19 de julio 2023
La presión política del Frente Sandinista contra los empleados públicos se endurece, invariablemente, en tiempos electorales o de celebración de efemérides partidarias, como ocurre durante el actual mes de julio en la víspera del 44 aniversario del triunfo de la revolución de 1979.
“Flavio”, un ex alto funcionario del Estado durante quince años, hasta que desertó del régimen de Daniel Ortega en 2022, describe esta presión como una “cacería”, que se traduce un esquema de vigilancia política y control que se endurece en la medida en que se reduce la base de apoyo político del FSLN, pese a lo cual decenas de servidores públicos continúan abandonando sus puestos de trabajo sin presentar una renuncia formal, por temor a la represión. “Entre la vida y la libertad o la liquidación laboral, preferís la libertad y huís”, dice “Flavio”, quien se encuentra en Estados Unidos.
“La gente está cansada”, describe el exfuncionario, al referirse a la reforma a la Ley de la Policía que tipifica la solicitud de una baja como un delito de deserción que se paga con varios años de cárcel. “En los últimos meses, yo conozco 15 casos de oficiales de la Policía que han desertado en diferentes niveles”, relató.
En una entrevista con Esta Semana y CONFIDENCIAL, “Flavio” cuestionó el proyecto de sucesión dinástica de Daniel Ortega para heredar el poder a su esposa la vicepresidente Rosario Murillo y a su hijo Laureano Ortega. Para Daniel Ortega “los únicos funcionarios que cuentan en Nicaragua son los que llevan el apellido Ortega Murillo, todos los demás son prescindibles, dijo el exempleado público, quien duda de la lealtad política del sandinismo hacia Rosario Murillo pues “la mastican, pero no la tragan”.
“¿Qué va a pasar cuando Daniel Ortega muera?”, preguntó “Flavio”. “Habrá que ver si Rosario Murillo y sus hijos tienen la capacidad política de maniobrar y establecer un nuevo pacto con la cúpula militar y con la cúpula de la Policía. Sin embargo, se van a enfrentar a una gran crisis de sucesión”, advirtió.
“Flavio”, vos fuiste un alto funcionario del Estado de Nicaragua durante más de 15 años, ¿qué te llevó a dejar el Gobierno de Daniel Ortega en 2022?
La represión. Después de que Daniel Ortega aplastó a toda oposición formal, comenzó un proceso de persecución interna dentro de las filas del Frente y dentro del mismo Estado, porque se dieron cuenta que en 2018, sectores importantes del mismo sandinismo se le pararon a Daniel Ortega, muchos de los que estaban luchando en las trincheras, en los tranques, en los barrios, en las ciudades, era gente que venía el sandinismo.
¿Vos eras simpatizante del FSLN? ¿Tenías carné del partido? ¿Tu salida del Gobierno como funcionario público ha sido también una ruptura política con el sandinismo?
Yo fui simpatizante en mi infancia y juventud. En los años ochenta yo era un niño. Y sí simpaticé porque vengo de un hogar profundamente sandinista. Nos vendieron la idea de que el sandinismo era una opción para los pobres, la antítesis del neoliberalismo y la corrupción, por ejemplo, del Gobierno de Arnoldo Alemán. Pero de repente me comencé a despertar cuando veo que estaba pactando con Arnoldo Alemán y, entonces, comencé a participar, en mi bachillerato, de las marchas que se hicieron en respaldo a la lucha por la transparencia del entonces contralor Agustín Jarquín Anaya.
Después, cuando nos vamos cansando los sandinistas de una y otra derrota electoral con Daniel Ortega al frente, comenzamos muchos a apoyar a Herty Lewites, que presentaba una opción diferente dentro del sandinismo, un sandinismo democrático amplio. Y cuando le cierran las puertas abiertas a Herty Lewites para que le pueda disputar en el interior del Frente la candidatura presidencial a Daniel Ortega, vimos que no solo el Frente Sandinista estaba plagado por corrupción, sino además por antidemocracia. Y entonces ahí fue mi ruptura total con el Frente Sandinista. Yo me fui siguiendo a Herty Lewites como una opción desde el sandinismo y cuando matan a Herty Lewites, me quedo dando la batalla electoral por lealtad a mis principios.
