16 de abril 2018
La Cumbre de las Américas celebrada en Lima ha dejado a sus organizadores y a los principales participantes un sabor agridulce, tirando a amargo. Las ausencias de Donald Trump, Raúl Castro y Nicolás Maduro sólo reflejan las dificultades existentes. Los problemas mayores se relacionan con la imposibilidad de encontrar consensos generales sobre los grandes temas hemisféricos, como la corrupción o Venezuela, y también, algo más preocupante, la falta de claridad y de entidad de la política latinoamericana de EU.
Si en su día estas Cumbres se vincularon al intento de Washington de crear el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), tras el naufragio del proyecto en 2005, la cita presidencial servía al menos para recordar el interés de EU por América Latina, y el Caribe. Así se explica por qué, desde su creación en 1994 y más allá de lo complicada que pudiera ser la coyuntura nacional o internacional, ningún inquilino de la Casa Blanca faltará a la cita. Esto fue así hasta que Donald Trump privilegió atender al conflicto sirio sobre la relación con sus pares latinoamericanos.
Lo preocupante no es sólo el conflicto con México ni la hostilidad con Cuba y Venezuela. Tampoco el deterioro de la imagen de EU en América Latina tras el reemplazo de Obama. La cuestión de fondo es la falta de directrices claras de la Administración Trump acerca de sus intenciones y objetivos en la región. Esto ocurre incluso con los países más próximos. Por ejemplo, las exportaciones a EU de varios países de América del Sur podrían verse afectadas a consecuencia de la guerra económica que libran los gobiernos de Pekín y Washington. Sin embargo, nadie da respuestas claras ni interviene para reducir el impacto de esta falta de política o de no política.
Pese a que el lema oficial de la Cumbre era “Gobernabilidad democrática frente a la corrupción”, fue imposible, más allá de las buenas palabras, avanzar en soluciones globales. Sin duda, esto es buena prueba de las débil integración regional. Tampoco se pudo incluir una condena a Venezuela ni un llamado a desconocer el resultado de las elecciones presidenciales del 20 de mayo en la Declaración Final. En su lugar hubo que contentarse con un comunicado del Grupo de Lima más EU sumamente crítico con la situación en Venezuela. Pese al declive del proyecto bolivariano y al creciente aislamiento de Maduro, Bolivia, Cuba y algunos estados caribeños dependientes de Petrocaribe siguen teniendo suficiente capacidad de bloqueo.
Probablemente ésta no sea la última Cumbre, pero su futuro dependerá en buena medida de la capacidad de los gobiernos hemisféricos, comenzando por EU, de redefinir la relación continental y de reencontrar la esencia de las Américas. No se trata únicamente de responder al creciente protagonismo chino, sino de poder poner sobre la mesa los verdaderos problemas que afectan al continente y superar la retórica. De momento, con el imprevisible sesgo que a golpe de twit impone Trump a los vínculos hemisféricos, será difícil ir mucho más allá.
*Investigador del Real Instituto Elcano. Publicado originalmente en El Heraldo.