6 de junio 2022
El asedio contra monseñor Rolando Álvarez, obispo de la diócesis de Matagalpa, y el sacerdote Harvin Padilla, de la parroquia San Juan Bautista, de Masaya, y el arresto del sacerdote Manuel Salvador García, del templo Jesús de Nazareno, de Nandaime; es un intento del régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo de “atemorizar a la Iglesia” católica con el fin de “que se callen” ante las violaciones a los derechos humanos que se cometen en Nicaragua, valora el sociólogo nicaragüense Humberto Belli.
Para Belli, esta nueva escalada represiva —que inició el 15 de mayo con nueve días de asedio permanente al sacerdote Padilla y continuó con el incremento del asedio al obispo Álvarez y el arresto del sacerdote García, el pasado 1 de junio— tiene un mensaje claro contra los obispos y sacerdotes en general. “Ustedes son susceptibles de prisión. El Gobierno no se va a detener por muchas sotanas que tengan y vamos con todo, o sea, vamos a arrinconar a la Iglesia”, subrayó.
“No habrá límites en la actividad represiva”, advirtió el sociólogo, actualmente exiliado ante la amenaza de cárcel del régimen. El hecho de que hayan cercado con policías a monseñor Rolando Álvarez, el pasado 21 de mayo en la iglesia Santo Cristo de Las Colinas, en Managua, “es una forma de intimidar, de causar temor entre el clero, entre los obispos, con la esperanza de que se callen, que se sometan y entren en un silencio cómplice”, subrayó.
En las últimas semanas, el régimen también intensificó sus campañas difamatorias contra obispos y sacerdotes de la Iglesia católica, a quienes califican de “terroristas” y “golpistas” desde 2018, cuando denunciaron la represión y masacre que dejó más de 325 asesinados entre abril y septiembre de ese año, y dieron refugio a cientos de estudiantes y ciudadanos agredidos.
En entrevista con CONFIDENCIAL y el programa Esta Semana, que se transmite en línea debido a la censura televisiva del régimen, Belli cuestionó la actitud “diplomática” que ha mantenido la Conferencia Episcopal frente a esta embestida y demandó “que se pronuncien con mayor contundencia”.
Este primero de junio, el régimen de Daniel Ortega detuvo al padre Manuel Salvador García, párroco en Nandaime, ¿cómo interpreta esta detención?
Para mí es un intento de atemorizar a la Iglesia, de atemorizar al clero, de dar a entender que no van a haber límites en la actividad represiva que el Gobierno pueda lanzar contra ellos. Quieren mandar el mensaje de que “ustedes son susceptibles de prisión, el Gobierno no se va a detener por muchas sotanas que tengan y vamos con todo, o sea, vamos a arrinconar a la Iglesia”.
El 2 de junio, una mujer identificada como Martha Candelaria Rivas, acusó sin pruebas al religioso de haberla golpeado la noche del 30 de mayo, ¿cómo valora esta denuncia?
Esos son cargos inventados que han sido típicos del Frente Sandinista y su gobernante durante muchísimo tiempo. Recuerdo que en la década de los 80 hicieron una trampa contra monseñor Silvio Peña, poniéndole unos cartuchos de dinamita en su auto, acusación totalmente falsa, pero que es típica de este tipo de regímenes que no tienen escrúpulos en inventar cualquier cosa para desprestigiar, acusar y encarcelar a sus adversarios.
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¿Qué implica esta nueva fase de represión contra la Iglesia? ¿Es una amenaza directa para los obispos?
Absolutamente. El hecho de que hayan cercado con policías a monseñor Álvarez, y a otros prelados, es una práctica que ya han hecho en el pasado con los opositores. Primero hostigarlos, cercarlos y después echarlos presos. Es una forma de decirles: “Alístense que probablemente ustedes van presos”. Es una forma de intimidar, de causar temor entre el clero, entre los obispos, con la esperanza de que se callen, que se sometan y entren en un silencio cómplice.
¿Cómo espera que reaccione la feligresía o la ciudadanía nicaragüense ante esta escalada en la agresión y los ataques contra la Iglesia?
