11 de junio 2018
Harley Morales vive hoy en una especie de claustro. Este joven de 26 años, estudiante de sociología en la Universidad Centroamericana (UCA) de Nicaragua, duerme en una residencia de seguridad, junto a otros 40 universitarios representantes de los grupos estudiantiles surgidos en la actual crisis política.
Harley Morales es miembro del comité de estrategia política de la Alianza Universitaria, uno de los cinco movimientos estudiantiles que componen la Coalición Universitaria y de la Sociedad Civil, conglomerado que abandera la lucha política que exige la salida de los actuales gobernantes. A esta coalición se han unido oenegés y también gremiales empresariales.
La crisis inició hace menos de dos meses, el 18 de abril, debido al recorte en las pensiones del INSS. Las protestas se masificaron debido a los ataques de la Policía Nacional y de fuerzas progubernamentales. Cuando se empezaron a contar muertos, las protestas dejaron de ser por las pensiones, y se dirigieron contra la represión estatal. Los universitarios se atrincheraron en las universidades y en las iglesias, y un significativo sector de la población los acompañó, exigiendo la renuncia de los gobernantes. Ese fue el inicio de la actual crisis política y social en Nicaragua. Hace apenas siete semanas. Desde entonces, más de 130 personas han muerto como consecuencia directa del conflicto, y cada día aumenta ese listado.
Más empujados por las circunstancias que por una deliberada decisión de abanderar una revuelta popular, los estudiantes tuvieron que pasar, en plena protesta callejera, a una nueva etapa: la de la organización. “Desde el mismo 19 de abril se comienzan a organizar comités y se constituyen movimientos; nos preocupaba que la protesta se disipara”, dice Harley Morales. El suyo, llamado la Alianza Universitaria, surgió a partir de lo que él llama “el secuestro de catedral”: el 19 de abril, en pleno repliegue huyendo de las balas, cientos de estudiantes y civiles se refugiaron en la catedral de Managua y debieron permanecer allí varios días, sitiados. Adentro del templo se organizaron y surgieron los primeros liderazgos. De manera similar, en varias universidades se conformaron los otros cuatro grupos.
Estos representantes estudiantiles mutaron en pocas semanas de agitadores sociales a actores políticos. Si antes (hace apenas un mes) se les encontraba en la calle megáfono en mano u organizando la logística en los campus, ahora viven juntos, como si estuvieran internados, aislados, rodeados de asesores y con una tremenda presión de diversos sectores para que fijen posturas en un proceso muy complicado.
Son, pues, una verdadera generación espontánea, intentando adaptarse a su protagonismo en un momento de esos que cierran y abren capítulos en la historia. Siguen siendo, junto a la iglesia, quienes legitiman cada paso del proceso y se han ganado reconocimiento nacional e internacional desde que, en la instalación de la mesa de diálogo, el pasado 16 de mayo, un estudiante de 20 años llamado Lesther Alemán dijo al presidente Ortega que lo único que iban a negociar en esa mesa era su salida. El video dio la vuelta al mundo.
El gobierno orteguista los considera parte de una “conspiración golpista de la derecha”, y no son pocas las sospechas que despierta la súbita capacidad económica de unos estudiantes para montar conferencias en salones de hoteles de lujo o mantener una nueva vida sin tener ingresos.
Harley Morales no rehúye a responder estas preguntas y aclara el origen de los fondos para su manutención. Pero saben, dice él, que estos fondos vienen con trampa, de sectores que intentan mover su agenda a través de ellos, que han sido legitimados en las calles. Son jóvenes sin experiencia, a veces ingenuos, que intentan caminar en medio de un bosque con muchas amenazas, no pocas de ellas caminando a su lado.
La semana pasada, una delegación de estos estudiantes visitó Washington, para asistir a la asamblea general de la OEA, y poco después se reunieron y fotografiaron con tres de los más extremistas republicanos estadounidenses: Marco Rubio, Ted Cruz e Ileana Ross-Lehtinen. Las fotos sorprendieron a todos en Nicaragua y fueron vistas con reservas no sólo por los simpatizantes de Ortega, sino también por opositores al régimen, liberales y exsandinistas. “Fue terrible”, dice. “Son la extrema derecha republicana. Estamos muy descontentos con ese viaje, que lo pagaron de Estados Unidos y se les impuso una agenda. Nos hemos dado un color terrible. Vamos a tener que corregir errores”.
