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Una nueva marca para el Occidente

Entonces, ¿con qué reemplazamos “el Occidente”? Es una pregunta cuya respuesta exige ideas originales y con visión de futuro

Entonces

Andrés Velasco

3 de junio 2022

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LONDRES ­– Ha caído en nuestras manos el siguiente memorándum confidencial enviado por una importante empresa consultora a un destacado líder de Occidente:

Se acabó. Como primer paso en esta consultoría en que nos hemos embarcado, proponemos cambiar su marca, erradicando la anterior por completo. Sabemos que será difícil, pero no hay otra alternativa.

Es necesario deshacerse del concepto de “Occidente”. La “alianza occidental”, los “valores occidentales” –el conjunto entero debe desaparecer–. Todo lo relacionado con el Occidente se ha vuelto inútil, en términos de marketing, desde hace mucho tiempo. ¿Sustentable, ecológico, libre de experimentación con animales? Claro que sí. Pero, occidental no.

La gota que rebalsó el vaso ocurrió la semana pasada en Davos. Con todo respeto, los líderes occidentales como usted se veían algo tontos cuando instaban a India e Indonesia, Turquía y Sudáfrica, Paquistán y Arabia Saudita, a unirse a la “coalición occidental” contra la agresión perpetrada por el presidente Vladímir Putin. Ustedes solo vieron la perplejidad expresada en los rostros de los líderes de esos países cuando les hicieron la pregunta, pero nosotros también escuchamos sin querer las palabras poco amables con que ellos más tarde se refirieron a ustedes en los pasillos y los cafés.


Para empezar, la geografía está totalmente en contra suya. Japón ha formado parte del Occidente desde hace tiempo, pero resulta que se ubica en el Oriente. Lo mismo pasa con Corea del Sur. Australia y Nueva Zelanda parecen quedar en el occidente, pero solo si uno reside en Vancouver o Pacific Palisades. Para quienes viven en el Asia, Australia y Nueva Zelanda se ubican en el oriente.

Además, si ustedes insisten en mantener las etiquetas de ahora, una vez que termine este desagradable episodio con Putin, tendrán que invitar a Ucrania a unirse a los clubes más prestigiosos del “Occidente” –la OTAN y la Unión Europea–. Pero, es indudable que Ucrania queda en el oriente. O, dado que Kiev está más el Este que San Petersburgo, si Ucrania está en el occidente, entonces igualmente lo está Rusia. Esto no cuaja.

A medida que empiecen a eliminar “occidental” de sus vocabularios, encontrarán obstáculos. El problema no residirá en los tipos de Wyoming y Montana, con sus botas de cowboy y camionetas repletas de escopetas, quienes, de un modo u otro, continuarán viviendo en “el Oeste”.

Las quejas provendrán de los latinoamericanos, a quienes de vez en cuando se les dijo que pertenecían al Occidente, aunque no como miembros de primera clase. Créannos: los latinoamericanos se van a enfadar. No es nada divertido que a uno le digan que la discoteca va a cerrar sus puertas para siempre después de que uno lleva décadas tratando de entrar. Incluso puede que amenacen con llevarse sus tortillas de maíz y su soya a China, pero Xi Jinping está demasiado ocupado haciendo cumplir su política de cero covid-19 como para prestarles mucha atención.

Entonces, ¿con qué reemplazamos “el Occidente”? Es una pregunta cuya respuesta exige ideas originales y con visión de futuro. Tras intensas consultas con las partes interesadas, proponemos algunas opciones:

Las democracias del mundo. Puede parecer algo soso, pero conlleva un importante eco moral. Además, posee la ventaja de que se enfoca en lo que son India y Sudáfrica, pero no así China ni Rusia: democracias. Otros países que bien caben en este grupo son Indonesia, Bangladesh, Filipinas, Brasil y México, todos con más de 100 millones de habitantes.

Las sociedades abiertas del mundo. Esta es una opción sólida e inteligente, y decidirse por ella podría hacer que una o dos fundaciones contribuyeran fondos. Sin embargo, como la inmigración es un asunto tan candente en muchas democracias, ¿querrían esos gobiernos dar a entender que están dispuestos a recibir millones de migrantes? Mejor evitar ese riesgo.

Las economías de mercado del mundo. Desgraciadamente, esta no es una opción. Los mercados funcionan bien en la práctica, pero no en la teoría –o al menos no en las teorías que repite la gente de buenos modales–. Para que esta fuese una etiqueta viable, habría que referirse a las economías de mercado inclusivas, transparentes, reinventadas y posteriores a la transición justa y verde, lo que más bien parece un trabalenguas.

Las sociedades capitalistas del mundo. Ídem. Fuera de Elon Musk y Peter Thiel, ¿quién quiere ser tildado de capitalista hoy en día?

Por lo tanto, recomendamos optar por “democracias”. Es la etiqueta certera para describir a las naciones que se unen con el fin de luchar contra Putin y sus crímenes. Pero, es importante la manera en que se expresa. El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, dice “las democracias del mundo” con la firmeza que proviene de la experiencia de ser casi octogenario. El primer ministro del Reino Unido, Boris Johnson, ha tratado de hacer lo mismo últimamente, pero lo traiciona la sonrisa burlona con que pronuncia la palabra “democracia”. Que quede claro, entonces: recomendamos no imitar a Boris, sino al tío Joe.

El término “el Occidente” no es el único problemático. Si bien el “Sur Global” es mejor que la ofensiva etiqueta de “Tercer Mundo” y que el blandengue “países en desarrollo”, este término de moda también conlleva inconvenientes. En las agradables conversaciones junto a las chimeneas de Davos escuchamos repetidamente la siguiente queja de parte de los participantes provenientes de esos países: “¿quiénes se creen que son estos europeos y estadounidenses, que nos meten a todos en la misma bolsa?”

No dejan de tener razón. Algunos de los países del “Sur Global” son pobres; otros son ricos. Algunos son democráticos; otros son autocráticos. Y muchos ni siquiera quedan en el Sur. Para ser francos, “el Sur Global” suena un poco como “ustedes, la simpática gente morena de por allá abajo”. Ni muerto querría usted que se le escuchara decir algo así hoy día.

“Las democracias occidentales luchan contra la agresión rusa mientras el Sur Global permanece al margen”, es lo que se repitió una y otra vez en Davos. Porque no es un dicho acertado, los líderes occidentales no lograron buenos resultados.

“El Occidente” he tenido una larga y exitosa vida, pero es una etiqueta que ha quedado obsoleta y que líderes como usted deben reinventar. Hágalo ahora. Y dentro de poco recibirá nuestra factura.


Andrés Velasco, excandidato a la presidencia y ex Ministro de Hacienda de Chile, es Decano de la Escuela de Políticas Públicas de la London School of Economics and Political Science. Marcelo Tokman es ex Ministro de Energía de Chile. 

*Artículo publicado originalmente en Project Syndicate.

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Andrés Velasco

Andrés Velasco

Economista, académico, consultor y político chileno. Fue ministro de Hacienda durante todo el primer gobierno de Michelle Bachelet (2006-2010). Es director de Proyectos del Grupo de Trabajo del G30 sobre América Latina y Decano de la Escuela de Políticas Públicas de la London School of Economics and Political Science. Sus textos son traducidos por Ana María Velasco.

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