29 de mayo 2023
La publicación hace más de una década de América Latina, el continente olvidado, la gran crónica política, económica y social del periodista y escritor británico Michael Reid, subtitulado como “la historia de la nueva América Latina” y “la batalla por el alma de América Latina” fue recibida en su momento como la contracara de Las venas abiertas de América Latina, del uruguayo Eduardo Galeano, publicada en 1971.
El texto del excorresponsal de la revista The Economist en diversos países de América Latina, editor senior para la región y autor de la columna especializada Bello entre 2014 y 2023, es un análisis crítico de las reformas políticas y económicas de América Latina a inicios del siglo XXI, en torno al debate entre el populismo y la democracia, y ofrece una visión predominantemente optimista, que luego ponderaría en su segunda edición, advirtiendo sobre los nubarrones del estancamiento y el autoritarismo.
Recientemente jubilado de la redacción de The Economist, Reid publicó en abril de 2023 Spain: The trials and triumph of a modern European country, pero sigue ejerciendo su magisterio como un agudo observador de la región latinoamericana. En la tercera semana de mayo participó como conferencista en la décima edición de Centroamérica Cuenta, en Santo Domingo, República Dominicana, y en uno de los recesos conversamos en una entrevista con Esta Semana y CONFIDENCIAL sobre los desafíos que enfrentan los nuevos gobiernos de Chile, Colombia, y Brasil; el “diálogo de sordos” entre la Unión Europea y América Latina; el vacío de Estados Unidos y la presencia económica de China en la región; y las dictaduras de Cuba, Venezuela y Nicaragua. “El modelo de las nuevas tendencias autoritarias en la región no es Ortega o Venezuela”, afirma el escritor británico, sino “Nayib Bukele que se ha revelado como un autócrata elegido y eficaz en el corto plazo, ese el modelo para copiar”.
Tu libro, América Latina, el continente olvidado, publicado hace quince años, ofrecía algunas tendencias optimistas sobre América Latina. ¿Cómo ves hoy el continente?
Es verdad, la segunda edición que saqué en inglés en 2017 y en 2018 en español estuve menos optimista, hay algunas advertencias de tendencias más negativas.
Yo pienso que ha habido retrocesos importantes. Si uno mira la región como un todo, ya hay tres dictaduras abiertas: en Cuba, Venezuela y Nicaragua; El Salvador es ese camino, me parece Guatemala, todo indica que la próxima elección no va a ser una elección libre. Y más allá de eso hay una situación de mucha dificultad de esta combinación de estancamiento económico en muchos países, de mucha frustración social, y el surgimiento o resurgimiento de populismos con tendencias autoritarias en algunos casos.
Los desafíos de Boric, Petro y Lula
¿Cómo ves el arranque de los Gobiernos de la nueva izquierda democrática de América Latina: Boric en Chile, Petro en Colombia y Lula en Brasil? Empecemos por Boric y la reciente votación para la nueva Constitución.
Hay que empezar diciendo que esta ola hacia la izquierda es más débil que la anterior, porque muchos han ganado por hartazgo con la situación, con los Gobiernos, más que por una opción ideológica; y hay más variedad entre ellos. Si Jorge Castañeda, el excanciller mexicano, habló en la primera ola de izquierda, de dos izquierdas, yo pienso que ahora hay más.
Boric es un demócrata que cree en los derechos humanos, y eso es muy importante. Dicho eso, llegó al poder demasiado joven, yo pienso, llegó al poder por las circunstancias, por el estallido social en Chile; en una elección en que el voto no era obligatorio, y llegó vinculado a otra izquierda utópica. Él me parece una persona mucho más pragmática, que está aprendiendo, pero está aprendiendo a través de errores. Entonces, es un Gobierno cuyo destino fue vinculado al proyecto de la Constitución, que fue rechazado, era un proyecto muy utópico y no viable para Chile, y fue rechazado en forma abrumadora por los electores, eso ha debilitado inevitablemente al Gobierno. Y la elección del nuevo Consejo Constituyente, este mes, también es una victoria para la derecha, pero principalmente para una derecha dura.
Entonces, Boric tiene un programa cuyos elementos centrales son loables, hacer una reforma tributaria para reforzar el estado del bienestar en Chile e invertir más en capital humano, lo que Chile necesita. Hay una preocupación ahora opuesta a lo que había con el borrador de la Constitución de izquierda, es que va a haber un bloqueo, inmovilismo, desde la derecha, frente a cualquier cambio que a mediano plazo va a sembrar, o podría sembrar, las semillas de otro estallido.
Petro acaba de anunciar el fin de su gobierno de coalición y dice -ahora vamos a promover cambios revolucionarios en Colombia-. ¿Tiene viabilidad ese proyecto de Petro?