El Faro ha confirmado que el viaje a Washington lo pagó la organización Freedom House, con sede en Washington, que además estableció la agenda de los estudiantes, incluyendo las polémicas visitas a Rubio, Cruz y Ross-Lehtinen. Carlos Ponce, encargado de América Latina en Freedom House, argumentó que se pidieron reuniones con otros congresistas y senadores pero que sólo estos tres aceptaron. “Parece que son los más interesados”, dijo.
Las fotos con los republicanos fueron inoportunas, habida cuenta de la coyuntura en Nicaragua: El gobierno de Ortega acusa a los estudiantes de ser instrumentos de una conspiración de la derecha internacional. El error no los ha deslegitimado, pero les ha dejado algunas de sus primeras lecciones en política, como admite Harley Morales. La principal, probablemente, es que a su alrededor hay mucha gente queriendo imponerles una agenda que les es extraña.
Conviene aquí dimensionar las cosas. Estos muchachos eran unos niños cuando Daniel Ortega ganó la presidencia en 2006. Son jóvenes universitarios sin ninguna experiencia política, que llevan dos meses bajo todos los reflectores y con el peso de protagonizar una importante transición en su país. No es extraño, pues, que su ingenuidad quede evidenciada como en la visita a Washington. Pero, sobre todo, no es extraño que haya tantos sectores interesados en aislarlos, en influenciarlos, en avanzar sus agendas a través de ellos. “Sabemos que sólo nosotros podemos legitimar este proceso”, dice Harley Morales. Lo saben también quienes hoy merodean a sus alrededores.
Esta conversación tuvo lugar en la mañana del viernes 8 de junio, en Managua.
¿Cómo se han organizado en siete semanas?
Desde el 19 de abril se comienzan a organizar comités y se constituyen movimientos. Nos preocupaba que la protesta se disipara. Se formaron cinco movimientos y después la Coalición Universitaria y de la Sociedad Civil. Cuando la Conferencia Episcopal llamó al diálogo, sostuvimos reuniones con el Cosep (Consejo Superior de la Empresa Privada), con organizaciones de la sociedad civil y otras que estaban en pro de articular esto. El Cosep es parte de la Coalición, también la Amcham (Cámara de Comercio Americana en Nicaragua); hay organizaciones campesinas y también representación de los pueblos del Caribe.
¿Por qué decidieron unirse con grupos tan distintos al suyo?
Sabemos que la forma para derrotar al régimen es haciendo una agenda común. El movimiento estudiantil ya trasmutó a la política. No luchamos por las becas ni por agendas sectoriales.
¿Y quién les paga su nueva vida? Su manutención, su hospedaje, su movilización, su seguridad, sus viajes…
Exigimos mínimos de seguridad para ir al diálogo y obviamente no nos los daría el gobierno. Tenemos que aliarnos con otros sectores, como el privado y la sociedad civil. No solamente es el sector privado. Está Oxfam, el Movimiento María Elena Cuadra, los productores agropecuarios y ganaderos, etc…
¿Cómo surgió el viaje a Washington?
Ese viaje fue algo rarísimo. Estamos muy descontentos con ese viaje. Incluso con nuestro representante. Cuando lo planificamos ya había muchos actores queriendo intervenir en la agenda. Eso pasó desde el principio. Me refiero a organizaciones, a políticos opositores, algunos más a la derecha… Este viaje fue financiado desde Estados Unidos (Freedom Foundation) y se les impuso una agenda, y eso es terrible. Fueron ellos quienes decidieron qué estudiantes irían.
¿Por qué lo aceptaron entonces?
No lo aceptamos. Íbamos con una cuestión clara de que asistirían a la Asamblea General de la OEA. Es terrible. No sabíamos de las reuniones con Ted Cruz, con Ileana Ross ni con Marco Rubio. Tenemos un gran descontento con eso. Cuando vengan los muchachos, vamos a hablar con ellos. No podemos ceder en lo fundamental.
¿A qué te referís?
Es que no nos avisaron de que iban a esas reuniones. Fue muy raro. Todos los movimientos ahora tienen asesores. Personas que se mueven. Hijos de políticos, empresarios… Tienen una línea política muy clara. De los tres estudiantes que fueron a Washington, dos son del Movimiento 19 de Abril y uno, Fernando Sánchez, sí es de nuestra alianza.
