6 de marzo 2016
“Capellán del somocismo”, le llamó Daniel Ortega al cardenal Miguel Obando y Bravo, tras aquella “parábola del viborazo”, pronunciada en la Catedral Metropolitana el 17 de octubre de 1996, a tres días de las elecciones presidenciales de ese año, que Ortega perdió contra Arnoldo Alemán.
En los meses siguientes a la derrota, Ortega también señaló a Obando de “fariseo” y le acusó de “ensuciar” la palabra de Cristo. Por su parte, el entonces arzobispo de Managua se refirió a Ortega como “persona no pacificada” y agregó que estas personas son como “una serpiente, que vive, mata y muere escupiendo veneno”.
A veinte años de aquellos duelos verbales, el cardenal ha sido declarado este semana como “prócer de la reconciliación y la paz” de Nicaragua y eso ha ocurrido por una iniciativa de ley presentada por el mismo comandante Ortega, aprobada con 65 votos de los diputados del FSLN y sus aliados.
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— Confidencial Nicaragua (@confidencial_ni) March 6, 2016
Abundan en elogios, nadie cita el viborazo
“El presidente Daniel Ortega lo identifica (al cardenal) como un hombre entregado, que ha demostrado mucho amor por su nación, al servicio de los más pobres del país y que siempre luchó por las causas correctas”, aseguró la diputada del Frente Sandinista, Maritza Espinales, en la lectura del dictamen favorable que elaboró la Comisión de Educación, Cultura, Deportes y Medios de Comunicación.
Durante casi veinte minutos, Espinales leyó el extenso documento que repasó la vida, cualidades y anécdotas de Obando y Bravo y luego, 19 diputados intervinieron ante el plenario para respaldar la declaración con más elogios a la figura del cardenal Miguel Obando y Bravo. Ninguno mencionó sin embargo, la homilía pronunciada por Obando y Bravo aquel jueves por la tarde y que se consideró decisiva para dar el último impulso a la que fue la segunda derrota consecutiva de Ortega en las urnas.
“Hoy es un día del deber cumplido”, aseguró Castro, tras agregar que se sentía “regocijado” con la declaración que convierte a Obando y Bravo en par de los promotores de la Independencia de Centroamérica Miguel de Larreynaga (1772 – 1847) y Tomás Ruíz (1777 – 1819).
Los diputados del FSLN aprobaron la iniciativa junto con sus homólogos electos por el Partido Liberal Constitucionalista (PLC), Wilfredo Navarro y Jorge Castillo Quant, y la diputada miskita Eveling Taylor.
El dictamen de la Comisión destacó a Obando y Bravo como un “hombre de diálogo”, que “se ha hecho otro Cristo en la entrega a los demás”, “mediador”, “de gran energía moral” y de “puertas abiertas” y sostuvo el “respaldo pleno” de esta para otorgarle un reconocimiento que calificó como “más que merecido”.
Sin embargo, los 23 diputados del Partido Liberal Independiente (PLI) y el Movimiento Renovador Sandinista (MRS) no asistieron a la sesión como expresión de rechazo a la declaración.
La “conversión” del cardenal Miguel Obando y Bravo
En los años ochenta, antes del “viborazo”, las relaciones entre el entonces arzobispo de Managua y más tarde cardenal Miguel Obando y Bravo con el comandante Daniel Ortega, ya eran malas. La Iglesia católica, lidera por Obando, mantenía una posición crítica contra el gobierno revolucionario, que expulsó y persiguió a sacerdotes e incluso señaló a Obando de defender el apoyo militar de los Estados Unidos para la contrarrevolución. Le llamaban “archienemigo” y le habían apodado el “macho negro”.
La confrontación terminó, en el 2002, en la época del pacto entre Arnoldo Alemán y Ortega, cuando el principal protegido del cardenal Obando, el magistrado del Consejo Supremo Electoral (CSE), Roberto Rivas Reyes, era señalado por fraudes millonarios en la Comisión de Promoción Arquidiocesana (Coprosa), que Rivas le había dirigido para Obando durante veinte años.
Obando se acercó a Ortega, los cargos de corrupción contra Rivas fueron retirados y además este fue reelecto como magistrado y nombrado presidente del CSE, donde aún permanece.
La cercanía entre Obando y Ortega fue evidente cuando se vio al cardenal dando la comunión a Ortega y su compañera Rosario Murillo, a quienes dijo había casado en una ceremonia privada y para la campaña de 2006 no hubo más viborazos, sino exhortaciones de Obando a trabajar “por el bien común”, “la reconciliación” y el “triunfo en unidad”, que eran parte de los lemas de la campaña del caudillo del FSLN.
Obando, quien recibió la proclamación cardenalicia en mayo de 1985 y era arzobispo de Managua desde 1970, fue separado de la Arquidiócesis en abril de 2005, por el papa Juan Pablo II, quien un día antes de su muerte aceptó la renuncia por edad que Obando había presentado cuatro años atrás. Tras el regreso al poder de Ortega, Obando fue nombrado como presidente de la Comisión de Verificación, Reconciliación, Paz y Justicia, que además lleva su nombre.
Ortega calificó a Obando de “sepulcro enrojecido”
Una nota de mediados de noviembre de 1996, firmada por AP, recoge parte de los comentarios que por aquellos días Ortega y Obando expresaban cada uno en contra del otro.
