14 de mayo 2022
Que el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador condicione su participación en la Cumbre de Las Américas a la asistencia del régimen de Daniel Ortega; pero que nunca haya condenado la represión y la manipulación de las elecciones en Nicaragua, "es una de las grandes ambivalencias y flaquezas" del mandatario mexicano, que con su postura "alienta un boicot" de la Cumbre, estima el historiador cubano, profesor e investigador de El Colegio de México (Colmex), Rafael Rojas.
Y aunque AMLO invoca el principio de autodeterminación de los pueblos para no referirse a la crisis de derechos humanos que sufren los nicaragüenses, "sí existen posturas críticas de importantes figuras de la izquierda mexicana" que rodean al mandatario, que pudo influir en su decisión de excluir a Nicaragua en su visita por Centroamérica y el Caribe la semana pasada. Sin embargo, esas presiones aún no garantiza que la posición de López Obrador ante la crisis de Nicaragua cambie en el corto o mediano plazo.
En su gira, el presidente mexicano se reunió con los mandatarios de El Salvador, Honduras, Belice, Guatemala y Cuba, cuyo tema principal de agenda fue "reiterar el compromiso del Gobierno de México con el Gobierno de Estados Unidos de incrementar el control migratorio en la zona centroamericana", a excepción del caso de Cuba, con quienes firmaron un acuerdo de colaboración sanitaria, y se desconoce si abordaron temas de migración.
En entrevista con el programa Esta Noche, transmitido en redes sociales a causa de la censura televisiva en Nicaragua; Rojas aseguró que AMLO aspira a asumir un liderazgo regional especialmente en lo que se refiere a un posible diálogo diplomático entre los regímenes de Cuba, Venezuela y Nicaragua con la Administración Biden. Además menciona las prioridades de la política exterior mexicana para Centroamérica determinadas por su relación con EE. UU., y la eventual ausencia del mandatario mexicano en la Cumbre de las Américas.
La semana pasada el presidente Andrés Manuel López Obrador, visitó Cuba, Belice, Honduras, El Salvador y Guatemala. ¿Qué resultado tiene para México esta gira?
La gira del presidente López Obrador por Centroamérica y el Caribe, podría dividirse como que en dos regiones, dado el contenido de las agendas regionales bilaterales de cada una. Por un lado, está el paso de López Obrador por las principales capitales del Triángulo Norte, en Guatemala, El Salvador, Honduras, luego un breve pasó por Belice; en todos esos países se le dio una atención prioritaria a la cuestión migratoria.
Entonces, la gira sirvió para reiterar el compromiso del Gobierno de México con el Gobierno de Estados Unidos de incrementar el control migratorio en la zona centroamericana, pero al mismo tiempo para dotar de un cariz autónomo la política regional de Nicaragua.
En el caso de Cuba, por lo visto, si se tocó el tema migratorio, no se hizo explícito. México y Cuba firmaron un acuerdo de colaboración sanitaria, por el cual México recibiría a unos quinientos médicos de la isla, a los cuales se les paga por su servicio de salud pública en México; y también se anunció la posible compra en una proporción relativa de la vacuna Abdala, en contra del covid de los niños.
No hubo otro anuncio en términos de colaboración bilateral entre México y Cuba, las relaciones siguen teniendo muy bajo contenido en términos de la agenda bilateral, en colaboración económica, comercial, financiera, etc.
¿Y por qué Nicaragua no estaba en la gira de López Obrador? Por un lado él demanda la inclusión del Gobierno de Ortega en la Cumbre de las Américas, pero la excluye de su visita en Centroamérica.
Sí. Yo creo que la exclusión de Nicaragua del itinerario por Centroamérica fue una decisión racional del Gobierno mexicano en los meses preparatorios de esta gira. Estaba justificada la presencia de López Obrador en Nicaragua por el hecho de que también Nicaragua es emisor de emigrantes, y también lugar de tránsito para emigrantes cubanos, lo cual era uno de los problemas de fondo en el trazado de esta gira. Sin embargo, yo diría que Nicaragua es un régimen político con una posición no tan sólida dentro del Gobierno de Andrés Manuel López Obrador y dentro del Movimiento Morena, el partido oficial en México; y podríamos extender también esa visión insegura o crítica de Nicaragua también a buena parte de la izquierda intelectual y mediática mexicana.
Con Nicaragua, por ejemplo, hemos visto algo que no hemos visto en relación con Cuba o con Venezuela, que son posicionamientos críticos bastante frecuentes de importantes figuras de la izquierda mexicana. Y me parece que ese estado de opinión y esa visión crítica de relativo margen o de relativa proyección, pesó en la decisión de que el presidente López Obrador no visitara Nicaragua.
