19 de octubre 2021
Se trata del acto terrorista en Nueva York del 11 de septiembre y de la agresión a Afganistán iniciada el 7 de octubre del mismo año 2001. Todo el mundo sabe cómo terminó lo de Afganistán, pero el periodista investigador Bob Woodward sabe cómo comenzó, y lo narra en su libro Bush en guerra (2003). Woodward es coautor de la investigación del escándalo Watergate que culminó con la renuncia de Richard Nixon a la presidencia (1974).
La salida de las tropas estadounidenses de Afganistán produjo conmoción internacional, aunque no tanto como lo de Nueva York. Los líderes estadounidenses admitieron la derrota con eufemismos, pero también bajo eufemismos siguen bombardeando con drones, causando más “daños colaterales.“
Los veinte años de los actos terroristas contra las torres gemelas del World Trade Center, aún tiene herido el orgullo nacional estadounidense. De los veinte años del inicio de la respuesta militar contra el terrorismo en Afganistán, se habló menos.
Los daños humanos en Nueva York fueron enormes, tres mil vidas. Los otros sacrificios humanos producidos en Afganistán aún no terminan de contabilizarse. El terrorista Osama Bin Laden y sus compinches de Al Qaeda, sufrieron menos que el pueblo afgano y aún sigue sufriendo las consecuencias.
Osama Bin Laden, fue un émulo de los criminales de la historia que al amparo de concepciones y prácticas del fundamentalismo religioso han ensangrentado a la humanidad, y se amparó en su Dios: “He aquí a Estados Unidos golpeado por la mano de Dios Todopoderoso...”
La mala política, la guerra, sus consecuencias son asociadas a Dios, y en eso Bin Laden no tiene la exclusividad. El entonces presidente Bush, argumentó así la respuesta que daría a los terroristas: “Existe una escala de valores que no podemos comprometer: los valores divinos.”
Y agregó que no se debía dar la impresión de que a través de la… “diplomacia y la acción militar (…) estamos creando esos valores, de que somos sus creadores (…) Lo cual nos lleva a la cuestión más amplia, a la idea de Dios. Todos somos hijos de Dios.”
Por eso –dijo— haría que… “la guerra en ambas direcciones, la práctica y la moral.”
Así como para Bin Laden en su idea de Dios no hubo lugar para pensar en los seres humanos que había sacrificado, para Bush tampoco hubo lugar los humanos inocentes que se sacrificarían en Afganistán. Nadie que utiliza las armas, por mucho que invoque a Dios, piensa en los seres humanos… sino es para matarlos.
II
Los diseñadores de la guerra en Afganistán fueron: George W. Bush, su vicepresidente Dick Cheney, el Secretario de Estado Colin Powel, el Secretario de Defensa Donald Rumsfeld, el Director de la CIA George Tenet y la Consejera de Seguridad Condoleezza Rice. Detrás los subsecretarios, otros funcionarios y varios Generales.
Todos se sentían intérpretes del sentimiento patriótico nacional. Pero no siempre la población comparte su belicismo, como se había demostrado con la oposición a la guerra contra Vietnam. Aunque otra parte de la población ve en sus presidentes la imagen de Superman, por lo cual estos acrecientan su popularidad cuando hay conflictos bélicos.
Consciente de ello, Busch, en su primer discurso después de los actos terroristas, retó al mundo dando una imagen Supermanesca: “o están con nosotros, o están contra nosotros”.
A eso llamaron “doctrina Busch” y la expresó en el mismo tono imperial, cuando aún no habían logrado la ayuda de otros países para invadir afganistán:
“Llegará un momento en que nos quedemos solos –dijo—. Por mí, bien. Somos Estados Unidos.”
A los líderes, en especial los que integraron la Comisión de Defensa Nacional, los inspiraba el patriotismo… o el ánimo de venganza. Cuando dos funcionarios menores llegaron a Moscú, buscando su anuencia de Putin para que sus aviones volaran sobre territorio ruso hacia Afganistán en vuelos de rescate de sus heridos, escucharon este consejo de un general:
“A mi pesar, debo decir que van ustedes a pasarlo realmente muy mal.”
Y saltó la soberbia imperial:
“Vamos a matarlos –replicó Cofer Black, uno de los dos estadounidenses— Les vamos a ensartar las cabezas en los palos. Vamos a poner patas arriba todo el mundo.”
Y lograron que Putin miraría hacia otro lado, a condición de que solo fuera resultado de su lucha contra los terroristas, no para quedarse en Afganistán.
La soberbia se les esfumó un poco cuando a finales de octubre y comienzo de noviembre (2001) cuando, pese a que ya habían infiltrado a sus militares “Rompemandíbulas” en territorio afgano e iniciado los bombardeos, aún no hallaban a Bin Laden ni avanzaban contra los talibanes. Además, sentían vulnerables a su país ante posibles nuevos ataques de los terroristas con “armas biológicas”:
--“Estos malnacidos me encontrarán exactamente aquí donde estoy –dijo el presidente—. Y si me dan, me darán exactamente en donde estoy.”
