27 de abril 2023
El régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo, cuya política a nivel centroamericano ha sido boicotear diversas iniciativas regionales, recibió “una dosis de su propia medicina” con el veto de Guatemala y Costa Rica a Rusia como país observador del Sistema de Integración Centroamericana (SICA), valora el expresidente costarricense Luis Guillermo Solís.
El expresidente Solís (2014-2018) conversó en el programa Esta Noche --que se transmite por Facebook y YouTube por la censura de la dictadura orteguista-- sobre las implicaciones de este veto a Rusia, y adelantó que este proceso quedará inmovilizado hasta que exista un consenso absoluto entre los país agrupados en el SICA.
Solís destacó la irracionalidad de la exigencia de Nicaragua de permitir el ingreso de Rusia al SICA, subrayando que es evidente que esta solicitud es parte de una estrategia para “abrir un horizonte de aceptabilidad” al régimen de Vladímir Putin, defenestrado por la mayoría de la comunidad internacional luego de la invasión a Ucrania.
Los Gobiernos de Guatemala y Costa Rica han rechazado el ingreso de Rusia como país observador del Sistema de la Integración Centroamericana (SICA). ¿Cuál es la razón de fondo de esta objeción?
En realidad no hay ninguna racionalidad en una solicitud como esa. Rusia no tiene ningún interés en Centroamérica, excepto el de fastidiar geopolíticamente a los Estados Unidos y hacerlo en un momento en que su agresión en Ucrania requiere encontrar apoyo y baza en otros lugares del mundo. Por lo tanto, admitirla en estos momentos lanza una señal pésima a la comunidad internacional, al tiempo que no aporta nada al Sistema de Integración Centroamericana.
¿Qué impacto tiene esa posición? ¿Frenará la intención de Ortega de abrirle a Rusia las puertas del SICA?
Definitivamente, porque el SICA funciona sobre la base de la regla del consenso. Y si no hay consenso, los acuerdos no se toman. Y eso lo sabe especialmente el régimen de Ortega, que ha utilizado el consenso para bloquear todos los entendimientos regionales desde hace muchos años. Así es que ahora se le está dando una cucharada de su propia medicina, es decir, utilizar ese recurso para postergar y,, diría yo, hasta impedir de manera definitiva la presencia de un país que no tiene absolutamente nada que aportar al SICA. Eso también es cierto para muchos otros países que han sido admitidos como observadores en el pasado. Pero bueno, el pasado, pasado está, y hoy la verdad es que Rusia está jugando un papel deplorable en el mundo tras su invasión a Ucrania y las atrocidades que han cometido en ese país.
Las posiciones sobre Rusia están divididas en el SICA, entre quienes apoyan la invasión rusa, como Nicaragua, los que la rechazan y otros como El Salvador y Honduras, que al parecer no se oponen a su ingreso. ¿Qué evaluación tiene sobre esta fractura en el consenso del organismo?
Esta es una situación que se está presentando en muchos organismos multilaterales, no solamente en el SICA. En el caso del Salvador, su enfrentamiento con la Administración de Joe Biden. En el caso de Nicaragua, pues el servilismo del régimen dictatorial de Ortega a esa potencia mundial (Rusia). En el caso de Honduras, me parece que hay allí una suerte de voluntad de no involucrarse demasiado. Pero también la presidenta Xiomara Castro y su Gobierno tienen una afinidad bastante grande, por razones personales, con el régimen de Ortega. Recordemos que fue allí donde ella y su familia tuvieron que refugiarse después del golpe de Estado que depuso al presidente Manuel Zelaya. Por lo tanto creo que están jugando un papel de neutralidad activa, en un proceso en donde se peca tanto por acción, como por omisión. Entonces son diferentes razones, pero --como digo-- bastaría con que un país objete --y ya hay dos que lo hacen--, la presencia rusa, para que esto no pueda producirse.
El canciller nicaragüense Denis Moncada calificó ese rechazo como “improcedente, sin cabida, e inaceptable”, porque ya había un acuerdo consensuado sobre la admisión de Rusia desde 2018. ¿Puede la Secretaría General del SICA, en manos de Ortega, formalizar esa admisión, sin el consenso de todos los países?