La feligresía o el pueblo nicaragüense está muy inhibido de poderse pronunciar, hay mucho temor. Hay un Estado policial en donde no ha terminado alguien de salir a la calle en protesta cuando ya lo han echado preso. Entonces, es muy difícil que en estas circunstancias el pueblo se logre manifestar, sería un acto de valentía extraordinario, que puede llegar a pasar, pero que es muy difícil porque hay un aparato represivo muy equipado y muy listo para reaccionar inmediatamente que vean cualquier amago de protesta.
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¿Cómo valora la postura de la Conferencia Episcopal ante estos hechos, hubo un pronunciamiento cuando se dio el hostigamiento hacia monseñor Álvarez, pero todavía no conocemos una reacción ante la detención del sacerdote García?
Francamente vi este pronunciamiento como algo tímido, demasiado comedido y demasiado diplomático. Yo creo que es importante que las autoridades eclesiásticas se pronuncien con mayor contundencia cuando hay una persecución abierta, sin disimulo, contra la Iglesia. Voy a citar como ejemplo al Papa Pío XI, que protestó cuando en México se dio la gran persecución contra la Iglesia en 1926 y luego en 1932. Protestó contra esta represión e incluso exhortó a los obispos y a los fieles a protestar enérgicamente dentro del marco de la ley contra el Gobierno mexicano. Entonces, creo que es muy importante, sin miedo, alzar la voz. Cristo, el fundador de la Iglesia, fue un hombre extraordinariamente valiente y pagó con su vida su valentía y este es el ejemplo que nos da a todos los cristianos, hay que ser valiente para expresar, llamar al mal, mal y al bien, bien y defender con la palabra los derechos de la Iglesia.
¿Se ha señalado la postura del Vaticano ante estos hechos, incluyendo la expulsión del nuncio apostólico, Waldemar Sommertag, en marzo pasado?
Por lo menos cuando se expulsó al nuncio, la Secretaría de Estado del Vaticano sí se pronunció, deploró y criticó este acto, e imagino que ese tipo de declaraciones son aprobadas por el Papa o por los niveles más altos cercanos al Papa, así que el Vaticano ya se ha pronunciado, pero sería muy saludable que hubieran mayores expresiones de preocupación por lo que está sucediendo en Nicaragua.
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A pesar de la gravedad de la situación, los líderes asediados no han tomado la decisión de salir al exilio, como tuvo que hacerlo el obispo Silvio Báez (obispo auxiliar de Managua) en 2019 por decisión del papa Francisco, ¿Cómo interpreta esa postura del clero?
Me parece extraordinario, muy meritorio quedarse en el país. Lo más fácil es exiliarse ante el peligro de muerte o ante el peligro de ser arrestado, sobre todo un sacerdote o un obispo que tiene un rol público ante la feligresía. Creo que lo que están haciendo con ellos es intentar que algunos voluntariamente se marchen al exilio.
Esta no es la primera ocasión que la Iglesia es perseguida en Nicaragua ¿Cómo se interpreta en este momento particular?
Este es un síntoma de cómo el Gobierno ha dado un giro bastante fuerte hacia el totalitarismo, que no lo tenía al inicio del Gobierno de Ortega. Una vez que se dio este giro hacia una situación mucho más represiva, mucho más dictatorial, va a ser inevitable que los choques con la Iglesia se acentúen, porque la Iglesia no se va a quedar con los brazos cruzados ante un aumento en el abuso, ante un aumento de la opresión. Entonces, ya el Gobierno se está, digamos, curando en salud, diciendo vamos a pegar primero. Lo que podemos augurar es que van a seguir la tensiones y no sé qué sacerdotes irán presos, o serán golpeados, torturados, pero debemos de estar preparados para acciones muy fuertes contra el clero, debido a que el Gobierno ha mostrado que no tiene mayores restricciones en cuanto a su actuar, están dispuestos a pagar cualquier costo político que tengan sus acciones, aun cuando eso les sean perjudiciales a mediano y largo plazo.
¿Es una opción para la Iglesia callar?
Quien es seguidor de Cristo no puede callar ante esa situación, hay que tomar una actitud valiente diciendo la verdad siempre, cueste lo que cueste.