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Trump, aliado y salvador de Milei… ¿y si sale mal?

El presidente electo de EE. UU. es la esperanza del Gobierno argentino, pero sus políticas arancelarias podrían generar dolores de cabeza en Argentina

Javier Milei

El presidente argentino, Javier Milei habla durante el encuentro de la Asociación de Dirigentes de Marketing, en Montevideo (Uruguay). EFE/ Federico Gutiérrez

Jordana Timerman

10 de diciembre 2024

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Los videos de fiesta al son de los Village People, muestran al presidente argentino bailando torpemente pero con entusiasmo, abrazándose exultante con magnates. Sonríe a más no poder, feliz e inconsciente (o quizás orgulloso) de que, vestido de traje con camisa celeste y cargando una carpeta, desentona con el glamour de la fiesta black-tie celebrada en noviembre por Donald Trump, el presidente electo de Estados Unidos.

Fue el primer presidente extranjero en funciones en reunirse con Trump después de su victoria electoral, la culminación de un año en el que el argentino viajó siete veces a Estados Unidos (aunque todavía sin encuentro con un presidente en funciones), convencido de que las relaciones carnales 2.0 –uno de tantos gestos noventosos de su gestión– serán clave para la salvación económica de Argentina.

La idea de que Estados Unidos podría salvar a Argentina si los argentinos lograran enamorar a la potencia –con su compromiso neoliberal y su renunciamiento al peronismo– es una quimera que no es exclusiva del mileísmo. Sin embargo, es cierto que, de ser posible esa salvación, el escenario no podría ser más perfecto.

Milei es una celebridad en los círculos de poder estadounidenses. Durante sus viajes en este primer año de gestión tuvo varios encuentros con el multimillonario Elon Musk, líder espiritual de los “Tech Bros”, quien encabezaría una oficina de desregulación en el Gobierno entrante de EE.UU. Milei también se presentó en foros de inversores, abrió el mercado de Wall Street con el icónico martillo. Y la semana pasada fue tapa del Economist, que no pregunta qué puede hacer EE. UU. por Argentina, sino qué puede enseñarle Milei a Trump.


Ambos líderes comparten trayectorias similares como candidatos “outsiders”, que capitalizaron el descontento popular con el statu quo político. Milei participó en varios de los multitudinarios foros conservadores que sirven de plataforma para Trump y otros líderes de las nuevas derechas, como Jair Bolsonaro en Brasil. Fue en uno de estos foros que se fundió en un abrazo con Trump en febrero de este año.

En estos días se celebró en Buenos Aires una versión argentina de la Conferencia de Acción Política Conservador (CPAC), y asistió Lara Trump, la nuera del presidente electo. El encuentro, que sirve para afirmar la alianza irrestricta de Milei con el entrante Gobierno de Trump, también incluyó discursos por video de Bolsonaro y Steve Bannon, ideólogo de Trump y las nuevas derechas. Santiago Abascal, presidente de VOX España, se presentó en vivo.

No hay varita mágica

Pero la mentada afinidad con Trump no es suficiente para cambiar una realidad central histórica: Estados Unidos tiene una larga historia de decepcionar a América Latina. Según Benjamin Gedan, director del Programa para América Latina y del Proyecto “Argentina” del Wilson Center, esta indiferencia aplica para ambos partidos dominantes y cualquier presidente norteamericano.

“No es la región en la que se centra la atención”, le cuenta a Cenital. “No se ven ejemplos en los que Estados Unidos dé prioridad a América Latina de una manera que se pueda medir en términos de ayuda exterior e inversión. Y esa sola razón debería hacer reflexionar a cualquiera que realmente esté contando con un apoyo estadounidense masivo y consecuente”.

La narrativa de que Estados Unidos puede “salvar” a la Argentina ignora la complejidad de las problemáticas nacionales, explica James Bosworth, analista radicado en Washington DC. “Estados Unidos puede chasquear los dedos y resolver, por ejemplo, el problema de la deuda de El Salvador”. Pero, aunque Trump quisiese priorizar a la Argentina en su agenda de gobernanza, no hay una solución simple que le garantice el éxito. “Estados Unidos no tiene la varita mágica”, le cuenta a Cenital el experto.