No puede porque las decisiones de los Estados cambian. Además, las posiciones no son pétreas. Las posiciones de los Estados en el protocolo de Tegucigalpa no se adoptan para nunca variar después. Y yo creo que la circunstancia internacional es una circunstancia cambiante. Otra vez, Denis Moncada no puede estar exigiendo a otros países, el recurso que Nicaragua ha utilizado tantas otras veces para imponer su propia voluntad. Lo hizo tanto en el caso de la Secretaría General del SICA, como en la presidencia del Banco Centroamericano de Integración Económica. Me parece que aquí es la pava tirándole a las escopetas y, en este caso, Nicaragua no va a lograr lo que quiere, porque además, no hay racionalidad. Insisto, aquí hay un objetivo que tiene Nicaragua, que es de servirle la mesa a Rusia, que necesita del apoyo internacional y lucir que es aceptada por todos los países del mundo posibles. Y Centroamérica no tiene porque jugar el juego que el régimen dictatorial de Nicaragua quiere imponer.
Por otro lado, el régimen nicaragüense por medio de su canciller Denis Moncada asegura que la invasión rusa en Ucrania “es un tema fuera de la agenda regional”...
Ese es un argumento creado sólo por Denis Moncada. Cualquier persona medianamente informada sabe que estos acontecimientos están pivotando de manera directa en Centroamérica y que la solicitud de Nicaragua, que es el país centroamericano más afín al régimen de Putin, está siendo utilizada para abrirle un horizonte de aceptabilidad a Rusia, que no es aceptable. Si Nicaragua quiere hacer todas las manifestaciones, como ya lo ha hecho, de apoyo a Rusia, que lo haga de manera individual, pero no tiene por qué involucrar a otros países que tienen razones ciertamente muy importantes para no querer la presencia rusa como observadora en el SICA.
Ortega también demandó a los gobiernos de Centroamérica expulsar a Taiwán del SICA y abrirle las puertas a la República Popular China, que tiene relaciones diplomáticas con la mayoría de los países centroamericanos. ¿Hay algún criterio en los demás países centroamericanos?
En realidad aquí también se aplicaría la misma regla del consenso. Guatemala y Belice todavía son países que mantienen relaciones con la República de China Taiwán. Costa Rica apoya la tesis de una única China a favor de Beijing, junto con Nicaragua, El Salvador, la República Dominicana, Panamá y Honduras. Somos la mayoría absoluta. Pero es que el sistema de integración no funciona bajo esas reglas. Mientras haya países que objetan la expulsión de Taiwán, especialmente en los términos que lo pide Ortega, pues es improcedente, a no ser que Taiwán se retire de forma voluntaria. Pero la verdad es que en el Banco Centroamericano, Taiwán participa como un socio extrarregional desde hace muchos años, cuando la mayoría de los países de Centroamérica tenían relaciones con ese Gobierno. Y en estos momentos, otra vez el consenso no permitiría en principio una expulsión de ese tipo, porque hay Gobiernos que tienen relaciones absolutamente normalizadas con Taiwán, que no las están variando, como sí lo han hecho los demás países del área.
La Secretaría General del SICA está en manos de una dictadura. ¿Qué efectos políticos puede o ya está produciendo el mandato del delegado de Ortega en el organismo regional?
Yo estoy en principio de acuerdo con su afirmación de que la dictadura tiene una influencia superlativa en la Secretaría General, por la forma en que el secretario general fue electo y también en el Banco Centroamericano, donde se ha producido una reelección del presidente con una fuerte incidencia de la dictadura nicaragüense. Pero esta situación que se ha presentado con Rusia es la complicación del enredo, como diríamos en buen centroamericano, que produce una decisión en donde la Secretaría General trata de incidir en favor de la tesis de un Gobierno, en este caso el de Nicaragua, que es el que lidera esa posición de exigencias respecto a la presencia rusa en el SICA. No es conveniente. El secretario general debió haber venido al SICA con una actitud muchísimo más independiente de todos los Gobiernos, no solamente al de Nicaragua. Él le sirve a toda la región y en estos momentos, desafortunadamente, tiene una marcada preferencia por la opinión de Managua y eso no conviene al sistema en su conjunto.