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Venezuela: el peligro de ser país petrolero

Es tan aplastante el peso de la información parcializada contra Venezuela, que arrastra tras de sí la opinión de líderes de izquierda

El presidente venezolano, Nicolás Maduro, mientras mantiene un encuentro con su homólogo iraní, Hasán Rohaní, en Teherán. EFE.

Onofre Guevara López

24 de noviembre 2015

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Con excepción del Medio Oriente con sus sangrientas agresiones imperiales e igual de sangriento terrorismo político-religioso, no hay en el mundo mayor atención mediática que Venezuela. En el otro lado del mundo, el ejército mediático transnacional oculta al petróleo como el objetivo de las agresiones imperiales y su estímulo al terrorismo, y en Venezuela el ejército mediático también oculta al petróleo como causa de las agresiones norteamericanas.

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Es tan aplastante el peso de la información parcializada contra Venezuela, que arrastra tras de sí, incluso, la opinión de líderes de izquierda. No voy a indagar aquí sobre por qué esa atracción fatal que ejercen los conceptos y las prácticas desinformativas del ejército mediático internacional sobre la izquierda, al extremo de volverla solidaria con la derecha venezolana. Me basta penar en que la solidaridad con los pueblos que enfrentan al imperio gringo en defensa de su soberanía, está muy encima de las críticas que puedan merecer sus errores, porque estos siempre serán menos perjudiciales que los intereses imperiales.

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Si a esa izquierda se le reconociera el derecho de creer que una agresión extranjera, de cualquier tipo, es solo una cuestión ideológica, habría que ver los hechos que les dan origen. Las agresiones gringas contra Venezuela, comienzan con el histórico saqueo de su petróleo, el soborno a una clase dominante apátrida y parasitaria que permitían esa explotación, la concesión de préstamos a sus gobiernos títeres, sabiendo que se los roban, y después se los cobraban al pueblo con planes de ajustes económicos que le encarecían la vida, le reducían sus prestaciones sociales, lo condenaban al desempleo y a la marginalidad total, no solo social.

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El “Caracazo” de 1989, en días de Carlos Andrés Pérez y su AD, es un ejemplo de sangre y violación de los derechos humanos en Venezuela, que el pueblo no soportó, al costo de más de tres mil asesinados por el ejército. Funcionarios de aquel gobierno de “acción democrática, hoy figuran entre las filas opositoras, junto a los “copeyanos”, otros cuyos gobiernos también fueron servidores de las transnacionales petroleras. Su consigna electoral es “el cambio”, que no significa otra cosa, que cambiar el presente por su pasado.

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Menciono solo las agresiones de los últimos dos años, porque coinciden con la muerte de Hugo Chávez, en la cual la derecha había cifrado sus esperanzas de acabar con el proceso revolucionario y volver al poder. La elección de Nicolás Maduro, a la derecha le pareció, con un extra de odio clasista, una ofensa ser gobernada por un chofer, y decidieron deshacerse de él por cualquier vía. Llevan dos años haciendo de todo y fracasando en todo, desde de sus difamaciones y amenazas (con la ayuda de la CIA, la DEA y el Comando Sur esperando con una intervención “humanitaria en caso de crisis extrema”), con delitos callejeros (“guarimbas”), causantes de muchas muertes y asesinatos selectivos de diputados y líderes chavistas.

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Aparte de las campañas de prensa local e internacional, una de las agresiones más fuertes han sido el contrabando, la especulación, los sabotajes productivos de las empresas privadas y la elevación de precios especulativos de productos fabricados o importados con dólares proporcionados al precio oficial. Es decir, en cuatro palabras: con la guerra económica. Luego, además de negar esta guerra, y su responsabilidad en las distorsiones económicas, la derecha ha montado sus esperanzas en un triunfo electoral en el descontento popular que ha producido, también con su guerra psicológica.

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Ese descontento popular, que la derecha cree mayoritario, se ha vuelto uno de sus slogans de campaña. Para cifrar sus esperanzas en eso, la derecha oculta o difama la cruzada exitosa contra el contrabando –¿recuerdan el cierre de la frontera con Colombia, tan desprestigiado mediáticamente?—, y la distribución oficial en todos los barrios de productos de consumo a precios justos. Sobre el sabotaje económico, hay algo que ocultan para poder echarle la culpa de la escasez solo a la revolución:

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Que, históricamente, las clases dominantes han sido beneficiarias de una política anti nacional: mientras descuidaron por siglos la producción agrícola e industrial, se dedicaron a la especulación financiera y a la importación generalizada. Al mismo tiempo, crearon y controlan todas las cadenas de distribución a nivel nacional, lo que hoy les permite hacer todas las manipulaciones posibles en el mercado.

