14 de septiembre 2020
Hace un año, el régimen orteguista prohibió izar la bandera de Nicaragua en las viviendas o portarla en los vehículos. Ahora, desde finales de agosto, en el mes previo al mes de las fiestas patrias, la Policía Nacional ha decomisado a los comerciantes banderas nacionales que presuntamente incluyen un arcoíris que asemeja a una barricada hecha con adoquines.
El caso más conocido ha sido el de la comerciante Tania Isabel González Solís, de 38 años, quien el pasado 25 de agosto fue arrastrada por policías de San Carlos, Río San Juan, al tratar de arrebatarle un rollo de banderas nacionales que ella vendía en una ferretería de su propiedad.
La comerciante fue retenida durante cuatro horas en la comisaría local. La Policía le decomisó las banderas bajo el argumento de que alteraban los símbolos patrios. González reclamó a los agentes que la propia vicepresidenta y vocera estatal, Rosario Murillo, ha sido la primera en distorsionar los símbolos patrios como el escudo nacional. “Yo les dije a los policías: ‘Si te fijás en el escudo que sale como membrete en todos los documentos del Estado es un escudo para payaso, pues porque no tiene todos los colores y está deformado’”, reportó el diario La Prensa.
En los días posteriores, agentes policiales han recorrido los mercados “inspeccionando” las banderas que venden comerciantes y librerías. “Vinieron sin ninguna orden (judicial), simplemente me dijeron que iban revisar las banderas, comenzaron a hacerles fotos y se las llevaron sin más ni más, no me dejaron un acta de que me requisaron”, relata a CONFIDENCIAL Miguel Ángel Urbina, comerciante del mercado Iván Montenegro.
Al comerciante capitalino, la Policía Nacional le decomisó ilegalmente al menos 100 banderas plásticas. “El problema es que la bandera se politizó. La bandera se ha vendido siempre para las fiestas patrias, y ha sido una venta libre y sin cuestionamientos”, afirma el vendedor.
“Este año no sé por qué dice la Policía que la bandera está vandalizada, yo la he vendido siempre y para mí es la misma bandera de Nicaragua”, cuestiona.
Temor entre comerciantes
Urbina describe que se sintió “incómodo y molesto” porque llegó cerca de una decena de policías “como si yo fuera delincuente”.
“Tengo cuarenta y pico de años de estar en este mercado, soy fundador; nunca he tenido problemas, nunca he estado preso, he sido un hombre apolítico”, reclama. Sin embargo, en el mercado hay temor entre los comerciantes.
La persecución contra la bandera ha provocado que muchos prefieran no venderlas o solo tener las “aceptadas” por la Policía, que, en este caso, son las de tela o satín, que se ofertan a un precio de 35 a 100 córdobas (según el tamaño), contrario a las banderas plásticas que cuestan unos cinco córdobas.
Hellen Rivas, comerciante del Iván Montenegro, indica que para evitar un decomiso de la Policía, prefieren no invertir en banderas plásticas. “Vendemos una de papel, que la tenemos desde unos dos años, y la de tela que siempre la vendemos para esta época”, precisa.
Yamileth Bonilla, comerciante del Mercado Roberto Huembes, agrega que “la gente compra las banderas con temor. En lo personal me han dicho: ‘quítemele el palo y démela en una bolsa negra’, y así se la llevan. Eso es lo que pasa, lamentablemente es lo que estamos viviendo”.
Símbolo de las protestas
La criminalización de la bandera nacional comenzó luego de que esta se convirtió en un símbolo del levantamiento cívico de 2018. La Policía Nacional, paramilitares o fanáticos orteguistas han acosado, agredido y detenido a cualquier ciudadano que la lleve en su vehículo.
Uno de los casos más conocidos es el del profesor Humberto Hernández, acosado y citado por la Policía, por recorrer en moto las calles de la ciudad de Camoapa, en Boaco, portando una bandera azul y blanco.
“Ellos quieren apagar todo foco de resistencia, quieren apagar todo foco de pensamiento libre, y eso es imposible, solo en una persona demente puede caber de que todos vamos a pensar igual”, afirma Hernández sobre el régimen a CONFIDENCIAL.
Otro caso ampliamente difundido fue el del empresario de la construcción, opositor y consuegro de Ortega, Lolo Blandino, detenido en más de una ocasión por llevar banderas de Nicaragua ondeando en las ventanas de su vehículo. O el del abogado Avil Ramírez Mayorga, detenido por la Policía Nacional por ondear la bandera nacional en la Carretera a Masaya.
A todos, el régimen los ha perseguido y a varios los mantienen vigilados. Sin embargo, ellos sostienen no claudicaran en portar la azul y blanco.
Para la ciudadana Flor Ramírez, quien ha sido perseguida por portar la bandera nacional, y los colores azul y blanco, “nosotros tomamos la bandera como un símbolo nacional y representativo en nuestra lucha libertaria, porque no teníamos armas, no había cómo defendernos”, señala. “Doña Flor”, como la han llamado en las protestas, se hizo popular en las protestas ciudadanas porque vestía un huipil azul y blanco, con trenzas del mismo color.
“Tomamos nuestra bandera como escudo para que la guardia orteguista no nos hiciera nada, pero fue todo lo contrario, nos las arrebataban, pisoteaban y quemaban”, subraya Ramírez.
Persecución contra opositores
Para Guillermina Zapata, madre del joven Francisco Reyes, asesinado de un tiro en la cabeza durante la llamada madre de todas las marchas, del 30 de mayo de 2018, la bandera de Nicaragua también representa uno de los últimos recuerdos de su hijo. Aquella tarde, quienes auxiliaron a Francisco trataron de tapar su herida con una bandera azul y blanco. La madre hoy conserva el pendón bicolor con restos de la sangre de su hijo.
La Policía “es cobarde”, estima la integrante de la Asociación Madres de Abril, tras cuestionar que “la bandera azul y blanco se respeta y no es ningún delito andar una bandera azul y blanco, pero ahora si es un delito para ellos”.
Jonathan López, universitario y exreo político de la dictadura, considera que la bandera nacional “es parte esencial de nuestra identidad como nicas”. A él, afirma, le recuerda “el compromiso con nuestra nación, representa nuestra cultura, representa nuestra historia, el luchar por un solo propósito”, que describe como “alcanzar el bienestar de nuestra sociedad, y principalmente que se debe trabajar por las necesidades colectivas, y no por los intereses individuales”.
La también universitaria y rea política en dos ocasiones, Amaya Coppens, reflexiona que “el significado de la bandera de Nicaragua ha cambiado muchísimo desde abril”.
“Antes de eso la habían convertido en un símbolo casi trillado, que solamente mirábamos en las fiestas patrias, o durante eventos formales, por el intento reiterado de esta dictadura de reemplazar por colores chillantes y por banderas partidarias; ahora se ha convertido en un símbolo mucho más profundo, sobre todo porque aglutina a las diferentes luchas del pueblo nicaragüense con sus complejas diversidades y reivindicaciones”.
Coppens valora que a la bandera, el régimen “la ha pisoteado y agredido, de la misma manera en la que ha encarcelado y enjuiciado a quienes se han atrevido a enarbolarla”.
La joven afirma que “lo que representa, verdaderamente, esta bandera es una amenaza para la dictadura que nos oprimen”. Para levantarla en estas condiciones, sostiene, “hace falta valor y dignidad, que a esta dictadura se le han acabado hace mucho tiempo, pero que al pueblo de Nicaragua le sobra”.