24 de septiembre 2023
El populismo, “un hijo no deseado de la democracia”, llegó para quedarse. Está presente en las democracias más jóvenes de Latinoamérica, pero también en las más viejas y consolidadas, como las de Europa y Estados Unidos. Centroamérica, lejos de escapar a ese fenómeno político, tiene una ola propia.
Así lo apuntan los autores del libro El Populismo en América Central, producto del trabajo de 16 académicos que estudiaron cada uno de los países del istmo y ofrecen sus análisis en esta obra.
María Esperanza Casullo y Harry Brown Araúz, coordinadores y también autores del libro, conversaron con CONFIDENCIAL y el programa Esta Semana acerca de esa ola de populismo en Centroamérica con los gobiernos de Nayib Bukele, de El Salvador; Xiomara Castro, de Honduras; y Rodrigo Chaves, de Costa Rica.
Los politólogos señalan que no existe una vacuna o antídoto contra el populismo, que actualmente en el continente existe una competencia de populismos de izquierda y de derecha y que, ante ello, los defensores de la democracia deben apuntar a construir una mejor versión de ese sistema político que logre solucionar los grandes problemas de vieja data que aquejan a las poblaciones y llevarles el bienestar social que tanto anhelan.
¿Cómo definen qué es el populismo? ¿Es un estilo de Gobierno, un sistema político, tiene identidad ideológica de izquierda o de derecha?
María Esperanza Casullo: El populismo es, sobre todo, una forma de hacer política, una forma, si se quiere simplificar, de hacer que la gente te siga, te vote, te acompañe en tu Gobierno.
Hay configuraciones que van más en lo habitual de la izquierda o la derecha, pero, en general, estos movimientos, estos gobiernos, son bastante híbridos, mezclan elementos. Pueden, incluso, tener áreas más de izquierdas, ser redistribucionistas, y (a la vez) tener áreas más de derecha como, por ejemplo, tener un discurso de género bastante retrógrado.
¿Cómo se manifiesta en Centroamérica? ¿Un régimen populista es una amenaza para la democracia?
Harry Brown Araúz: El populismo es el producto de un periodo democrático relativamente largo para América Central.
Las poblaciones han tenido tiempo de articular sus demandas y son conscientes de que pueden presentarles esas demandas a sus gobiernos, a sus élites económicas y políticas, pero estas demandas no son atendidas satisfactoriamente.
Y no se trata solamente de que los problemas no se resuelven, sino que a veces parece que no se van a resolver jamás. Por lo tanto, en buena medida, los votantes, están buscando opciones que les presenten proyectos de futuro o, en algunos casos, como el de Costa Rica, proyectos del pasado, volver a un pasado que creen que había sido mejor. En el caso de Costa Rica tiene que ver con la añoranza del pequeño Estado de bienestar que tenían en ese país.
¿Qué características encontraron en la figura de la gobernante hondureña Xiomara Castro?
María Esperanza Casullo: Claramente es un liderazgo populista. Encontramos, tal vez por primera vez, muchas mujeres líderes populistas en la región y en el mundo.
En el caso de Xiomara Castro es un liderazgo dual, que también se puede emparentar, por ejemplo, con Juan Domingo Perón y Eva Perón, en Argentina, donde es la pareja la que gobierna (junto a su esposo el expresidente Manuel Zelaya), pero, las indagaciones nos dicen que la figura de Xiomara Castro fue importante para ganar las elecciones, como una persona que venía de afuera a restaurar el daño que había hecho el golpe de Estado (de 2009).
Bukele: populismo radical
¿Qué hay del caso del presidente salvadoreño Nayib Bukele que tiene un respaldo popular del 90%? ¿Es populista, autoritario o democrático?
Harry Brown Araúz: El caso de Bukele no solamente es el más importante de América Central, sino que seguramente de Latinoamérica hasta el momento, y es uno de los que más curiosidad genera en todo el mundo.
Es el único caso de populismo radical en América Central. Ese radicalismo tiene que ver con el señalamiento de un enemigo externo que es lo que él llama “la comunidad internacional”.
Claro que él es muy popular, y ha ganado contundentemente la elección legislativa de hace unos dos años y tiene que ver, no solamente con la satisfacción de (resolver) algunos problemas, sino con el proyecto de futuro (que Bukele presenta con su reelección inconstitucional). Eso genera en los populismos tensión en el lado de la democracia que tiene que ver con las instituciones republicanas, con la democracia de las instituciones; pero él está cumpliendo con la otra parte, que es la democracia popular, con lo que quiere la gente.
En este caso, el populismo es una exacerbación de la democracia, que es muy difícil de resistir, incluso para las mismas democracias.
En Costa Rica al presidente Rodrigo Chaves le señalan un estilo populista, pero hay instituciones democráticas sólidas. ¿Es un régimen populista el de Chaves?