Luego de eso me desmovilicé políticamente. Me salió una oportunidad, no por razones políticas, sino eminentemente profesionales y personales, de entrar a trabajar al Estado como una forma de ejercicio profesional como para cualquier otro ciudadano, pero estando en las entrañas del monstruo pude ver que, a pesar de que habían algunos avances económicos y sociales como el famoso pacto con la empresa privada y con otros sectores que nos fuimos quedando acallados. Veía como la corrupción iba creciendo, como los espacios institucionales se iban coartando e incluso cómo desde el inicio del Gobierno de Daniel Ortega y Rosario Murillo en 2007 se iba persiguiendo, en el interior del Estado, a aquellos que teníamos cualquier pensamiento, no disidente, simplemente independiente.
Y me fueron molestando cosas que vi, como la manera en que le arrebataron la personalidad jurídica al MRS, no porque yo fuera MRS sino porque me pareció injusto y antidemocrático. Después los fraudes electorales, el robo de las elecciones municipales en 2008 y como las turbas sandinistas vapulearon a quienes se atrevieron a protestar contra ese fraude electoral en las elecciones municipales de 2008. Y todo lo que ocurrió en lo sucesivo. Entonces, ya desde antes de 2018, no sólo yo, muchos funcionarios del Estado de diferentes niveles, incluso funcionarios civiles y políticos, veníamos sintiendo que se estaba creando un caldo de cultivo para una explosión social en algún momento, que fue lo que ocurrió después en 2018.
El detonante: abril 2018 y la represión
Pero hiciste alguna carrera profesional dentro del Estado durante más de 15 años. ¿Cuál es el detonante que te lleva a tomar esta decisión de irte?
Efectivamente, los hechos de 2018. Antes de abril de 2018, insisto, todos los sectores o los amplios sectores de la sociedad estábamos bastante tranquilos en la medida de lo posible, trabajando y quedándonos cada quien con lo nuestro. Era como que Daniel Ortega, Rosario Murillo y su cúpula habían puesto un machigüe. Todos nosotros nos íbamos acercando a comer machigüe y nos fueron poniendo cada día una cerca alrededor de ese machigüe y cuando volteamos a ver, ya estábamos encerrados. Pero 2018 nos abrió los ojos. Antes de 2018 había algunos sectores como el Movimiento Campesino y otros sectores sociales que se atrevían a denunciar lo que estaba pasando, pero como la mayoría estábamos envueltos en nuestro trabajo, en nuestras propias actividades, no les prestamos atención. Pero cuando en 2018 se da una situación como la reforma a la Seguridad Social, que nos afectaron a todos, ese caldo de cultivo que venía arrastrándose desde antes, con todas las inconformidades con la corrupción y la persecución interna, incluso las mismas instituciones, ya nos hizo despertar. Y de ahí para adelante no nos pudieron contener. Incluso, como le digo, después de haber estrangulado a la oposición formal, dentro de las instituciones del mismo partido, comenzó una persecución, una cacería interna.
En la medida de que el régimen, de 2018 para acá, se ha ido recrudeciendo, esos espacios de crecimiento profesional se fueron cortando y más bien lo que han ido creciendo han sido aquellas pocas personas que de manera inescrupulosa han demostrado lealtad total al régimen y algunos que se mantienen ahí simplemente agachando la cabeza por temor. Pero aquellos que teníamos una posición técnica profesional se nos han ido cerrando las puertas y más bien hemos sido objeto de persecución. No solo nosotros, sino también nuestros familiares y todo eso nos ha ido llevando a desertar ya sea del Estado, como es mi caso, o del partido, otros, que son militantes, están en desacuerdo con toda la línea oficial del régimen Ortega Murillo.
En la última encuesta de CID Gallup, que se hizo en el mes de junio, los encuestados dicen que la simpatía política por el FSLN ha bajado al 13%, posiblemente su punto histórico más bajo. ¿Qué pasa entre los empleados públicos del Gobierno? ¿Hay más apoyo, hay más simpatía política por el FSLN?
Absolutamente no. De hecho, en las elecciones o votaciones, porque no se le pueden llamar elecciones presidenciales del año 2021, quienes salieron a votar fueron fundamentalmente los empleados públicos obligados, porque te obligan desde tempranas horas de la mañana, te están llamando para preguntarte si ya votaste, si no fuiste a votar. Te obligan a que te tomes una foto y le mandes tu dedo manchado a los grupos de WhatsApp de las Unidades de Victorias Electorales y como no vayas a votar, como no mandes tu foto, al día siguiente estás despedido. Entonces, en 2021, el porcentaje poblacional que ejerció el voto obligado, en su mayoría, fue el 18.75%. Luego, en las elecciones municipales de 2022, bajó al 15.6% de la población. La mayoría de ellos, funcionarios y empleados públicos obligados por el mismo sistema. Y obviamente eso siguió bajando.