Ortega entonces acusaba a Obando de "polarizarse a favor de la alianza liberal somocista" como llamaba él a la Alianza Liberal encabezada por Alemán.
Y aún en junio del siguiente año, según informó la revista Envío, Ortega afirmó sobre el prelado que él creía en Cristo “y no en quienes ensucian su palabra”, pues a su juicio el cardenal era un "sepulcro blanqueado y más que eso, enrojecido" (por el color de los liberales).
Precisamente en aquella eucaristía de 1996, el cardenal vistió de rojo. Envío destacó en una crónica que “aunque según el calendario litúrgico del tiempo ordinario le correspondía vestir de verde, eligió celebrar al mártir San Ignacio de Antioquía —desconocido para la piedad nicaragüense— para usar ornamentos rojos”.
“El cardenal Obando —continúa la crónica— cerró su homilía exhortando a los votantes a ser prudentes a la hora de elegir al hombre idóneo para la Presidencia e ilustró esta exhortación con una fábula de su cosecha”.
En la fábula, que más tarde fue bautizada por los medios como la “parábola del viborazo”, Obando contó: “Dos hombres iban caminando por el campo y vieron que en el camino estaba una víbora. La víbora parecía que estaba muriéndose a causa del frío. Y uno de aquellos hombres dijo: ‘Se está muriendo esta víbora por causa del frío, creo que si le damos un poco de calor no morirá’. El compañero le dijo: ‘Ten cuidado, que yo creo que esta víbora ya mató a alguien, porque salía de ese hueco y mató a fulano de tal’. Pero aquel dijo: ‘Las circunstancias han cambiado, esta víbora no me hará nada, yo le voy a dar calor’. Se agachó y la agarró contra su pecho para darle calor. Y cuando le había dado calor, la víbora lo mordió y lo mató”.
Por si la fábula no quedaba bastante clara, el entonces candidato presidencial Arnoldo Alemán estuvo en la primera fila durante aquella misa, participó en una de las dos lecturas litúrgicas y luego cargó el palio que cubría al Santísimo que el cardenal Miguel Obando y Bravo condujo en procesión a lo interior de la Catedral. Además, durante sus actos de campaña, Alemán había comparado al Frente Sandinista con una coral, que es roja y negra, describía, y había que contarle la cabeza por peligrosa.
Ortega, “el gallo ennavajado” de la campaña de 1990, derrotado en las urnas por doña Violeta Barrios de Chamorro, perdió otra elección.
En noviembre de ese mismo año, Obando y Bravo concedió una entrevista al periodista Carlos Fernando Chamorro, en la que habló sobre el papel de la iglesia en la política e incluso relató parte de su polémica fábula que dijo “estuvo sujeta a la interpretación de cada uno”.
“Nosotros (los obispos) como jerarquía pienso que no militamos en política partidista, pero militamos en política en sentido amplio, y el sentido amplio es buscar el bien común del pueblo, de orientarlo. En sentido amplio militamos aún como jerarquía, militamos. ¿Quién no milita en política en sentido amplio? ¡Todos! Lo que nosotros creemos que no se debe militar es en política partidista”, aseguró el cardenal Miguel Obando y Bravo.
Obando también afirmó: “Yo no tengo ningún partido. Yo francamente, si militara en algún partido quizá otro gallo cantaría”.
Oposición: cardenal Miguel Obando y Bravo pierde méritos
A pesar de la declaración de Obando y Bravo como “prócer de la reconciliación y la paz”, el diputado del PLI, Eliseo Núñez Morales, considera que “la única reconciliación efectiva que ha hecho Obando es la de él con Ortega”.
“Obviamente —dice— ha tenido sus luces, pero cuando vos valorás una persona tenés que valorar sus luces y sus sombras”.
La teóloga Michelle Najlis también estima que Obando no merece el reconocimiento de prócer y juzga su declaración como “una jugada política”.
“Si es cierto que el cardenal ha tenido momentos en que ha jugado un papel positivo”, comenta Najlis en relación a la labor de mediación que Obando realizó en los años setenta, pero sostiene que “en los últimos años ha jugado un papel lamentable”.
El diputado del MRS, Enrique Sáenz, miembro de la Comisión que dictaminó la iniciativa, considera que “muy mal favor le hace el régimen al cardenal” con la decisión de declararlo prócer.
Se trata, opina, de una “decisión precipitada”, porque los próceres no son el resultado de una declaración legislativa, sino del reconocimiento de los pueblos a lo largo de un período prolongado de tiempo y “estamos ante una decisión manifiestamente manipuladora”.
“Justo es reconocer que el cardenal desempeñó importantes funciones en episodios de nuestra historia. Pero también es cierto que hoy en día sus acciones despiertan el rechazo de una parte importante de la población, que desaprueba su entrega a un régimen dictatorial que, nuevamente, está conduciendo al país a la confrontación”, afirma Sáenz, para quien “no es casual que (la declaración de prócer) se realice en pleno año electoral”.
Sin embargo, Núñez Morales cree que “Ortega mismo sabe que Obando a él no le sirve para que rece por él, ni le sirve para que atraiga a miles de católicos hacia su partido”.
Según Núñez, Obando solo le sirve a Ortega “como símbolo de que él ha sido capaz de doblegar a todos sus enemigos y que ha sido capaz, incluso, de traer de su lado, a través de prebendas, compras, etcétera, a un cardenal, que por sus propios intereses terrenales está ahí al lado”.