María Esperanza Casullo: Cuando uno utiliza la palabra régimen ya estás hablando de un cambio fundamental en las reglas de la competencia política, en la institucionalidad. Un nuevo régimen implica, en general, por ejemplo, escribir una nueva Constitución. Y hay gobiernos que pueden ser reconocidamente populistas, pero no significa que haya un nuevo régimen.
Por ejemplo, Hugo Chávez inauguró un nuevo régimen en Venezuela, pero yo no diría que los Kirchner, en Argentina, inauguraron un nuevo régimen. Fue un Gobierno que tuvo ciertas características, duraron 12 años, perdieron las elecciones y se fueron.
No diría, hasta este momento, que es un régimen. Costa Rica es un caso muy interesante porque también muestra que líderes populistas pueden aparecer aún en sistemas de partidos bastante sólidos, no solamente en sistemas débiles.
Pero Chaves es una figura, un líder populista...
María Esperanza Casullo: Sí, sí. Y hay elementos reconociblemente populistas en su antagonismo, vimos también la figura del “outsider”, que se presentó como que venía de fuera de la política.
Pero, el populismo también es un estilo político, es una manera de hacer política, y el efecto que puede tener es una cuestión de grados. O sea, puede tener mucho efecto, cambiar totalmente el sistema; o puede ser un Gobierno con ciertas características por un periodo, que pierda y se vaya. Y eso tiene que ver más con la fortaleza de los partidos de oposición, la fortaleza de las instituciones, de la sociedad civil.
El régimen Ortega Murillo: autoritario y neopatrimonialista
¿Qué hay del régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo? ¿Es un régimen populista? Vemos que sí comparte muchas de las características de este tipo de regímenes.
Harry Brown Araúz: En el caso de Nicaragua, los dos especialistas dicen claramente que Daniel Ortega no es un populista. Hay publicaciones especializadas que lo caracterizan como tal.
¿Cuáles son las razones que dan los colegas Radek Buben y Karel Kouba para no caracterizar a Daniel Ortega como populista? (Ortega) usa los enemigos externos de vez en cuando, fustiga a los Estados Unidos, pero no es un uso recurrente, la política económica respeta recetas neoliberales, incluyendo algo de redistribución a los pobres. Hay una falta de carisma, hay apariciones públicas esporádicas.
Los colegas que hicieron la investigación sobre Nicaragua lo califican principalmente como un régimen autoritario neopatrimonial. No es populismo, sino que directamente se trata de un autoritarismo.
¿Es el caso de Daniel Ortega el de un populista que transicionó a un líder meramente autoritario?
María Esperanza Casullo: Sí. Uno de los capítulos del libro sobre Cuba, del autor Rodolfo Colalongo, (explica que) si uno mira el ejemplo de Cuba, podría decir que al inicio de la Revolución el discurso de Fidel Castro tenía elementos populistas: este adversario externo, este llamado a la gente a movilizarse, esta reivindicación del pueblo cubano, del carácter nacional… pero después eso lo fue dejando y creo que esto también es otro punto interesante que ofrece nuestro libro, que las personas y los regímenes cambian, o se adaptan, o se alteran, o pueden pasar de ser una cosa a la otra.
¿Cómo caracterizan al sistema político que en Guatemala llaman el “pacto de corruptos”, que en este momento amenaza con un golpe de Estado, según lo denuncia el presidente electo, Bernardo Arévalo?
Harry Brown Araúz: En Guatemala, que es un régimen democrático muy defectuoso, siempre ha habido la preocupación de que transite hacia el autoritarismo. En el capítulo que hicieron Jeraldine del Cid Castro y Luis Padilla, ellos dicen que en Guatemala no hay populismo porque la democracia es tremendamente excluyente. Aunque sí hay expresiones de populismo en las calles, no necesariamente en el Gobierno.
Y sobre el caso de Bernardo Arévalo, que no es un izquierdista, es más bien centrista con algún estilo un poco tecnocrático, quizás para asustar a una parte de la población, se ha dicho desde la derecha guatemalteca que es un populista, pero no es en absoluto, es un gobernante de centro que aparentemente tiene una vocación democrática.
¿En qué se diferencia la ola populista centroamericana de otras manifestaciones en el continente?
María Esperanza Casullo: Lo primero que podemos ver es que lo que se llamó la ola de populismo rosa de principios del siglo XXI, con Hugo Chávez, era un poco más homogénea, en el sentido de que los presidentes (que formaban parte de la ola) hablaban entre sí. Se sentía cierta cercanía.
En América Central hay una ola más pequeña. Identificamos tres casos claros de populismo, pero hay ciertas diferencias. No está tan claro que sea una ola ni de izquierda (o derecha), no está claro que sea tan homogénea. Tampoco está tan claro que haya tanta circulación de contenidos o cercanía entre los presidentes.
