21 de julio 2020
“Es el hombre quien defrauda al hombre,/ nos morimos por no conocernos/ y nos matamos en nombre de la amistad./ Pero Ajax Delgado murió en la cárcel;/ lo mataron y su cadáver/ fue devuelto a su madre/ y Novedades dijo:/ ”Un gesto democrático”./Y así habían muerto/ y fueron muriendo todos:/ Se les asignó un día sin llanto;/ se prohibió todo dolor, toda lágrima, toda palabra,/ se cerraban las puertas y las miradas temerosas/ se filtraban por las paredes;/ tanques, cascos, fusiles/ y hasta las madres de los muertos/ tenían que esconderse./ Pero ahí estaban todos:/
Sergio, José, Mauricio, Eric/
asesinados el 23 de julio de 1959/
en una calle de León./
Báez Bone, Pablo Leal, Díaz y Sotelo,/Rigoberto López, Carlos Nájar, CornelioSilva,/
Augusto César Sandino,/
y más, y los ignorados, y muchos más,/ y los que van a morir/ y Julio Romero de trece años/ quien protestó en otro 23 de julio;/ y así todos fuimos comprendiendo que en nuestra Patria/ ésta es la muerte natural./……/Vamos, que de esto hace ya treinta años/ cuando nació la traición/ y treinta monedas costó la original;/ desde Jesucristo a Sandino/ nada ha cambiado:/ treinta veces treinta.”
(Luis Rocha: De su poema “Treinta veces treinta”, 1962).
El próximo jueves 23 de julio se cumplirán 61 años de la masacre estudiantil en León. Esa masacre, muy similar a las de abril de 2018 en toda Nicaragua, señalaron la reencarnación del dictador de turno en 1959, en este dictador actual del 2020. Desde Jesucristo a Sandino, nada ha cambiado, digo en mi poema “Treinta veces treinta”, en gran parte inspirado en aquel hecho histórico. Aquella masacre de 1959, debió haber sido el comienzo de un futuro, que como demuestran las masacres del 2018, se convirtió en pasado. Y eso a pesar de que en julio florecen los héroes y mártires. Pedro Joaquín Chamorro fue asesinado, y su sangre salpicó toda Nicaragua y dio fuerza a una revolución verdadera que culminó el 19 de julio de 1979, veinte años después de la masacre de 1959. El sacrificio de los héroes y mártires de 1959, nunca se perdió ni se perderá, tal y como ocurrió con la revolución de 1979, a la que Ernesto Cardenal calificó, con dolor y con razón, de “revolución perdida”.
La que tan efímeramente triunfó en 1979, fue una revolución de todo el pueblo, y no de un sector partidario, teniendo como detonante el asesinato de Pedro Joaquín Chamorro. Pero en esa “revolución” con el tiempo y la ambición de poder de los actuales gobernantes, fueron distorsionados y falsificados los ideales de Sandino. No obstante, mucho de la pureza de la revolución primigenia se trasladó en el tiempo a los autoconvocados de abril de 2018, y desde entonces a los caídos en desigual lucha contra la ambición y la corrupción. Esos muchachos y hasta niños de meses florecen en julio. En el julio ético y moral. En ese 23 de julio de 1959, ya con 61 años de presencia patriótica, y teniendo como antecedentes a los caídos de El Chaparral. Por eso, a todos cuantos en Nicaragua exigíamos libertad –lo cual equivalía a poner fin a la estirpe sangrienta de los Somoza- la masacre estudiantil perpetuada por la Guardia Nacional la tarde del 23 de julio de 1959, puso otra vez en nuestra historia la terrible disyuntiva entre lucha cívica y lucha armada. La disyuntiva a la que se apuntan los tiranos, porque significa matar a indefensos, como ocurrió en 1959 y en 2018. Hoy repetimos aquella historia, en la que quienes seguimos apostando por la insurrección cívica, nos estrellamos con la soberbia y desmedida ambición de los tiranos.
Los nicaragüenses siempre hemos estado involucrados en un cambio pacífico hacia un orden justo. Pero hemos aprendido con sangre que los órdenes injustos se apoyan en la corrupción y la crueldad. El ambiente de aquellos días de 1959 en León era de efervescencia patriótica. En su testimonio La tarde del 23 Fernando Gordillo escribió: “Recuerdo que caminábamos volviéndonos a ver, como si en cierto modo quisiéramos convencernos de la realidad que estábamos viviendo. La gran figura de Manolo Morales se destacaba en mitad de la calle entre Solís Piura y Francisco Buitrago.” Dice un testigo de aquel tiempo y de este: “Después de las masacres de El Chaparral y la estudiantil de León, nada volvió a ser igual en Nicaragua. La estudiantil se convirtió en la masacre por excelencia, años después superada en horror por la masacre de abril de 2018, perpetuada por los tiranos actuales. En León hubieron más de sesenta heridos. Y murieron, sin decir que morían por la patria: Sergio Saldaña, José Rubí, Mauricio Martínez y Erick Ramírez.
Ernesto Castillo Martínez, nos deja estas dos opiniones sobre la situación actual, partiendo del 23 de julio de 1959: “Es válido un esfuerzo de diálogo nacional si tiene como finalidad solucionar los problemas de quienes se están esforzando por sobrevivir en medio de la crisis económica. El Estado de Derecho y la seguridad jurídica pueden imponerse por la fuerza, pero no la paz social.” Y en otra parte, concluye Tito y concluimos nosotros: “Para que esa sangre, como la de tantos patriotas derramada a lo largo de nuestra historia, fuera fuente de futuro, de una nueva vida, hubiese sido necesario que no fuese traicionada, como lo es en la actualidad.”