3 de octubre 2020
Un día mi artículo decidió partir ventura andando, y me dejó solitario inmerso en un duelo de titanes entre los dos candidatos presidenciales de los E.E.U.U, “Mano Pachona” Trump, y el “Justiciero” Biden. Aunque aquello, sobre todo de parte de “Mano Pachona” era un cacareo mayúsculo, al menos Biden apaciguaba las aguas ante el tsunami Donald, quien al pedido del moderador de la cadena Fox, de que llamara a sus seguidores a comprometerse a un comportamiento cívico y mesurado, Trump hizo todo lo contrario, condicionando ese comportamiento a si él no calificaba de tramposas aquellas elecciones amañadas, entonces los resultaos iban a ser pacíficos, y si no, no.
En cambio el “Justiciero”, no desaprovechó la oportunidad, y dijo que el sí. Y llamó a la concordia y a la honradez, justo a tiempo cuando el moderador cerró el duelo de titanes, dando por finalizados los dos minutos que siempre impuso a Biden, dando, al parecer, por tiempo perdido los infinitos minutos de “Mano Pachona”, dejándonos con la sensación de una escaramuza inconclusa: sin que se mencionara que Trump no pagó impuestos federales sobre sus ingresos en 10 de los últimos 15 años. Y tanto en 2016 como en 2017, apenas pagó 750 dólares de impuestos federales, y sin que se tuviera la certeza de que este cacareo, que no se puede llamar debate, pueda continuar en las dos partes que le faltan.
Entonces fue cuando comenzó a especularse, que el siguiente match sería en Ninguna Parte, y que el referí sería Saturno, quien estaría dispuesto a pasar por alto las casi invisibles raterías del Presidente gringo actual, pero sí condenar al “Justiciero” Biden a Cadena Perpetua, por pusilánime, característica esta, según lo explicó acompañado por su cónyuge, de “Agentes Extranjeros” que con saña impedían con intolerable moralismo de ultranza, el progreso familiar de gobernantes sacrificados por sus pueblos, como Trump y ellos, aunque los curas católicos llamen a este pecado venial, nepotismo.
Viendo mi decepción y desconcierto, y como mi viejo amigo Lewis Carroll es el maestro del “juego de la lógica”, irrumpió con precisión matemática desde el primer espejo que ocupó para hacer cuentos, y luego “Alicia en el país de las maravillas”, por donde Alicia, según me dijo, había escapado por segunda vez llevándose mi artículo, que ya desde entonces recibía el calificativo de artículo errante, pues comenzaba a apodárseme “Judío Errante” de tanto andarlo buscando hasta en mí mismo.
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Me propuso entonces que fuéramos tras ella, con dos buenos propósitos: Ir poco a poco recuperando mi artículo, y salvar a Alicia de los criminales propósitos de la “Reina Roja”, también conocida como la “Reina de Corazones” por su afición a jugar cartas, como póker, desmoche, y Casino Robado, siendo su lema en cada jugada o mano, que una mano le dijera a la otra: “Vamos con todo”, señal de peligro, así interpretada por un Conejo con Chaleco, que probablemente era el mismísimo Tío Conejo, para llevarse raudo a su amigo Tío Coyote, y salir ambos despavoridos hasta una madriguera a donde ya había llegado a esconderse la “Oruga Azul”, y entrar a apretones de sobrevivencia, dejándole paso a Mirana, la “Reina Blanca”, buena y magnánima, pero a pesar de todos los pesares hermana de la “Reina Roja”, la malvada. Y quien fue advertida por “El Sombrero”, quien llegó de último, del más reciente “vamos con todo” de la malvada de su hermana, y entonces urdieron entre todos un plan para liberar a Alicia, recuperar mi artículo y salvarla de segura decapitación.
Poco antes sucedió que Alicia había caído en las garras de la “Reina Roja” quien la tenía prisionera en una diminuta celda, en los sótanos de “El Carmen”, sin ventilación alguna y de una terrible estrechez, tal que no se podía ni gemir sin tocar las cuatro paredes. En cambio, en las afueras de la mansión, sólo se oían estruendosas voces de mando, con un eco infernal, mientras Saturno seguía devorando a su pueblo. Un día a Saturno, conocido también como “El Rey Bermejo”, por ser consorte de la “Reina Roja”, se le antojó que el gato le besara su mano, y el gato se rehusó. Enojado el rey llamó a la reina, y ella condenó al pobre gato a la pena de muerte por decapitación, ya que según mi amigo Lewis Carroll: “La reina es muy autoritaria y amenaza con cortar la cabeza a cualquiera que le contradiga, o por cualquier falta, aunque sea inventada, contra Saturno o “Rey Bermejo”, y más si este le suplica un castigo ejemplar para el vandálico.
Y, claro, la Reina cumplía con especial gusto aquel requerimiento. “Es en la historia, comentó Lewis, algo así como “María I la Sangrienta”, hija de Enrique VIII y Catalina de Aragón, aquí citada como sinónimo de crueldad y poder. Pues la soberana, “Reina de Corazones”, es muy autoritaria y amenaza con cortar la cabeza a cualquiera, por ejemplo, cuando jugando a las cartas algún contrincante no se atiene a sus reglas de juego. Que quede claro: su obsesión es cortar cabezas; decapitar palabra y pensamiento. La “Reina de Corazones” es una monarca de muy mal genio, y vive llena de furia ciega.”
Pero no sabe, me dijo Lewis Carroll, que Alicia tiene tu artículo, y por eso, para que confesemos su paradero, nos han conmutado a todos la decapitación de la palabra, por la Cadena Perpetua del pensamiento y de las ideas. Estábamos todos en esas consideraciones, cuando en tropel llegaron “La Reina Blanca” y su Príncipe Consorte, el Conejo con Chaleco, el Coyote con frac y bombín, la coqueta “Oruga Azul”, y por último, claro está, “El Sombrero”, quien a sombrerazo limpio se libró de cuantos sapos y basiliscos custodiaban la entrada a la cueva de los monarcas y descendientes, y aquí, en Ninguna Parte, liberaron a Alicia, la única indecisa sobre si este era el “País de las Maravillas” y cuando se dio cuenta que se había equivocado, se dejó tomar de las manos por Lewis Carroll, quien de jaloncito en jaloncito la arrastró hasta el umbral del espejo del regreso, en donde ya congregados todos, nos dispusimos a seguir al cortejo nupcial, cuando para sorpresa de todos Alicia se regresó hasta donde yo estaba , exactamente cuando ya se pregonaba nuestra sentencia de “cadena perpetua”. Me dio un papelito que decía: “A mí, ya se me acabó la perpetuidad. A todos nosotros también. Pero Lewis y yo viviremos perpetuamente felices. Ellos también vivirán perpetuamente deseando no hacerlo.” Ya a punto de que atravesáramos el espejo del regreso, me di cuenta que Alicia había puesto en mi bolsillo este artículo.
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