III
El trabajo de la Comisión transcurría entre expresiones duras y el recuerdo siempre presente de la derrota en Vietnam. Sin embargo, la soberbia no desaparecía. En una ocasión, uno de los militares le advirtió a Bush sobre los peligros que entrañaba la invasión a Afganistán:
--Pero debe usted comprender que van a morir norteamericanos, es decir, compañeros y amigos míos. Por eso, que nadie piense que no se va a derramar sangre en esa operación.
--Así es la guerra –dijo Bush.
--Tenemos que asumir que vamos a perder gente en este asunto. Cuántos no lo sé. Muchos tal vez.
--De acuerdo –dijo el presidente—. Adelante. Así es la guerra. Estamos aquí para ganarla.
Efectivamente, así es la guerra: muchos muertos, pero no la ganaron.
IV
En Afganistán y en su entorno geográfico no solo disparaban bombas, sino también “cañonazos” de dólares para comprar a comandantes de las múltiples tribus que combatían a los talibanes en el norte y el sur, lograr deserciones, comprar a los gobernantes de los países vecinos y a los jefes de sus organismos de espionaje y hasta para mantener el aparato de espionaje de Jordania.
Un agente de la CIA no necesitaba hablar mucho ante su interlocutor, le bastaba poner sobre la mesa millones de dólares en dinero físico para “convencerlo” de colaborar.
“La CIA tendría que seguir utilizando sus maletines de dinero”, escribió Woodward.
Con esos maletines consiguieran la colaboración de Pakistán, de las ex repúblicas soviéticas de Uzbekistán y Tayikistán. Incluso, le pagaron diez millones de dólares a Rusia por las armas que le proporcionó a la llamada Alianza del Norte, integrada por grupos enemigos de los talibanes.
No utilizaron armas biológicas en Afganistán, pero pensaron en ellas. En una reunión del Consejo de Seguridad, Frank Miller, quien había trabajado en el Pentágono en asuntos de guerra nuclear, dijo que…sabía que los oficiales de operaciones especiales eran gente de cuidado”. Esa “gente de cuidado”, le dio a Miller diapositivas confidenciales sobre la… “Posibilidad de acción extrema: suministro de alimentos envenenados.”
Las diapositivas las presentó Miller en una reunión donde Bush estuvo ausente. Condoleeza Rice las rechazó y todos convinieron en ocultárselas a Bush. No se supo si porque le ofendería, o por temor a que pudiera interesarle.
Algunas cápsulas sacadas del libro de Woodward…
Al margen de estas cuartillas
*A los jefes les preocupaba “los cien mil soldados (…) que en el plazo de seis meses estarían atrapados entre las montañas afganas.” (Pero serían veinte años)…
*Un objetivo logrado a medias: “Nada de tropas de combate para construir naciones” –dijo Bush—. “Nuestro Ejército está para librar guerras y ganarlas.”
*Bush cuando no avanzaban, dijo: “Estamos bombardeando arena. Estamos pateando arena.”
*Tenet, ante la idea de tener un autogobierno islámico: “Necesitamos darle más que la consigna: id a matar árabes.”
*Bush ante la resonancia de la prensa sobre el no avance: “…no me gusta la gente lamentándose en tiempos difíciles (…) No leo editoriales.”
*El 7 de diciembre (2001) cayó el baluarte de los talibanes en el sur, Kadahar, dejando con ello a la Alianza del Norte, a sus aliados pastunes y estadounidenses dominando el país.”
*Hamid Karzai, un ex ministro del gobierno talibán, juró en Kabul el 22 de diciembre, 120 días después del 11 de septiembre…
*Para entonces, sus espionajes… “No habían sido capaces de encontrar (…) a Bin Laden, ni al mulá Omar ni a otros líderes de Al Qaeda y los talibanes…”
*Rumsfeld anotó que tenían: “Desde la necesidad de anticiparse hasta la oportunidad de reorganizar el mundo.”
*Y eufórico: “Hemos modelado una nueva estrategia de defensa –dijo—. Creemos que se trata de una estrategia más en consonancia con el siglo XXI...”
*Y comenzaron a pensar en la guerra contra Irak. Powell, imaginaba implicaciones “gigantescas y duraderas” y se preguntó, quizá penando en sí mismo:
*“¿Qué imagen daría un general norteamericano gobernando un país árabe durante un período más o menos prolongado…?
*El sueño imperial contagió hasta un soldado que, en 2002, ante una lápida en memoria de los muertos del 11 de septiembre hizo una oración, pero terminó con un sueño trágico:
“Exportaremos la muerte y la violencia a los cuatro puntos cardinales del planeta en defensa de nuestra gran nación.”
Con esas palabras Woodward concluyó su libro. Veintiún años después, parece que el sueño se desvanece, pero no las ganas.