18 de diciembre 2019
La Cámara de Representantes de Estados Unidos ha formalizado el cargo por el cual Donald Trump sería sometido a juicio político: “traición a la nación”. El delito es resultado de una suma de arbitrariedades que incluyen abuso del cargo de presidente de la República para beneficio personal, y obstrucción de la justicia legislativa, durante la investigación de sus intercambios irregulares con gobernantes de Ucrania.
Otras faltas que se imputan a Trump, específicamente relacionadas con la presión mafiosa que ejerció contra el gobierno ucraniano, incluyen “soborno criminal” y “fraude”, que son delitos federales. Se ha repetido en estos días que el expediente de Trump no incluye referencias al informe del fiscal Robert Mueller sobre la intervención de Moscú en las elecciones de 2016, pero la sombra de la trama rusa planea sobre el juicio, ya la Cámara sostiene que “cuando el presidente exige a un gobierno extranjero que anuncie indagatorias contra uno de sus rivales políticos, corrompe nuestras elecciones”.
De manera que Trump será enjuiciado, también, por desconocer las normas electorales de Estados Unidos. Algo que desde 2016 se hizo evidente con el desparpajo con que negaba la gravedad de la acusación de la intervención rusa. Desde entonces el presidente demostró una absoluta indiferencia frente al cúmulo de pruebas sobre las manipulaciones de agentes cibernéticos rusos en el proceso electoral. A su juicio, ninguna de esas evidencias contaba: lo decisivo era el malestar de los demócratas con el resultado adverso.
A pesar de que un 54% de los estadounidenses, según una encuesta de la conservadora cadena Fox, cree que Trump debería ser juzgado, y de que algunos de los grandes diarios del país –New York Times, Washington Post, Los Angeles Times…- también respaldan el juicio, lo más probable es que el proceso no logre el favor de los dos tercios del Senado que se requieren. En ese caso, Trump será absuelto, pero el proceso habrá avanzado lo suficiente como para marcar su presidencia.
Los demócratas se han enfrascado en una acción judicial que puede fracasar, por dos razones: piensan que el impeachment deberá ayudarlos electoralmente en la contienda de noviembre de 2020, pero también porque otorgan al juicio político un valor testimonial. Piensan, en suma, que un procesamiento jurídico de Trump puede poner límites a la insólita impunidad con que se maneja este presidente.
La conversación que Trump sostuvo con el presidente de Ucrania, a quien pidió información comprometedora de un rival político, Joe Biden, a cambio de ventajas para ese gobierno de Europa del Este, retrata el autoritarismo trumpista. El episodio es uno entre muchos, por lo que para la mayoría de la población de Estados Unidos no cabe duda de que Trump es culpable. Lo más peligroso es que sus propios partidarios no piensan que Trump sea inocente sino que tiene derecho a actuar autoritariamente para recuperar la “grandeza de Estados Unidos”.