Yo pienso que no. El presidente Petro es un personaje psicológicamente muy complejo. Por un lado, hay este revolucionario utópico, populista, nacionalista que para quien su experiencia formativa, eran sus años como operador político del M-19, de la guerrilla nacionalista; y hay otro Petro más pragmático que decidió formar una coalición amplia para gobernar, al comienzo de su Gobierno.
Frente a las frustraciones, y eso pasó también cuando era alcalde de Bogotá, se tira los juguetes fuera, tiró del gabinete a los tecnócratas de centro-izquierda, está gobernando ahora con activistas.
No hay mayoría ni en el Congreso colombiano ni en la población, para ese fundamentalismo de su programa electoral. Él no fue electo por su programa electoral, fue electo porque su opositor era impresentable, y porque hay un sector de la población que quiere cambios. Sí, pero un buen gobernante es alguien que reconoce que no puede hacer todo. Ahora, si decide gobernar desde los balcones, movilizando a las masas, entre comillas, puede ser muy destructivo, pero no creo que vaya a ser exitoso.
Lula enfrenta un país polarizado, dividido, con grandes desafíos ambientales, y pareciera que está enfocado o concentrando muchas de sus prioridades en su política exterior, en el tema de la guerra de Ucrania
Sí, pienso que era muy importante para la democracia brasileña que Lula ganase. Pero ganó, y es un poco como Colombia en ese sentido, porque un sector de votantes de centro, pensaron que Lula era preferible a Bolsonaro. Podría haber hecho mucho más para representar a esos sectores en su gobierno. Ha dado espacio a sectores de derecha en el Congreso porque necesita sus votos, pero sigue muy pegado a su partido, al Partido de los Trabajadores, que nunca ha hecho una autocrítica sobre la corrupción ni sobre la política económica desastrosa de Dilma Rousseff.
Entonces, Lula está en una posición de debilidad, su margen de maniobra económica es pequeño; como dices, parece que va a gastar bastante energía en la política exterior, pero va a ser más difícil que la vez pasada, porque la vez pasada podía ser una figura importante en el mundo porque tenía una posición doméstica muy fuerte, y había una estabilidad política doméstica.
Esta vez donde sí puede hacer una diferencia es en la política ambiental, que el mundo va a mirar en forma muy positiva, que hace mucho más para preservar la Amazonia. Pero creo que su intento de posicionarse como mediador en Ucrania le salió mal, porque en vez de adoptar una posición neutra, adoptó una posición mucho más cercana a Rusia, que es difícil de entender.
Un nacionalismo retórico sin proyecto regional
Estos tres liderazgos, y se podría agregar con las diferencias que hay, a México, Argentina y otros en América Latina, ¿tienen un proyecto común?, ¿hay algún proyecto regional de estos nuevos liderazgos progresistas?
Hay una retórica común, hay una retórica nacionalista latinoamericana que, estos son naciones separadas, entonces hay una contradicción en eso, y es la contradicción de siempre, el discurso de integración latinoamericana desde la izquierda nacionalista. Creo que hay un sentimiento, vago, de solidaridad entre ellos; y hay una oposición a veces tácita, a veces explícita, a Estados Unidos.
Ahora, lo veo muy difícil, que avancen en forma concreta. Boric es interesante también en esto, porque él dijo desde que fue electo, y estuve ahí la semana de su inauguración, lo escuché decir que la integración no se hace sólo con los amigos, la integración se hace también, y tal vez, sobre todo, con los Gobiernos que no son afines ideológicamente. Porque la integración es, básicamente, una relación de intereses nacionales de los distintos países de América Latina. Pero lo veo bastante solo en ese empeño.
Hay tres países de América Latina en el G -20, que tiene relevancia en el mundo, excelente, pero nunca se han coordinado sus posiciones en el G-20 y ni siquiera lo hacen ahora. Entonces, es difícil ver mucha posibilidad de progreso.
¿Tiene América Latina una posición común, por ejemplo, frente a la Unión Europea?, viene una cumbre ahora en junio; o por el otro lado, ¿frente a la Administración Biden en Estados Unidos, o está cruzada por las distintas agendas que tienen los países?
Yo pienso que está cruzada por las distintas agendas. El Gobierno español ha levantado bastante las expectativas frente a esta cumbre. Va a ser difícil que haya logros concretos, bueno, el logro sería que logren reunirse, después de ocho años. Se supone que estas cumbres eran bienales. El proyecto concreto que podría salir es el acuerdo de cooperación y de comercio Unión Europea- Mercosur, que se empezó a negociar hace 24 años, se terminó la negociación hace tres o cuatro años, pero no está ratificado. Lula dice que quiere renegociarlo. Bueno, va a morir, porque hay gobiernos en Europa, como Francia, Irlanda, Austria, que no quieren saber nada de esto porque son proteccionistas en temas agrícolas.
