16 de enero 2018
“¿Por qué tenemos a toda esta gente de países agujeros de mierda?”
Donald Trump
¿Y por qué tenemos los pueblos que aguantar todas las mierdas imperiales? Esa sería la lógica respuesta con un respaldo histórico incuestionable. Pero no hace falta caer en el estilo escatológico de quien solo es apenas un vulgar representativo de las fuerzas imperiales que sufrimos todo los pueblos del mundo, incluido el noble pueblo norteamericano.
Si no ha faltado quien finja asombro ante la procacidad verbal de Donald Trump, es porque cobija su sentir verdadero bajo el disfraz de la hipocresía diplomática, que solo ve “racismo” en lo que dice ese gobernante. No se puede fingir ignorancia respecto al historial de los gobernantes yanquis, sus vínculos de clase y los intereses del poder imperial que representan. Así no harían como que se asustan del lenguaje de Trump, porque no ha sido precisamente el nivel cultural ni el bagaje político lo que han exigido las clases dominantes de Estados Unidos a sus candidatos para ejercer el cargo, sino fidelidad a sus objetivos imperiales.
(Recuérdese que hay candidatos que llegan a ser presidentes no por elección popular, sino por la voluntad de los colegios electorales que controlan las oligarquías dominantes, y Trump es uno de ellos).
Se está evitando reconocer realidades históricas y actuales. Si se atrevieran a revelar la historia, aceptarían que este millonario presidente es, entre todos los presidentes norteamericanos, el más sincero, franco, legítimo, auténtico y natural representativo de las clases dominantes de los Estados Unidos, y que, igual a los gobernantes cultos, Trump busca satisfacer los mismos apetitos imperiales de su país. En otros términos, Trump, como gobernante y millonario, dice lo que piensa, porque sabe lo que busca y lo que defiende, y lo proclama sin ambages, sin afectaciones culturalistas ni temor al qué dirán. Le basta no apartarse en lo mínimo de la orientación y la línea de acción imperialista de todos los que han sido presidentes de Estados Unidos a lo largo de sus 242 años republicanos.
Sus diferencias han sido formales, pero –más o menos— todos los gobernantes norteamericanos han manifestado su racismo y su xenofobia con acciones más que con palabras. ¿Se han preguntado alguna vez, por qué los “padres fundadores” de los Estados Unidos lucharon por las libertad del colonialismo inglés, pero al lograrlo, siguieron manteniendo inalterable su respectiva dotación de esclavos en las iguales condiciones inhumanas de siempre? Sin embargo, dijeron –y lo siguen diciendo— en su Constitución que todos los hombres fueron creados por Dios y que nacieron iguales… ¡menos las mujeres, los hombres y los niños negros! Si esa contradicción pudo ser posible entonces con los Jefferson y compañía, y si a esos seres humanos los vieron –y los Trump los siguen viendo— como menos valor que una mierda, ¿qué de nuevo se descubre en los hechos detrás de sus palabras?
¿Qué diferencia puede haber en los hechos entre el Monroe que proclamó que América es de ellos, con el “primero América” de Trump? Porque hasta del nombre del continente se han apropiado, no solo de las riquezas que guardan el subsuelo continental. Y si desde años antes del Monroe de 1823, Estados Unidos ya habían intervenido en varios países latinoamericanos, entonces (22 años después) ¿por qué mejor no comenzar a robarles territorios a México, un “agujero de mierda” que no merecía a California ni a casi la mitad de su territorio norte?
Y si la corona española ya no podía resistir el avance de los patriotas cubanos, ¿por qué no aplastarla de una vez con la guerra (1898), y quedarse con “sus” archipiélagos en Asia y en América, cuyos habitantes y legítimos dueños originarios, indígenas, negros y mestizos, los vieron y trataron menos que una “mierda” porque no merecerían ser dueños de esas tierras? Se busca en la historia de la “gran democracia americana” un presidente –entre los cultos y los “burros”— que no haya hecho algo para apropiarse por la fuerza de los recursos naturales y soberanías todos los “agujeros de mierda” del mundo, desde Roosevelt el fiero cazador hasta Kennedy el playboy, pasando por vulgares soplones como Reagan y genocidas como los Bush padre e hijo.
No se trata de asustarse por la procacidad de un Trump empresario especulador, obviando las raíces del sistema político y social que no puede prescindir de políticos de la peor calaña ni gente de fingidos valores culturales y políticos, porque su poder imperial no nace de la nada ni se sostiene en el aire, sino del saqueo y la explotación de todos los “agujeros de mierda” de toda la bolita del mundo.
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--Antes de que Donald Trump dijera que prefiere migrantes de Noruega que de los “agujeros de mierda”, Bayardo Arce (millonario “revolucionario”) ya había mandado a las profesionales desempleadas a buscarse un marido a la misma Noruega, Rupertó…
--A estas alturas, Rupertá, los noruegos se estarán preguntando qué de malo le habrán hecho a estos dos tipos… ¡para que los metan en sus mierdas.