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“Zapatero a tus zapatos”

Ortega, “Nicho” Marenco, un refrán milenario, y cómo llegué a ser periodista, siendo zapatero y secretario de actas del sindicato

En una imagen de archivo Daniel Ortega (izq.) abraza a Dionisio “Nicho” Marenco. Foto: Tomada de La Prensa

Onofre Guevara López

4 de julio 2024

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Con este refrán, Daniel Ortega le respondió a Dionisio “Nicho” Marenco la sugerencia de que si no quería ocupar la presidencia o Casa de los Pueblos como presidente de la república en 2007, podía disponer de cualquier otro edificio público, del INSS o el Centro Olof Palme, y no de la Secretaría del FSLN y su casa de El Carmen. Le quiso decir pues, que se dedicara a su función como alcalde de Managua. Este es un refrán cuyo origen milenario no es muy seguro que Daniel lo conociera.

Como zapatero, yo me interesé en conocer su origen.

Por haberme negado a entrar a tercer grado, por mi incapacidad de aprender de memoria las lecciones y el terror que me causaba no poder repetirlas en clase, recibí el castigo de ser enviado a un taller de zapatería donde trabajaba mi hermano Santiago, para que aprendiera a calzar a la gente, aunque yo todavía andaba descalzo. Por ser yo solo un aprendiz, conmigo no podía repetirse la anécdota del zapatero con el pintor griego Apeles.

Se las cuento: Apeles fue un pintor que vivió antes Cristo, en Macedonia, en los Balcanes, al norte de Grecia; dicen que pintó al rey Alejandro Magno, pero no se conoce ninguna de sus pinturas. Pues sucedió que, durante una exposición de pintura, un zapatero señaló un error en la sandalia del personaje de uno de sus cuadros; Apeles aceptó con humildad el señalamiento, y reparó el error; después, el zapatero se atrevió a criticarle otros detalles de su pintura, por lo cual Apeles le dijo: ”¡Zapatero, a tus zapatos!”. Esta frase viene repitiéndose desde hace más de dos mil años. En los días que vivió Apeles, faltarían… ¡unos 1857 años para que yo entrara como aprendiz a un taller de zapatería!


Un año después de haber entrado al taller, ya me podía caber el regaño de Apeles, porque era yo un nuevo zapatero; pero yo nunca me metí a criticarle la obra a ningún pintor —menos ahora la obra de mi nieto Denis, colega de Apeles— porque el objeto de mi crítica comenzó a ser el régimen somocista y el sistema social imperante.

Para el año 1946, ya era miembro del sindicato de zapateros de Managua, y en una asamblea me eligieron secretario de Actas y Acuerdos. Les cuento algo al respecto de escribir actas: el secretario de cualquier organización transcribe de modo resumido y con la mayor exactitud posible, todo lo que trascurre en una asamblea: quiénes asisten, quiénes hacen las propuestas, en qué consisten estas propuestas, las discusiones sobre las mismas, y los acuerdos finales a que se llega.

Todo esto, equivale a redactar, que es el mismo oficio del cronista o reportero de un periódico. Pienso ahora que, sin darme cuenta entonces, el cargo de secretario de actas me sirvió de mucho para aprender a escribir, y después trabajar como periodista; también desempeñé el cargo de secretario juvenil y como secretario general de mi sindicato.

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Onofre Guevara López

Onofre Guevara López

Fue líder sindical y periodista de oficio. Exmiembro del Partido Socialista Nicaragüense, y exdiputado ante la Asamblea Nacional. Escribió en los diarios Barricada y El Nuevo Diario. Autor de la columna de crítica satírica “Don Procopio y Doña Procopia”.

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