En una columna publicada en CONFIDENCIAL, usted se refiere a que la base de toda la política exterior del gobierno de López Obrador está alineado a la relación entre México y EE. UU. ¿Cómo se define entonces la política exterior de AMLO para Centroamérica y cuáles son sus prioridades?
Es una política exterior orientada fundamentalmente a acelerar la integración de México al mercado común de América del Norte. Aunque en los alrededores de esa renegociación del libre comercio, han aparecido otros temas fundamentales como el que tiene que ver con la seguridad, el combate al narcotráfico, la migración y el medio ambiente. Yo creo que entre todos esos dan forma a lo que se llama el entendimiento Bicentenario.
Para Centroamérica esto implica en primer lugar, una política de control o contención migratoria, que la vimos planteada muy claramente antes de la gira del presidente y en sus reuniones bilaterales con los mandatarios de la región. Otra propuesta que se deriva de ese eje en la política exterior del Gobierno de López Obrador y Morena, es esta idea, un tanto utópica, de avanzar a una integración total de América Latina y el Caribe, con Estados Unidos y Canadá, basada en el modelo de la Unión Europea.
Ese tema, por cierto, si lo planteó el presidente en todos los puntos de su gira, ahí no hubo, digamos, disonancia, porque tanto en el discurso de Belice como en el discurso de La Habana, lo reiteró. Claro, con la diferencia de que en el caso de Cuba hizo acompañar esa propuesta, que es insólita a mí parecer, desde la tradición de la izquierda latinoamericana. Hizo acompañar esa idea de integración total de América Latina y el Caribe con Estados Unidos y Canadá con varias frases de elogio a Fidel Castro y de admiración por el legado de la revolución cubana.
¿Qué papel tiene López Obrador en el interés de la Administración Biden por resolver la crisis migratoria originada en Cuba y Nicaragua?
Fundamental. Yo creo que ese era uno de los objetivos de la gira y se vio muy claramente en Guatemala, Honduras, El Salvador, e incluso en Belice. Pero es evidente que tanto el caso nicaragüense como el cubano están en el trasfondo de toda esta nueva ofensiva en términos de política migratoria.
Unos días antes del viaje de López Obrador, el presidente de México habló con el presidente Joe Biden por teléfono, y según trascendió, de ambos lados, se trató el tema migratorio; también el canciller Marcelo Ebrard viajó a Washington a reafirmar el papel de México en esta política de contención migratoria y prometió en que México incrementaría el reforzamiento militar de la frontera sur y la frontera norte con la Guardia Nacional, y que incrementaría las detenciones y las deportaciones de migrantes irregulares, incluyendo los nicaragüenses y los cubanos.
Por otro lado, López Obrador advirtió que podría no asistir a la Cumbre de las Américas, si EE. UU. no invita a los regímenes de Cuba, Venezuela y Nicaragua ¿Cómo evalúa usted esta política que le da un espaldarazo a las dictaduras del continente?
Hay un punto en el reclamo del presidente López Obrador que a mi juicio es acertado, y que tiene que ver con la especificidad del foro de la Cumbre de las Américas. Ese foro de la Cumbre de las Américas no es organizado y gestionado por la OEA sino por el Departamento de Estado, y en las últimas Cumbres de las Américas predominó un criterio realista, que introdujo el presidente Barack Obama, según el cual había que invitar a todos los Gobiernos de la región, con independencia de si fueran democráticos o no.
A mí me parece que el reclamo de López Obrador, que ahora se hace público, es que se haga con el mismo criterio de la de la Cumbre de Panamá, la de Bahamas, después la de Lima, que se realizaron durante la Administración Obama.
Ahora, colocar esa reclamación, primero, a un nivel público y en forma de condicionamiento de la presencia del presidente si no se corrige la exclusión de Venezuela, Nicaragua y Cuba, ya es otra cosa. Y esto puede generar otro tipo de fricciones; y a mí me parece que el riesgo mayor es que ese posicionamiento de México sea manipulado por la corriente bolivariana o algunos Gobiernos de la corriente bolivariana, y estoy pensando principalmente en el Gobierno venezolano y en el nicaragüense, no tanto en el cubano. Podrían aprovechar ese posicionamiento para avanzar en el objetivo de boicotear la Cumbre de las Américas.
¿Y cómo se explica esa afinidad de López Obrador con el régimen de Nicaragua? Por un lado, le demanda a Biden que invite a Ortega a la cumbre; pero nunca ha emplazado tampoco a Ortega por la represión contra su propio pueblo, el Estado policial o los presos políticos.