Por tanto, no me extraña que ahora sea el 13% y lo que nosotros manejamos es que el voto duro del régimen, está entre el 8% y el 10%, que es un núcleo sólido bastante fanatizado. Obviamente estamos hablando de alrededor de 600 000 nicaragüenses, que también, poco a poco, van abriendo los ojos y por eso precisamente el régimen se encarga de intimidar, para que quienes se quieran oponer al régimen o quieran apartarse van sufrir consecuencias como cárcel, persecución, despido y eso es lo que está obligando a muchos trabajadores, a muchos emigrantes sandinistas a huir de Nicaragua para no sufrir esta consecuencia ni ellos, ni su familia.
Pero además, el régimen está metiendo el mono de que la oposición los va a perseguir, de que la oposición, si llega al poder, va a arrasar con los sandinistas, los va a matar. Y ahí es donde llama la atención que algunos sectores de supuesta oposición se muestran muy radicales en contra de todos aquellos que desertan del régimen en contraposición con algunos liderazgo de oposición que verdaderamente están mandando un mensaje bien claro: de que todos aquellos que no han cometido crímenes, que no han participado de la corrupción van a tener vida después de Daniel Ortega y Rosario Murillo. Decir que el día de mañana que el régimen caiga y venga la democracia en Nicaragua, todos aquellos que vienen del Frente Sandinista o han trabajado en el Estado, van a tener oportunidad de reinsertarse como todos los demás nicaragüenses de la sociedad.
Las deserciones
En los últimos dos años hemos sabido de varios casos de funcionarios públicos que simplemente dejan sus cargos, se van del país sin siquiera presentar una renuncia para ejercer el derecho de su indemnización o sus derechos laborales. ¿Por qué salen de esta manera?
Por terror. Porque saben que, si renuncian, lo que les espera es la cárcel, la destitución y la persecución. Es más, yo conozco un caso reciente de un matrimonio, tanto el hombre como la mujer trabajaban para una institución del Estado en diferentes posiciones. Se atrevieron a renunciar para obtener la liquidación que por derecho les correspondía y cuando iban por el octavo día, de los 15 días que manda la ley, los comenzaron a perseguir, a seguir el vehículo de manera extraña. Alguien les filtró que, al día siguiente, en el día noveno, los iban a echar presos para acusarlos de traición a la patria, todo por lo que acusan a todo aquel que se considera opositor, sin ellos ser opositores porque simplemente ya estaban cansados de la situación. Entonces, esta familia no tuvo más que agarrar a su niñito y a la madrugada siguiente, salir por punto ciego hacia un país vecino huyendo. Entonces, entre la vida y la libertad o la liquidación, preferís la libertad y huís.
¿Cómo se lee entre el sector público, esta reforma reciente que acaban de aplicar a la Ley de la Policía Nacional, en la que establecen penas de cárcel para las personas que piden su baja, lo cual es considerado como una deserción?
Están oficializando una práctica que ya venía desde antes. Yo conozco muchos amigos de la Policía y oficiales del Ejército, a los que ya se les venía diciendo que el que desertaba iba a enfrentar cárcel. Entonces, lo que están haciendo ahora es hacerlo público, para que todo aquel que se atreva a desertar sepa que va a tener consecuencias. Sin embargo, eso no está deteniendo la sangría de las filas del Ejército y de la Policía. Solo en los últimos meses, yo conozco 15 casos de oficiales de la Policía que han desertado en diferentes niveles. Ahorita también siguen desertando. ¿Por qué? Porque la gente está cansada.
Lo que pasa es que todo mundo teme a las estructuras represivas del régimen, que no solo son los antiguos CPS y hoy Unidad de Victorias Electorales. También, la inteligencia del Ejército, la inteligencia de la Policía, los escuadrones de la muerte, que sí existen bajo el mando de Néstor Moncada Lau, aunque digan que Moncada está hecho un lado, no, él sigue al frente de escuadrones con el apoyo de Rigoberto Balladares, el jefe de la Inteligencia del Ejército de Nicaragua.
En estos días se celebra el 19 de julio y se ha hablado de que hay mucha más presión contra los empleados públicos para que participen en actividades partidarias en el mes de julio, pero no hay una convocatoria masiva a la plaza.
No hay un apoyo real al régimen más allá del 10% de la población, 13% como dice la encuesta, incluyendo todos los empleados públicos que tienen que ir obligados, pero lo que hacen los empleados públicos es que llegan a las actividades, a que los vean sus compañeros, a tomar una fotito para subirla en grupo de WhatsApp de la Unidad de Victorias Electorales y pique y jale a su casa; solo llegaron a cumplir para que no los corran y no los persigan. Entonces, no hay capacidad de convocatoria.
