quien decía —en voz de ella—, que si uno no usa el poder que tiene en su metro cuadrado, alguien más lo va a usar. El día que puse un pie en esa celda, decidí usar mi metro cuadrado y decidí usar el poder que yo tenía sobre mí misma.
El objetivo del régimen era doblegarnos a todos, no solo a mí. Doblegar nuestros cuerpos, espíritus y mentes. Volvernos locos, y yo dije que no. No lo van a lograr. Voy a usar mi metro cuadrado, como he aprendido de mi mamá y voy a salir de aquí sana. Comencé a proponerme rutinas durante mi día. Comencé a hacer ejercicios, a rezar y ver el cielo, a escuchar a los pajaritos, agradecer por las cosas que tenía. Comencé también a cantar, cantaba muy bajito al inicio. Cuando ya nos dejaron hablar, al final del año pasado, pues ya comenzamos a cantar un poquito más alto. Cantaba mucho la Misa Campesina.
Juicios mostraron la decadencia del régimen
A vos te condenaron por “traición a la patria”, ¿qué preguntaban en los interrogatorios?
Quienes estaban en la Coalición Nacional, quienes estaban en la Alianza Cívica, en CxL, en Unamos, en los partidos políticos, sobre la salida democrática que planteamos. Había mucho de eso en los interrogatorios, Luego los interrogatorios eran sobre personas. ¿Qué pasaba con éste?, ¿quién era esta persona? No contesté una sola pregunta alrededor de las personas, sobre quienes me preguntaban. Siempre dije que iba hablar por mí, de lo que yo había hecho, de lo cual no me arrepiento y lo voy a seguir haciendo y diciendo, aún estando presa.
¿Qué pasó en el juicio, que pruebas presentaron en tu contra? ¿Pudiste defenderte o pudiste tomar la palabra en la audiencia?
Pude tomar la palabra en la audiencia, al final de los siete días. El juez nos dio dos minutos con nuestros abogados y nos permitió tres minutos para hablar. Ese juicio para mí fue de un enorme aprendizaje. Por un lado, darme cuenta de la decadencia del régimen, el sistema judicial, la Policía Nacional, y cómo este régimen se mantiene únicamente por la represión. Fue una enorme lección ver lo decadente de este régimen,
Las pruebas, en ninguno de los casos de los presos políticos desde 2018, son realmente pruebas. Ahí habían dibujos de mi hija, diez cajas de música vacías, libros de pintura, el diario de mi hija, que yo pedí desde el primer día. El diario de mi niña que no tenía por qué estar en una acusación judicial, lo cual es violatorio a los derechos de la niñez, eso fue completamente absurdo. Digamos que lo más lo más peligroso que había en una prueba de mi activismo político, no de ningún delito, era el megáfono que tenían ahí como prueba, como si fuera un arma de fuego.
Las lecciones de la cárcel al liderazgo opositor
¿Cuáles fueron las lecciones para todo el liderazgo cívico que estuvo preso?
Creo que la más grande y linda lección es que tenemos muchas diferencias, pero que lo que nos unió y lo que nos une es nuestro profundo amor por Nicaragua. Nuestras ganas de vivir en nuestro país y de que haya democracia. Que podamos seguir siendo diferentes, que podamos seguir pensando distinto, que podamos agruparnos donde nos dé la gana, pero que podamos también vivir esa libertad en nuestro país. Ortega cometió el grave error de tenernos a todos juntos en un mismo lugar. Nos hermanamos en el dolor y nos hermanamos en el amor por una Nicaragua libre, linda, democrática y justa. Esa es la gran ganancia de ese liderazgo que tuvo Daniel Ortega y Rosario Murillo recluido durante casi dos años en El Chipote.
¿Cuál es el futuro que ves del movimiento cívico y qué puede hacer para facilitar un cambio en Nicaragua, frente a las condiciones de represión que existen?
La oposición nicaragüense es diversa y amplia. Esa es una gran ventaja frente a un régimen, que cree que encarcelando a 80, 70 o 222 líderes políticos, iba a acabar con la denuncia y la necesidad de salir de esta dictadura. No se acabó con los presos políticos que estuvimos ahí, durante casi dos años. Hubo otro liderazgo que estuvo al frente, que estuvo incidiendo. Hubo un periodismo activo. Hubo campañas que nos permitieron tener mejor alimento adentro. Después de la 'campaña Se Humano', comenzamos a tener mejor y más comida. Hay que seguir haciendo lo que hemos estado haciendo, la denuncia, la lucha cívica y la salida democrática del régimen.
Todavía nos quedan 39 presos políticos, entre ellos monseñor Rolando Álvarez, la figura más emblemática y la de mayor de mayor convicción en este momento, pero hay 39 personas por las cuales tenemos que seguir incidiendo y tenemos que seguir denunciando, para que también salgan y luego, tenemos a una dictadura encima, por la cual tenemos que seguir trabajando para que salgan de una manera cívica y lo vamos a lograr con la ayuda de todas y todos los nicaragüenses dentro y fuera del país.