13 de enero 2018
El último comentario racista de Donald Trump no me sorprende. Pero lo que sí me sorprende es que tanta gente se haya tardado tanto tiempo en entender que el ocupante de la Casa Blanca tiene ideas racistas.
El racismo es creer que una raza o grupo étnico es superior a otro. Y eso es exactamente lo que dijo el presidente Trump en la Casa Blanca el jueves pasado en una reunión con seis congresistas. “¿Por que tenemos aquí a tanta gente de países de mierda?” dijo Trump, según el reporte original del diario The Washington Post.
El presidente y los congresistas discutían una propuesta para dar visas o protección migratoria a inmigrantes de Haití y de África.
Eso no es todo. Luego dijo: “¿Por qué queremos tener aquí a gente de Haití?” y sugirió, en cambio, que sería mejor traer a gente de Noruega. Esto es suficiente para entender los prejuicios del presidente de los Estados Unidos. Su visión, claramente expresada en la oficina oval, favorece a los inmigrantes blancos europeos frente a los descendientes de África.
Esa es precisamente la definición de racismo.
Al día siguiente de hacer estos comentarios, Trump –en Twitter– negó haberlos dicho. Pero el presidente ha perdido mucha credibilidad. The Washington Post tiene una lista de las 1,950 mentiras o falsedades que ha dicho en sus primeros 347 días en la Casa Blanca.
Y ahora hay que sumar otra mentira más. En esa reunión con el presidente había, al menos, otras seis personas. El senador Demócrata, Dick Durbin, quien estuvo presente, confirmó a la prensa lo que dijo Trump. “En la historia de la Casa Blanca y de la oficina oval, ningún presidente había dicho las palabras que yo escuché ayer”, aseguró Durbin. “Dijo cosas llenas de odio y las dijo repetidamente”.
Esta no es la primera vez en que Trump hace comentarios racistas. Su campaña electoral comenzó –el 16 de junio del 2015– con un brutal comentario racista. Trump dijo que los inmigrantes mexicanos eran “violadores”, criminales y narcotraficantes. Muchos de nosotros, en la prensa hispana de Estados Unidos y en América Latina, denunciamos los comentarios de Trump. Pero mucha gente no nos quiso hacer caso. Creían que éramos demasiado sensibles a las groseras declaraciones de un candidato presidencial y que no era suficiente un solo comentario negativo para acusar a un político de racismo.
Hoy sabemos que sí teníamos razón. Los comentarios de Trump en el verano del 2015 fueron tan racistas como los que acaba de hacer en este invierno del 2018. Esas expresiones llenas de racismo, antes de Trump, hubieran descalificado a cualquier candidato presidencial. Pero entonces no nos pusieron suficiente atención y hoy es demasiado tarde porque Trump ya es presidente.
Eso no es todo. Hay más ejemplos de racismo. Trump durante años cuestionó que Barack Obama, el primer presidente afroamericano en la historia, hubiera nacido en Estados Unidos. También dudó públicamente del trabajo que estaba haciendo el juez, Gonzalo Curiel, solo porque sus padres nacieron en México. Y durante la campaña electoral propuso que no se le permitiera entrar a los musulmanes al país. Son, todas, expresiones cargadas de prejuicios raciales y estereotipos.
A pesar de los varios comentarios racistas de Trump, 63 millones de estadounidenses votaron por él. Y eso es muy preocupante. Si el propio presidente, desde la Casa Blanca, se expresa con términos racistas, eso abre la puerta a que algunos de sus votantes hagan lo mismo.
Su comportamiento es un mal ejemplo para cualquier niño. ¿Se imaginan el riesgo y el bullying al que se exponen niños haitianos y africanos que van a escuelas estadounidenses? En noticieros de todo el país hubo la siguiente advertencia: no dejen que sus hijos escuchen lo que dijo el presidente. Y las redes sociales, tristemente, están repletas de insultos y amenazas contra inmigrantes de todas partes del mundo.
Trump tiene la habilidad de sacar lo peor de nosotros.
Las palabras de Trump siempre promovieron la división. Pero lo más triste es no haberlo descalificado a tiempo. ¿Es Donald Trump un racista? Yo no sé lo que hay dentro de su cabeza pero sí sé lo que sale de su boca. Y nos está llevando a un lugar muy oscuro en la historia moderna de Estados Unidos.
*Este artículo también se publicó en Univisión