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Estas son las tres armas principales de la derecha que le ha convencido, o cree estar convencida, de que con ellas ganarán las elecciones legislativas del próximo 6 de diciembre: la guerra del ejército mediático local e internacional, el descontento popular causado por su guerra económica y las encuestas que forman parte de guerra psicológica, cuyo supuestos resultados tiene muy encima a la derecha sobre el chavismo. Ilusión óptica auto recetada. Sin embargo, esos falsos resultados de las encuestas es también un arma para otro fin: su imaginario triunfo en las cuestas, es una máscara para argumentar que su derrota será resultado de un fraude electoral. (“Curándose en salud” se acostumbra decir).

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Fíjense en que no he mencionado ninguno de los exitosos programas sociales de la revolución –el de la vivienda, de la educación gratuita a todos los niveles, de la salud, etcétera—, ni los éxitos en la construcción de la infraestructura vial, los éxitos en sus relaciones internacionales promotoras de la unidad, la integración económica latinoamericana y la colaboración (de la cual, por desgracia, la que tiene con Daniel Ortega, no es precisamente ejemplar, sino en su provecho familiar, como lo sabemos los nicaragüenses).

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Y hay algo nunca tomado en cuenta por la derecha ni cierta izquierda: que ninguno de sus programas sociales ha sido suspendido, ni siquiera disminuido durante el tiempo en que el precio del petróleo ha estado por el suelo. Algo ha de significar eso para los venezolanos beneficiarios de esos programas, quizás mucho más que un simple arrecharse en una larga fila para poder comprar los productos que la propia derecha venezolana les esconde en sus cadenas de distribución.

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Errores como la colaboración no bien revisada con Ortega, y la adopción de creencias religiosas con fines políticos, o sea, la utilización y divulgación de las creencias impuestas por los españoles para dominar a nuestros pueblos, no son menos criticables que el hecho de hacer filas entre los creyentes de las deformaciones del ejército mediático internacional contra el proceso venezolano. Hoy, estar “al día” con la información, es signo de fe en la derrota del chavismo, porque todos los medios lo anuncian. La victoria derechista en Argentina, daré nuevo impulso a esta campaña, porque la asociarán mecánicamente a la situación de Venezuela.

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Yo critico la colaboración económica no controlada con Ortega y las desviaciones religiosas de algunos líderes del gobierno venezolano, con la misma franqueza con que defiendo al proceso revolucionario del pueblo venezolano. O sea, que no me distraigo viendo solo un árbol, porque me gusta admirar toda la frondosidad del bosque venezolano, y así no hacerles el juego a sus enemigos históricos… ¡y “amigos” de su petróleo a la vez!

Cronología imperial (*)

1813.- El 19 de febrero, un tal Lascuráin asumió la presidencia de México y designó a Huerta, como ministro de Gobernación (Interior), y acto seguido renunció, con lo cual automáticamente, Huerta pasó a ser el “presidente”. 2) El 20 de febrero, ante las versiones de que Madero y Suárez serían asesinados, la esposa y la hermana del ex presidente visitaron al ministro gringo Wilson, para que lo impidiera ante su títere Huerta, a lo cual se negó. Igual gestión hizo el ministro chileno ante Wilson, quien le respondió con un seco cinismo: “Nosotros no debemos inmiscuirnos en los asuntos internos de México”.

1814.- 1) El 21 de enero, los marines de los cruceros South Carolina, Wheeling y Tacoma desembarcaron en Port-au Prince, Haití, con el pretexto de actividades revolucionarias, en donde permanecieron hasta el 9 de febrero. 2) Tardaron más en irse que en regresar, pues entre el 20-21 de febrero hubo nuevos desembarco de marines en puertos haitianos, inmiscuyéndose en asuntos internos de Haití.

3) El 9 de abril, como si estuvieran en su casa, el pagador y siete marines del crucero Dolphin desembarcaron en Tampico, México, sin permiso, en un muelle donde las tropas federales (huertistas) habían prohibido el acceso: llevados ante el jefe de la plaza, general Zaragoza, este de inmediato les dio libertad y pidió disculpas al comandante de la flota estadounidense, almirante H.T. Mayo, quien consideró que había sido un insultos a Estados Unidos, y exigió a Zaragoza que la bandera gringa… ¡fuera izada en lugar prominente y saludada con una salva de 21 cañonazos, todo eso en un plazo de 24 horas!

(Continuará)

(*) Resumida de Guía del Tercer Mundo-86.
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Onofre Guevara López

Onofre Guevara López

Fue líder sindical y periodista de oficio. Exmiembro del Partido Socialista Nicaragüense, y exdiputado ante la Asamblea Nacional. Escribió en los diarios Barricada y El Nuevo Diario. Autor de la columna de crítica satírica “Don Procopio y Doña Procopia”.

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