¿Y él no les dijo a qué iba?
Es que en la Coalición ya no nos ven como grupos. A él lo llamó alguien y le dijo: te vamos a llevar. No comunicaron nada a los demás.
¿Qué es lo que no te gusta de las reuniones con Rubio, Cruz y Ross?
¡Nosotros no nos vendemos! Ni en nuestra propia Alianza. Ponemos sobre la mesa nuestros puntos. Tenemos legitimidad y esta alianza existe por nosotros, no por el sector privado, y podemos deslegitimar la alianza y salirnos. No somos hijos del Cosep. Yo soy de izquierda, Yo no habría ido.
¿Cómo se han recibido esas reuniones al interior de la Alianza Universitaria ?
Vamos a tener que hacer un plan de corrección de errores. Nos hemos dado un color terrible. Si ya nos decían que éramos hijos del Cosep, ¿qué van a decir ahora, que somos hijos del Partido Republicano de Estados Unidos? Tenemos que hablar de eso cuando vuelvan.
¿Hay en tu opinón actores interesados en manipularlos?
Muchos. Yo estuve en la UPoli (Universidad Politécnica, una de las primeras tomadas por los estudiantes para atrincherarse) el 22 de abril, y ya recuerdo entonces cuántos actores que yo reconocí estaban ya allí viendo con quién hablar. Había muchos grupos disputando el liderazgo estudiantil. Y muchos tratando de ‘asesorar’. Esa es la palabra clave. Los ‘asesores’, que yo creo que están tomando decisiones y hay movimientos que se dejan asesorar por ciertas personas.
¿Cómo es su relación con el Cosep en esta coyuntura?
Nosotros estamos muy claros. Sabemos que cuando el Cosep no nos necesite, nos van a descartar. Pero nosotros tenemos otros planes.
¿Me los vas a revelar ahora?
Claro. La historia nos dice que no debemos supeditarnos a la agenda política y económica del empresariado y sabemos que nos dejarán en la calle. Sabemos el riesgo en el que caemos por estar recibiendo su apoyo. Creen que nos pueden pedir algo a cambio. Nosotros insistimos en justicia y democracia, y hay algunas cosas que decimos que no les han gustado.
¿No hay una contradicción en que ustedes, opositores al sistema implantado por Ortega y los grandes empresarios, estén ahora apoyados por esos mismos empresarios?
Sí la hay. Hubo dos pactos que permitieron la llegada de Ortega al poder: el que hizo con Arnoldo Alemán y el que hizo con la gran empresa privada. Nosotros, cuando comenzamos a dialogar con empresarios, no lo hicimos con (José Adán) Aguerri (director ejecutivo del Cosep), sino con Michael Healy (presidente de la Unión de Productores Agropecuarios de Nicaragua, UPANIC) y con Álvaro Vargas, de FAGANIC (Federación de Asociaciones Ganaderas). Creemos que el Cosep está ahora en disputa. La Cámara de Healy es la más beligerante. A los empresarios los tenemos como aliados de cara al diálogo, pero no tenemos confianza. Una vez fuimos muy claros a ellos: les dijimos que temíamos que el diálogo fuera un show mediático y que el verdadero diálogo se estuviera haciendo bajo de la mesa. Esa es una sospecha latente. Nosotros demandamos justicia y democracia.
¿Y la justicia pasa por sentar en los tribunales a todos los corruptos? Es decir, ¿también a los empresarios que resultasen cómplices de la corrupción?
Sí, claro. ¡Por supuesto! Pero primero hay que juzgar a los responsables de todos estos asesinatos.
Si mañana renunciara Ortega, como ustedes piden, y hubiera convoca toria a elecciones, ¿qué harían?