En muchos ámbitos, se espera que Trump pueda interceder ante organismos multilaterales y destrabar financiación para Argentina. Esto es posible, y puede ocurrir a menor escala, pero los montos probablemente sean bajos. Que Argentina sea el mayor deudor del Fondo Monetario Internacional –mediante un préstamo que se obtuvo, en parte, gracias a la relación del entonces presidente, Mauricio Macri con Trump– complicaría aún más cualquier intervención del presidente estadounidense en este sentido. “Se tiene que entender que Argentina representa una amenaza existencial al FMI”, insiste Bosworth, que analiza el contexto latinoamericano para empresarios internacionales.

Para Gedan, el desinterés general que Trump tiene hacia América Latina hace poco probable que interceda a favor del Gobierno argentino, por más que le tenga aprecio a Milei. De hecho, señala que durante la primera presidencia de Trump, el Brasil de Bolsonaro no obtuvo beneficios relevantes. Asimismo, Trump recibió cálidamente a Macri en el Salón Oval, pero no cedió en políticas impositivas que complicaran las exportaciones argentinas, recuerda Gedan.

Lluvia de inversiones

La admiración por Milei en Estados Unidos es notable –y diversa–. Los barones de Silicon Valley valoran su enfoque económico y, aún más, su énfasis en la desregulación estatal. Musk y Milei comparten un discurso antiEstado y, particularmente, anti burocrático. Con los libertarios ‘Tech Bros’, Milei también comparte trincheras en la guerra cultural, en su batalla vehemente contra las explicaciones estructurales de las problemáticas sociales, a las que despectivamente tildan de ‘wokismo’. Sin embargo, es más circo que realidad.

La afinidad ideológica de Milei con Trump podría ser un incentivo para que el presidente electo de Estados Unidos lo apoye, pero incluso esta buena voluntad tendría un impacto marginal en la estimulación de la inversión privada. Podría generar algo de confianza entre los empresarios o, de alguna manera, ‘normalizar’ el estilo de Milei.

“A diferencia de China, las grandes empresas estadounidenses no están asociadas con el Gobierno y no actúan a instancias del Gobierno”, enfatiza Gedan. “Creo que a veces eso se malinterpreta porque existe la percepción de que la Casa Blanca es tan poderosa que puede ordenar a una empresa que invierta. Cuando hablo de falta de inversión, no digo que no vaya a haber inversión. Estoy diciendo que la relación entre los presidentes es bastante irrelevante (para las empresas)”.

Fuera del ámbito político, el Gobierno de Milei generó ganancias para los inversores financieros, pero aún no se nota un impacto real de la inversión internacional. De hecho, el ejemplo de Musk, dueño de Tesla, es particularmente interesante para Gedan. Musk y su industria de automóviles eléctricos están perfectamente situados para hacer inversión de impacto en Argentina.

El multimillonario apoya fervientemente a Milei en las redes sociales, pero Argentina “no necesita las fotografías con el pulgar hacia arriba”, señala Gedan. Más significativo sería construir una fábrica de autos, construir baterías para Tesla, o, por lo menos, extraer litio. “Creo que ves lo poco que parecen aportar estas relaciones… ¿Muestra confianza en Argentina? No tenemos la respuesta a eso, pero todo lo que sabemos hasta ahora es que Argentina es solo otro apoyo en su tipo de juego ideológico global”.

No se puede vivir del amor

Desde el ámbito financiero, admiran particularmente su enfoque económico. Ven en Milei a un líder que enfrentó lo que consideran el problema central: la falta de ajuste fiscal. Lograr un superávit fiscal importante en su primer año hizo que los mercados vieran al país de manera diferente, explicando en parte, el enamoramiento que Milei generó en Estados Unidos. Desafía lo que era un lugar común que espanta la inversión: que en Argentina no se puede hacer ajuste por miedo a la calle, los movimientos sociales o a las elecciones.

Sin embargo, la historia argentina misma pesa sobre las probabilidades de que Milei pueda sacar beneficio real a la admiración que despierta en Estados Unidos. Inversores dudan que el proyecto político mileísta sea sostenible, miran con preocupación las elecciones legislativas del 2025. Y el factor quizás más clave: ¿cuánta austeridad tolerarán los argentinos sin que mejore la economía? El bagaje histórico desincentiva la inversión que podría garantizar el éxito del proyecto mileísta y aumenta las posibilidades de descontento masivo, una devaluación, más inflación y el derrumbe del superávit fiscal. Los inversores están muy conscientes de esta situación.