Y tiene ciertas limitaciones. Si bien la figura de Nayib Bukele es un caso importante, porque da una especie de modelo de imitación, que todos quieren ser exitosos, a diferencia de Hugo Chávez, Bukele no tiene recursos propios con los cuales buscar hacer política en los otros países.
En toda Latinoamérica el sistema se está moviendo hacia una competencia entre populismos. En nuestros países están apareciendo populismos de izquierda que se enfrentan, y a veces bastante duramente, con populismos de derecha. Es un fenómeno relativamente novedoso.
Pensamos en Brasil, con (Luiz Inácio) Lula y (Jair) Bolsonaro; pensamos en Argentina, entre el peronismo y la aparición de figuras como (Javier) Milei, con fuerte polarización política y fuerte antagonismo, en donde todos los actores políticos usan esta herramienta o esta estrategia del populismo.
Ustedes dicen en el libro que el populismo se define en contra de una elite oligárquica. ¿Cuáles son esas élites en Centroamérica?
Harry Brown Araúz: El otro, el adversario de los populistas centroamericanos, es, básicamente, el neopatrimonialismo. Son los pactos, el pactismo le llaman en Honduras, en Panamá le llaman los consensos.
Son esos acuerdos entre los políticos que, en algunas ocasiones, tienen características familiares, por eso hablamos también de patrimonialismo, que impiden la entrada de otros actores políticos a la competencia, que capturan las capacidades del Estado y que son los que terminan siendo adversados por los nuevos liderazgos populistas que le prometen a la población mayor apertura y la posibilidad de consolidar los proyectos de país en cada una de sus sociedades.
Pero, ¿y no se terminan convirtiendo acaso los regímenes populistas en una nueva élite política?
Harry Brown Araúz: En alguna medida eso es lo que está pasando. En el caso de Honduras, en donde se acusaba al pactismo, se le llamaba al régimen de Juan Orlando Hernández una dictadura, y que el daño en Honduras era el golpe de Estado de 2009, pero con todo y que el proyecto de la presidenta Castro incluye la creación de una Comisión Contra la Corrupción, también hay una acusación muy fuerte de que el país está siendo dirigido por una familia. Hubo manifestaciones opositoras recientemente y el canto principal era “Afuera el familión”. Eso también es neopatrimonialismo.
Populismo: producto de las fallas de la democracia
¿Cuáles son los antídotos o las vacunas frente a los populismos en Centroamérica?
María Esperanza Casullo: No hay. Lo que nos enseña la coyuntura actual es que el populismo es una posibilidad, es una especie de hijo no deseado de la propia democracia.
No es casualidad que estos regímenes aparecen cuando la región está viviendo un periodo muy prolongado de democracia, 40 años de democracia, y cuando digo región no digo solamente América Central, sino toda Latinoamérica.
Pero, además, si uno hace un poco el foco para atrás, ves que el populismo está en todo el mundo. Durante 100 años hablamos del populismo como una patología únicamente latinoamericana, pero hay presidentes, o candidatos muy viables, populistas en Estados Unidos, en Canadá, en Inglaterra, en Francia y en todos los países europeos.
Las democracias viejas y bien establecidas y las democracias jóvenes y subdesarrolladas estamos en el mismo barco.
¿Qué pueden hacer quienes ven en el populismo un peligro para la democracia?
Harry Brown Araúz: No es suficiente con hacer la denuncia. Es muy importante, es parte de la democracia, pero lo que hay que hacer es presentarle a la población proyectos de país viables y que les den un futuro, proyectos que se consoliden y que aglutinen a la población detrás de lo que se espera que haga la democracia.
El populismo es un producto de democracias que están fallando porque hemos pensado que la democracia solamente se fortalece con mejores partidos o mejores elecciones, con una justicia que funcione. Eso es evidentemente importante, es necesario, pero, sobre todo, lo que la población está esperando es bienestar.
María Esperanza Casullo: Un elemento que conecta en este tipo de liderazgos (populistas) es la percepción de que hay coraje. Lo estamos viendo en Argentina en estos días que te dicen: “Yo quiero un cambio, no me importa qué cambio, quiero alguien que tenga el coraje de cambiar algo”. Y creo que esto es un llamado a desarrollar un coraje democrático, un coraje de las propias democracias, porque a veces nuestras democracias quedan muy reducidas a decir: “no se puede mejorar la educación, es muy caro; no se puede mejorar la salud, es muy difícil, no tenemos los recursos”.
Me parece que esta idea puede ser interesante: desarrollar un coraje democrático, como lo tuvimos para hacer las transiciones democráticas hace 40 años. Ahora tenemos que hacer una transición hacia una nueva democracia que sea mejor, no solamente intentar apuntalar las vigas de lo que tenemos.