Según la encuesta de CID Gallup, casi el 80% de la población rechaza el encarcelamiento contra monseñor Rolando Álvarez y entre ellos, una buena parte de estas personas son sandinistas. ¿Cómo impacta el castigo contra monseñor, la persecución contra la Iglesia católica en el seno del mismo Gobierno?
Yo no diría que es el 80%. Ese porcentaje es superior al 95%. Dentro del mismo sandinismo, o del Estado, la gente repudia lo que le están haciendo a monseñor Álvarez, a la Iglesia católica en general. La gran mayoría del pueblo nicaragüense es cristiano y dentro del cristianismo, la gran mayoría es católico y se siente respaldado por el testimonio que está dando monseñor Álvarez y la Iglesia como institución. Nosotros mismos, como funcionarios del Estado, católicos, hemos sentido la represión porque ya los CPC o las UVE te quedan viendo mal cuando saben que estoy participando mucho en actividades católicas. Y, además, nos han hecho llenar fichas, formularios, donde uno tiene que decir cuál es su opción religiosa y entonces ya te comienzan a dar seguimiento a través de los órganos de seguridad. Sin embargo, el repudio a lo que está pasando se comenta entre dientes, en grupos muy cercanos, no solo familiares, sino también en las mismas oficinas, entre los mismos compañeros, se lamentan y repudian lo que está haciendo contra los cristianos y los católicos.
¿Dinastía? A Murillo “la mastican pero no la tragan”
Daniel Ortega ha dicho que Rosario Murillo es la copresidenta de su régimen y, en efecto, aparece dirigiendo el día a día de las actividades tanto del Gobierno como del partido. ¿Cómo se establece la lealtad política de los servidores públicos? ¿Es con ella, con él, o con ambos?
La lealtad de ese 10% del sandinismo es hacia Daniel Ortega, a Rosario Murillo, “la mastican, pero no la tragan”, sobre todo por su forma de ser. Y esto no es de ahora. En 2016, en las votaciones presidenciales, además del abstencionismo enorme que hubo por parte de amplios sectores de la población por lo que le hicieron al PLI, también hubo abstencionismo enorme de las bases sandinistas y del mismo Estado, porque la candidata a vicepresidenta por el Frente era Rosario Murillo. La militancia no salió a votar por Rosario Murillo.
Ese repudio no solo se mantiene, sino que va incrementando. Es así que ustedes pueden ver en las encuestas que otras figuras como Reyna Rueda, el mismo Fidel Moreno, tienen mucha mayor popularidad que Rosario Murillo y Daniel Ortega. El Frente Sandinista en sus bases no quiere a Rosario Murillo, no quiere a los hijos de Ortega, no los reconoce como líderes, no los reconoce como que tengan méritos para asumir el liderazgo del sandinismo, ni del país. Y eso se ve reflejado en la encuesta también con Laureano y cualquiera de los hijos de ellos, porque saben que no tienen ni la inteligencia, ni la capacidad técnica, ni ningún mérito histórico para asumir el mando. Si ellos asumen el mando y se mantienen en el poder, es a punta de fuerza de represión e intimidación.
Sin embargo, Rosario Murillo está en la línea de sucesión constitucional. Laureano Ortega está en la línea familiar, también de sucesión del poder. ¿Qué va a pasar en 2026? ¿Se va a imponer una dinastía política familiar con Rosario Murillo?
El hecho de que ellos estén en la línea de sucesión confirma lo que usted acaba de decir, que es todo un régimen nepótico, familiar, feudal. Para Daniel Ortega y Rosario Murillo los únicos funcionarios que cuentan en Nicaragua son los que llevan el apellido Ortega Murillo, todos los demás son prescindibles.
¿Qué va a pasar cuando Daniel Ortega muera? Habrá que ver si Rosario Murillo y sus hijos tienen la capacidad política de maniobrar y establecer un nuevo pacto con la cúpula militar y con la cúpula de la Policía. Sin embargo, se van a enfrentar a una gran crisis de sucesión. ¿Esta crisis puede votar un régimen? Es posible, sí y sólo sí los liderazgos en la oposición tienen la habilidad para unirse, para presentar propuestas de nación y para presentar propuestas que resuelvan los principales problemas a todo el conjunto de la sociedad nicaragüense, en contraposición al desastre que Daniel Ortega, Rosario Murillo y su descendencia representan para el pueblo, no solo para los no sandinistas, sino para los sandinistas. Y de eso, cada día más, se están enterando los mismos militantes sandinistas y todos los funcionarios del Estado.