Nosotros ya no apostamos a ser un movimiento estudiantil sino un relevo de la élite política viciada que siempre ha velado por sus propios intereses. Tal vez no seamos nosotros los que vamos a dirigir el país en un corto plazo, pero vamos a ser una fuerza beligerante. Si mañana hubiera elecciones, tendríamos que sentarnos con muchas personas. “Preparar una cancha”, como dice la OEA. No sólo exigimos elecciones transparentes, sino profundas reformas electorales. No queremos sólo un cambio de élites. No queremos partidos tradicionales. El culpable de todo esto no es sólo el Frente Sandinista, sino toda la oligarquía y la élite política de este país, por complicidad o por incapacidad. Hemos dejado claro a los empresarios que no queríamos elecciones, sino la renuncia de los actuales gobernantes y la conformación de una junta de gobierno transitoria. Nuestra lucha es también contra todos los partidos políticos tradicionales.
Entonces ¿ cómo quieren hacer?
El FSLN está ahora mismo en crisis. Nuestro temor es que si damos más tiempo hasta convocar a elecciones, el Cosep y los grandes empresarios harán otro pacto tripartita [así llaman en Nicaragua al acuerdo entre Ortega, los grandes empresarios y los sindicatos, que ha permitido al comandante gobernar sin contrapesos, pervertir las instituciones estatales y eliminar a la oposición, con la bendición y complicidad de los grandes empresarios que, a cambio, dictan las medidas económicas y se benefician del Estado]. Necesitamos garantías de que no son ni los partidos políticos ni los empresarios los que se van a tomar esto. Nadie puede imponer sus intereses.
¿Pero cuál sería, para ustedes, el calendario ideal?
La empresa privada ha pedido 14 meses. Eso les permitiría pactar con el régimen o quedarse ellos. Nosotros pedimos circunscripción popular para participar en las elecciones en alianza con otros sectores.
¿Pero cómo, con quién es , si ustedes presumen de no tener líderes?
Todo acuerdo de la sociedad civil necesita hoy ser legitimado por nosotros. Tenemos que ser bastante sabios para saber quiénes son esos llamados a ejercer cargos públicos. No vamos con la lógica de la venganza.
Recientemente vinieron representantes de la OEA y se reunieron con ustedes. ¿De qué hablaron?
Hablamos nosotros. Ellos no hablan mucho. Les aclaramos nuestras posiciones y el escenario en el que están. Ortega quisiera un pacto con actores menos beligerantes. Conocemos la relación de amor de Almagro con este gobierno. Dicen que la cancha estará lista para enero, pero para enero nos habrán matado. Les presentamos nuestra agenda. Nos dijeron que ellos no aceptan nada fuera de las vías constitucionales.
¿Y cuál fue su contrapropuesta?
Que en agosto pueda haber un llamado a elecciones. Pero primero debe haber reformas. No admitimos cualquier elección anticipada.
¿Todo eso requiere de la salida de Ortega?
En el momento en que el dictador admita nuestra agenda, estaría rindiéndose. Eso lo sabemos. Le estaríamos doblando el brazo. Eso depende de nuestra capacidad de movilización, de la calle. Lamentablemente acabamos de hacer un mal papel ante la comunidad internacional.
Hablemos un poco de sus condiciones actuales, encerrados, con seguridad,… ¿No los ha hecho perder el vínculo con la calle, que fue precisamente lo que lograron ganar en abril?
Bastante. Tiene sus contras pero también sus pros. Nos ha permitido organizarnos mejor, diseñar estrategias, líneas de acción. Hemos perdido el contacto con los tranques y nuestra debilidad es la UNAN (Universidad Autónoma de Nicaragua), porque es muy grande. Estamos tratando de integrarlos más a la coalición. Hubo un momento en que estábamos en los tranques. Ahora estamos en otra fase. Ya no es sólo de atrincherarse. Vamos a tener que ser muy creativos y aprender de la historia.
Mencionas mucho la palabra historia. ¿Ustedes se asumen como protagonistas de un momento histórico?
Sí, lo sabemos. Las circunstancias obligan a tomar decisiones cuidadosas y a tener disciplina. Llamar revolución a esto es lindo, pero eso significa cambiar estructuras. La prioridad ahorita es que no nos maten. Luego, la justicia y la democracia.
La mesa de diálogo convocada por la Conferencia Episcopal ha sido suspendida. ¿Qué pasa si la dan por finalizada?
Prevemos estrategias para que la forma de trancar el país sea más coordinada. Una red de abastecimientos. Siempre cabe la posibilidad de un paro o la instalación de una junta de gobierno en territorio liberado, como Masaya. Son formas de presionar.
(Publicado originalmente en El Faro).