17 de mayo 2018
Estamos viviendo una nueva revolución en Nicaragua, liderada por la juventud y basada en un cambio epistemológico. Esta nueva “episteme” surge de las formas en que la nueva generación se relaciona con el mundo, de las formas en que lee y se posiciona frente a las estructuras de la sociedad. La forma en que obtiene y procesa su información. Es la generación del hipertexto, de los teléfonos inteligentes y del videoclip. Una generación que lee verticalmente saltando del texto verbal al visual, del alfabeto latino, al emoji y al hashtag. Una generación que tiene mucho en común con la de otros países del hemisferio y de otros continentes, ya que su cultura es más transnacional que nacional, su tiempo es volátil y su espacio es descentrado. Estos jóvenes tienen mucho en común con los jóvenes que en Venezuela se enfrentan a la dictadura de Nicolás Maduro, y por eso es importante mirarnos en el ejemplo de Venezuela.
A esta nueva revolución universitaria de abril, pacífica e hipertextual, la dictadura responde con lo único que conoce, la represión policial, la violencia militar, las pandillas enardecidas y el saqueo. Daniel Ortega representa todo lo peor de la antigua idiosincrasia y es capaz de despertar esos mismos sentimientos en muchos nicaragüenses de diversas generaciones. De la misma forma en que en Venezuela, Nicolás Maduro manda a sus motorizados y a sus paramilitares a reprimir a la población civil en las “guarimbas” o barricadas en las calles de Caracas, mientras los estudiantes responden con piedras y mensajes de texto.
Lo que Josefina Ludmer llamó en su momento “las tretas del débil” hablando de Sor Juana Inés de la Cruz, podemos aplicarlo a los estudiantes de Nicaragua en su lucha contra la dictadura. Estas estrategias que oponen la humildad a la prepotencia, la resistencia pacífica a la agresión armada, la bondad y la entrega contra el egoísmo y la crueldad, desconciertan a la parte agresora y lo vence. Mientras más ataca la dictadura más perdida se ve en su lucha. La única forma en que sabe responder ha perdido su efectividad, y más bien se vuelve contra el poder opresor. Esta forma de lucha por supuesto no es nueva. Se remonta al cristianismo originario y la forma de resistencia pacífica que Jesús predicada ante la ocupación romana. Poner la otra mejía, no tirar la primera piedra, perdonar las ofensas, son todos principios básicos cristianos que se aplican a las formas de resistencia pacífica que usó Mahatma Gandhi en la India, y Martin Luther King Jr. en los EEUU. Sin embargo sabemos que Gandhi fue asesinado en 1948, y King en 1968, demostrando que las fuerzas dictatoriales que quieren mantener el “status quo” van a recurrir a la violencia y el genocidio cuando sientan que están perdiendo la batalla.
Podemos decir que los jóvenes no son sólo “la reserva moral de Nicaragua” como ha dicho acertadamente Monseñor Silvio José Baez, sino que importan un cambio paradigmático en la forma de ver la realidad y relacionarse con ella. La cultura de los “milenios” no es la cultura de las grandes narrativas lineales del siglo XIX y XX, sino el producto de la imbricación de diferentes medios de información, desde el hipertexto, el videoclip, el blog, la televisión y la descarga o “streaming”, al Twitter, Instagram y Facebook. La cultura libresca no es que haya desaparecido, es que se ha transformado. Su linealidad y su velocidad pausada han sido sustituidas por la simultaneidad y el cambio vertiginoso. Los universitarios de hoy no aprenden de la misma manera en que aprendimos los de mi generación por ejemplo, y eso nos obliga a los educadores a reentrenarnos, a aprender a transmitir el conocimiento de forma apropiada para los educandos.
Esto ha tenido una incidencia enorme en la forma de lucha que se ha dado en Venezuela y en Nicaragua. Cuando vemos las manifestaciones pacíficas que se dieron en Venezuela en febrero de 2014, cuya naturaleza era muy parecida a la que estamos viendo en Nicaragua actualmente, comprendemos que se ha dado un cambio en la raíz epistemológica de los jóvenes que lideran estos movimientos. En Venezuela el gobierno de Maduro respondió con represión que causó un clamor general, pero a continuación llamó a un diálogo, prometió castigar a los militares que habían disparado contra los estudiantes, impuso más restricciones para las manifestaciones pacíficas de los ciudadanos y empezó a prohibir las señales de cable de ciertos medios nacionales e internacionales. A finales de febrero llamó la Conferencia nacional por la paz, donde participaron líderes religiosos, estudiantes, dirigentes políticos de varias tendencias, artistas y empresarios. La primera reunión se dio el 10 de abril, debido a una serie de retrasos y excusas impuesta por diferentes partes. El diálogo no llegó a nada concreto excepto la permanencia de Maduro en el poder. Cuatro años más tarde está convocando a otras elecciones fraudulentas para reelegirse. Creo que este ejemplo de Venezuela nos demuestra claramente la estrategia que Ortega está usando en Nicaragua para mantenerse en el poder.
Tenemos a dos sistemas epistemológicos enfrentados en el país. Uno que vamos a llamar posfigurativo, donde encontramos personas de todas las edades, pero mayormente jóvenes, llenos de entusiasmo, de pureza, de intenciones constructivas y generosas, con estrategias pacíficas y voluntad de construir una sociedad nueva. Y otra prefigurativa, que trata de aferrarse a las viejas estructuras de poder, que cree en el arreglo y la corrupción, que se inclina por la violencia y el fusil, y que quieren mantener el “status quo” y el control de los medios de producción, información y represión del país. En este grupo también hay jóvenes que han sido educados, manipulados u obligados a actuar bajo la idiosincrasia prefigurativa.
En Nicaragua como en Venezuela hemos visto amagos de una nueva revolución, pero si no tenemos cuidado, las viejas artimañas de las generaciones anteriores van a triunfar una vez más. El diálogo funciona solo cuando ambas partes quieren dialogar de buena fe, pero cuando la invitación al diálogo tiene como finalidad asestar la puñalada trapera, el diálogo no funciona. No dejemos que la nueva generación muera a manos de los viejos tiranos.
El autor es escritor y catedrático de literatura latinoamericana.