Una de las grandes ambivalencias y flaquezas, en resumidas cuentas, del discurso del presidente, y ahí sí se puede extender esa ambivalencia, a lo que sucede también en Venezuela y en Cuba. El presidente minimiza y subestima el costo de la represión y del autoritarismo en los tres países. Él nunca ha hecho explícito su rechazo a los arrestos, por ejemplo, de los opositores en Nicaragua o a la evidente manipulación del proceso electoral en ese país.
Sabemos que está rodeado de muchas figuras de la izquierda mexicana que sí han hecho público su desagrado con el autoritarismo en Nicaragua. Ha habido algunos desencuentros y algunas fricciones diplomáticas, pero han sido entre la Cancillería mexicana y funcionarios de esa Cancillería y el Gobierno de Daniel Ortega, pero el presidente siempre se ha cuidado de colocarse fuera de esa posición, y siempre que aparece el tema de Nicaragua, Venezuela o Cuba, él remite al tema de la autodeterminación de los pueblos, del respeto a la soberanía nacional de cada nación.
Y también, claro, transmite lo que yo creo que es más peligroso de todo esto, que es esta idea de que la represión y el autoritarismo se justifican o se legitiman por el acoso internacional contra esos regímenes, en el caso de Cuba lo ha llegado a decir textualmente, cuando él minimiza la represión de las protestas populares del 11 de julio, porque las considera, él lo ha llamado así, -un efecto perverso del embargo-. Y yo diría que sería la misma posición, en resumidas cuentas, en los casos de la represión de opositores y de manifestaciones en Venezuela y en Nicaragua.
¿Y de qué depende esa postura de López Obrador hacia Nicaragua?, ¿es invariable a corto, mediano plazo, o puede cambiar?, ¿tiene algún costo político para López Obrador apoyar al régimen de Ortega?
Puede ser, por lo que antes señalaba, que hay un sector con una visión crítica de lo que sucede en Nicaragua, en la izquierda mexicana, y que no vemos en relación con Cuba y Venezuela, curiosamente, en ese sector puede ser costosa la posición del presidente. Por otro lado, hasta ahora, hasta hace muy poco el Gobierno mexicano había intentado llevar la relación con estos Gobiernos de manera casuística. Sin embargo, al unir a los tres Gobiernos en esta reclamación pública en relación con la exclusión de la Cumbre de las Américas, ya empieza a tratarlos como en bloque. Empieza a legitimar, no solo a un Gobierno o al otro. Lo que sucede en este tipo de aproximaciones al bloque Bolivariano, es que no sabemos realmente cuáles son las prioridades de cada Gobierno y del bloque en sí, porque en ese caso, entonces, el presidente López Obrador podría estar abriendo un margen de manipulación de la política exterior mexicana desde el bloque bolivariano.
¿Y en estos escenarios López Obrador pretende ejercer algún liderazgo regional o convertirse en una especie de intermediario entre estos regímenes y la Administración Biden?
Definitivamente así es. Teníamos algunas dudas de si realmente había un proyecto de liderazgo regional, pero ahora con lo que ha sucedido en las últimas semanas ya hay que descartar esas dudas. López Obrador ha puesto en marcha esa aspiración a un liderazgo regional, especialmente en lo que se refiere a un posible diálogo diplomático entre estos Gobiernos bolivarianos y la Administración Biden.
¿Y qué se puede esperar de la Cumbre de las Américas con la probable ausencia de López Obrador y de otros presidentes de América Latina y el Caribe?
Ahí habrá que ver quiénes son los que no van. Tengo la impresión de que la política exterior del presidente Alberto Fernández, por ejemplo, se ha estado diferenciando un poco de la de López Obrador en relación con la guerra en Ucrania, o en la relación con Europa, en los últimos meses. Argentina es la presidenta pro tempore de la Celac. Lo que decida Argentina va a ser muy importante, y si el presidente Fernández decide ir, entonces me parece que las ausencias van a estar concentradas en el bloque bolivariano, es decir en los Gobiernos del Caribe, en Bolivia, y no mucho más.
Entonces es muy probable que si ese es el panorama, es muy probable que López Obrador quede junto con los mandatarios del bloque bolivariano, lo cual es bastante paradójico porque este es un Gobierno que desde el principio ha intentado marcar distancias también con el bloque bolivariano, es decir, ha mostrado autonomía frente a Estados Unidos, a pesar de que la relación con Estados Unidos ha sido su prioridad, pero también ha mostrado el interés en ser otro tipo de izquierda, una izquierda distinta a la izquierda Bolivariana, un poco en la misma tónica que el Gobierno de Alberto Fernández en Argentina.