10 de septiembre 2020
La “Operación Preso 198”, que promovió la Alianza Cívica esta semana colocando carteles contra Daniel Ortega en 132 municipios de Nicaragua, es una muestra de actividad coordinada que no se veía en el país desde hace varios meses. El sociólogo e investigador, Sergio Cabrales, que ha estudiado y documentado el comportamiento de la protesta social nicaragüense durante los últimos años, considera que la ruptura de ese silencio envía un mensaje fuerte contra el régimen orteguista.
“Fue interesante ver este episodio en particular porque desde hace mucho tiempo no se veía una actividad coordinada con un número importante de participantes. La protesta de corte político existía, pero no se enviaba este mensaje de fuerza, número y coordinación. Es un caso muy particular”, valora Cabrales, creador de la iniciativa Observatorio de Protestas de Nicaragua, en entrevista con Esta Noche.
Desde diciembre de 2019 las protestas por demandas políticas fueron decayendo en número, debido a la represión del régimen de Ortega, que ha impuesto un estado policial de facto desde el último trimestre de 2018. Se concentraban en su mayoría en la capital. Sin embargo, surgieron demandas por temas de índole social, económico y medioambiental que fueron toleradas por las autoridades.
“Con esto no quiero decir que las protestas están siendo desplazadas, sino que están apareciendo otros actores que protestan por emergencias que han estado allí, pero que por la crisis fueron levemente desplazadas”, explica Cabrales. A su juicio, este es un indicador de que los grupos opositores no tienen el monopolio de la movilización en el país. Incluso, con la llegada de la pandemia algunas de las demandas que ya existían como la liberación de los presos políticos cambiaron, enmarcadas en la demanda de liberación por el temor de contagio dentro de las cárceles.
Sin embargo, la respuesta estatal no ha cambiado. Como muestra: aunque la “Operación Preso 198” tuvo un impacto positivo, en menos de 24 horas fueron detenidas cuatro personas acusadas de pegar papeletas en rechazo a Ortega, según denunció la Alianza Cívica.
La acción de las pintas con el rostro de Ortega, en los cuales se lee “¡Se va!” fueron bautizadas con el nombre de “Operación Preso 198”, en referencia al número de registro asignado a Ortega durante sus siete años en la cárcel, bajo la dictadura somocista.
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La clave en el liderazgo de la oposición
En un contexto electoral, advierte Cabrales, es importante que la oposición busque crecimiento horizontal y vertical, es decir, que a nivel de organización aumente sus bases, porque hay un gran porcentaje de población que es opositora, pero que aún no está organizada, y cualquier escenario de protestas dependerá de esto.
“También tiene que trabajar en liderazgos que sean capaces de ofrecer una alternativa de salida a la población. Y cualquier escenario crítico que se genere en las elecciones dependerá de los liderazgos, la población va a interpretar lo que dicen y de esa forma se sumarán o no a las movilizaciones”, explica.
Por otro lado, los escenarios de protestas y la represión que pueda aplicar el régimen para prolongar su mandato, también tienen un costo político, porque a largo plazo no es sostenible y “ellos saben medir sus costos, saben que el próximo año es decisivo”.
La protesta es una forma de hacer política
En un contexto democrático, la ola de protestas no suele dejar como resultado la creación de movimientos sociales. Nicaragua fue la excepción, señala Cabrales, pues la protesta surge como una forma de hacer política cuando los canales institucionales no son suficientes o están cerrados.
“En este caso no puede considerarse ni absolutizar la protesta como la única forma de generar cambios, pero sí como una forma de expresar que se están apostando por esos cambios y también de visibilizar el descontento”, explica.
La protesta, sostiene, debe ir a la par de la organización de la oposición, de la formulación de propuestas, estructuras y durante estos procesos es necesario la reconfiguración como la que ha ocurrido dentro de la Alianza Cívica, a pesar que estos puedan generar apatía.
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“Las organizaciones nuevas y también las anteriores a abril estaban apostando bastante en esto de configurar sus fuerzas y organizarse, esta dimensión que es importante, pero la dimensión más visible (las protestas) no se estaba abordando por el contexto autoritario. Y considero importante que haya cierto balance estratégicamente, porque si una protesta no se piensa, no se organiza puede enviar un mensaje contrario”, argumenta.
Según el estudio titulado “Nicaragua en movimiento, análisis de las protestas 2016 – 2020”, realizado por Cabrales en alianza con Fundación Nicaragüense para el Desarrollo Económico y Social (Funides), si Daniel Ortega es reelecto por cuarta vez consecutiva en 2021, o si la oposición nicaragüense logra el poder a través de un proceso democrático, las protestas ciudadanas continuarán y, en el peor de los escenarios, podrían ser iguales a las vividas en 2018, cuando la represión orteguista dejó 325 asesinados entre abril y septiembre de ese año, hubo miles de heridos, decenas de desaparecidos y más de 100 000 exiliados.