Entonces, va a ser dominado, por eso y por Ucrania. Y en Ucrania hay una diferencia muy grande porque hay, con algo de razón, un sentimiento en América Latina, de que --no es nuestra guerra. Obviamente para Europa, para la causa democrática en el mundo, --sí es nuestra guerra. Pero, hay muchos países de América Latina que no quieren tomar partido para el Occidente frente a China, porque no quieren tener que escoger, porque tienen intereses económicos importantes con China, y porque perciben que ha habido hipocresías en las posiciones del Occidente frente a la idea que proclaman de un orden internacional liberal, y entonces yo pienso que ahí va a haber un diálogo de sordos.
Y por el otro lado, hay una presencia creciente sobre todo económica, de China en América Latina, llenando un espacio y un vacío que dejó Estados Unidos.
Efectivamente, no hay duda de que el mundo de hoy es un mundo mucho más multipolar que el mundo de hace 20 años, y en términos relativos China ha surgido, y no solamente China, pero la India, Turquía, algunos países de Golfo Pérsico, por un lado; y por otro lado, en términos relativos, Europa y Estados Unidos son menos poderosos que eran.
Entonces, es lógico que América Latina tenga mucho más relaciones con China, la India, que tuvo antes. En ese sentido es por un espacio vacío. Pero hay que recordar, yo me acuerdo, yo cubrí las negociaciones para el Alca, el Acuerdo Libre Comercio entre Estados Unidos y América Latina, que era un proyecto este hace 25 años, y fue finalmente América Latina que dijo --no, no queremos esto. Entonces, es verdad que es difícil imaginar que el Congreso de Estados Unidos lo aprobaría.
Entonces ¿ese espacio quién lo dejó vacío? Es verdad que la agenda de Estados Unidos en América Latina está totalmente dominada por preocupaciones domésticas, políticas, la migración y el narcotráfico y el crimen organizado. Y China no tiene esas preocupaciones, pero, ¿a la larga que ofrece China? China sí es cómplice de una “reprimarización” relativa de las economías de Brasil y Argentina, por ejemplo. China ofrece créditos, pero sus condiciones son más duras que las del Banco Mundial o el Fondo Monetario; y ¿China en algún momento va a exigir un quid pro quo diplomático? Vamos a ver.
Hay una contradicción, hay intereses económicos latinoamericanos con China, pero yo pienso que no hay duda que para la población latinoamericana, siente que sus valores son más afines a los de Estados Unidos y Europa que a los de China. ¿Qué latinoamericano quiere migrar a China? He conocido algunos empresarios brasileños de la industria de zapatos en Guangdong pero pocos.
Las tres dictaduras y el modelo de Nayib Bukele
Las tres dictaduras que mencionaste: Cuba, Venezuela y Nicaragua, ¿qué peso tienen hoy en el conjunto de la región? Lo que fue el proyecto de Chávez, del Alba, está reducido a una Venezuela que ya no tiene esa potencia económica.
Yo pienso que sorprendentemente tiene algo de peso, sobre todo Cuba y Venezuela, porque tienen aliados políticos en muchos países. Hay extrañamente todavía una nostalgia para la revolución cubana y Fidel Castro y Hugo Chávez. Aunque toda la evidencia es que es que son países que son cárceles y fracasos económicos.
Entonces, no hay que creer en teorías conspirativas para ver que hay presencia de la inteligencia cubana, por ejemplo, en varios países de la región; y tiene influencia también, en el sentido que muchos líderes de la izquierda latinoamericana que no quieren necesariamente copiar esos proyectos porque reconocen que han fracasado, pero son muy renuentes a criticarlos abiertamente. Entonces, eso sí me parece que es un problema para la región.
¿Cómo se ve la dictadura de Nicaragua en ese club de dictaduras de Estado, de Cuba y de Venezuela?
Es la más´, la más aberrante, porque es un proyecto de dictadura personal, dinástica, familiar, con aspectos absolutamente oscurantistas, y que simplemente es un proyecto de poder de Daniel Ortega. No hay un mito de un Chávez o un Castro, un mito de un redentor, es simplemente represión, y en ese sentido me parece que es un proyecto del pasado latinoamericano, más que del futuro.
Y lo que me preocupa en América Latina, en términos de tendencias autoritarias, son gente como Nayib Bukele (en El Salvador), que se ha revelado como un autócrata elegido, eficaz, en el corto plazo, con una política draconiana frente a la inseguridad, y es un modelo que es muy popular, porque los salvadoreños, la mayoría estaban desesperados por la situación de inseguridad. Entonces veo que hay políticos ambiciosos de América Latina que están mirando a Bukele como modelo para copiar, no están mirando a los Ortega o a Venezuela.