Diplomacia de derecha

En su discurso de CPAC, Milei castigó a los Gobiernos de izquierda en Brasil, Colombia y España, y llamó a crear una alianza internacional de derecha para confrontar al “socialismo”. Es que la visión ideológica que guía a Milei se enfoca en el posicionamiento izquierda-derecha, a menudo en detrimento de políticas pragmáticas que podrían ser más afines a sus objetivos, señala Bosworth.

“En muchos sentidos, el presidente chileno de izquierda Gabriel Boric es más partidario del libre mercado que Donald Trump” y se podría encontrar terreno común con el presidente laborista de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva. Pero Milei “está tan atrapado en este tipo de marco de izquierda-derecha que lo quemará”, según Bosworth.

Aunque Milei comparte afinidades políticas con Trump y otros líderes de ultraderecha, sus visiones económicas son muy distintas. Trump es proteccionista: constantemente amenaza con implementar trabas al comercio para favorecer a la industria estadounidense. A diferencia de Milei, quien prometió evaluar alianzas diplomáticas en clave ideológica, Trump es aislacionista, nacionalista y pragmático a la hora de dialogar a nivel internacional.

No obstante, el entrante secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio, representa una interesante oportunidad de alianza diplomática para el Gobierno de Milei. Rubio, hijo de exiliados cubanos, habla español de forma nativa y tiene larga trayectoria de interés en Latinoamérica. Dista de la perspectiva aislacionista de Trump; es un halcón que defiende las sanciones económicas contra Cuba, Venezuela y Nicaragua, y rechaza tajantemente los esfuerzos de negociación con Nicolás Maduro para democratizar a Venezuela.

Es una gran incógnita cómo se combinará la agenda de Rubio con la de Trump, pero en una región cuyos países más grandes tienen gobiernos que tienden hacia la izquierda, el apoyo incondicional de Milei hacia Estados Unidos podría ser útil para Rubio.

Y Rubio pone en el centro de su visión diplomática el conflicto con China. Pero cualquier batalla con el poder asiático por influencia en el “patio trasero” de Estados Unidos podría ser costosa para Milei, ya que limita el accionar multilateral que favorece económicamente a los países en desarrollo.

Sin embargo, los beneficios de la lealtad incondicional hacia el Tío Sam probablemente no tendrían gran impacto tangible. La diplomacia de Trump es, ante todo, transaccional e hipernacionalista. Argentina no impacta en el tema migratorio, que es central a los intereses de Estados Unidos en la región, ni tiene exportaciones estratégicas que conmueven a la potencia.

La secuela de la película

El encuentro de Milei y Trump en noviembre, en los dorados salones de Mar-a-Lago  — el exclusivo club de golf que sirve de sede trumpista —  se podría considerar la continuación de la película que protagonizaron Carlos Menem y el entonces presidente estadounidense George W. Bush a comienzos de los noventa.

Pero las secuelas de las películas casi nunca están a la altura del original (esta, además, no tuvo final feliz). Argentina está más vapuleada, y Estados Unidos no es más el líder exultante del “fin de la historia” que pregonaba Francis Fukuyama, sino que es un país cuya dominancia es cada vez más incierta en un mundo multipolar.

Irónicamente, Trump mismo puede representar un peligro económico para el proyecto de su aliado ideológico en Latinoamérica: las políticas arancelarias y monetarias de Trump podrían generar efectos financieros que produzcan un shock externo que complique los supuestos logros macroeconómicos de Milei. Ante esta realidad concreta, la afinidad política cuenta poco.

Lo que sí se espera son muchas más oportunidades de espectáculo. Alguna visita de Estado a la Casa Blanca, más discursos de Milei en escenarios internacionales, diálogo con inversores, celebración de los “Tech Bros” y la presencia en redes que tanto rédito le da a Milei. No sabemos si habrá pan, pero circo YMCA seguro que sí. 

*Este artículo se publicó originalmente en Cenital.

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Jordana Timerman

Jordana Timerman

Periodista especializada en América Latina. Editora del Latin America Daily Briefing. Vive en Buenos Aires, Argentina.

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