22 de julio 2017
¿Por qué María Fernanda Espinosa salva, cada vez que se antoja el tema, la dictadura de Nicolás Maduro en Venezuela?
¿Por qué está en Nicaragua visitando, cual turista política, a Daniel Ortega, el Nuevo Somoza de ese país?
En Quito, en las filas de Lenín Moreno, se dan las más curiosas explicaciones de lo que hace la señora Espinosa, a nombre de todos los ecuatorianos, en la Cancillería. ¿Qué hace ella, canciller de la República, en la celebración del 38 aniversario de una revolución que desembocó en la dictadura de Ortega y de su esposa?
En Quito se dice que hay divergencias en Alianza País, que Espinosa goza de la confianza de Moreno pero no de entero acuerdo sobre la línea que impulsa en la Cancillería… Pero el hecho cierto es que la Canciller –y con ella la política exterior del Ecuador– está alineada con las dictaduras del continente. A condición, por supuesto, de que se digan de izquierda. Lo de Espinosa no parece concurso de circunstancias: ella es jurásica y administra un mamertismo similar al de Guillaume Long y al de su marido, Eduardo Mangas, ex sandinista y ex colaborador de Ortega y hoy Secretario General de la Presidencia en Ecuador. De lo contrario, no defendería al asesino Nicolás Maduro. De lo contrario no habría pronunciado un discurso vergonzoso en Nicaragua (totalmente edulcorado en los boletines de la Cancillería), en el cual miente en forma despiadada sobre la tiranía que vive Nicaragua.
¿Cómo puede decir la señora Espinosa que Ortega es la continuación de lo que hizo el Frente Sandinista desde 1979, hace 38 años, sacando del poder al dictador Somoza, cuando él hoy reemplaza a Somoza con creces?
¿Cómo puede convertir en ejemplo de participación política de las mujeres a Rosario Murillo, la esposa de Ortega, cuando ella es, precisamente, el peor ejemplo de nepotismo al haberse convertido en vicepresidenta de su marido?
¿Cómo puede decir que el dictador de Nicaragua rompió el círculo de la injusticia; cómo puede decir al tirano de Managua que “ha sabido conducir a su pueblo hacia el bienestar y la justicia social”, cuando se sabe que, bajo su gobierno, ese país es el segundo más pobre de esa zona?
¿Cómo puede incluir a Ortega entre los defensores de los principios del progresismo cuando para ganar la tercera presidencia consecutiva (de las cuatro que ha ocupado), y a pesar de ser el dueño de todos los poderes, recurrió a triquiñuelas judiciales para quedar como único candidato en la papeleta?
¿Cómo puede invocar a los nicaragüenses a que el pasado no regrese cuando Ortega ha superado, en todos los campos, al pasado macabro de Somoza? ¿Hasta cuándo esta señora mantendrá, en el discurso de la Cancillería, las falacias que estos regímenes han inventado para ocultar la realidad?
Si la canciller no conoce la desvergüenza con la que roba la dinastía-Ortega, desde que regresó al poder en 2007, podría preguntar a su marido: dueños de tierras, del emporio distribuidor de petróleo, del sector eléctrico, de cuatro canales de TV. (los otros son del dueño de El Comercio de Quito), de radios, de sitios Web… Eduardo Mangas le podría explicar, además, lo que fue La Piñata: el reparto entre los comandantes de la revolución, que ella tanto alaba, de fincas, casas, fortunas, cuentas bancarias, autos… antes de ceder el poder en 1990.
Es inaudito oír a la canciller del Ecuador hacer una oda de un régimen tiránico que solo puede habitar, como lo ha hecho entender Sergio Ramírez, escritor y ex vicepresidente de Ortega al inicio de la revolución sandinista, en las páginas más aciagas de las dictaduras latinoamericanas. Es inaudito que ella haya evitado citar en su discurso, en el cual habló de los poetas de Nicaragua, a Ernesto Cardenal. Un ícono de ese país que fue sandinista y que hoy, viejo de 92 años y reducido a una silla de ruedas, sigue siendo perseguido por el compañero Daniel Ortega, como dice la canciller del Ecuador. La supuesta poeta erótica da paso a la política mamerta y cínica que no tiene miramiento alguno por esos seres humanos triturados por las maquinarias dictatoriales que ella tanto defiende.
Esa es la política exterior del Ecuador, en manos de María Fernanda Espinosa. Y mientras el Presidente dice que se acercará a Estados Unidos, su canciller echa vivas, en los micrófonos que se le ofrecen, a los nuevos dictadores del continente (¡pero son de izquierda!), a la ALBA y a los revolucionarios trasnochados de todo pelambre. Este es el cambio, en el mejor estilo gatopardista, en política exterior.
*Publicado originalmente en 4pelagatos.com